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Garry Winogrand, una perspicaz mirada a lo cotidiano

Se publica la primera monografía dedicada a la obra en color del célebre y prolífico maestro de la fotografía callejera, donde el agudo ingenio del creador late al mismo ritmo que en su poderosa obra en blanco y negro

Garry Winogrand
'Autorretrato', Nueva York (c.1955-1958). GARRY WINOGRAND © The State of Garry Winogrand. Cortesía Fraenkel Gallery San Francisco y Twin Palms Publishers

En 1967, tuvo lugar una relevante exposición en el MoMA: New Documents, una modesta muestra, organizada por John Szarkowski, destinada a dar un giro definitivo a la fotografía. En la planta baja del museo, Garry Winogrand (1928-1984), junto a Diane Arbus y Lee Friedlander, ofrecía una distintiva forma de mirar al mundo; una mirada aparentemente despreocupada y aleatoria que venía a consolidar un cambio en la percepción de la fotografía como documento, en la cual la cámara no solo servía como una herramienta para describir el entorno, sino también para examinar las interacciones personales que el fotógrafo establecía con este. En una de las salas se proyectaba un carrusel de 80 diapositivas realizadas por el autor. Días más tarde, el proyector sufrió una avería, varias de las filminas quedaron destruidas. Sería la primera y la última vez que el fotógrafo mostraría sus imágenes a color.

A pesar de que lo que conocemos de Winogrand es fundamentalmente su obra en blanco y negro, entre comienzos de los años cincuenta y final de los sesenta el fotógrafo tomó más de 45.000 diapositivas. Algo que no resulta llamativo dado el creciente ritmo compulsivo de producción que experimentó el autor con el paso de los años, más interesado “en fotografiar para ver cómo se muestran las cosas fotografiadas”, por citar una de sus frases más célebres, que en editar e imprimir las copias. Tras su repentina y prematura muerte, a los 56 años, dejaría tras de sí una magnífica cifra de imágenes por desvelar: aproximadamente 2.500 carretes sin revelar, 6.500 carretes revelados pero no impresos, y unos 3.000 revelados e impresos solo en hojas de contactos. Una más que generosa cantidad que traerá consigo diversas lecturas, que lejos de amenazar con desequilibrar su sólida reputación, seguirán desbrozando inéditos caminos dentro de las elusivas imágenes de quien solía asegurar que “no hay nada más misterioso que un hecho claramente descrito”.

Tal es el caso de Winogrand Color (Twin Palms), la primera monografía dedicada a la poco difundida obra en color de este hijo de inmigrantes europeos, criado en el Bronx. 150 imágenes editadas por el cineasta y escritor Michael Almereyda y la ex curadora del departamento de fotografía del MoMA, Susan Kismaric, quienes pasaron en total cuatro semanas entre miles de fotografías que se conservan en Centro para la Fotografía Creativa de Tucson, Arizona. Imágenes centradas en su mayoría en el ser humano, donde el agudo ingenio del creador late al mismo ritmo que en su poderosa obra en blanco y negro.

Nunca imprimió, exhibió o publicó sus imágenes en color y su producción fue disminuyendo a partir de finales de los sesenta, probablemente por el alto precio del revelado

En su mayoría se trata de imágenes que el artista tomaba una vez liberado de los encargos que recibía de las publicaciones como Colliers o Sports Illustrated. Nunca imprimió, exhibió o publicó sus imágenes en color y su producción fue disminuyendo a partir de finales de los sesenta, probablemente por el alto precio del revelado. Cargado con dos cámaras, una con película en blanco y negro y otra en color, el autor consumaba su rebelión contra el estilo funcional e ilustrativo que se imponía en las revistas, mientras afinaba su mirada alcanzando una dosis de libertad difícil de equiparar. Si bien el periodismo ha demandado imágenes que expliquen el mundo “claramente”, las fotografías, tal y como apuntaba Szarkowski, prácticamente no explican nada, pero su ambigüedad lejos de ser un defecto es una virtud, algo de lo que era plenamente consciente Winogrand, cuya mirada nos descubre la esclarecedora belleza de escenas en las que uno podría decir que no está pasando nada; como aquella en la que una mujer, de la que no vemos el rostro, posa un guante de encaje en un poste rodeada de figuras descabezadas, Nueva York, 1961.

'Nueva York’ (1966).
'Nueva York’ (1966). GARRY WINOGRAND © The State of Garry Winogrand. Cortesía Fraenkel Gallery San Francisco y Twin Palms Publishers

La idea de este libro parte de las 30 poderosas imágenes en color que fueron incluidas en Winogrand 64. Publicado en 2002, y descatalogado, enfrentaba la obra a color del creador con otras en blanco y negro realizadas durante sus desplazamientos en coche por los Estados Unidos financiados por la beca Guggenheim. Hubo que esperar a la exposición celebrada en el Brooklyn Museum en 2019, Garry Winogrand: Color —de la que pudo verse en 2021 una adaptación en el KBr de Barcelona— para poder disfrutar de una amplia exhibición de más de 400 diapositivas.

“Winogrand nunca desarrolló o trabajó partiendo de una teoría del color”, advierte Almereyda. “Aceptaba el color como una parte natural del mundo y de sus fotografías, y en las mejores el color es orgánico y sin forzar”. La exposición más lenta requerida por el color demandaba un ritmo más pausado al fotógrafo y templaba su prodigalidad, de ahí que los personajes adquieran un tono más dulce y delicado que agudiza su ya instintiva habilidad para descubrir los dramas más íntimos, tal y como se aprecia en Sin título (Coney Island). Sin embargo, en la toma a color de la archiconocida Zoo de Central Park, la imagen pierde fuerza y significado. En cada imagen uno tiene la impresión de que Winogrand, al contrario de lo que ocurría con Robert Frank, nunca se sintió un outsider, describe un mundo al que él mismo se adhiere. Así, el color sirve como un reclamo más inmediato para arrastrar al espectador dentro de escenas estratificadas, que ofrecen mucha información y que solo el ojo adiestrado de un maestro es capaz de lograr que su ordenación parezca tan simple y liviana.

'Nueva York’ (1961).
'Nueva York’ (1961).GARRY WINOGRAND © The State of Garry Winogrand. Cortesía Fraenkel Gallery San Francisco y Twin Palms Publishers

Escribía Szarkowski sobre Winogrand, que su misión “no ha sido reformar la vida, sino conocerla”, algo que vienen a reconfirmar este conjunto de imágenes que hablan por sí mismas, mientras nos envuelven en un halo de nostalgia a través de perspicaces vislumbres de lo cotidiano. Si con el tiempo la obra del fotógrafo ha sido comparada a la de Phillip Roth y Norman Mailer, como posibles homólogos literarios, tal vez se deba a que Winogrand siempre tuvo presente la imposibilidad de traducir una fotografía en palabras. Como escribe el crítico Vince Aletti: “Navegó por el mundo, no se perdió nada, y nos lo dejó todo para que escarbáramos, redescubriéramos y descifráramos”.

Winogrand Color. Editado por Michael Almereyda y Susan Kismaric. Twin Palms 176 páginas. 79 euros.


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