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El peso argentino se desploma en los mercados cambiarios paralelos

Las empresas que quieren acceder a dólares deben pagar entre 411 y 423 pesos por cada moneda estadounidense, un nuevo récord

Un motociclista circula por la puerta de una de las casas de cambio más conocidas de Buenos Aires.
Un motociclista circula por la puerta de una de las casas de cambio más conocidas de Buenos Aires.Ricardo Ceppi

El Gobierno argentino sostiene como puede la cotización oficial del peso argentino, pero su valor en los mercados paralelos, no regulados, se desploma. A finales de la semana pasada se rompió la barrera de 400 pesos por un dólar y este martes se aceleró el ritmo de caída para equipararse a la inflación, del 104,3% interanual. Los argentinos que quieren ahorrar en dólares recurren a casas de cambio extraoficiales, donde pagaron 418 pesos por cada moneda estadounidense, 18 pesos más que el viernes pasado. Las empresas cuentan a su disposición instrumentos financieros como el “dólar MEP” o el “contado con liqui”. En el primer caso, por cada dólar tuvieron que depositar 411 pesos; en el segundo, 423 pesos.

La depreciaciónn ha dejado casi sin valor los billetes que circulan de mano en mano en Argentina. El de mayor denominación, de mil pesos, equivale a cuatro dólares en el mercado oficial y a poco más de dos en el extraoficial. Para las empresas, cuadrar los presupuestos y planificar a medio y largo plazo se vuelve un rompecabezas imposible y desalienta inversiones productivas.

Con el nuevo salto, la brecha entre las cotizaciones ha vuelto a aumentar. En el mercado controlado por el Gobierno, el paso hacia adelante ha sido minúsculo: de 222,5 a 223 pesos por dólar. En el “blue” (al que recurren los argentinos de a pie) y en los financieros la depreciación del peso ha sido casi del 5% en el mismo lapso.

La caída del peso es la contracara de la inflación desbocada que registra Argentina, mientras crece la desconfianza en que el Gobierno de Alberto Fernández pueda frenarla en la recta final de su mandato. Según las últimas cifras oficiales, los precios aumentaron un 7,7% entre febrero y marzo, el peor dato intermensual desde la crisis del corralito de 2001-2002.

La escalada de precios es tan rápida que ha dejado atrás incluso el ritmo de devaluación controlada que realiza el Gobierno, por lo que la mayoría de economistas daban por descontada una corrección el tipo de cambio paralelo esta semana. “La inflación de marzo por arriba de lo esperado, más emisión monetaria por el déficit, más dólar agro, más atraso cambiario, todo apunta a un dólar con alas hacia arriba en abril”, anticipó el analista Damián di Pace nada más conocerse el IPC de marzo. “Cada vez que salió un dato de inflación alto, el blue reaccionó acomodándose”, coincide la economista Elisabet Bacigalupo, de la consultora Abeceb. “Por ahora no estamos en una crisis cambiaria. No digo que no vaya a suceder”, tuiteó el periodista y economista Pablo Wende.

Bacigalupo considera que el ministro de Economía, Sergio Massa, diseñó un plan económico destinado a “aguantar hasta las elecciones” presidenciales de octubre y evitar que salte todo por los aires antes. Los numerosos controles cambiarios y las devaluaciones encubiertas por sectores —como el ‘dólar agro’ o el ‘dólar tech’— forman parte de una amplia batería de medidas que han chocado con un obstáculo inesperado: la peor sequía de los últimos 60 años.

El campo argentino, la principal fuente de ingreso de divisas, estima que la mala cosecha de esta campaña supondrá pérdidas de hasta 20.000 millones de dólares. Es un duro golpe para los productores pero también para el Estado, que aplica importantes impuestos a las exportaciones agroindustriales. La disminución de ingresos deteriora aún más las cuentas fiscales e impide la acumulación de reservas y la reducción del déficit pactadas con el Fondo Monetario Internacional a cambio de la reestructuración de una deuda de 44.000 millones de dólares. El freno del campo se reflejará también en el Producto Interior Bruto: después de dos años de crecimiento, este 2023 las previsiones son de una contracción.

Ante ese escenario adverso y a la espera de que el Banco Central decida un nuevo aumento de tasas de interés, los argentinos se vuelcan al dólar. Recurren a la moneda estadounidense para ahorrar pero también como termómetro de la salud de la economía. Ver el dólar por arriba de los 400 pesos despierta en algunos el fantasma de la hiperinflación.

La cesta de la compra, que se ha encarecido casi un 30% en el primer trimestre, es otra mala señal: a principios de año, con mil pesos se podía comprar un kilo de carne. Hoy a duras penas alcanza para dos docenas de huevos o un kilo de tomates.

El deterioro económico agrava la incertidumbre electoral y polariza aún más al país a cuatro meses de las elecciones primarias y a seis de las presidenciales. A través de las redes sociales, detractores del Gobierno peronista exigen la renuncia de Massa mientras que sus defensores advierten que en caso de ganar la oposición la pobreza aumentará y la situación empeorará aún más. La campaña electoral girará alrededor de cómo estabilizar la economía.

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