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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

El insufrible y ominoso ruido de togas

José María Izquierdo

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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

⁸Todavía se nos eriza el vello de los brazos a los más vetustos del lugar cuando oímos la expresión ruido de sables. Huyeron espantados los espadones cuando la democracia les relegó al oscuro rincón de los recuerdos, pero esa superestructura a la que representaban, perdonen ustedes el término marxista, algunos no tenemos arreglo, ha vuelto en forma de adustos señores, y señoras, por supuesto, embozados todos ellos en la negra toga, apenas si orlada con unas cursis puñetas. Aquí tenemos, opresiva y angustiosa, olvidados, por groseros, los se sienten, coño, a esa misma capa de obediente milicia transmutada en Brigada Político Judicial –nosotros somos muy educados y hemos leído muchos códices– al servicio de esa mezcla ridícula y asfixiante de señoritos con tanto poder económico como caspa en los hombros, siempre cargados de chulería patriótica. Llegaron los ilustrísimos señores jueces, quítenme toda la basura que me estorba, que ahora vengo yo, Pedro Navaja, con el tumba'o que tienen los guapos al caminar, 

Por supuesto que la cosa viene de antiguo pero la enfermedad se ha agravado. Y hoy se han convertido en pieza fundamental de ese conglomerado dedicado en cuerpo y alma a derribar, a como dé lugar, a cualquier gobierno que pretenda hacer una política mínimamente de izquierdas, que tampoco hay que esperar a que lleguen los soviets. Los jueces, y muchos fiscales, son hoy piezas irremplazables en el mecanismo demoledor que ha creado la derecha de este país para destruir al Gobierno. Su labor es imprescindible para el señalamiento de las piezas a abatir, situar los nombres en la diana, el muñeco al que golpear con saña, labor a la que se suman, eufóricos, las redes sociales y los comentaristas de la prensa de la derecha, esto es, de la extrema derecha. El paraguas se lo brinda un Partido Popular envilecido bajo la dirección de Alberto Núñez Feijóo –¿de verdad es menos fiero y destructivo este nuevo ocupante de la sede de Génova, pagada con dinero negro, por cierto, que aquel pimpollo Pablo Casado, el señor lo tenga en su gloria?– en dura pugna para llevarse el pastel de la indignidad con los ultras de Vox o incluso del infamante Alvise, hay que ver a lo que hemos llegado. 

Los hechos son tozudos y los tenemos delante, imposibles de soslayar como rocas gigantescas en mitad del carril bici. Decíamos que la cosa viene empeorando desde hace muchos años, pero quedémonos, para no hacer el cuento demasiado largo,  en la revuelta de sus ilustrísimas desde el pasado año, cuando en el mundo político se empezaba a hablar de amnistía para los implicados en el llamado procés. Eso no es posible, se dijeron ellos, si nosotros ya les hemos condenado al infierno, cómo osan unos desharrapados como Pedro Sánchez y su banda de bolivarianos poner en solfa las eximias cavilaciones de nuestro ídolo Manuel Marchena, pónganse en pie al oír su nombre, sumadas a la obra magna del excelentísimo Pablo Llarena, palo tras palo en cualquier instancia europea, pero erre que erre, chufla, chufla, que como no te apartes tú.