Rodeados de microplásticos: la contaminación minúscula que bebemos, comemos y respiramos

Aunque este tipo de polución plástica suele entrar en el cuerpo humano en concentraciones muy pequeñas, es justo su tamaño ínfimo lo que más preocupa a los científicos

El plástico es un material inventado por el ser humano que ha pasado de no existir a estar desperdigado sin control por todo el planeta. Se han detectado micro y nanoplásticos en los océanos, en el aire, en la lluvia, en nuestra comida, en el agua que bebemos e incluso en nuestras células. Sin embargo, si siguen existiendo todavía muchos interrogantes sobre esta forma de contaminación y sus efectos, se debe en gran parte a la gran complejidad de investigar a una escala tan pequeña, con unos contaminantes de tan ínfimo tamaño.

El agua que bebemos es un ejemplo de este desafío. ¿Dónde hay más microplásticos: en la que sale del grifo de las casas o en la embotellada en plástico?

Un estudio publicado ahora de la red de investigación Enviroplanet ha encontrado 89 veces más microplásticos (nanogramos por litro) en el agua de botella que en la de grifo de ciudades españolas. Sin embargo, otra investigación de este mismo año del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) halló algo más en la de red que en la envasada, justo lo contrario.

Esta disparidad de resultados se debe, entre cosas, al empleo de métodos diferentes para detectar los micro y nanoplásticos que cubren distintos tamaños, pues hoy en día no existe una técnica homologada seguida por todas las investigaciones.

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Este es uno de los métodos más utilizados, pero hay otros sistemas para no tener que contar partículas tan diminutas en el microscopio. En la investigación de IDAEA-CSIC separan los micro y nanoplásticos con un equipo de ultrafiltración, los disuelven en tolueno y pasan la disolución por un espectrómetro de masas. Así encuentran qué tipos de polímeros hay en el agua y en qué cantidad.

Una nueva técnica desarrollada por investigadores de la Universidad de Columbia (EE UU) para detectar fragmentos de plástico cada vez más pequeños halló de media cerca de 100.000 partículas (la mayoría nano) en un litro de agua en botella de plástico, una cantidad muy superior a las estimadas hasta ahora.

Independientemente de la técnica empleada, está claro que estamos bebiendo plástico. Aunque el número de micropartículas sea muy alto, las concentraciones en masa de lo que ingerimos suelen ser bastante bajas. Como recalca Roberto Rosal, científico de Enviroplanet, incluso tomando la medición más elevada de 1.600 nanogramos por litro de estas dos investigaciones recientes en España, para llegar a ingerir un gramo de plástico con vasos de esta agua habría que tomar 625.000 litros. Y si se considera la recomendación de beber tres litros de agua al día, para conseguirlo se necesitarían más de 570 años.

Ahora bien, hay que tener cuidado. Esto puede parecer una cantidad insignificante, pero aquí, de nuevo, el problema es justo lo pequeño. Como señala Marinella Farré, investigadora del IDAEA-CSIC, “cuanto más pequeño, más miedo me da”. “Si es muy grande, me lo tragaré y seguramente estará un tiempo en el intestino, pero acabará saliendo. Pero si es pequeño o suficientemente pequeño, puede pasar a través de los tejidos y entonces absorberse en el organismo, quedándose ahí”.

Que los seres humanos estén bebiendo, comiendo y respirando micro y nanoplásticos puede afectar a su salud de dos formas: por la presencia de estas partículas extrañas en algunas partes del organismo y por los efectos de los aditivos químicos utilizados en la fabricación de estos materiales.

Ya se han encontrado micro y nanoplásticos por toda la geografía humana: la sangre, la placenta, la lecha materna, el interior de las células... Esta misma semana una nueva investigación alertaba de otra zona donde se han detectado: los testículos. Aunque todavía existen muchos interrogantes sobre cómo afecta esto a la salud, el estudio de la arteria carótida es uno de los primeros en vincular esta contaminación con enfermedades humanas. Hacen falta trabajos experimentales que confirmen estas conclusiones, pues estas investigaciones siempre son complicadas por el riesgo de contaminación de estos plásticos de tamaño ínfimo en los propios laboratorios.

