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Así matan el clímax las infecciones de transmisión sexual incluso antes de mantener una relación

Lo que para el resto es un placer, a los hipocondríacos sexuales solo les inspira miedo y precauciones irracionales

hipocondria
Igor Ustynskyy / getty

Según el manual Recomendaciones terapéuticas en los trastornos mentales, en torno al 20% de la población podría padecer hipocondría, un trastorno que se caracteriza fundamentalmente por el miedo irracional a sufrir una enfermedad grave. Los hipocondríacos interpretan supuestos síntomas para autodiagnosticarse los males más graves, y establecen costosas rutinas de prevención y monitorización de su estado de salud. Lo normal es que abarquen todo tipo de enfermedades, pero algunas personas se preocupan por un solo ámbito, el del sexo. ¿En qué se distinguen de los que sencillamente toman precauciones?

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Basándose en su experiencia profesional, la psicóloga Catalina Otegui aporta algunos datos sobre quienes experimentan este problema. “Siendo mi ratio hombre-mujer bastante parecido, solo he tenido pacientes mujeres con estas características”, comienza. Y aclara que las personas que llegan con estos temores a su consulta “no tienen un trastorno de ansiedad por enfermedad, es algo que solo les ocurre dentro del ámbito sexual”. Todos los casos son parecidos: “Tienen mucho miedo a las infecciones de transmisión sexual (ITS), sobre todo al virus del papiloma humano, un miedo que suele ir de la mano de otro a un embarazo no deseado”. Las personas que pasan por su consulta también tienen en común una historia de infecciones de orina o candidiasis, lo que refuerza su percepción de que es normal para ellas sufrir este tipo de problemas. Pero es una conclusión sesgada.

Lo que sucede es que la obsesión por padecer algún tipo de infección suele conducir a adoptar rutinas de higiene obsesivas, que no hacen sino alimentar el círculo vicioso de la preocupación y aumentar la probabilidad de acabar teniendo un problema. “Pueden tener rutinas de ducharse después de tener relaciones sexuales para eliminar cualquier cosa que pueda haber”, y lavar en exceso la vulva perjudica su pH, lo que, a su vez, lleva a que aparezcan más infecciones genitales... El proceso desemboca así en la reafirmación de la idea de que son personas propensas a las infecciones, apunta Otegui. En la mayoría de los casos, acaban por rehuir las relaciones sexuales. “Por una parte es por el miedo a coger algo o a quedarse embarazadas, aunque lo cierto es que la falta de placer, ocasionada por la falta de relajación, también hace que disminuya su deseo sexual”.

Para la psicóloga Zoraida Granados, la hipocondría sexual va más allá del miedo a una ITS. “Estas personas manifiestan una sintomatología de malestar, anticipación, pensamientos recurrentes de que todo va a ir mal, ‘que algo en mí no funciona’, ‘que no puedo hacer nada para cambiarlo’, y, con esa presión, los pensamientos se convierten en realidad”. La cuestión es que “el pensamiento constante de una enfermedad de mayor o menor gravedad que creemos real, al igual que pensar que tenemos un problema médico debido a nuestras dificultades sexuales, impiden que planifiquemos, disfrutemos de muchas situaciones y experiencias”.

Al final, no solo se rehúyen las propias relaciones sexuales. “Esa preocupación y miedo a una disfunción sexual, una infección de transmisión sexual o padecer una enfermedad de tipo ginecológica o urológica les impide tener acercamientos eróticos, ni tan siquiera caricias, gestos de proximidad e intimidad con su pareja o allegados”.

“Lo que buscan es comprensión, que alguien escuche sus miedos”

Aunque no se conoce una causa exacta de la hipocondría, la Sociedad Española de Medicina Interna apunta que el origen puede estar en algunas situaciones comunes. Por ejemplo, el que un ser querido tuviera una enfermedad en el pasado, estar atravesando un evento estresante, haber tenido unos padres sobreprotectores que se enfocaron demasiado en la salud del menor o padecer ansiedad o depresión. En el caso de la hipocondría sexual entraría otro factor en juego: una deficiente educación sexual.

Por eso el primer paso es identificar con qué se relacionan estos temores. “La terapia tiene en estos casos muy buenos resultados, ya que lo que buscan es comprensión por parte de un profesional, que alguien escuche sus miedos. Se trabaja la relajación, el autoplacer, la comunicación con la pareja y sobre todo la educación sexual, que siempre es primordial”, apunta Otegui.

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Aunque se trate de un problema personal, cuando aparece en una relación de pareja acaba por afectar a ambos. Es por ello que, en estos casos, será necesario un trabajo conjunto. Para Zoraida Granados, “si la persona que acude a consulta tiene pareja, es recomendable su participación y colaboración. En las sesiones se puede hablar en un espacio seguro, sin consecuencias, segundas intenciones ni lecturas de pensamiento, acerca de lo que siente, piensa y cómo actúa cada uno de forma individual y en pareja”.

Por último, la experta explica que en el caso de que la obsesión se centre en el miedo a infecciones de transmisión sexual, a veces “es necesaria la colaboración de un médico de atención primaria o especialista de confianza del paciente, para que pueda informar, resolver preguntas y dudas”. En este caso, la información veraz puede llegar a tener un verdadero efecto curativo.

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