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Zakharova y su danza hipnotiza al público de Peralada

La fuerza de la bailarina rusa barrió los nubarrones amenanzantes de lluvia

Svetlana Zakharova en uno de los ballets en Peralada.
Svetlana Zakharova en uno de los ballets en Peralada.TOTI FERRER

La expectación era máxima para ver bailar a la diva del ballet ruso, Svetlana Zakharova en el Festival del Peralada. El cielo amenazaba lluvia y los relámpagos iluminaban el cielo pero el chaparrón lo despejó la excepcional bailarina en cuanto salió al escenario en la noche del lunes. Pareció que sus larguísimos brazos tuvieran el poder de alejar los nubarrones. Zakharova no defraudó. Bailó tres coreografías de tres autores diferentes, bajo el nombre genérico de Amore con piezas creadas a la medida de sus magníficas condiciones de intérprete. Condiciones que hipnotizaron al público. Sus dotes naturales para el baile como son su sobrenatural elasticidad, su seguro y veloz giro, sus descomunales développés y la belleza de sus brazos, amén de la ductilidad de su torso hacen que le sea muy fácil lucir su técnica, una facilidad que en ocasiones se convierte en su enemiga ya que su expresividad no tiene matices y su baile virtuoso se convierte en gélido. No obstante, ver bailar a la Zakharova es una experiencia inolvidable.

Una de las coreografías más aplaudidas fue Rain before it falls firmada por Patrick de Bana, el conocido bailarín de la Compañía Nacional de Danza en tiempos de Nacho Duato.

La pieza que presentó en Peralada fue un intenso trío de corte contemporáneo arrullado por la música de las Variaciones Goldberg de Bach junto con fragmentos de composiciones de Ottorino Respighi y Carlo Pino-Quintana. En esta coreografía el huracán Zakharova se contiene y se vuelve más lírico y sereno con lo que se aprecia más su virtuosismo. Junto a ella, Patrick de Bana es el amor sereno y maduro, mientras que Denis Savin, bailarín del Bolshoi, representa el amor joven y pendenciero. Es una pieza que destila armonía, soledad y deseo.

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“No tengo talento para ser coreógrafa”

La velada comenzó con Francesca da Rimini con música del poema sinfónico de 25 minutos de Chaikovski basado en La Divina Comedia de Dante sobre la historia entre la joven Francesca (Svetlana Zakharova) y Paolo (Denis Rodkin). Esta coreografía la firma Yuri Possokhov, ex bailarín de Bolshoi en época de Yuri Grigorovich, coreógrafo que dominó durante años el ballet ruso de la época soviética. Por eso, esta Francesca da Ramini tiene una estética un tanto anticuada, con un dramatismo de los personajes exagerado y poco creíble. Junto a la pareja protagonista, Mikhail Lobukhin (Giovanni Malatesta), las cinco Damas de la Corte, esbeltas y bellísimas con su vestidos rojo pasión y los amenazantes guardianes de los Infierno. En esta coreografía Zakharova dio rienda suelta a todo a su potencial técnico como bailarina clásica. Pero no emocionó.

Cerró la función una dinámica y divertida coreografía contemporánea de la creadora irlandesa, Marguerite Donlon, con música de la Sinfonía número 40 de Mozart titulada Strokes through the tail. Es una pieza interpretada por los hombres de la compañía junto a la bailarina rusa que hace gala de sus dotes de payasa. Parodia el ballet clásico: los hombres visten tutús largos y se comportan como juguetones cisnes, para luego bailar enfundados en unos skmokings una rutilante danza, mientras que Svetlana les sigue el juego y brilla con todo su glamour de diva con smoking y ajustados shorts. Estuvo delirante, felina y seductora. Fue curioso comprobar que las piezas más aplaudidas de la noche fueran las de danza contemporánea, cuando el virtuosismo clásico da paso a otras formas de expresión y se convierte en una interpretación más auténtica y menos autómata. Al final cálidas ovaciones, fuertes aplausos y flores. Ya podía llover y así fue.

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