Vacunas e inmunización: ¿qué es la vacunación?

23 de abril de 2024 | Preguntas y respuestas

Actualizado el 23 de avril de 2024

La vacunación es una forma sencilla, inocua y eficaz de protegernos contra enfermedades dañinas antes de entrar en contacto con ellas. Las vacunas activan las defensas naturales del organismo para que aprendan a resistir a infecciones específicas, y fortalecen el sistema inmunitario.

Tras vacunarnos, nuestro sistema inmunitario produce anticuerpos, como ocurre cuando nos exponemos a una enfermedad, con la diferencia de que las vacunas contienen solamente microbios (como virus o bacterias) muertos o debilitados y no causan enfermedades ni complicaciones.

La mayoría de las vacunas se inyectan, pero otras se ingieren (vía oral) o se nebulizan en la nariz.

Las vacunas ponen en marcha las defensas naturales del organismo y, de ese modo, reducen el riesgo de contraer enfermedades. Actúan desencadenando una respuesta de nuestro sistema inmunitario, que:

  • reconoce al microbio invasor (por ejemplo, un virus o una bacteria);
  • genera anticuerpos, que son proteínas que nuestro sistema inmunitario produce naturalmente para luchar contra las enfermedades;
  • recuerda la enfermedad y el modo de combatirla. Si, en el futuro, nos vemos expuestos al microbio contra el que protege la vacuna, nuestro sistema inmunitario podrá destruirlo rápidamente antes de que empecemos a sentirnos mal.

En definitiva, las vacunas son una forma ingeniosa e inocua de inducir una respuesta inmunitaria sin causar enfermedades.

Nuestro sistema inmunitario está diseñado para recordar. Tras la administración de una o más dosis de una vacuna contra una enfermedad concreta, quedamos protegidos contra ella, normalmente durante años, décadas o incluso para toda la vida. Por eso las vacunas son tan eficaces: en vez de tratar una enfermedad cuando esta aparece, evitan que nos enfermemos.

Las vacunas nos protegen durante toda la vida y en diferentes edades, desde el nacimiento hasta la edad infantil, durante la adolescencia y la edad adulta. La mayoría de los países proporcionan cartillas de vacunación, tanto a los niños como a los adultos, en las que se consignan las vacunas que han recibido y las nuevas vacunas o las dosis de refuerzo que se les deben administrar más adelante. Todos debemos asegurarnos de estar al día con la vacunación.

Retrasar el momento de vacunarnos es correr el riesgo de enfermarnos gravemente. Si esperamos a hacerlo hasta arriesgarnos a exponernos a una enfermedad (por ejemplo, durante un brote), puede ser demasiado tarde para que la vacuna actúe y para recibir todas las dosis recomendadas.

Si ha omitido alguna de las vacunas recomendadas para usted o su hijo, 
hable con su profesional de la salud para ponerse al día.

Si no nos vacunamos, corremos el riesgo de contraer enfermedades graves como el sarampión, la meningitis, la neumonía, el tétanos y la poliomielitis, muchas de las cuales pueden ser discapacitantes y mortales. Según los cálculos de la OMS, las vacunas infantiles salvan la vida de 4 millones de niños cada año.

Aunque algunas enfermedades son actualmente poco frecuentes, los patógenos que las causan continúan circulando en todo el mundo o en partes de él. Hoy en día, las enfermedades infecciosas atraviesan fronteras con facilidad e infectan a las personas que no están protegidas.

Las dos principales razones para vacunarse son protegernos a nosotros mismos y proteger a las personas que nos rodean. Puesto que no se puede vacunar a todas las personas —por ejemplo, no es recomendable para los recién nacidos, las personas gravemente enfermas y las que pueden presentar determinadas alergias—, al protegernos nosotros evitamos contagiarles enfermedades que se pueden prevenir mediante vacunación.

Las vacunas protegen contra muchas enfermedades, entre ellas:

  • el cáncer cervicouterino
  • el cólera
  • la COVID-19
  • la difteria
  • la encefalitis japonesa
  • la enfermedad por el virus del Ebola
  • la fiebre amarilla
  • la fiebre tifoidea
  • la hepatitis B
  • la gripe
  • las infecciones por rotavirus
  • la meningitis
  • la neumonía
  • las paperas
  • la poliomielitis
  • la rabia
  • la rubéola
  • el sarampión
  • el tétanos
  • la tosferina
  • la varicela

Actualmente se siguen desarrollando otras vacunas, y algunas de ellas ya se administran experimentalmente. Es el caso de las que protegen contra el virus Zika o contra el paludismo, que todavía no están disponibles en todo el mundo.

Es posible que, en su país, no necesite todas estas vacunas. Algunas solo es necesario administrarlas en situaciones específicas: antes de viajar a determinados lugares, en las zonas de riesgo o cuando una persona corre un riesgo elevado de infectarse por motivos laborales. Los profesionales sanitarios le informarán de las vacunas que necesitan usted y su familia.

Prácticamente todo el mundo se puede vacunar. Sin embargo, la vacunación está desaconsejada o debe postergarse en situaciones específicas o cuando se presentan determinadas enfermedades orgánicas:

  • enfermedades o tratamientos crónicos (como la quimioterapia) que afecten al sistema inmunitario;
  • alergias graves o potencialmente mortales a componentes de las vacunas (cabe señalar que estas alergias son muy raras);
  • una enfermedad grave y fiebre alta el día de la vacunación.