Como incide Emma Calikanzaros, investigadora de ISGlobal que trabaja con microplásticos, “con este tipo de partículas tan pequeñas algunas cifras pueden parecer insignificantes, pero el problema es que estamos expuestos a ellas por todos lados, todos los días”. Además, según destaca, “aparte de todos los tipos de plásticos y aditivos, no sabemos los efectos que tiene la mezcla de todos ellos en el organismo, el efecto cóctel de estas sustancias”.

Microplásticos por todas partes

Si bien se habla sobre todo de la contaminación por microplásticos en los océanos, la mayor exposición para los humanos está en los propios hogares. En el último siglo, las casas se han ido llenando de objetos y materiales fabricados con estos polímeros. Están por todas partes: en los envases de los alimentos, en los equipos electrónicos, en el textil sintético, en los cosméticos…

El lavado de la ropa es una de las principales fuentes de microplásticos, pues las máquinas lavadoras sueltan por el desagüe gran cantidad de microfilamentos. Pero el propio desgaste del textil también va liberando fragmentos en los hogares. Según Nicolás Olea, catedrático de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada, en el polvo de una casa se encuentran sobre todo microfilamentos plásticos del textil, en especial, poliéster y, en menor medida, poliamida (nylon). “Hoy en día la mayoría del textil también es plástico, si hablamos de food packaging para los embalajes alimentarios, yo explico que la ropa es human packaging, embalaje humano, porque estamos metidos en plástico”, comenta este experto en epidemiología.

Aparte del textil, los equipos electrónicos y los cosméticos, el catedrático Olea llama también la atención sobre los odorificantes utilizados en algunas casas y sobre algunos productos de consumo con plástico que sustituyen antiguas alternativas que antes no tenían, como las bolsas de té. También advierte sobre otros artículos muy usados de forma cotidiana en los últimos años: las mascarillas. “Uno de los acúmulos de plástico más llamativos en el organismo es en el tejido pulmonar y domina el polipropileno, un material vinculado a las mascarillas”, recalca el catedrático. “Esto es un desmadre, ¿no?”.

Si bien es complicado encontrar datos científicos de este tipo de contaminación en los hogares, por su amplitud y el tamaño de las partículas, los investigadores de Enviroplanet han comprobado como los microplásticos se propagan de forma descontrolada por España. Han constatado como las aguas residuales de las casas e industrias siguen saliendo de las depuradoras con una gran cantidad de micropartículas plásticas y acaban en los ríos o en los campos agrícolas (a través de los lodos). Y con ayuda de aviones han encontrado también concentraciones equivalentes a un billón de microplásticos en el cielo de Madrid, a entre 1.500 y 2.000 metros de altura.

De esta forma, transportados por el agua de los ríos y de los océanos, así como por el viento, las corrientes atmosféricas o las gotas de lluvia, las micropartículas de plásticos se han ido diseminando por todo el planeta. “El plástico es un material sin el que no podemos vivir en nuestra sociedad industrial, es un material muy útil que necesitamos”, enfatiza Rosal, de la plataforma científica Enviroplanet. “Hay que lograr gestionar este material para que los residuos no sigan desperdigándose sin control”, señala el investigador, que defiende que con esta forma de contaminación “es fácil caer en el alarmismo”.

La marea de plástico del pasado mes de enero en las costas gallegas, provocada por millones de pellets vertidos a la vez en el mar, hizo muy visible la envergadura de esta contaminación, que normalmente pasa más desapercibida, al estar dispersa en forma de diminutas partículas invisibles al ojo humano. Sin embargo, estos pellets que llegan a los oceános constituyen una ínfima parte del problema.

En estos momentos, se están produciendo negociaciones internacionales para intentar tener listo a finales de 2024 el texto del primer tratado mundial contra la contaminación por plásticos. Mientras, sigue creciendo la producción de este material en el mundo, a la vez que aumentan las investigaciones científicas para tratar de saber más sobre su impacto en tamaños muy pequeños.

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