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Bill Hansson, experto en olfato: “No compres feromonas para intentar conseguir sexo, no funciona. Mejor trabaja en tu personalidad”

El director del Instituto Max Planck de Ecología Química publica ‘Cuestión de olfato’, sobre la relevancia que juega el olor en el mundo animal, pese a ser un sentido siempre ignorado

Bill Hansson
Bill Hansson, director del Instituto Max Planck de Ecología Química. Anna Schroll

El mundo hace mil años era muy diferente al actual, también para nuestra percepción sensorial. Un paisaje sin aviones, automóviles o industria olía de forma irreconocible para un humano actual. Algo tan complicado como entender cómo perciben el mundo olfativo en el resto del reino animal gracias a sus millones de años de adaptación a los hábitats.

Con este marco, el director del Instituto Max Planck de Ecología Química, Bill Hansson (Jonstorp, Suecia, 63 años), publica Cuestión de olfato: historias asombrosas sobre el mundo de los olores (Crítica, 2022), acerca de un sentido casi siempre ignorado. El neuroetólogo, especializado en insectos y su interacción con las plantas, recorre el complejo mosaico sensorial que resulta de la capacidad olfativa en el mundo animal y vegetal, y del que los humanos solo son una pequeña parte. Hansson lanza una advertencia sobre el futuro: la contaminación del Antropoceno ha cambiado ya dinámicas químicas de los ecosistemas animales y vegetales con consecuencias a futuro que no podemos prever.

Pregunta. ¿Qué es lo que tiene el olor, ese proceso químico, que afecta tanto a los humanos?

Respuesta. El olor es realmente especial porque es multidimensional, eso es lo genial. Cuando pensamos en ver o escuchar, se trata del mismo tipo de onda, ¿verdad? Para diferentes colores o sonidos. Pero cuando se trata del olor, cada molécula es diferente y única. Tienes 350-400 receptores en tu nariz para oler. Son como las teclas de un piano, imagínate lo que podrías hacer con tantas posibilidades, ¿cuántas melodías podrías tocar? Si se combinan de diferentes maneras, podrían ser millones. Y eso es exactamente lo que puedes oler.

P. ¿Todavía no conocemos el proceso exacto?

R. No lo sabemos todo. Hay un montón de procesos moleculares en marcha, es terreno de la neurociencia. Aunque tenemos algunas ideas de cómo funciona. Las moléculas olorosas están a nuestro alrededor y llegan a tu nariz, que es un receptor, como una llave que entra en una cerradura desencadenando todo un proceso neuroquímico. El epitelio olfativo es el único lugar donde el sistema nervioso está en contacto directo con el entorno, hablo de millones de células receptoras incrustadas en la mucosa. Ahí la información, que es una señal química, se vuelve eléctrica y viaja a través de los nervios olfativos hasta el cerebro. Dando un rodeo, pasa al siguiente nivel, llega al sistema límbico, donde están el hipocampo —sabemos que es extremadamente bueno para evocar recuerdos— y la amígdala —muy involucrada en las emociones y la sexualidad—. Ahí se crea un profundo vínculo entre el olor y los sentimientos.

La nariz, el único lugar donde el sistema nervioso está en contacto directo con el entorno, tiene 350-400 receptores olfativos: millones de olores que detectar

P. Nada es equiparable a la regresión que provoca un aroma, quizá la música.

R. Probablemente se debe a que es un sentido muy antiguo. Quizá el primero que tuvimos, así que realmente está muy profundo en nuestro cerebro y conectado a todas las funciones.

P. Algo que, explica, se extiende al resto del mundo animal, donde el olor es principalmente el plano de la realidad en el que se mueven muchas especies.

R. Existen animales que interpretan el olor de una manera diferente, porque son mil veces más sensibles que nosotros y nunca podremos entenderlo. Si caminas con un perro por un parque de la ciudad todos los días, el mismo recorrido, se vuelve muy aburrido para ti, pero para el perro cada día es nuevo. Con su nariz desarrollada puede ver el pasado, detectar a otros animales, capta toda una historia que se ha quedado ahí porque el olor persiste durante mucho tiempo.

Una mosca de la fruta ('Drosophila melanogaster') en un experimento de Bill Hansson.
Una mosca de la fruta ('Drosophila melanogaster') en un experimento de Bill Hansson.ANNA SCHROLL

P. Entonces, ¿cómo percibimos el mundo también nos limita frente a otros animales? ¿No accedemos a toda la realidad?

R. Cómo percibe la realidad a través de los sentidos un animal en su hábitat se llama umwelt, y todos estamos limitados. Aunque vivamos en el mismo entorno de un perro, nuestro cerebro no entiende su mundo sensorial. Un olfato desarrollado con una sensibilidad de algunas capacidades, como oler un cadáver sumergido 20 metros bajo el agua o que una polilla detecte el equivalente a concentraciones ínfimas de un azucarillo diluido en el mar Mediterráneo. Los pájaros y los peces, junto a muchísimas especies diferentes, utilizan el olor como referencia al desplazarse. Eso no lo podemos entender, y por eso nos fascina.

