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Nueva York, la espina de Muguruza

La española, citada con Azarenka en tercera ronda tras vencer a Petkovic (6-4 y 6-2), lucha contra su adverso recorrido en Queens, donde no ha superado los octavos: “A veces, aquí me obsesiono un poco”

Muguruza golpea la bola durante el partido contra Petkovic.
Muguruza golpea la bola durante el partido contra Petkovic.Geoff Burke (Reuters)
Alejandro Ciriza

Tenía Garbiñe Muguruza cuentas pendientes con Andrea Petkovic, la alemana que dejó atrás sus días felices ya hace tiempo, pero que le había derrotado en los tres enfrentamientos previos entre ambas y se le atragantaba. No esta vez, resuelto el segundo compromiso del torneo sin fisuras: 6-4 y 6-2, en 1h 29m. Tenía la española ganas de sacarse la espina, del mismo modo que ansía llegar a un entendimiento con Nueva York, territorio que por uno u otro motivo se le resiste y al que no termina de cogerle el pulso, resumido su paso en tres primeras rondas, cuatro segundas y unos octavos. Es decir, muy poquita cosa para una jugadora de su entidad y que, precisamente, consiguió tocar el cielo en esta misma época del año.

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Fue un 7 de septiembre, 2017. Pero, cómo no, la culminación llegó en circunstancias extrañas. No podía ser de otra forma. Lo dicho: ella y Nueva York. Para entonces, Petra Kvitova ya la había apeado del grande neoyorquino, así que tuvo que aguardar tres días hasta que cedieron Svitolina y Pliskova, y la calculadora hizo el resto: sumados y restados los puntos correspondientes, la española celebró desde casa el ascenso al número uno. Se convertía así en la quinta tenista nacional que alcanzaba la cima del circuito, formando parte de un club selecto en el que solo figuran ella, Aranxta Sánchez Vicario, Carlos Moyà, Juan Carlos Ferrero y Rafael Nadal. Tras haber hollado las cimas de Roland Garros y Wimbledon, llegó el cénit.

“Cada vez que soplaba las velas, el deseo siempre era el mismo: ser la mejor. Y ahora ha llegado”, decía entonces Muguruza, capaz de dominar el registro terráqueo de París, el vertiginoso código de Wimbledon y también los requisitos de un paisaje tan hostil como el de Australia, donde el curso pasado se quedó a un tris de elevar su tercer Grand Slam. Aquí y allá ha brillado, pero no en Queens. Sobre el asfalto neoyorquino, su casillero refleja casi tantas victorias como derrotas (9-8) y el histórico señala derrotas contra algunas rivales que teóricamente no deberían haberle zancadilleado, caso de Muchova (202ª), Riske (36ª) o Pironkova (sin ranking) en las tres últimas ediciones.

“Creo que hay un aprendizaje. Siento que ahora disfruto más aquí y que conozco mejor la superficie, sé gestionar las cosas mejor. Cada vez que vengo intento ser más positiva. Siempre hay algo que te afecta cuando vas a un sitio en el que por una cosa u otra no te sientes del todo cómoda, pero creo que ya he demostrado otras veces que puedo romper el muro de aquellos torneos que al principio no fueron bien”, argumentó tras vencer a Petkovic, ante la que cometió solo 14 errores, sólida en el peloteo e inspirada con el golpe paralelo, especialmente con la derecha.

Cambiar para cambiar

“Creo que tengo que cambiar algo para que también cambien los resultados aquí”, continuó la española, que esta temporada logró en Dubái su primer trofeo en dos años y que arrancó como un tiro, pero que después, perjudicada por varias lesiones, se desinfló. El pinchazo primaveral en Roland Garros (primera ronda) y el posterior en el All England Club (tercera) refuerzan su deseo de lucirse por fin en Nueva York.

“Me siento animada, intentando quitarle hierro al torneo porque intento hacer todo a la perfección, y eso ha hecho que muchas veces me obsesione un poco, y que en los partidos no saque lo mejor de mí. Creo que este año, mi equipo y yo estamos gestionándolo bien, con buena energía. Físicamente también me encuentro bien”, precisó antes de retirarse a sus aposentos de Manhattan y centrarse en el cruce con Victoria Azarenka, finalista el año pasado.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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