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Menos préstamos y más intereses: la deuda externa estrangula a los países más pobres

Las 24 naciones con rentas más bajas podrían aumentar el coste de sus pasivos hasta un 39% entre 2023 y 2024, según el último informe del Banco Mundial

El Metro de Quito
Metro de Quito, el pasado 22 de noviembre.José Jácome José Jácome (EFE)
Luis Enrique Velasco

El dinero que los países más pobres necesitan para levantar colegios, construir puentes o modernizar los hospitales cada vez es más caro y difícil de conseguir. Durante la última década, los Estados de renta media y baja han afrontado una gran acumulación de pasivos y en consecuencia, han realizado un giro de timón hacia fuentes de financiación menos convencionales y que cobran más intereses, como por ejemplo los préstamos bilaterales con China. En concreto, los países en desarrollo destinaron una cifra récord de 443.000 millones de dólares (unos 402.000 millones de euros) al pago de su deuda externa pública en 2022 —un 5% más que en 2021—, en el contexto del mayor aumento de los tipos de interés en cuatro décadas. Así lo desglosa el Banco Mundial en su informe anual sobre la deuda externa, en el que se alerta de que para cumplir con sus compromisos, los Estados tuvieron que hacer recortes en otras áreas críticas como la salud pública, la educación y las infraestructuras.

En 2022, el saldo combinado de la deuda externa de los 75 países que pueden acceder a los créditos que otorga la Asociación Internacional de Fomento (AIF) —la institución del Banco Mundial que brinda apoyo a las naciones más pobres— alcanzó la cifra récord de 1,1 billones de dólares, más del doble que en 2012. Los intereses también se han cuadriplicado en los últimos 10 años hasta alcanzar un máximo histórico de 23.600 millones de dólares en 2022. Sin embargo, lo peor, detalla el Banco Mundial, podría llegar entre el 2023 y 2024, ya que el coste de la deuda ascendería un 39% para los 24 países con rentas más bajas. “Están en riesgo las redes de seguridad social que proveen los gobiernos o la inversión pública para potenciar el crecimiento, dado que la recaudación de impuestos suele ser escasa”, advierten los autores del estudio. Solo en los últimos tres años, se han registrado 18 casos de suspensión de pagos en 10 países en desarrollo, lo que supera, según la organización internacional, la cifra de las dos décadas anteriores.

El Banco Mundial precisa que los nuevos compromisos de préstamos externos con entidades públicas para los países de renta media se redujeron un 23% hasta llegar a los 371.000 millones de dólares, el nivel más bajo en una década. Por primera vez desde 2015, los acreedores privados recaudaron más en cobros que lo que desembolsaron en préstamos, sumando una cantidad de 185.000 millones de dólares. La emisión de bonos de deuda también cayó en al menos la mitad para todos los países en desarrollo. El retroceso fue del 75% para 24 de los Estados con menos ingresos.

Los países endeudados han tenido que lidiar al mismo tiempo con varios frentes de batalla: primero, el riesgo de que los préstamos con tasas de interés variable aumenten de golpe, puesto que más de un tercio de la deuda externa de estas naciones pertenece a este tipo. Segundo, deben afrontar el pago de los intereses acumulados por ceñirse a programas que les permitieron suspender las cuotas durante la pandemia. Y por último, la constante amenaza de que el dólar se aprecie o que las exportaciones caigan.

Las subidas se pausan

A mediados de marzo de 2022, la Reserva Federal de Estados Unidos inició una veloz carrera para aplacar las subidas generales de precios que causaron la pandemia y la guerra en Ucrania. Lo hizo encareciendo el acceso al crédito, llevando a los tipos hasta la horquilla del 5,25-5,50%, máximos de los últimos 22 años. Otros bancos centrales, incluyendo el de la zona euro, imitaron los movimientos. Más de un año y medio después, el cometido parece haberse cumplido: la inflación empieza a moderarse. Sin embargo, en el camino, los países en vías en desarrollo se han encontrado con que acceder a los créditos de entidades multilaterales tradicionales se ha encarecido como nunca antes.

“La situación ha puesto a muchos países en el camino hacia la crisis”, subraya Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente sénior del Banco Mundial, quien enfatiza que la deuda se ha convertido en una carga casi paralizante para estas economías. Actualmente, el 60% de los países de bajos ingresos muestran un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya se encuentran en esta situación.

El camino de regreso a la estabilidad de tipos, no obstante, parece haberse allanado. El comité de la Reserva Federal estadounidense actualizó hace unas semanas las previsiones para 2024 y todo apunta a que la entidad recortará los tipos 0,75 puntos hasta el final del ejercicio, lo que desinflaría, en parte, el precio de la deuda a futuro. Para el Banco Central Europeo el pronóstico es similar. Las primeras bajadas en el Viejo Continente podrían llegar en marzo o junio. Sin embargo, hasta que se ejecuten estas decisiones, los países deberán afrontar un escenario crediticio poco favorable.

Fuentes del Banco Mundial puntualizan que la transparencia es crucial para mejorar la gestión de la deuda y su sostenibilidad. “El primer paso para evitar una crisis es tener una idea clara del desafío”, sostiene Haishan Fu, jefe de estadística del Banco Mundial. “Los datos precisos son elementos claves para garantizar un endeudamiento público sostenible”, puntualiza el informe.

Central Hidroeletrica en Lauca (Angola)
Central Hidroelectrica en Laúca (Angola) 2022

El gran banco chino

Entre 2012 y 2022, la suma de los préstamos que desplegó China fue de 254.000 millones de dólares. El gigante asiático apuntó especialmente a financiar Estados productores de petróleo, a sus vecinos regionales y los situados a lo largo del corredor de la Franja y la Ruta, así como naciones ricas en minerales y del África subsahariana.

El informe detalla que los compromisos aumentaron rápidamente en la primera mirad de la década hasta los 52.000 millones de dólares en 2016 —de este monto, el 57% se destinó a países subsaharianos—. No obstante, las transacciones cayeron hasta un mínimo histórico de 5.400 millones en 2022.

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