Alocución de apertura del Director General de la OMS en la rueda de prensa sobre la COVID-19 celebrada el 3 de marzo de 2020

3 de marzo de 2020

Buenas tardes, y gracias una vez más por unirse a nosotros en esta sala y también a través de internet. 

Hoy es mi cumpleaños, y he recibido un magnífico regalo de la República Democrática del Congo, en mi propio continente, África. Llevamos dos semanas sin que se notifique un solo caso de ebola, y en estos momentos no hay ningún paciente en tratamiento. 

Esta es una muy buena noticia no solamente para mí, sino para todo el mundo – recuerdo que antes todo el mundo estaba preocupado por el ebola –, y sobre todo para los miles de trabajadores sanitarios que han sacrificado tanto en la lucha contra el ebola, y para conseguir que estemos donde estamos. 

Pero justo cuando parece que termina una epidemia, cuando afloja el combate en uno de los frentes, en otro se complica cada vez más. 

En estos momentos, la cifra total de casos notificados de COVID-19 en todo el mundo es de 90 893, y 3110 víctimas mortales. 

En las últimas 24 horas, China ha notificado 129 casos, la cifra más baja desde el 20 de enero. 

Fuera de China se han notificado 1848 casos en 48 países. El 80% de estos casos se concentran en tan solo tres países: la República de Corea, la República Islámica del Irán e Italia. 

Doce nuevos países han notificado sus primeros casos, por lo que ahora hay 21 países con un caso. 

Hay 122 países que no han notificado ningún caso. 

Las medidas que adopten hoy esos nuevos países afectados marcarán la diferencia entre un puñado de casos y un grupo más grande. 

Entendemos que la gente sienta miedo e incertidumbre. El miedo es una respuesta humana natural ante cualquier amenaza, sobre todo cuando es una amenaza que no comprendemos del todo. 

Pero a medida que obtenemos más datos, comprendemos cada vez mejor este virus y la enfermedad que causa. 

Este virus no es el SRAS, ni el MERS, ni tampoco la gripe. Es un virus único con características únicas. 

Tanto la COVID-19 como la gripe causan enfermedades respiratorias y se propagan de la misma manera, a través de pequeñas gotículas de líquidos procedentes de la nariz y la boca de una persona enferma. 

Sin embargo, hay algunas diferencias importantes entre la COVID-19 y la gripe.  

En primer lugar, la COVID-19 no se transmite de forma tan eficiente como la gripe, según los datos que tenemos hasta ahora. 

Cuando se trata de la gripe, las personas infectadas pero que aún no están enfermas son las principales vías de transmisión, lo que no parece ser el caso con la COVID-19. 

Los datos procedentes de China indican que solo el 1% de los casos notificados no presentan síntomas, y la mayoría de esos casos desarrollan síntomas en un plazo de 2 días. 

Algunos países están utilizando sistemas de vigilancia diseñados para la gripe y otras enfermedades respiratorias para buscar casos de COVID-19.   

Países como China, Ghana, Singapur y otros han encontrado muy pocos casos de COVID-19 entre esas muestras, o ninguno en absoluto. 

La única forma de estar seguros es buscar anticuerpos contra la COVID-19 en un gran número de personas, y en estos momentos hay varios países que están llevando a cabo estudios en este sentido. Eso nos permitirá comprender mejor el alcance de la infección en las poblaciones a lo largo del tiempo. 

La OMS ha elaborado una serie de protocolos sobre la forma de realizar esos estudios, y alentamos a todos los países a que los lleven a cabo y den a conocer sus resultados. 

La segunda gran diferencia es que la COVID-19 causa una enfermedad más grave que la gripe estacional. 

Hay muchas personas en todo el mundo que han desarrollado inmunidad a las cepas de la gripe estacional, mientras que el virus responsable de la COVID-19 es nuevo y nadie es inmune a él. Eso significa que hay más personas susceptibles a la infección, y que algunas de ellas padecerán una enfermedad grave. 

A nivel mundial, alrededor del 3,4% de los casos notificados de COVID-19 han tenido como resultado la muerte. En comparación, la mortalidad causada por la gripe estacional suele estar muy por debajo del 1% de los infectados. 