P. Una capacidad tan antigua y primitiva, señala, que ha surgido en diferentes puntos evolutivos varias veces y de forma diferente por su utilidad.

R. Sí, exactamente. Lo llamamos una convergencia en términos evolutivos. Una habilidad que probablemente procede de diferentes puntos de partida en las especies, pero al final se ha convertido en similar porque tiene que resolver lo mismo: captar moléculas e ir al cerebro para interpretarlo y, luego, provocar un comportamiento relevante.

Una polilla del tabaco ('Manduca Sexta'), como animal modelo en el trabajo de Bill Hansson del Instituto Max Planck de Ecología Química.
Una polilla del tabaco ('Manduca Sexta'), como animal modelo en el trabajo de Bill Hansson del Instituto Max Planck de Ecología Química.ANNA SCHROLL

P. La capacidad automática para acceder a recuerdos olvidados, menciona en su trabajo, puede suponer un inconveniente, especialmente en los casos de estrés postraumático.

R. Sí, claro, puede activarlo al rememorar un mal recuerdo de forma inconsciente. Un olor puede desencadenar cualquier cosa, te transfiere a un lugar independientemente de donde estés sin que puedas hacer nada contra ello.

P. Y pese a ser algo tan especial, explica, ¿somos incapaces de describir una fragancia?

R. Cierto, cuando lo intentamos siempre lo hacemos vía comparación. Decimos “huele a plátano, a vainilla o… a mierda”. Carecemos de palabras para hacerlo, pero también es algo cultural. Hicimos experimentos con nativos de Malasia y ellos tienen palabras específicas para los olores más importantes. Por ejemplo, para advertir de la presencia de un tigre a través de sus heces u orina. Es de vital importancia avisar del peligro y no tienes tiempo para decir: “Oh, huele como a tigre”. La mencionan y saben que tienen que salir de allí.

Debido a la pérdida del olor, y el sabor, provocado por la covid-19, la gente se dio cuenta de lo mucho que significa para la calidad de vida

P. Una percepción olvidada y que no valoramos hasta que la perdemos, como pasó durante la pandemia de covid-19, que empezamos a hablar de anosmia, la pérdida total del olfato.

R. Antes había un interés general por el olfato, simple curiosidad por este sentido misterioso. Cuando aparecieron los casos debido a la pandemia, aunque se recuperara el olfato en un 90%, la gente se dio cuenta de lo importante que es porque también se pierde el sabor. Comprendimos lo mucho que significa para la calidad de vida ser capaz de oler.

P. “Si lo pierdes, pierdes lo mejor de la vida”, escribe.

R. Exacto. Todo lo hedonista, como la buena comida y bebida o el buen sexo, depende mucho del olfato. Hay muchas interacciones olfativas, todo esto se conecta y cuando algo se esfuma, mala señal, porque no puedes realmente disfrutar de ello como antes. Con tu pareja e hijos, mucho del olor se funde en un aroma común cuando se convive. Reconoces y te gusta ese vínculo químico muy fuerte, te sientes seguro y querido. Al perder esa capacidad de sentirlo, las relaciones se pueden incluso romper.

La causa más probable de muerte para gente sin olfato es debido al gas o por ingerir alimentos en mal estado

P. Un sentido que puede desaparecer, como explica, también cuando se padecen otras enfermedades neurodegenerativas.

R. La pérdida total del olfato, o incluso un deterioro pronunciado en la capacidad de oler, es una de las primeras señales de que algo está pasando. Hoy en día se utiliza como un diagnóstico precoz para el alzhéimer y el párkinson. Es razonable pensar que existe un vínculo entre los nervios olfativos sensoriales y el líquido cefalorraquídeo, que baña todo el cerebro y médula espinal, y que se encarga de limpiar los residuos de las células vía las glándulas mucosas. De presentar algún tipo de daño podría desencadenar un efecto dominó con consecuencias neurológicas.

P. ¿La muerte por anosmia?

R. La pérdida de percepción es un corte brutal en nuestra existencia, afecta a la salud mental y nos hace sentirnos verdaderamente perdidos. El sistema olfativo es un medidor químico de la calidad y también del peligro. Monitorea constantemente nuestro alrededor a cada respiración que haces. Si detecta humo por la noche, te alerta. Al igual que ocurre con la comida podrida. La causa más probable de muerte para la gente con pérdida olfativa es debido al gas o por ingerir alimentos en mal estado.

