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España busca nuevas y mejores oportunidades en la turbulenta economía turca

El intercambio de bienes entre ambos países se mantiene sólido desde hace décadas y quiere llegar a 25.000 millones en 2030. Renovables, digitalización y ferroviario, áreas con potencial

El comercio exterior de España con Turquía Gráfico
Belén Trincado Aznar

Con raíces profundas y ramas que se extienden. Así son los lazos entre Turquía y España, como un árbol centenario cuyas primeras semillas se plantaron en 1783, con la firma del Tratado de Paz, Amistad y Comercio entre el Imperio Otomano y el Reino español, que marcó el inicio de los vínculos diplomáticos y sentó las bases para puentes comerciales y culturales. La conexión ha sido marcada por periodos de cooperación y tensión geopolítica, pero encontró estabilidad a mediados de 1980, con la adhesión de España a la OTAN y a la UE, y el retorno de Turquía a la democracia parlamentaria. Con la oleada de inversiones españolas entre 2005 y 2015, el nexo ha florecido constantemente. El comercio bilateral es muestra de ello: en 2023 superó los 18.000 millones de euros y el objetivo es llegar a 25.000 millones anuales en los próximos cinco años.

Esto fue uno de los grandes anuncios de la VIII Cumbre Intergubernamental entre España y Turquía, celebrada en junio, y con 15 años de historia. “La relación entre ambos países viene de largo, y es importante ponerla en valor y explorar nuevas posibilidades”, afirma Marta Blanco, presidenta de CEOE Internacional. España es la quinta economía que más invierte en suelo turco a través de más de 775 empresas que han desembolsado unos 11.277 millones de euros en la última década, según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Turquía. Firmas como BBVA, Mapfre, Grupo Antolín, Gestamp Holding, Ferrovial y Acciona tienen una gran trayectoria en ese territorio, la puerta de entrada a Oriente Medio. Los inversores turcos en España son aproximadamente 125.

Empresas como Beko, conocida en España por su amplia gama de electrodomésticos; Hidromek, en maquinaria hidráulica, y Çimsa, en cemento y prefabricados. Detrás de ellas hay también un gran número de pymes que se ven beneficiadas de esta relación, abunda Blanco. “Las relaciones comerciales y de inversiones han avanzado en los últimos años, especialmente en automoción, maquinaria, industria textil, metalúrgica y química”, comenta Luis Rodrigo de Castro, profesor de relaciones internacionales de la Universidad CEU San Pablo. Pero es especialmente relevante en los sectores financiero, industrial, de infraestructuras y energético, indican fuentes de la Dirección General de Comercio Internacional e Inversiones de la Secretaría de Estado de Comercio junto con la Oficina Económica y Comercial de Ankara. También existen otros terrenos por explorar. “La lucha contra el cambio climático, las energías limpias, la digitalización y el transporte ferroviario son campos de gran potencial”, afirman.

Hay muchas oportunidades a futuro gracias a un marco institucional sólido. Turquía pertenece a la Unión Aduanera desde 1995, lo que facilita los intercambios con España. También hay convenios bilaterales, como el de evitar la doble imposición y el de promoción y protección de inversiones. Sin embargo, Ankara hace frente a un contexto macroeconómico turbulento, con inflación interanual por encima del 20% desde finales de 2021, una depreciación de su moneda desde 2019, déficits por cuenta corriente, creciente deuda externa y falta de reservas de divisas.

Barreras

Este panorama condiciona la confianza de los inversores internacionales, explica Eszter Wirth, profesora de Economía Internacional de Comillas ICADE. “Desde 2018, el presidente [Recep Tayyip] Erdoğan ha intentado ejercer un férreo control sobre las políticas económicas, poniendo en peligro la independencia del Banco Central”, destaca. Pese a esto, la lira se ha estabilizado frente al dólar y al euro en los últimos tres meses. “Esto incentivaría la inversión extranjera y mitigaría la inflación generada por el encarecimiento de las importaciones”, dice.

Los factores económicos son determinantes para alcanzar las metas de ambos Gobiernos. “La alta inflación, la debilidad de la moneda y el desequilibrio fiscal afectan negativamente las relaciones comerciales. Los productos españoles se vuelven más caros para los consumidores de Turquía, reduciendo la demanda, mientras que los bienes turcos se abaratan en el mercado español e internacional, aumentando la competencia para las exportaciones españolas”, detalla De Castro.

El desempeño de la economía turca se ha mantenido a tasas relativamente altas desde la pandemia. Sus condiciones climáticas y geológicas favorecen el desarrollo de una agricultura potente, y cuenta con una población joven y activa. “Su industria representa alrededor del 30% del PIB, tiene buenas infraestructuras y logística, y una ubicación geográfica estratégica”, resalta Blanco. “Además, sus estándares son muy similares a los europeos, lo que facilita la colaboración”.

Turquía quiere alcanzar un mix energético renovable del 50% para 2035, lo cual abre puertas para empresas españolas. También hay oportunidades en África, donde contratistas turcos están activos y pueden colaborar con firmas españolas. “Está interesada en nuestra experiencia en América Latina, lo que podría llevar a proyectos conjuntos en la región”, concluye la representante de la CEOE.

Muy buena sintonía entre Madrid-Ankara

El valor de la relación. Las exportaciones españolas de bienes pasaron de 6.762 millones de euros en 2022 a 8.766 millones en 2023, un 29,6% más. Las importaciones desde Turquía disminuyeron de 10.093 millones en 2022 a 9.120 millones en 2023, una caída del 9,6%.

Gran avance. Los intercambios han tenido un crecimiento positivo y continuado en los últimos años: se han multiplicado casi por cuatro desde 2005 y casi duplicado desde 2010. Entre ambas naciones hay un Acuerdo de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones desde 1998 y un Convenio para evitar la Doble Imposición desde 2003. 

Ventas. España exporta vehículos, productos químicos, farmacéuticos y metalúrgicos. Turquía vende al país textiles, productos metalúrgicos y componentes de automóviles. Además, forma parte de una unión aduanera con la UE desde 1995. 

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