Discurso de apertura del Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, en la 75.ª Asamblea Mundial de la Salud - ‎23 de mayo de 2023 ‎

23 de mayo de 2022

Excelentísimo señor Ahmed Robleh Abdilleh, Ministro de Salud de Djibouti y Presidente de la 75.ª Asamblea Mundial de la Salud, excelencias, ministros, jefes de delegación, estimados colegas y amigos,

Ayer dediqué mi alocución al lema de «Salud para la paz, paz para la salud», que los Estados Miembros examinarán en el debate general. Hoy quisiera comenzar mirando hacia atrás, hacia el camino que hemos recorrido en los últimos cinco años.

Ustedes me eligieron hace apenas cinco años, con un ambicioso programa para la cobertura sanitaria universal; las emergencias sanitarias; la salud de la mujer, el niño y el adolescente; las consecuencias del cambio climático y ambiental en la salud; y la transformación de la OMS. Esas prioridades evolucionaron hacia el 13.º Programa General de Trabajo y las metas de los «tres mil millones», que la Asamblea de la Salud adoptó en 2018.

El Informe sobre los resultados de la OMS para 2020-2021 presenta de forma detallada e interactiva la labor que hemos realizado en los dos últimos años en cada una de las metas de los «tres mil millones». Les recomiendo que lo consulten. Pero también quiero reflexionar sobre todo lo que hemos logrado juntos en los últimos cinco años.

El progreso no siempre es rápido ni fácil de medir. Pero a pequeña y gran escala, de maneras perceptibles e imperceptibles, me enorgullece decir que esta Organización está consiguiendo cambios importantes.

Permítanme que comience por nuestros esfuerzos para que mil millones más de personas gocen de mejor salud y bienestar. Nuestra previsión es que casi alcanzaremos esta meta en 2023, si bien los progresos son solo una cuarta parte de los requeridos para alcanzar las metas pertinentes de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Aun así, hay tendencias alentadoras y excelentes resultados que celebrar. En la lucha contra los factores de riesgo de las enfermedades no transmisibles, muchos países logran progresos con la reducción del uso de productos perjudiciales para la salud.

El consumo de tabaco sigue disminuyendo. Desde 2018, el número de países en vías de cumplir la meta de reducir el consumo de tabaco en un 30% entre 2010 y 2025 casi se ha duplicado, pasando de 32 a 60 países.

También hemos constatado progresos alentadores en nuestro objetivo de eliminar del suministro mundial de alimentos las grasas trans de producción industrial de aquí a 2023. Desde la puesta en marcha de nuestra iniciativa REPLACE en 2018, se han introducido políticas obligatorias que prohíben el uso de grasas trans de producción industrial en 58 países, lo que representa el 40% de la población mundial.

Y en los últimos cinco años, más de dos tercios de los Estados Miembros han introducido impuestos especiales, o han aumentado los ya existentes, sobre al menos un producto perjudicial para la salud, como el tabaco, el alcohol o las bebidas azucaradas.

Al mismo tiempo, la OMS ha prestado apoyo a los países en el establecimiento de condiciones ambientales y vitales que favorecen la salud. En la 26.ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), celebrada el año pasado, más de 50 países acordaron adoptar medidas concretas para establecer sistemas de salud resilientes al cambio climático y que generen bajas emisiones de carbono. Hemos publicado nuevas directrices sobre la contaminación del aire, en las que se establecen nuevos límites para la calidad del aire partiendo de la creciente evidencia de los daños que la contaminación del aire —en concentraciones aún más bajas de lo que se pensaba anteriormente— provoca en la salud.

Setenta y un países utilizan actualmente las directrices o instrumentos de la OMS sobre la respuesta del sector de la salud a la violencia contra la mujer. Las muertes en carretera se han estabilizado, pese al aumento continuo en el número de automóviles. Y se ha ampliado la Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores, que respalda en 52 países a más de 1300 ciudades con el objetivo de que sean mejores lugares para vivir y envejecer.

Pasemos ahora a nuestros esfuerzos por conseguir cobertura sanitaria universal para mil millones más de personas a más tardar en 2023.

Vamos muy a la zaga, ya que el avance logrado es inferior a una cuarta parte de lo requerido para alcanzar la meta de los mil millones. Incluso antes de la pandemia, calculábamos que para 2023 solo 270 millones de personas más tendrían cobertura, un déficit de 730 millones frente a la meta marcada de 1000 millones. Las interrupciones en los servicios de salud durante la pandemia nos han hecho retroceder, por lo que calculamos que el déficit podría alcanzar los 840 millones.

Con todo, podemos sentirnos orgullosos de muchos de los logros conseguidos en los últimos cinco años en nuestra labor de fortalecer los sistemas de salud y luchar contra las enfermedades transmisibles y no transmisibles.

