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Almudena Grandes, todas las voces calladas

El montaje de Carme Portaceli cuenta ‘La madre de Frankenstein’ por encima, sin bajar el interés durante sus casi cuatro horas de duración

Una escena de la obra 'La madre de Frankenstein', con Blanca Portillo y Pablo Derqui.
Una escena de la obra 'La madre de Frankenstein', con Blanca Portillo y Pablo Derqui.GERALDINE LELOUTRE
Javier Vallejo

Aurora Rodríguez Carballeira mató de cuatro tiros a su hija Hildegart, de 18 años, en el piso que compartían en la madrileña calle de Galileo. Aurora, antigua militante del PSOE, y el coronel Antonio Vallejo-Nájera, presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, tenían en común su filiación eugenésica: ambos creían fervorosamente en “la mejora de la especie humana”. Ella puso en práctica sus ideas en las personas de Hildegart y de su sobrino, de los que hizo sendos niños prodigio; Vallejo-Nájera se empecinó en hallar unos supuestos fundamentos biológicos que explicaran las ideas de izquierdas, de las que abominaba. Almudena Grandes reúne a ambos personajes en La madre de Frankenstein, para hacer una radiografía de las disfunciones de una España, la de los años cincuenta, dividida entre vencedores y vencidos.

La versión escénica de Anna Maria Ricart reúne los acontecimientos cruciales de la extensa novela. Para que el montaje dirigido por Carme Portaceli se resuelva en tres horas y 45 minutos, su adaptadora ha eliminado las retrospecciones en las que Germán Velázquez, el protagonista, hijo de un médico español represaliado, evoca sus primeros años de ejercicio profesional, que transcurrieron en una Suiza idealizada por el narrador y por la autora: ambos la presentan como un país modelo. En realidad, las ideas eugenésicas alumbradas por sir Francis Galton, primo de Darwin, hallaron terreno fértil en tierras helvéticas: el cantón de Vaud fue el primer lugar de Europa en reglamentar la esterilización de personas con diversidad funcional, en 1928, mediante una ley abrogada en 1981.

Blanca Portillo y Pablo Derqui encarnan dos polos interpretativos: ella, la escuela expresionista; él, el tono confidencial e intimista

De las tres voces que trenzan el relato en la novela, la de Germán y la de Aurora se vuelven preeminentes en el montaje de Portaceli. La del psiquiatra retornado, en pugna constante con normativas, reglamentos y otras camisas de fuerza, tiende a dirigirse directamente al público, que abarrotó el ensayo general del jueves en el madrileño Teatro María Guerrero. Pablo Derqui, su intérprete, se desenvuelve muy bien en ese careo, sobre todo durante el emotivo tramo final. La voz que Almudena Grandes le presta a Germán es fulgurante. Su perplejidad ante cuanto ve y escucha, su mirada foránea, colorean vivamente cada detalle de su narración. Pero la voz más delicada y llena de matices de la novela es la de María. Por eso en la función conmueve tanto el soliloquio franco con el que la joven enfermera pone el punto final a sus intervenciones: se echan de menos otros suyos, que Macarena Sanz podría haber dicho con idéntica verdad. Este personaje, el único de entre los protagonistas que proviene de extracción social baja, es el que más recortes ha sufrido: falta el detalle del por qué del amor incondicional que le profesa a Aurora.

Grandes le presta a María y a Germán una voz prístina. Aurora, habla en la novela, en cambio, con la voz estereotipada de una enferma paranoica tópica. Blanca Portillo colorea las peroratas de la paciente del manicomio de Ciempozuelos con una teatralidad extravertida, expresionista, de gesto redondo, como la de los personajes que Lon Chaney encarnó en sus películas, rodadas en los años en los que Aurora educó a Hilde. El Eduardo Méndez de Jordi Collet es tal y como su autora lo pinta. Los cinco intérpretes restantes de este reparto de nueve se multiplican en una pléyade de personajes: por economía, muy rara vez hoy se hacen elencos en los que cada actor pueda consagrarse a un solo personaje.

‘La madre de Frankenstein’. Texto: Almudena Grandes, adaptado por Anna Maria Ricart. Dirección: Carme Portaceli. Madrid. Teatro María Guerrero, hasta el 12 de noviembre. Barcelona. TNC, del 23 de noviembre al 30 de diciembre.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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