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Constitución Chile
Tribuna
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A la caza de quienes anulan y de los indecisos

Los electores recientes, menos politizados y con identidades más difusas, y los que anularon en las últimas elecciones completan un universo de 5 a 6 millones que convierten en incierto el resultado del plebiscito

Elecciones Chile
Un hombre vota durante las elecciones de 2021, en Chile.MARTIN BERNETTI (AFP)
Claudio Fuentes

El 17 de diciembre Chile enfrentará la tercera elección consecutiva con inscripción automática y voto obligatorio. Recordemos que para el plebiscito de septiembre de 2022 –en el primer intento constituyente– concurrieron a votar poco más de 13 millones de electores y para la elección de los integrantes del Consejo Constitucional de este segundo proceso, en mayo pasado, lo hicieron 12,5 millones. No obstante entre una y otra elección hubo sustantivas diferencias que vale la pena destacar.

La primera, y más llamativa, se refiere al alto porcentaje de votos nulos y blancos, que representaron el 21,5% de quienes fueron a votar para elegir consejeros redactores del nuevo texto hace cinco meses. De aquella cifra, 2,1 millones fueron votos nulos. En el proceso inmediatamente anterior, se evidenció un muy bajo porcentaje de voto nulo/blanco (2,1%). Lo anterior podría explicarse por las características propias de cada proceso. En el plebiscito 2022 estaba en juego una propuesta que generó dos polos claramente diferenciados, mientras en la elección del Consejo Constitucional de mayo surgieron cuestionamientos respecto de la pertinencia y legitimidad. El voto nulo pudo ser una protesta respecto del proceso mismo, como también respecto de la obligación de votar.

Entonces, la primera interrogante a responder es si se replicará algún movimiento o llamado a anular el voto en el plebiscito. Si los niveles de participación electoral con el requisito de la obligatoriedad son bastante altos (sobre el 82%), entonces la pregunta es cuántos de los que concurrirán a votar se inclinarán por anular su voto. Como sabemos, los votos nulos/blancos se descuentan de los votos emitidos, por lo que no se consideran para calcular el resultado final. No obstante, el hecho que un alto porcentaje de votantes se incline por esta opción podría afectar dramáticamente la balanza a favor de una u otra opción. Si asumimos que gran parte de quienes anulan su voto abrazan ideas más bien progresistas, y si la cifra llega a 2 millones de votos, por ese mero acto de restarse de marcar una opción perfectamente podrían facilitar el triunfo a la opción A favor. La campaña por la alternativa del En contra deberá convencer a quienes están llamando a anular que hay mucho en juego con la aprobación de la Constitución propuesta por un Consejo Constitucional de derechas.

Una segunda cuestión se refiere al caudal de votos que ideológicamente se inclina por la derecha o izquierda en este proceso. Cuando analizamos la trayectoria del comportamiento electoral en Chile desde el retorno a la democracia, observamos que de modo bastante consistente la centroizquierda ha obtenido aproximadamente 3,7 millones de votos como promedio, mientras la derecha ha obtenido 3 millones en elecciones nacionales presidenciales. Podríamos inferir que aquello constituye un piso mínimo desde el cual se ha organizado la disputa político-electoral en Chile. Sin embargo, debemos tener cuidado con las comparaciones, pues en el mundo pre-2022 teníamos competencias electorales con sistema de inscripción y de votaciones distintos a la situación que se enfrentará el 17 de diciembre. Hasta las elecciones de 2009, se tenía un sistema de registro voluntario con voto obligatorio, luego se pasó a un sistema de inscripción automática con voto voluntario y desde el plebiscito de 2022 tenemos la combinación de inscripción automática con voto obligatorio. Por lo mismo, debemos ser extremadamente cautelosos respecto a proyectar resultados pasados a elecciones futuras.

Por ejemplo, observamos que de un promedio de 7 millones de electores que concurrían a votar en el mundo del voto voluntario, en la elección de segunda vuelta entre Gabriel Boric y José Antonio Kast de 2021 se elevó a 8,3 millón y en las dos últimas elecciones concurrieron a votar poco más de 12,5 millones de electores. De ahí que se ha planteado que el resultado electoral de diciembre dependerá de estos 4 millones de nuevos electores que se han incorporado a votar a razón de la obligación de asistir a votar.

Sabemos que como mínimo, la centroizquierda ha movilizado en el último tiempo entre 3,6 millones y 4,8 millones de electores; mientras la derecha ha movilizado entre 3,6 millones (en la elección de Kast) y 6 millones para la elección del Consejo Constitucional en mayo pasado.

Los resultados de los dos últimos plebiscitos deben observarse con mucho cuidado. En el plebiscito de entrada de octubre de 2020, donde se aprobó la idea de tener una nueva Constitución, concurrieron poco más de 7 millones de electores y, de ellos, 5,8 millones se inclinaron por la opción Apruebo. Sin embargo, parte de estos 5,8 millones fueron de derecha, por lo que no podría asumirse que los 5,8 millones le pertenecen a la centroizquierda. En el caso del plebiscito de salida de 2022, unos 7,8 millones de electores (62%) rechazaron la propuesta de la Convención, pero acá un sector de centro importante del electorado se inclinó por aquella opción. Es muy difícil identificar cuántos de esos electores son de derecha, pero lo que sí sabemos es que al menos en el último proceso electoral, los partidos de derecha obtuvieron 6 millones de votos.

Ahora bien, el plebiscito de diciembre es diferente a una elección donde se presentan candidaturas de listas de partidos. En diciembre se enfrentarán nuevamente dos posturas que probablemente tenderán a polarizar a la sociedad por lo que tampoco podríamos proyectar directamente las cifras de la elección del Consejo al plebiscito que se realizó en mayo.

¿Qué nos informan las encuestas respecto del clima de opinión pública? La mayoría de ellas nos indica que hasta la fecha existe un favoritismo hacia la opción En contra, aunque en las últimas semanas se advierte una progresiva alza de la opción A favor. El perfil de quienes se inclinan por la opción En contra es de personas de nivel socioeconómico medio, preferentemente más jóvenes (18 a 39 años de edad), de la zona central y metropolitana del país (Santiago de Chile) y que se autoidentifican como de centroizquierda o izquierda. En aquellos que se inclinan por el voto A favor tienden a predominar personas de nivel socioeconómico alto, mayores de 60 años, y de centroderecha o derecha. Entre aquellos que se inclinan por el voto nulo, tienen a prevalecer personas de nivel socioeconómico bajo, de la zona norte del país y personas que se inclinan por el centro (Encuesta UDP-Feedback Octubre 2023).

Dada la característica más de derecha de la propuesta del Consejo Constitucional, el plebiscito es muy probable que replique una polarización marcada por el eje izquierda/derecha, en donde se volverá a alinear una votación histórica de izquierdas-derechas. La interrogante principal será hacia dónde se inclinarán aquellos grupos de la sociedad menos politizados (los votantes recientes), que tienen identidades más difusas (unos 4 millones de electores) y cómo se comportará aquel sector que anuló su voto en las últimas elecciones (unos 2,6 millones). Se trata de un universo de 5 a 6 millones de electores que convierten esta elección en una de resultado bastante incierto. La tendencia esperable es que sea una elección bastante cerrada y que observemos una clásica competencia ideológica de izquierdas versus derechas, con un amplio sector entremedio —no ideologizado— que terminará definiendo el destino constitucional del país.


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