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Colombia rompe sus récords de cultivos de coca y de producción de cocaína

Las hectáreas sembradas pasaron de 143.000 a 204.000 al cierre de 2021 y las toneladas de droga llegaron a las 1.400. Son las mayores cifras desde que hay registros

Santiago Torrado
Cultivo de Coca en Colombia
Cultivos de coca en Tibú, en el departamento de Norte de Santander, Colombia.Santiago Mesa

Colombia ha alcanzado un nuevo récord en el área dedicada a los cultivos de coca, con más de 200.000 hectáreas en todo su territorio, lo que detiene en seco la tendencia a la baja que había presentado en los últimos años. El informe anual del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de Naciones Unidas (Simci), la medición oficial divulgada este jueves y que hace la Oficina de las Naciones Unidas para las drogas y el delito (Unodc, por sus siglas en inglés), arroja un incremento del 43% en la superficie total destinada a la coca, que se dispara de 143.000 a 204.000 hectáreas al cierre del 2021. Es el primero presentado en el naciente Gobierno de Gustavo Petro, quien ha abogado por acabar con la fallida guerra contra las drogas, pero se refiere a lo ocurrido en el año anterior a su elección y posesión.

El país andino, el mayor productor mundial de coca, había logrado frenar levemente desde 2018 el aumento de las zonas dedicadas a este producto, base de la cocaína, que sin embargo se ha mantenido en niveles sin precedentes desde el anterior récord de 171.000 hectáreas en 2017. El potencial de producción de clorhidrato de cocaína alcanzó 1.400 toneladas el año pasado, también una cifra récord. La producción viene al alza desde 2014 y no siempre ha ido de la mano del incremento de la superficie cultivada, pues ha aumentado la productividad por hectárea.

Es un aumento de cultivo y producción “sin precedentes en la historia del país”, a pesar de los esfuerzos de erradicación, reconoció durante la presentación el ministro de Justicia, Néstor Osuna. “Si continuamos lo mismo que hemos venido haciendo en los últimos 10 o 20 años, el resultado no va a cambiar”, dijo al subrayar que el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, sellado a finales de 2016, marca la hoja de ruta para una política de sustitución de cultivos. El informe es un “campanazo del punto de partida en que nos encontramos”, valoró al agradecer ese “aterrizaje a la realidad”. La nueva política frente a las drogas que aún está en construcción apunta a aspectos como la pacificación de los territorios, pero no contempla legalizar el comercio y el tráfico de cocaína, subrayó.

Tres de los 32 departamentos, Norte de Santander, Nariño y Putumayo, concentran el 62% de toda la coca del país, destacó por su parte Candice Welsch, directora regional de Unodc. Norte de Santander, donde se encuentra la región del Catatumbo, es fronterizo con Venezuela, mientras Nariño y Putumayo están sobre la línea limítrofe con Ecuador. Tibú, en el Catatumbo, es con 22.000 hectáreas el municipio con más cultivos de coca. La medición se toma como la cifra oficial de Colombia, por encima de las que publica Estados Unidos con una metodología diferente. En la medición norteamericana, Colombia tenía en 2021 un total de 234.000 hectáreas de hoja de coca cultivadas, según el informe anual de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas (Ondcp). Los resultados de la ONU fueron publicados varios meses después de la fecha en que habitualmente se divulgan.

“El comienzo de del Gobierno Petro abre una nueva oportunidad para construir acuerdos con las comunidades, en los que el Estado asuma compromisos realistas – no promesas en el aire–, enfocados en la transformación territorial, mientras que avanza la erradicación voluntaria”, en línea con lo contemplado en el acuerdo de paz, escribía el mes pasado en este periódico Juan Carlos Garzón, experto en políticas de seguridad y drogas.

La nueva cifra marca el fracaso de los esfuerzos de erradicación durante el periodo de Iván Duque (2018-2022). El ya expresidente dio un giro en la política antidrogas con respecto a su antecesor, Juan Manuel Santos (2010-2018). Mientras que Santos abogó por cambiar el enfoque en la lucha global contra el narcotráfico, y pidió abordar el problema como un asunto de derechos humanos y salud pública —incluso en su discurso de aceptación del Nobel de Paz por el acuerdo que selló con las FARC, a finales de 2016, y en sus intervenciones ante la Asamblea General de la ONU—, Duque marcó una línea más dura, volvió al prohibicionismo y favoreció la erradicación forzosa en detrimento de la sustitución voluntaria pactada con las comunidades de campesinos. También insistió en regresar a las fumigaciones aéreas con glifosato, algo que no consiguió por las dificultades jurídicas y operativas en lograrlo. Desde que se suspendieron las aspersiones en 2015, académicos, ambientalistas y organizaciones sociales han rechazado el uso de este herbicida potencialmente cancerígeno.

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Con el Gobierno de Petro, el primer mandatario de izquierdas en la historia reciente del país, las fumigaciones con glifosato seguirán prohibidas y el presidente aboga por acabar la guerra contra las drogas. En su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU, hace exactamente un mes, la calificó sin rodeos de fracaso y subrayó que el narcotráfico no solo es un problema de los países productores como Colombia, sino de las naciones consumidoras como Estados Unidos. “Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acabar con la irracional guerra contra las drogas”, dijo en su alegato.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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