Aun así, estos factores suelen variar en función de la vacuna. Si no está seguro de que usted o su niño pueden recibir una determinada vacuna, pregúntelo a los profesionales sanitarios. Ellos le ayudarán a decidir con conocimiento de causa acerca de su vacunación o de la de su hijo.

Todos los componentes de las vacunas son importantes para garantizar su inocuidad y su eficacia. Estos son algunos de ellos:

  • El antígeno: es una forma muerta o debilitada de un patógeno (por ejemplo, un virus o una bacteria) que prepara a nuestro organismo para reconocer y combatir una determinada enfermedad en el futuro.
  • Adyuvantes: ayudan a incrementar la respuesta inmunitaria y, así, facilitan la acción de las vacunas.
  • Conservantes: garantizan que la vacuna mantiene su eficacia.
  • Estabilizantes: protegen la vacuna durante su transporte y almacenamiento.

Algunos de los componentes que figuran en la etiqueta de las vacunas nos son desconocidos, pero muchos de ellos están presentes de forma natural en nuestro organismo, en nuestro entorno y en los alimentos que ingerimos. Para garantizar su inocuidad, se hace un examen y un seguimiento integral de todas las vacunas y de sus ingredientes por separado.

La vacunación es inocua y, aunque pueda producir efectos secundarios, como dolor en el brazo o fiebre baja, suelen ser muy leves y temporales. Si bien no puede descartarse que ocasionen efectos secundarios graves, estos son sumamente raros.

Todas las vacunas autorizadas son sometidas a pruebas rigurosas a lo largo de las distintas fases de los ensayos clínicos, y siguen siendo evaluadas con regularidad tras su comercialización. Además, los científicos hacen un seguimiento constante de la información procedente de diversas fuentes en busca de indicios de que causen efectos adversos.

Es mucho más probable padecer lesiones graves por una enfermedad prevenible mediante vacunación que por una vacuna. Por ejemplo, el tétanos puede ocasionar dolores muy intensos, espasmos musculares (por ejemplo, de músculos que se utilizan para masticar) y coágulos sanguíneos, mientras que sarampión puede inflamar el encéfalo (encefalitis) y causar ceguera. Muchas enfermedades prevenibles mediante vacunación nos pueden matar. Los beneficios de la vacunación superan con creces los riesgos a los que exponen, y sin vacunas habría muchos más casos de enfermedades y de defunciones.

Más información

Como todos los medicamentos, las vacunas pueden causar efectos secundarios leves —por ejemplo, fiebre baja, dolor o enrojecimiento en el lugar de inyección—, que desaparecen espontáneamente a los pocos días.

Raramente producen efectos secundarios más graves o duraderos: la probabilidad de sufrir una reacción grave a una vacuna es de uno entre un millón.

Las vacunas se someten a una vigilancia continua para garantizar su inocuidad y detectar posibles efectos adversos, que son infrecuentes.

Se ha demostrado científicamente que administrar varias vacunas al mismo tiempo no causa efectos negativos. Los niños están expuestos cada día a cientos de sustancias que desencadenan respuestas inmunitarias. Al ingerir un alimento, introduce nuevos gérmenes en su organismo, y su nariz y su boca albergan muchas bacterias.

Cuando se administra a un niño una vacuna múltiple (por ejemplo, contra la difteria, la tosferina y el tétanos) se reduce el número de inyecciones y se le causa menos malestar. Además, se garantiza que recibe las vacunas que necesita en el momento adecuado para no exponerlo al riesgo de contraer enfermedades potencialmente mortales.

No existen pruebas que demuestren vínculo alguno entre las vacunas y el autismo u otros trastornos de su espectro. Ello se ha comprobado en numerosos estudios que han incluido a un número muy alto de individuos.

En 1998 se publicó un estudio que sembró dudas sobre la posible relación entre una vacuna triple (contra el sarampión, las paperas y la rubeola) y el autismo. Sin embargo, posteriormente se comprobó que el estudio presentaba numerosas deficiencias y era fraudulento. La revista que lo había publicado lo eliminó y a su autor se le retiró la licencia para ejercer la medicina. Por desgracia, este artículo asustó a algunas personas y las tasas de inmunización contra algunas enfermedades cayeron en determinados países, con la consiguiente aparición de brotes.

Es responsabilidad de todos difundir solamente información científica fiable acerca de las vacunas y de las enfermedades que previenen.

Prácticamente todos los casos de cáncer de cuello uterino comienzan con una infección por PVH de transmisión sexual. Si se administra antes de la exposición al virus, la vacuna ofrece la mejor protección contra esta enfermedad. Después de la vacunación, estudios realizados en Australia, Bélgica, Alemania, Nueva Zelanda, Suecia, el Reino Unido y los Estados Unidos de América han demostrado reducciones de hasta un 90% en las infecciones por VPH en adolescentes y mujeres jóvenes. Se ha demostrado que la vacuna contra el VPH es segura y eficaz. La OMS recomienda que todas las niñas de 9 a 14 años reciban 2 dosis de la vacuna, junto con la detección del cáncer de cuello uterino más adelante en la vida.

Si tiene dudas acerca de las vacunas, confíe en los profesionales sanitarios. Ellos se las aclararán con información basada en datos científicos sobre la vacunación para usted y para su familia, y le proporcionarán el calendario vacunal recomendado en su país.

En internet, confíe solamente en fuentes fiables para informarse sobre las vacunas. Para ayudarle a reconocerlas, la OMS ha examinado y certificado muchos sitios web de todo el mundo que contienen solamente información basada en datos científicos fiables y revisiones independientes realizadas por los mejores expertos técnicos. Todos estos sitios web son miembros de la Red de Seguridad Vacunal.