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Frente Amplio
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El partido único del Frente Amplio: ¿populismo progresista o socialdemocracia recargada?

Por primera vez, nuevas y viejas izquierdas coinciden en un nuevo punto de partida, documento contra documento lo que deberá irradiar hacia la sociedad en tiempos que superarán el calendario electoral

Frente Amplio de Chile
Partidarios de Boric durante una manifestación en en apoyo al Gobierno, en septiembre de 2023.SOFIA YANJARI

Desde hace ya varias semanas, los tres partidos que conforman el Frente Amplio (Convergencia Social, Revolución Democrática y Comunes), además de uno que otro movimiento o plataforma de escasa envergadura, han iniciado un original proceso de convergencia cuyo destino es fundar un nuevo partido. Se trata de un proceso original en Chile ya que, sin mediar amenazas inmediatas de extinción de cada uno de esos partidos, esas tres fuerzas se proponen desembocar en un solo y nuevo partido (que suponemos conservará el mismo nombre de la alianza que conformaron por varios años).

El tema es de relevancia electoral, ya que se dejan atrás las dificultades para conformar listas y maximizar las chances de ser electos en sistemas con magnitudes distritales moderadas de cara a las próximas elecciones locales de octubre del próximo año. En efecto, si ya es una necesidad establecer alianzas con otros partidos para aspirar a algún escaño, no es lo mismo lograrlo entre muchos socios que entre menos socios, con todos los efectos de reducción de la dispersión que eso produce. Dicho en simple: tanto las negociaciones como los rendimientos electorales son muy distintos (en complejidad y éxito) cuando son menos partidos los que deben negociar cupos acotados de candidatos (sin desconocer que el futuro partido del Frente Amplio engendrará tendencias y corrientes internas que algún impacto tendrán en las listas de candidatos, pero a partir de una lógica distinta, la de un partido único). En tal sentido, la construcción de este nuevo partido es una gran contribución a la reducción del número de partidos en Chile (21 partidos se encuentran representados en la actual Cámara de Diputados de 155 miembros), tal vez el peor rasgo del funcionamiento de la democracia en este país del extremo sur global.

Esta convergencia en una sola fuerza va en serio, y no son pocas las decisiones de funcionamiento organizacional que refuerzan este proceso, especialmente por los exmiembros frenteamplistas del hoy extinto Consejo Constitucional que redactó una propuesta de nueva Constitución que será plebiscitada en el mes de diciembre próximo: desde asesores conjuntos para temas específicos hasta coordinaciones periódicas entre consejeros de Revolución Democrática y Convergencia Social. A esto se suma que estos mismos dos partidos comparten la misma sede, lo que trae consigo rutinas burocráticas crecientemente comunes.

Sin embargo, es en el plano político, doctrinario, organizacional y programático en donde surgen varias preguntas de difícil respuesta, las que se supone están presentes en los “diálogos para la discusión sobre la unidad”. En primer lugar, este proceso de unificación en un solo partido debiese responder a la pregunta sobre los aspectos en los que se diferencia con los partidos del bloque denominado Socialismo Democrático y, muy especialmente, con el Partido Socialista.

En segundo lugar, parece inevitable preguntarse por la naturaleza organizacional del nuevo partido, sobre lo cual existen modelos para fuerzas de nueva izquierda. ¿Se tratará más de un movimiento que de un partido, un poco a la manera de la Francia Insumisa, una fuerza que su líder Jean-Luc Mélenchon definía no por su verticalidad y tampoco por su horizontalidad, sino por tratarse de un movimiento “gaseoso, es decir cuyos puntos se conectan de manera transversal”, en donde la cima se transforma en base y la base deviene en cima? ¿Se avanzará en una forma de partido de democracia líquida y crecientemente digital, un poco a la manera de lo que fue el inclasificable Movimiento 5 Estrellas italiano, y no pocos Partidos Pirata? ¿O se ensayará una fórmula más clásica de partido, con estructuras territoriales y militantes?

Para responder estas preguntas, es preciso tener cierta claridad sobre el espacio social que se busca ocupar, a sabiendas que algunas de sus zonas se encuentran ya ocupadas, a lo menos parcialmente, por los partidos de la vieja izquierda, especialmente comunistas y socialistas, y en mucho menor medida por el Partido por la Democracia, el Partido Liberal (especialmente en el norte de Chile) y los radicales. Nancy Fraser, una destacada intelectual estadounidense de izquierdas ha abogado, para el país del tío Sam, por un populismo progresista como candidato para conformar un nuevo bloque contra-hegemónico que bien podría no ser “un estable punto final”, sino una estación de tránsito hacia “alguna nueva forma de sociedad postcapitalista” (Nancy Fraser, The Old is Dying and the New Cannot Be Born). ¿Hasta qué punto su reflexión es exportable a países como Chile?

A decir verdad, la pregunta por la forma del nuevo partido del Frente Amplio se plantea con particular intensidad a ese conjunto de fuerzas de nueva izquierda, y en mucho menor medida a los partidos Socialista y Comunista, muy antiguos, con culturas políticas densas y rutinas organizacionales afianzadas. Sin embargo, es a todas las izquierdas que se plantea la pregunta por la composición de un eventual nuevo bloque hegemónico. Al respecto, Fraser (como muchos otros intelectuales) no tiene dudas en afirmar el carácter limitado y “contraproducente” (sic) de abordar el “racismo, el sexismo, la homofobia, la islamofobia y la transfobia” mediante la “condescendencia moralizante” de lo que fue el progresismo neoliberal.

Más allá de que la islamofobia no haga sentido en Chile, sí tienen importancia esos otros males referidos a grupos dominados y humillados por décadas y eventualmente siglos: lo esencial es que dejen de ser abordados predominantemente desde el particularismo inescalable de las políticas de la identidad (identity politics), para lo cual se necesita volver a pensar en términos universales. De ser así, de reconocer la centralidad de las lógicas capitalistas y neoliberales, tanto económicas como culturales que subyacen al carácter explotado de distintos grupos minoritarios, entonces bien podría encontrarse allí la llave para resolver la multiplicidad de almas que conforman a izquierdas fragmentadas, de lo cual Chile es un ejemplo.

La reflexión que están iniciando las tres fuerzas que conformarán el nuevo partido del Frente Amplio coincide con el ejercicio de actualización del proyecto político del Socialismo Democrático que también está debutando, tras la conclusión del Congreso del Partido Socialista. Lo interesante es que, por primera vez, nuevas y viejas izquierdas coinciden en un nuevo punto de partida, documento contra documento, texto contra texto, lo que deberá irradiar hacia la sociedad en tiempos que, probablemente, superarán las fechas del calendario electoral.

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