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La falta de lluvias diezma la cosecha de cereal y dispara los costes ganaderos

COAG señala que la falta de agua ya afecta al 60% del campo, con más de 3,5 millones de hectáreas dañadas y la ganadería extensiva se ve obligada a comprar piensos ante la falta de pasto

Campo de cereal
LA UNIÓ
13/04/2023
Campo de cereal LA UNIÓ 13/04/2023LA UNIÓ (LA UNIÓ)

La sequía está provocando una fuerte caída en las producciones agrícolas, tanto en los cultivos de secano, como en los de regadío. Afecta al 60% del campo, con más de 3,5 millones de hectáreas dañadas, según informa el sindicato agrario COAG. Además, el aumento de los gastos en el sector ganadero, derivado de la necesidad de comprar piensos ante la ausencia de pastos, también está comprometiendo la actividad. Si a eso se suma el incremento en el precio de los fertilizantes, el sector agroganadero estima una caída en su nivel de renta mas profunda que la del año pasado, cuando perdió un 5,5%.

En este contexto —y con los pantanos de todo el país sólo a la mitad de su capacidad— el ministerio de Agricultura ha convocado una mesa de diálogo el próximo día 19 para analizar la situación. Las superficies sembradas de cereales para esta campaña, especialmente trigos y cebadas, han registrado un ligero descenso hasta unos 5,2 millones de hectáreas en total, según los datos provisionales de la Administración. A esta reducción de la superficie de cultivo se suma el daño de la sequía: COAG afirma que la mayor parte de las cosechas de trigo y cebada en la mitad sur de la península ya se dan por perdidas y peligran gravemente las de la mitad norte si la lluvia no termina de llegar. En España las producciones medias de cereales se sitúan en unos 20 millones de toneladas. El año pasado, con lluvias en marzo y abril, la cosecha fue de solo 18 millones. En este año sin lluvias, desde Cooperativas Agroalimentarias temen una caída histórica, agravada por la reducción de la superficie de maíz debido a la falta de agua para los riegos.

En el sur, sobre todo en Andalucía y Extremadura, los cereales presentan un mal aspecto y hay riesgo de que encañen a un palmo del suelo por la sequía, lo cual provocaría un rendimiento bajo mínimos o incluso la pérdida total de la cosecha. Las preocupaciones se concentran además en la falta de agua para riegos, especialmente para los cultivos leñosos como el olivar, los cítricos o el almendro, ya que en la zona sur del país las reservas de los pantanos no llegan al 25%. En el caso del olivar, la sequía puede dar lugar a otra campaña a la baja —el pasado año fue de solo 1,48 millones de toneladas, frente a las 1,8 millones de toneladas de 2018— que agravaría más la situación y seguiría incrementando los precios del aceite.

En la mitad norte la situación es algo mejor debido a que el desarrollo de las plantaciones es más tardío, pero la falta de precipitaciones ya empieza a notarse. En Aragón, la Unión de Agricultores señala que en el Valle del Ebro y Cataluña ya comienzan a tener plantas dañadas. En Castilla y León los cultivos de cereales presentan un aspecto aún saludable, pero también a la espera de las lluvias y muy afectados por la crisis de los fertilizantes. “Hace dos años pagaba la tonelada de abono a 400 euros, el pasado a 600 euros y esta campaña a más de 800 euros, señala Eduardo Ausín en Burgos. “¿Cuántos kilos tengo que cosechar por hectárea para pagar los gastos?”, concluye.

El problema del acceso a los fertilizante por el incremento de precios comenzó tras el estallido de la guerra de Ucrania, lo que llevó al Gobierno a diseñar planes de ayuda. El pasado diciembre Agricultura destinó una partida de 300 millones de euros destinados a sufragar parte de este aumento de precio. Estas ayudas, que según los datos del Ministerio han llegado a 250.000 agricultores, fijan unos importes por hectárea que van desde los 20,82 euros para las tierras de secano hasta los 52,06 para las hectáreas de regadío. El plazo para solicitarlas permanecerá abierto hasta que finalice el mes de abril.

En la zona del levante español los pozos y el agua procedente de desalinizadoras están siendo clave para mantener la actividad. En las vegas bajas de Alicante, Juan Marín, presidente del grupo Proexport, dedicado a la producción y exportación de frutas y hortalizas, estima que con la escasez actual de agua algunas producciones bajarán más de un 40% y augura un escenario más grave si no llegan las lluvias de primavera.

Un ganadero de La Losa (Segovia).
Un ganadero de La Losa (Segovia).PEDRO ARMESTRE (GREENPEACE)

Entre las superficies de cultivos importantes, el girasol seguirá al alza debido a que tiene unos gastos de cosecha mas bajos y una mayor resistencia a la falta de agua. Su cultivo se incrementó a raíz de la guerra de Ucrania y pasó de ocupar 650.000 hectáreas a unas 800.000 en 2022. En otras producciones como la remolacha, la situación es diferente en cada zona. En Andalucía se mantiene el cultivo con unas 2.000 hectáreas en secano y otras 5.000 de regadíos, aunque estas últimas peligran por la falta de agua. Por el contrario, en Castilla y León se se mantendrá el crecimiento por encima de las 14.000 hectáreas, gracias a una mayor disponibilidad de agua y por los mayores precios de los mercados.

Se incrementa el precio de los forrajes

En la actividad ganadera, los efectos de la sequía se notan desde la cornisa cantábrica hasta Andalucía. En Cantabria, Rosario Arredondo y su hija María llevan una explotación de vacuno de leche con un centenar de cabezas. Han percibido en los últimos meses unos buenos precios por la leche —hasta los 0,60 euros— que les permitían cubrir los costes al alza de la producción. Pero están escuchando las bajadas anunciadas por las industrias en primavera con preocupación. “La sequía y los vientos —señala María— se han llevado por delante los recursos de los prados y nos hemos visto obligadas a pagar el doble por la bolas’ de hierba”. El precio de los forrajes y la alfalfa que comen sus animales ha pasado de 0,48 euros a 0,75 euros por kilo y la paja ha pasado de costar ocho céntimos a quince. “Ahora, además, quieren bajar los precios de la leche y todavía algunos se preguntan por qué muchos abandonan”.

En lo que se refiere a la ganadería extensiva, especialmente vacuno y ovino, la situación no es diferente debido a la falta de pastos, especialmente en la mitad sur de la península. En el caso de la cabaña de vacuno, Asaja Sevilla señala que en muchas zonas se ven obligados a transportar agua, al haberse secado las charcas que hacía de bebederos.

Otro sector muy afectado es el del ibérico de bellota, donde la sequía redujo en más de un 40% la producción de hierba y de los frutos de la encina que sirven de alimento a los cerdos. Ambas situaciones provocaron una reducción de animales de entrada en la montanera por debajo de los 600.000, y sobre todo, un aumento de los costes por los precios de los cereales, incrementos que difícilmente se podrán repercutir en los precios de venta ante la crisis en la demanda.

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