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Colo Colo
Tribuna
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Colo Colo y su casa embrujada

El equipo chileno más popular dilapidó otra vez su localía en la Libertadores. Desde el 2006 hasta ahora, fue eliminado 12 veces de los torneos internacionales en el Estadio Monumental. Algo que ya parece una maldición

Gustavo Quinteros, entrenador de Colo Colo
El entrenador Gustavo Quinteros durante el partido ante Deportivo Pereira en el Monumental, el 29 de junio.JAVIER TORRES (AFP)

Colo Colo inauguró su estadio en septiembre de 1989, después de una larga historia de postergaciones. En terrenos que compró en 1956 en el municipio de Macul, en la capital chilena, quiso tener la construcción terminada para el Mundial de 1962, pero el terremoto de 1960 postergó todos los planes. Insuficiencias financieras y un par de intervenciones estatales a la administración alimentaron la frustración permanente de no poder jugar en casa propia.

Apenas dos años después de inaugurar el Monumental, los albos levantaron su primera y única Copa Libertadores de América, y consolidaron su hegemonía en los torneos locales ampliando en 18 su conteo de títulos. Colo Colo se hizo fuerte en un estadio que originalmente albergó 65.000 personas, pero que fue perdiendo aforo después de sucesivas remodelaciones.

Todo cambió en el 2006, cuando en la antesala de jugar la final de la Copa Sudamericana ante el Pachuca, el recinto fue sancionado por desmanes de los hinchas. Obligado a jugar en el Estadio Nacional, perdió la opción a ganar su segundo título continental, pero también abrió las puertas a una maldición incontrarrestable.

Desde entonces, el cuadro de el Cacique sólo ha podido pasar a la segunda fase en dos oportunidades (2007 y 2018) y en otras ocho vio cómo la chance de clasificar se esfumaba jugando en casa, casi siempre teniendo la mejor opción y con máximo aforo de público. La dolorosa eliminación sufrida la semana pasada ante el debutante colombiano Deportivo Pereira solo vino a ratificar una tendencia que tiene al cuadro más popular del país lejos del liderazgo continental que pretendió en la década de los 90.

La maldición se extiende también a la Sudamericana, donde quedó eliminado en las cuatro oportunidades en que debió definir de local. Una situación que podría repetirse ahora cuando se mida en la fase de repechaje frente al América de Minas Gerais de Brasil.

No todo el precario momento futbolístico que vive esta temporada el equipo puede adjudicarse a la historia o la maldición. En la fase de grupos, jugando seis partidos, el cuadro de Gustavo Quinteros apenas anotó tres goles, dos de ellos mediante lanzamiento penal. Y pese a que a comienzos de temporada contrató a cuatro delanteros –Lezcano, Benegas, Castillo y Moya– terminó jugando con el juvenil Damián Pizarro en ataque, sin que haya podido anotar un solo gol en el certamen, una sequía que se hace aún más evidente en el torneo local.

Colo Colo y la Universidad Católica son el ejemplo más concreto de la vertiginosa caída de los cuadros chilenos en los torneos continentales, donde sólo Perú y Venezuela muestran peores números en los balances. Las dos escuadras cimentaron su poderío en los estadios que construyeron en la década de los 80, sin aportes estatales, y ahora el cuadro cruzado remodela San Carlos de Apoquindo en el afán de aumentar el aforo para consolidar el poderío en canchas sudamericanas. Pese a haber jugado una final de la Libertadores en 1993, la realidad de este siglo es paupérrima, como la del resto de los clubes chilenos.

Enfrentado a una lucha intestina dentro del directorio, con pésimas decisiones de mercado y con ingresos muy disminuidos por las constantes sanciones a su hinchada que disminuyen los ingresos por tickets, Colo Colo se desangra otra temporada por la ineficacia para aprovechar la localía en los partidos trascendentes. Tras la última eliminación, los fanáticos, decepcionados y frustrados, abandonaron el estadio Monumental añorando tiempos mejores, pero entendiendo que las decisiones adoptadas en el último período solo han empujado al equipo a la mediocridad continental.

En su casa, el Cacique ya no asusta, ni festeja. Y exhibe números de vergüenza, que desvanecieron la opción de unirse a los clubes dominantes de Sudamérica.

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