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Argentina, las claves de las elecciones más inciertas en 40 años de democracia

Los comicios del domingo arrojan un resultado ajustado en el que la única certeza es que el tablero político cambiará sea quien sea el próximo presidente

José Pablo Criales
elecciones presidenciales argentinas
Una persona vota durante las elecciones presidenciales argentinas del 22 de octubre.JUAN MABROMATA (AFP)

La elección más incierta y ajustada en 40 años de democracia encontrará este domingo a una Argentina exhausta. En el tercer llamado nacional a las urnas de este año, unos 35 millones de personas elegirán entre Sergio Massa y Javier Milei a quien gobernará el país desde el próximo 10 de diciembre por los próximos cuatro años. Marcada por un ausentismo que alienó a más del 20% de los votantes, embarrada por noticias falsas y denuncias de un posible fraude alentadas por la ultraderecha, y enfocada en las últimas semanas en el rechazo que generan ambos candidatos, la campaña terminó este jueves en un ambiente de máxima tensión que todavía está ordenando un nuevo tablero político.

De un lado queda el representante del Gobierno actual, el peronista Massa, encarnado en ministro de una economía con el 142% de inflación interanual después de tres décadas en todos los márgenes de la política nacional. Del otro, el ultra Milei, que se alzó proponiendo un fuerte ajuste fiscal, armar a la población contra el crimen y privatizar la salud y la educación, pero que ha terminado dando marcha atrás y pidiendo un voto “sin miedo”. La quincena de encuestas de las últimas tres semanas le dan una ventaja de dos puntos a Milei, pero el margen de error propone que la última batalla de una campaña larguísima ha quedado abierta.

Estas son algunas claves de los comicios de este domingo.

Milei agita el fantasma del fraude

La Libertad Avanza, el partido de Milei, denunció el jueves ante la justicia electoral que había sido víctima de un “fraude colosal” orquestado por la Gendarmería, la policía militar, a cargo de la custodia de urnas y papeletas, para beneficiar al peronismo en la primera vuelta del pasado 22 de octubre. La denuncia fue inédita en 40 años de democracia en Argentina. Tras semanas alimentando la idea de que el peronismo amañaría el resultado de la segunda vuelta, las únicas pruebas que presentaron eran comentarios en redes sociales hechos por personas anónimas. La ultraderecha tardó menos de 24 horas en retractarse. “No se trató de una denuncia sino de una presentación efectuada con el objetivo de que se extremen los recaudos en el traslado de las urnas”, terminó afirmando este viernes ante el fiscal el apoderado del partido, Santiago Viola.

Javier Milei durante el cierre de su campaña, el 16 de noviembre.
Javier Milei durante el cierre de su campaña, el 16 de noviembre.Sebastián López Brach

Pero el daño ya estaba hecho. Siguiendo el manual de sus referentes internacionales, el estadounidense Donald Trump y el brasileño Jair Bolsonaro, La Libertad Avanza empezó a agitar el fantasma del fraude desde las primarias de agosto. Fueron la fuerza más votada de esa elección, pero antes de conocer el resultado algunos referentes del partido señalaron que les habían robado papeletas en los colegios electorales.

En Argentina se vota eligiendo la papeleta de un candidato, que se introduce en un sobre para terminar en una urna de cartón. La Gendarmería cuida esas urnas en su camino a la junta electoral, pero los partidos tienen la responsabilidad de imprimir (con fondos del Estado) y garantizar que las boletas se encuentren en todas las escuelas, donde sus fiscales están autorizados a presenciar el recuento. En la última semana, la Justicia Electoral había intimado al partido de Milei por no entregar todas las boletas solicitadas, y el ultra se defendió afirmando que prefería que las boletas estén en manos de sus fiscales para evitar que sus adversarios “las rompan”. La desconfianza de Milei y sus aliados en el sistema electoral ha tensado al máximo la recta final de la campaña.

Mauricio Macri vuelve al ruedo

Con su partido fuera de la carrera, el expresidente Macri hizo estallar la alianza de centroderecha que lo había llevado al poder entre 2015 y 2019 para brindar su apoyo a Milei. “Cuando la patria está en peligro, todo está permitido”, anunció su candidata, Patricia Bullrich, días después de la primera vuelta del pasado 22 de octubre. Macri llegó a definir a Milei como saltar de un coche que acelera hacia la muerte segura, pero le ha ofrecido su fuerza territorial para fiscalizar la elección del domingo. “Estoy convencido de que Milei está del lado correcto, comprometido en hacer crecer a la Argentina y en erradicar a las mafias, a los corruptos y a los vagos”, tuiteó Macri este jueves, en el cierre de la campaña. La letra chica de ese patrocinio probablemente solo se revele si Milei accede a la presidencia, pero el acercamiento de Macri a la ultraderecha ya ha dinamitado el tablero político de la Argentina de los últimos 20 años.

