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Amigos, familiares y compañeros despiden a Nicolás Redondo

El funeral del histórico dirigente de UGT contó con la presencia de líderes sindicales y ex vicepresidente Alfonso Guerra

Entierro de Nicolás Redondo en el Cementerio Civil de La Almudena, en Madrid.
Entierro de Nicolás Redondo en el Cementerio Civil de La Almudena, en Madrid.Samuel Sánchez
Selina Bárcena

“Hoy despedimos a un metalúrgico vasco, comprometido y tenaz”. Así ha descrito Antón Saracíbar (Bilbao, 1941) a su paisano y compañero en el sindicato, Nicolás Redondo, fallecido en Madrid el pasado martes a los 95 años de edad. Familiares, amigos y autoridades han acudido este jueves al Cementerio Civil de la Almudena para dar el último adiós al histórico dirigente de la Unión General de Trabajadores (UGT), que según los que le conocían, nunca dejó de pensar como aquel aprendiz de ajustador que, allá por 1942, ingresó en la Naval de Sestao y comenzó a familiarizarse con la lucha obrera.

Pasadas las 12.30, un prolongado aplauso rompía el silencio en el cementerio y, con el Bolero de Ravel sonando de fondo, llegaban los restos del dirigente sindical. Entre las autoridades que acudieron a acompañar a la familia estaba el ex vicepresidente del Gobierno y exsecretario general del PSOE Alfonso Guerra, que puso en valor el trabajo de Redondo afirmando que su trabajo hizo posible “la defensa del bienestar de los trabajadores desde un sindicato” sin perjudicar la situación política del país. También acudieron dirigentes sindicales como el secretario general de CC OO, Unai Sordo; su predecesor en el cargo Ignacio Fernández Toxo; el exsecretario general de UGT Cándido Méndez, y el jefe actual de la central, Pepe Álvarez.

En el austero acto de despedida que precedió al sepelio, Antón Saracíbar recordó la trayectoria vital de Redondo, que ha discurrido en paralelo a la propia historia de la Unión General de Trabajadores. Saracíbar fue, al igual que Redondo, diputado socialista y ambos dejaron su escaño en 1987 por desacuerdos con el Gobierno de Felipe González. El que fuera secretario de Organización del sindicato, explicó que su renuncia se debió a que el Gobierno de entonces no estaba cumpliendo “la deuda social que tenía con la clase trabajadora” y no a un desencuentro personal con González.

Quienes le tuvieron cerca sostienen que fue sindicalista por elección, puesto que pudo haber tomado el camino de la política pero se decidió por el trabajo en defensa de los trabajadores. En esto insistió el actual líder de UGT, Pepe Álvarez, que tomó la palabra para alabar su “coherencia”, y lo definió como “un ejemplo de independencia sindical que no dudó en votar no” —en alusión a las ocasiones en las que Redondo rompió la disciplina de voto, llegando a votar en contra de los Presupuestos Generales de su propio partido en 1988—.

El carácter combativo de Redondo se traslucía en el tono y en las palabras de sus antiguos compañeros, que describían con voz firme pero semblante emocionado una trayectoria de vida que se confunde con la historia del sindicalismo español. Hubo palabras para de ánimo a la familia, pero también de agradecimiento por haber compartido a un padre y un marido “con la lucha obrera” y una mención a su mujer, Natividad Terreros, fallecida en 2014.

Cuando el féretro entró en el nicho, cubierto con una bandera de UGT y rodeado de centros de flores rojas, comenzó a sonar el himno de la Internacional Socialista. En uno de los momentos más emocionantes del sepelio, el mítico himno revolucionario puso en alto los puños de los asistentes y un coro de voces no tardó en dejar oculto el audio.

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