En tercer lugar, disponemos de vacunas y terapias para la gripe estacional, pero por el momento no hay ninguna vacuna ni ningún tratamiento específico para la COVID-19. No obstante, se están realizando ensayos clínicos de distintas terapias y hay más de 20 vacunas en desarrollo. 

Y en cuarto lugar, la contención de la gripe estacional es algo que no se plantea: simplemente no es posible. Pero sí es posible en el caso de la COVID-19. No dedicamos esfuerzos a rastrear los contactos con la gripe estacional, pero los países sí deberían hacerlo con la COVID-19, porque de ese modo se evitarán infecciones y se salvarán vidas. La contención es posible. 

En resumen, la COVID-19 se propaga de forma menos eficiente que la gripe, su transmisión no parece estar impulsada por personas que no se encuentran enfermas, la enfermedad que causa es más grave que la gripe, todavía no existen vacunas ni terapias frente a ella y la contención es posible, razón por la cual debemos hacer cuanto esté en nuestra mano por contenerla. Por todo ello la OMS recomienda adoptar un enfoque integral. 

Estas diferencias significan que no podemos abordar la COVID-19 como si se tratara de la gripe. 

No obstante, existen suficientes similitudes entre ambas como para que los países no empiecen desde cero. Muchos países llevan décadas invirtiendo en el desarrollo de sus sistemas de detección y respuesta ante la gripe. 

En la medida que la COVID-19 es también un patógeno de las vías respiratorias, esos sistemas pueden y deben ser adaptados para la COVID-19, y así se está haciendo. 

Sin embargo, nos preocupa que la capacidad de respuesta de los países se vea comprometida por los graves y crecientes desajustes que se están produciendo en el suministro mundial de equipo de protección personal, causados por el aumento de la demanda, el acaparamiento y el uso indebido. 

Esta situación de escasez está dejando a médicos, enfermeras y otros trabajadores sanitarios de primera línea peligrosamente mal equipados para atender a los pacientes de COVID-19, debido al limitado acceso a suministros como guantes, mascarillas médicas, respiradores, gafas, protectores faciales, batas y delantales. 

No podemos detener la COVID-19 si no protegemos a nuestros trabajadores sanitarios. 

Los precios de las mascarillas quirúrgicas se han multiplicado por seis, los respiradores N95 cuestan más del triple que antes y las batas el doble. 

Los suministros pueden tardar meses en llegar, se llevan a cabo toda clase de manipulaciones del mercado y las existencias se venden a menudo al mejor postor. 

La OMS ha enviado casi medio millón de equipos completos de protección personal a 47 países, pero las existencias se están agotando rápidamente. 

La OMS estima que cada mes se necesitarán 89 millones de mascarillas médicas para apoyar la respuesta a la COVID-19, así como 76 millones de guantes de examen y 1,6 millones de gafas protectoras. 

La OMS ha establecido una serie de directrices sobre la manera de racionalizar el uso del equipo de protección personal en los centros de salud y de gestionar eficazmente las cadenas de suministro. 

También estamos trabajando con los gobiernos, los fabricantes y la Red Mundial de Cadena de Suministro contra la Pandemia con el fin de incrementar la producción y asegurar los suministros necesarios para los países que se encuentran en situación crítica o de riesgo. 

A nivel mundial, se estima que la provisión de equipo de protección personal debe aumentar un 40%. 

Seguimos apelando a los fabricantes para que aumenten urgentemente la producción a fin de satisfacer esta demanda y garantizar los suministros. 

También hemos hecho un llamamiento a los gobiernos para que introduzcan incentivos que fomenten el aumento de la producción por parte de los fabricantes. Eso incluye la relajación de las restricciones a la exportación y distribución de equipo de protección personal y otros suministros médicos. 

Una vez más, se trata de una cuestión de solidaridad. Esto no es algo que pueda resolver la OMS por sí sola, o con la ayuda de un único sector. Es necesario que todos trabajemos juntos para asegurar que todos los países puedan proteger a las personas que nos protegen a todos los demás. 

Muchas gracias.