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Paseo, susto y tercera victoria de Jonny Milan, el rey de las ‘volatas’ en el Giro de Italia

Disputada su etapa más llana, la ‘corsa rosa’ entra en sus días más duros, con Pogacar de rosa sólido, una contrarreloj el sábado y el Mortirolo el domingo

Carlos Arribas
Johnny Milan Giro de Italia
Milan señala con los dedos su tercera victoria al cruzar la línea de meta en Cento.Tim de Waele (Getty Images)

El pelotón parte del Adriático y cruza moroso y bromista el Rubicón y se lanza por la llanura padana en Emilia, aplanadas por el peso de las montañas que las rodean, como un grupo de amigos excursionistas que la gozan tanto que suspiran para que nunca se acabe el camino. Atraviesa su carretera comarcas señaladas, bordeando la Rimini de Fellini, la Cesenatico de Pantani, la San Marino en la que Tiberi, latino del Lazio y favorito para la maglia blanca, el nuevo Nibali, mató al gato de un vecino ministro; la Imola de los Ferrari y Alaphilippe, la Ferrara del otro Ferrari, Michele, el Mito médico; la Faenza de Cassani y la Lugo, provincia de Ravenna, donde vive Giancarlo Ferretti, Ferron, el sargento de hierro del Ariostea. Saben que al final, después de los nervios, los sustos, la velocidad loca de los últimos kilómetros hasta el sprint en la bella Cento, entre la Bolonia de Lucio Dalla y los soportales y Ferrara, les espera un traslado, 150 kilómetros hacia el noroeste, donde, les advierte ominoso Tadej Pogacar, de rosa y granate en skinsuit (mono), la vestimenta que más le gusta los días de viento y el ánimo espléndido, el real, real Giro, como si fuera la coca cola, comienza. Lo advierte en la salida: “Let’s go for an easy day (tengamos un día tranquilo) porque mañana comienza el Giro de verdad, la crono de Ganna en el Garda, 32 kilómetros muy llanos, y la brutal monster stage del domingo en Livigno y el Mortirolo…”

Inconformes, los del Ineos, anglosajones calvinistas, no hay descanso es su motto, quien no trabaja, quien no sufre, no ama a Dios, rompe la modorra del easy going suave del pelotón pasado Conselice, donde el viento sopla del sur, 30 kilómetros por hora, con una aceleración súbita a 62 kilómetros de la meta, que hace que Pogacar agradezca a su colodrillo el capricho de vestir skinsuit en Bolonia y que encuentra a la improvista a Jonny Milan --”estábamos en la cuneta, orinando”, explicó Simone Consonni, su compañero en el Lidl y en el cuarteto de persecución italiano--, que se queda cortado con el pelotón de los torpes. El susto le dura 20 minutos y enlazar le cuesta un sofocón al mejor sprinter del Giro y a su Lidl, pero no impide que el incontenible rey de las volatas, tan dislocado y cabezón, ademanes de increíble Hulk, lanzado por Consonni, salte a la rueda de Gaviria en la última recta, lo supere y consiga su tercera victoria y que en Italia sigan disparándose las crónicas laudatorias que califican a Milan, el Toro de Buja, su pueblo, friulano como Ottavio Bottecchia, de nuevo Cipollini, tan alto, con tanta gracia y músculo rellena la maglia ciclamen, un color que parece hecho para él.

Llegado el peligro final, Pogacar se encierra en lo que él dice su burbuja, un área de seguridad de un metro en círculo a su alrededor, y se aleja mentalmente de un pelotón tan transformado y aplanado por su superioridad que ni siquiera parece reconocer la ironía en los propósitos del esloveno llegado, aseguran, de otro plantea. El real, real Giro comenzó realmente el segundo día, llegada a Oropa, victoria de Pogacar, mono rosagranate por primera vez, y ya van 12 días. Después ganó Pogacar otra etapa de montaña y la contrarreloj más dura, y ya tiene a 2m 40s al segundo en la general, el colombiano Daniel Felipe Martínez, a 2m 56s al tercero, el galés Geraint Thomas, y a 4m 27s al deseado Tiberi.

El resto de la carrera ha servido para que los viejos de la escuela Ferretti --el director que le dijo a Manolo Saiz que ayudaba a Indurain a defenderse del ataque de Jalabert en Mende porque su Banesto repartía juego, y como solo le preocupaba la general dejaba que respiraran los equipos que buscaban etapas, y no como él y su ONCE, que no dejaban ni las migajas-- lamenten el cambio de aires y que Pogacar y su UAE lo quieran ganar todo. Eran aquellos tiempos en los que se establecía sin palabras un convenio de respeto y ayuda mutua. “Pero estos son los tiempos que han traído los nuevos fenómenos, los big six [Van Aert, Van der Poel, Evenepoel, Pogacar, Vingegaard, Roglic], que en vez de competir contra el resto parece que se desafían entre ellos a ver quién consigue la victoria más épica, la escapada más larga en solitario, la mayor hazaña”, dice Iván Velasco, joven director del Movistar. “No hay espacio ya para el escenario del que hablaba Ferretti. Ya es imposible que se dejen fugas de 10, 15 minutos, porque sería imposible cerrarlas. Hay tanta competitividad, y es tan fuerte Pogacar…”

Quizás la fortaleza de Pogacar, su magnífico motor, no sea inexpugnable cuando se mida contrarreloj en los 31 kilómetros de la contrarreloj junto al lago de Garda, grandes rectas trufadas de repechos de longitud variable, pero rondando los 400 metros, el territorio de las grandes cilindradas y las enormes masas, como las que posee Filippo Ganna, para quien el Ineos ha construido la mejor máquina con su Pinarello. Pogacar, sorprendentemente, concede que el favorito es Ganna y que él, pese a sus avances aerodinámicos, en un terreno tan llano no siquiera sacará mucha ventaja a los que le siguen en el podio, Thomas y Martínez, que no son malos en el ejercicio, ni tampoco lo es Tiberi, que ya fue campeón mundial júnior hace cinco años. La organización prevé una media de 54 por hora, que los mejores podrán alcanzar gracias a sus vatios, a sus piernas, a las emisoras en el pecho protegiendo su esternón y matando las malas turbulencias, a cascos amplios, tipo esquiador, y a transmisiones con un solo plato de 60 o 64 dientes que evita la excesiva torsión y rozamiento de la cadena, sin necesidad en esta ocasión de un eje trasero con desmultiplicador, como el que utilizó el Ineos en la primera contrarreloj para poder superar una subida al 15%. Y, of course, un skinsuit bien pegadito al body, marcando bien todas las curvas de músculos duros como el acero, y tan hermosos. Y que por un día, sufran los escaladores ligeros, pajaritos en el viento.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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