El profesor en neuroetología evolutiva y director del Instituto Max Planck de Ecología Química, Bill Hansson.
El profesor en neuroetología evolutiva y director del Instituto Max Planck de Ecología Química, Bill Hansson. Anna Schroll

P. La obsesión por manipular el olor humano, describe, genera una industria, el sector del perfume, que oscila entre los 50 y los 90 mil millones de dólares. ¿Es todo vanidad, por ocultar nuestro hedor y buscar sensaciones placenteras?

R. Es una tradición milenaria, hay registros en India, Egipto y Mesopotamia, pero como sector alcanza su auge en el siglo XVIII de la mano del rey francés Luis XV y Madame Pompadour, que impulsaron una moda a la que todo el mundo se apuntó. La gente noble intentó diferenciarse del populacho oliendo diferente. Y entonces se inventó toda la industria del perfume. Hoy en día es una de las mayores industrias en Europa, el buque insignia es el Consorcio International Flavours and Fragrances (IFF), que comercializa olores no en frasquitos diminutos, sino en camiones cisterna. Un negocio multimillonario para hacer cosas que nos hagan oler a algo que no sea a nosotros mismos.

Claro que tenemos feromonas, pero también un bagaje cultural y emocional. Los humanos somos animales y nos mueve el sexo, pero somos complejos

P. Desaconseja activamente la compra de cualquier producto que prometa que va a conseguir pareja o sexo simplemente por rociarse con él entero, o solo algunas partes del cuerpo.

R. No sirve. Y quiero ser muy claro y expresarme de forma correcta para que se me entienda con claridad [sonríe]: claro que tenemos feromonas, sé que sí, pero también tenemos muchas otras cosas. Somos complejos. Cuando una hembra de perro está en celo emite feromonas a un perro macho, una señal inequívocamente sexual, ambos solo piensan en aparearse. Se olvidan de todo lo demás. Buscan tener sexo lo antes posible y lo más rápido posible. Si vamos más lejos, a los insectos, es aún más pronunciado. Los humanos somos animales, también, y nos mueve el sexo, pero nunca seremos así. Siempre tendremos muchas, muchas otras cosas que nos afectan desde la infancia, todo un bagaje emocional, aquello que hayas experimentado. Es decir, otros animales no reflexionan mucho en lo que pasó el año pasado, solo en la nueva temporada de apareamiento. Pero nosotros vamos a rumiar cualquier cosa que nos haya ocurrido previamente, quizá una mala experiencia con otra persona anterior. Hay gente que intenta venderte feromonas artificiales por internet para poder manipularte... No funciona. Las personas somos unas criaturas extremadamente complicadas, se necesita mucho más que un olor para volver loco a alguien. Quizá mejor trabaja más en tu personalidad.

El investigador Bill Hansson de trabajo de campo en el bosque con escarabajos de la madera, cortesía del Instituto Max Planck.
El investigador Bill Hansson de trabajo de campo en el bosque con escarabajos de la madera, cortesía del Instituto Max Planck.ANNA SCHROLL

P. Dedica un capítulo al olor del futuro, detallando que pasa por el Antropoceno, ¿hasta qué punto está cambiando los ecosistemas, también a nivel olfativo?

R. Cuando hablamos de los problemas ambientales, la industria utiliza dimetilsulfuro, por ejemplo, que es el plástico que al descomponerse desprende un aroma similar al que emiten las zonas con gran cantidad de pescado. El problema es que el plástico en descomposición en medio del océano es ingerido por albatros, tortugas, focas o ballenas; simplemente, lo comen todo el tiempo porque huele como su comida habitual. El ozono sabemos que en las capas altas de la atmósfera nos protege del sol, pero aquí abajo es smog. En un experimento que realizamos comprobamos cómo modificaba el aroma de una flor. En un área contaminada lo que desprende es tan diferente que el insecto ya no la reconoce y no ejecuta el ciclo polinizador. Cambia todos los olores y consigue que las moléculas que nos rodean se vuelvan diferentes. De esta manera, se convierte en un nuevo mundo olfativo.

P. ¿Por qué cuando nos imaginamos el futuro en mundos virtuales, nunca reparamos en el olor como otro mecanismo de inmersión? Los cascos de realidad virtual rara vez estimulan la nariz.

R. Estoy de acuerdo, es una oportunidad perdida. Pero no es solo el futuro, ya hay productos de consumo que usan el marketing sensorial, el olor de un nuevo producto tecnológico al desempaquetarlo o un coche a estrenar, o cuando la panadería enlaza hacia la calle sus conductos de ventilación. Una realidad virtual completa debería tener todos los sentidos en cuenta si de verdad desea lograr la inmersión total.

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