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El Dakar en Arabia Saudí: cinco años de blanqueamiento

En 2020 el rally revitalizó sus cuentas gracias a un acuerdo pionero con el país arábigo que abrió la veda a otras disciplinas deportivas

Una mujer pasa delante del logo del Rally Dakar en 2020.
Una mujer pasa delante del logo del Rally Dakar en 2020.HAMAD I MOHAMMED (REUTERS)

Arabia Saudí y su ostentosa operación de blanqueamiento deportivo está en boca de todos últimamente, y más tras el reciente fichaje de un icono como Rafa Nadal. Esta última maniobra a golpe de talonario subraya una vez más la agresiva política de sportwashing que el país arábigo aplica desde 2020, cuando acogió por primera vez el Rally Dakar. El evento, una de las grandes citas anuales en el mundo del deporte, acumula ya cinco ediciones en territorio saudí sin poder celebrar, ni siquiera constatar, grandes cambios ni avances en el país. “Decir que un país es malo y no intentar hacer algo para que cambie no es tampoco la solución”, defiende David Castera, director del Dakar, cuando EL PAÍS le pregunta por la falta de derechos humanos del país. “La gente que haya estado aquí hace 10 años no puede decir que no ha habido cambios”, asegura, sin dar ejemplos concretos más allá de la mayor presencia de mujeres en espacios públicos. Es uno de los cambios más notables, de los pocos visibles, respecto a la primera edición celebrada en 2020. Por entonces, ni en los aeropuertos internacionales estaban preparados para recibir a las visitantes y gestionar su entrada sin separarlas de sus colegas masculinos. No había mujeres trabajando ni dentro ni fuera de la caravana. Ahora sí.

Carlos de las Heras, responsable de deporte y derechos humanos de Amnistía Internacional, apunta esto: ”En los últimos años se han producido algunos pequeños avances en Arabia Saudí, por ejemplo, en cuanto a los derechos de las mujeres; avances que, por otra parte, son mínimos e incluso ridículos. Entre ellos, su integración al ámbito público: ya no tienen que permanecer en áreas específicas de restaurantes, estadios, etcétera; y se les permite mayor incorporación al mundo laboral. Destaca también la posibilidad de conducir”. Cuando el rally desembarcó en Arabia, hacía tan solo dos años que las mujeres se habían ganado el derecho a sacarse el carné después de una larga lucha de activistas, muchas de ellas todavía encarceladas.

Insiste, por otra parte, Castera: “Venir aquí, la Fórmula 1, el tenis, el boxeo, el baloncesto y nosotros… Esto permitirá más evolución. Quizás no vaya a la velocidad que queremos, y quizás nunca se llegue hasta donde se querría”. Desde las ONG coinciden con parte de su diagnóstico, pero critican la falta de exigencias impuestas por las empresas organizadoras. “La solución debe llegar alcanzando un compromiso real por parte de las empresas o instituciones organizadoras (Amaury Sport Organisation en el caso del Dakar, la RFEF en el caso de la Supercopa, por poner dos ejemplos) con las autoridades saudíes para que estos eventos contribuyan a mejorar la situación de derechos humanos en el país. Desafortunadamente, esto no suele ser así, más allá de pequeños avances”, reclama De las Heras.

A nivel deportivo, el desierto saudí es un excelente tablero de juego para los organizadores. El mayor incentivo, sin embargo, son los 13 millones de euros por edición que han desembolsado las autoridades estos últimos cinco años. ASO ha firmado un nuevo contrato con el gobierno hasta 2029, y se desentiende de las condiciones de la mayoría de trabajadores que contribuyen al funcionamiento del enorme campamento itinerante durante las dos semanas de competición. ¿El secreto? Las subcontrataciones.

En 2024, la cocina ha ido a cargo de una escuadra de mujeres filipinas, y la limpieza de duchas y baños a cargo de hombres bangladesís. Según comentaron discretamente a este periódico, ya que tenían prohibido conversar en su lugar de trabajo, habían sido fletados al país exclusivamente para el evento y su salario apenas superaba los 300 euros. Una vez terminado el rally, iban a ser devueltos inmediatamente a su país de origen tras la restitución de sus pasaportes. A estos trabajadores se les ha visto a diario comer en condiciones precarias, sentados al lado de los retretes. Los conductores de los autobuses tenían la cama dentro del maletero del propio vehículo.

Desde AI apuntan a que estas condiciones vulneran los Principios Rectores sobre Empresas y Derechos Humanos de Naciones Unidas, aprobados por unanimidad por el Consejo de Derechos Humanos en 2011. A nivel legal, sin embargo, es difícil hablar de incumplimientos. Para las principales entidades de defensa de los derechos humanos, el balance de este tipo de eventos en países con dudoso registro en este sentido es negativo. Así lo afirma De las Heras: “Lejos de haber mejorado, la situación ha empeorado”. Tres colectivos preocupan especialmente: las mujeres, la comunidad LGBTI y los trabajadores migrantes.

Escena de la 11ª etapa del Dakar 2024.
Escena de la 11ª etapa del Dakar 2024. HAMAD I MOHAMMED (REUTERS)

En el país que hospeda a grandes estrellas del fútbol como Cristiano Ronaldo y Karim Benzema a golpe de talonario, y que recientemente ha engatusado a fenómenos como el golfista Jon Rahm, mantener relaciones homosexuales puede acarrear pena de muerte. “Estar en según qué países no ayuda”, dice uno de los principales competidores del rally, bajo condición de anonimato. “Dar el paso es difícil, y más todavía si las competiciones viven de países donde no se respeta la diversidad e incluso se amenaza la integridad de las personas debido a su orientación sexual”, añade. Sin ir más lejos, en la última edición de la Supercopa, el Barça pidió a sus seguidores desplazados evitar los “comportamientos indecentes”.

Rosa Romero, una de las participantes femeninas españolas más experimentadas del rally, dice que queda mucho por hacer. “Te das cuenta cuando llegas a países así”. Está satisfecha de ver cada vez a más mujeres saudíes a manos de un volante de competición. Eso no quita que, para poder correr, necesiten obtener el permiso de un familiar varón. “Las mujeres son consideradas como ciudadanas de segunda categoría”, recuerdan desde Amnistía Internacional.

El Dakar, en gran parte, vive en un régimen aparte durante su mes de presencia en territorio saudí. Al vivac apenas acceden visitantes locales, más allá de los gerifaltes del país y sus principales empresas. La naturalidad con la que mujeres y hombres comparten espacios y tareas durante la carrera es una fuente de inspiración invisible, y por lo tanto inexistente, para la población local. El rally, un microcosmos europeo cerrado, se desplaza por todo el territorio blindado por estrictas medidas de seguridad. El balance de estos cinco años puede resumirse en la avanzadilla que el evento ha supuesto para el resto de disciplinas y figuras que se lanzan hoy en día a aceptar acuerdos millonarios para blanquear el país.

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