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Gerardo Diego y Antonio Gala presentaron un libro de Justo Jorge Padrón

Gerardo Diego y Antonio Gala, además de su editor mexicano, presentaron el pasado día 23, en los salones de la Fundación General Mediterránea, el libro del poeta canario Justo Jorge Padrón El abedul en llamas. Como un «remanso de frescura y espiritualidad» lo calificó el editor, y Gerardo Diego, que mencionó la feliz confluencia de los astros, al paso de la constelación Orión, calificó el acto de presentar o prologar un libro como «tan atractivo como deliciosamente inútil», más que nada porque, al fin, no sirve para nada.Antonio Gala hizo una amplia presentación crítica, más semejante a un correctivo durísimo de maestro que a una complaciente presentación en sociedad. Tras señalar que su primer contacto con Justo Jorge Padrón estaba representado en estos libros leídos para el acto en cuestión, dijo que «desde el principio me cayó mal», «una actitud que me irrita desde siempre, y que consiste en tratar de ser consagrado por los consagrados, como si eso fuera posible; como si la consagración -esa vaga palabra que no significa ceremonia, sino transcurso hacia la muerte; no un resultado, sino un, proceso inagotable- consistiese en algo concreto u otorgable, o dependiente de ajenas voluntades». «Yo entiendo que tal actitud -dijo- estaba bien probada en Padrón por tantos presentadores académicos -Aleixandre, Gerardo, Luis Rosales-, por tan tas opiniones ilustradas en las solapas de los libros, por tantas dedicatorias a amigos instalados, por tantas referencias a otros poetas vivos y susceptibles al halago colega.» Dijo que él, Antonio Gala, no estaba seguramente en la sala circular, infernal, descrita por el canario, y que, «en definitiva, quizá yo sea la persona menos indicada para elogiar un libro suyo. Mi voz no es incondicional, ni consagrada, ni íntima, ni académica, ni poética. Mi voz es francotiradora, sincera, independiente, reflexiva e irrespetuosa. Por eso les ruego que no piensen que estoy utilizando una parresia: esa figura retórica que tiene nombre de sopa vasca -si es que a los vascos les quedan ganas de tomar alguna clase de sopa todavía- y que consiste en fingir una ofensa verbal cuando, en realidad, se está alabando». Pasó a describir el libro presentado, no sin antes decir: «En pocas ocasiones me he sentido tan identificado con un poeta en trance de serlo todavía, que es igual que decir en trance de poder dejar de serlo.» Esta identificación, según el señor Gala, le ha privado de sus capacidades críticas, porque «he comprendido al Padrón de los poemas incomparablemente y absolutamente». La descripción musical y traviesa de un libro inmerso en la naturaleza nórdica -«el abedul es el árbol de los druidas», diría el propio poeta antes de leer algunas de sus composiciones- se terminó diciendo: «El libro y esta presentación nos demuestran dos cosas, ninguna de las cuales es reprochable, pero que son dos engaños: el primero, la necesidad de algo eterno, en la felicidad o en la desgracia; el segundo, su no renuncia a la "altiva fiebre de la vanidad". Porque lo mejor del corazón humano -y de eso habla el poeta- es lo mismo que el amor, eterno mientras dura. Lo mismo que el amor, eterno y de cristal".

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