La alianza de Juntos por el Cambio, que en 2015 se hizo con el control inédito de la nación, la provincia de Buenos Aires y la capital federal, ha estallado por los aires. Integrada por el partido de Macri, Propuesta Republicana (PRO), la histórica Unión Cívica Radical, la Coalición Cívica y un pequeño sector del antiguo peronismo federal moderado, la mayoría de los líderes de las demás fuerzas han rechazado la alianza con Milei. Ninguno ha dado su apoyo explícito a Massa, y una gran incógnita del día después de estas elecciones es cómo se alinearán todas estas fuerzas en el Congreso.

¿Quién está con Sergio Massa?

Ministro de Economía de un Gobierno con la aprobación por los suelos, Massa ha buscado desatarse de las dos voces más calladas de la campaña: el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner. En la recta final de su campaña, Massa ha propuesto borrón y cuenta nueva para formar un Gobierno de unidad.

Sergio Massa, se dirige a sus partidarios durante un mitin de campaña, el 6 de noviembre.
Sergio Massa, se dirige a sus partidarios durante un mitin de campaña, el 6 de noviembre.NICOLAS AGUILERA (AFP)

Joven militante del neoliberalismo que en los noventa se alió al presidente Carlos Menem, funcionario estrella a cargo de la Seguridad Social durante los gobiernos del interino Eduardo Duhalde y del expresidente Néstor Kirchner tras la crisis del 2001, y jefe de Gabinete y después gran enemigo de Cristina Kirchner durante sus dos mandatos (2007-2015), Massa tuvo su momento de auge en 2013, cuando rompió con la entonces presidenta para lanzarse después como el presidenciable que proponía una “ancha avenida del medio”. Quedó tercero en 2015 y volvió al peronismo hegemónico en 2019 en la gran alianza que impidió la reelección de Macri.

Massa ha hecho de su capacidad de dialogar con todos los sectores su gran bandera de campaña. Si gobierna, ha dicho que tiene pensado llamar a políticos del centro a la derecha que hoy no se animan a apoyarlo en público, pero también deberá acomodar al peronismo duro que por ahora le ha dejado hacer ante la emergencia. Massa ha prometido que su ministro de Economía no saldrá de su partido y que dejará la mitad del directorio del Banco Central a la oposición. Pero ninguno de sus guiños ha generado el apoyo de grandes referentes en público, e incluso la alianza de la izquierda dura que llegó a la primera vuelta de octubre no ha podido consensuar un apoyo a su candidatura.

La incógnita por la abstención y el voto en blanco

La obligatoriedad del voto en Argentina ha favorecido siempre altos niveles de participación. Sin embargo, este año ha estado marcado por una desmovilización en las urnas. En las primarias participó el 69,6% de los electores, uno de los registros más bajos en elecciones presidenciales desde el regreso a la democracia en 1983; en la primera vuelta, el 77,6%.

El rechazo ha marcado la recta final de la campaña. Massa ha buscado retratarse como el “candidato normal” ante el histrionismo de Milei. Y Milei, aliado ahora con parte de esa “casta política” a la que prometió “echar a patadas en el culo”, ha reformulado su argumento como el candidato que puede sacar al peronismo del poder. Massa llega a la segunda vuelta con el 37% que lo encumbró en la primera, y Milei con su propio 30%. Pero más que tercios, tienen cada uno un cuarto: con la campaña empantanada en demostrar que el otro es peor opción, no solo deberán cautivar a ese 33% que no los votó, sino también a casi siete millones de votantes que prefirieron no ir a las urnas el pasado 22 de octubre.

El voto en blanco también será otra opción. Este no se contabiliza junto a los porcentajes finales de los candidatos en segunda vuelta, pero un ojo estará puesto en cuántos votantes decidan ir a las urnas y expresar su rechazo a ambos candidatos. El lunes es feriado en Argentina y, ante unos comicios en los que parte del electorado votará solo por descarte, el promedio de las encuestas espera que este voto sea del 5%, uno de los más altos de los últimos comicios.

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Sobre la firma

José Pablo Criales
Es corresponsal de EL PAÍS en Buenos Aires. Trabaja en el diario desde 2019, fue redactor en México y parte del equipo de la mesa digital de América. Es licenciado en Comunicación por la Universidad Austral y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS.

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