_
_
_
_

La sequía ahoga la cosecha de la miel: “Si el calor no frena, no habrá colmena que aguante”

Los apicultores de varias zonas de España prevén alcanzar apenas la mitad de la producción del año pasado en una temporada que tildan de nefasta

Matteo Allievi
Cosecha de miel
Apicultores trabajan en algunas de sus colmenas en Guadalajara.Ángel Marco

En la Sierra Morena (Jaén), Tomás Torralba lleva más de 20 años criando abejas y vendiendo miel de todo tipo de flores: de eucalipto, de romero, de espliego o multifloral. Las épocas estivales —cuando se lleva a cabo el grueso de la cosecha de miel— suelen ser complicadas al no llover mucho, reconoce. Sin embargo, nunca un año había sido tan malo. La fuerte sequía ha dado la puntilla a un sector ya muy golpeado por los cambios bruscos de temperatura. Las heladas de abril han machacado la recolección de primavera y las largas olas de calor no paran de perjudicar la campaña de verano. El clima imprevisible pone contra las cuerdas a muchos apicultores, que prevén alcanzar apenas la mitad de la producción del año pasado en una temporada que tildan de nefasta.

Las altas temperaturas amenazan la supervivencia de las abejas. “En el Valle del Guadalquivir, hemos alcanzado los 44 grados durante un montón de días. Algo que nunca había visto en la vida. Si el calor no frena y no empieza a llover, no habrá colmena que aguante”, advierte Torralba, responsable de Apicultura en la asociación agrícola COAG, en Jaén. Ante la escasez de lluvia, las plantas no producen néctar y polen, las materias primas que sirven a las abejas para fabricar la miel. “La falta de esas proteínas debilita su salud y provoca un parón en la cría, lo que hace que las cabañas apícolas se estrechan año tras año”, anota Ángel Marco, presidente de la Asociación de Apicultores de Guadalajara.

La reducción de la cosecha de miel es un problema con el que los profesionales del sector están acostumbrados a lidiar. Hace 40 años, cada colmena llegaba a producir en torno a 30 kilos de miel, señala Torralba. Esa cantidad disminuyó progresivamente a 15 kilos al principio de los 2000 y el año pasado se desplomó hasta los siete u ocho. Pero esta temporada se tocó fondo. “En algunas zonas, la recogida ha sido prácticamente inexistente, al no superar los cuatro kilos. Es un desastre”, confiesa este apicultor. Un escenario que se repite en varias zonas de España. En los montes bajos de Albacete, la producción de miel roza los cinco kilos por colmena, un tercio de las previsiones. Y en Guadalajara, las pérdidas previstas para este año con respecto al anterior alcanzan entre un 60% y un 80%, según cifras de la asociación local de apicultores.

A las altas temperaturas se han sumado los recientes incendios forestales, que además de provocar la desaparición de centenares de abejares, han quemado alrededor de 85.000 hectáreas solo en Castilla y León. “Tuvimos que mover colmenares enteros, con la consiguiente pérdida de producción del año. Además, si arden zonas con árboles que viven mucho tiempo, como robles, encinas y castaños, la vegetación tardará entre diez y quince años para volver a contar con la floración suficiente para producir miel”, apunta Miguel Alonso Castro, veterinario de la Asociación Leonesa de Apicultores. Estos trabajadores del campo son los primeros interesados en que los montes estén bien cuidados para prevenir cualquier desastre natural. Sin embargo, el mantenimiento de la limpieza de los bosques a veces es una quimera. “Muchos lugares son de acceso casi imposible. Dependemos en mayor medida de las condiciones climatológicas, que es algo que no podemos controlar”, lamenta Castro.

Costes de producción por las nubes

La escalada de precios es otro sapo que los apicultores tienen que tragarse. Ignacio Avendaño, vicepresidente de la Asociación Apicultores de Albacete, ha observado un encarecimiento del 30% en tarros, tapas y cajas. Asimismo, la insuficiencia de néctar y polen para nutrir a las abejas le ha obligado a comprar alimentación extra de sus bolsillos. Este productor albaceteño calcula echar alrededor de cuatro kilos de jarabe de glucosas a cada una de sus 180 colmenas, lo que implica un gasto adicional de casi 1.100 euros para el conjunto de la campaña.

Todos aumentos que considera inasumibles y que ha tenido que repercutir al coste final del producto: “Los márgenes de la empresa son sagrados. Hay que mantenerlos para no trabajar a pérdidas. No hay más remedio”. Afortunadamente, esas subidas no han comprometido la fidelidad de sus clientes, aunque en lo que va de año las ventas han descendido un 15% frente al anterior.

Para Castro, los precios del vidrio son los que más se ceban con la rentabilidad de su negocio. “Los botes de cristal para envasar la miel han duplicado su coste y ya andan alrededor del euro”. Y de la gasolina: “Algunas de mis colmenas están a una hora de mi casa y si antes el viaje me costaba 13 euros ida y vuelta, ahora me vale 25″. Ante el alza del combustible, Torralba ha tenido que renunciar a trasladar parte de sus colmenas al norte de España, algo que solía hacer para intentar perseguir la lluvia. “Las cuentas que he hecho hasta el momento son catastróficas. Cada año gasto unos 6.000 euros en gasoil, pero este serán unos 11.000. Ahora los precios están bajando afortunadamente, aunque el palo ya nos lo hemos llevado”, dice.

Aumentan las importaciones

Al cóctel que está dando al traste con el negocio de los apicultores también hay que añadir la competencia de la miel importada desde fuera. “Siempre se ha traído miel de otros países y se seguirá haciendo. El problema es que aunque en muchos casos la calidad de la producción no se controla como se hace aquí, algunos consumidores se decantan por sus precios más baratos”, asegura Marco. Según datos de Eurostat, los Estados miembros de la UE importaron 173.400 toneladas de este edulcorante —un 7% más que en 2016—, mayoritariamente de Ucrania (31%), China (28%) y México (9%).

La incertidumbre sobre la evolución de las condiciones climatológicas y de los precios de las materias primas hace tambalear la productividad de los apicultores. “Este año ha sido muy malo, pero los anteriores tampoco fueron buenos. Hay compañeros que están tirando la toalla y vendiendo colmenas, porque están cansados de trabajar y apenas logran mantener la cabaña apícola”, destaca el productor de Guadalajara. Y el futuro tampoco es prometedor para todos aquellos jóvenes que quieren poner un pie en el sector. “No se atreven a hacerlo por cómo están las condiciones. Abogan por quedarse quietos y esperan a ver qué pasa”, zanja.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_