En el ámbito político, hemos sido testigos de dos compromisos importantes: la Declaración de Astaná sobre Atención Primaria de Salud en 2018 y la declaración política de la reunión de alto nivel sobre la cobertura sanitaria universal de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2019.

El Programa Especial de la OMS sobre Atención Primaria de la Salud presta apoyo a 115 países, frente a los 30 de hace cinco años. Desde 2015, el 95% de esos países ha avanzado hacia una mayor cobertura de servicios.

También hemos visto tendencias alentadoras en nuestra labor de fortalecer el personal de salud en todo el mundo. Entre 2013 y 2020, el número de trabajadores de la salud a nivel mundial aumentó en un 29%. Anteriormente habíamos pronosticado un déficit mundial de 18 millones de trabajadores de la salud para 2030. El déficit pronosticado se ha reducido a 15 millones, si bien sigue siendo un déficit enorme.

En los últimos cinco años, también hemos logrado avances considerables en la ampliación del acceso a medicamentos y otros productos de salud esenciales. Hemos precalificado 53 vacunas, 50 productos de diagnóstico in vitro y 288 medicamentos, entre los que se incluyen nuevos tratamientos importantes contra el VIH, las hepatitis, la tuberculosis, el paludismo, las enfermedades tropicales desatendidas y la COVID-19. Asimismo, hemos precalificado dos medicamentos biosimilares contra el cáncer y hemos puesto en marcha un programa experimental para precalificar la insulina humana, con el fin de que estos tratamientos —vitales pero costosos— sean más asequibles y accesibles.

Durante la pandemia, hemos introducido en la lista de uso en emergencias 12 vacunas contra la COVID-19 y 28 productos de diagnóstico in vitro. En un plazo de 15 días tras la inclusión de algunas vacunas en la lista de uso en emergencias, 101 países habían emitido su propia autorización de reglamentación, lo que da una idea del peso que se otorga en esos países al sello de aprobación de la OMS.

Hemos evaluado los sistemas de reglamentación de 80 países y apoyado a otros 10 países a desarrollarse hasta niveles de reglamentación más altos, cuatro de ellos en África: Egipto, Ghana, Nigeria y Tanzanía.

Tras reconocer que casi el 90% de los Estados Miembros declaran utilizar la medicina tradicional, el mes pasado establecimos el Centro Mundial para la Medicina Tradicional en la India, con el objetivo de generar un corpus fiable de evidencias y datos para las prácticas y los productos que utilizan muchos millones de personas.

Por lo que respecta a las enfermedades transmisibles, las directrices de la OMS han impulsado importantes avances en las pruebas y el tratamiento del VIH, lo que ha dado lugar a una disminución del 32% en la mortalidad por VIH desde 2016. Hemos certificado en 15 países la eliminación de la transmisión maternoinfantil del VIH y/o la sífilis.

Se ha alcanzado la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible relativa a la hepatitis B, y desde 2015 el número de personas que ha recibido tratamiento para la hepatitis C se ha multiplicado por nueve hasta los 9,4 millones, lo que ha revertido por primera vez la tendencia de mortalidad en aumento.

En cuanto a la tuberculosis, 33 países han alcanzado la meta de reducir en un 35% las muertes por tuberculosis desde 2015, y 86 han logrado una reducción del 20% en la incidencia de la enfermedad. Desde 2012, otros nueve países han recibido la certificación de estar libres de paludismo, mientras que los casos en el Gran Mekong han disminuido en casi un 90%.

Y, por primera vez, tenemos una vacuna contra el paludismo. Más de un millón de niños en Ghana, Kenya y Malawi han recibido al menos una dosis. El uso generalizado de esta vacuna, como recomendó la OMS el año pasado, podría salvar la vida a decenas de miles de jóvenes cada año, especialmente en África.

En los últimos cinco años, otros 14 países y territorios han eliminado al menos una enfermedad tropical desatendida. Los casos de tripanosomiasis africana se han reducido en un 90% en 10 años. El año pasado se notificaron solamente 15 casos de dracunculosis frente a los 3,5 millones de mediados de la década de 1980. En lo que va de año solo se han notificado dos casos.

Nuestro sueño de un mundo sin poliomielitis está casi a nuestro alcance, puesto que en lo que va de año solamente se han notificado cuatro casos de poliovirus salvaje en el Afganistán y el Pakistán, si bien es cierto que los dos nuevos casos notificados en Malawi y Mozambique son un revés.

Desde 2017, la OMS y nuestros asociados de la Iniciativa de Erradicación Mundial de la Poliomielitis han entregado 1400 millones de dosis de vacunas antipoliomielíticas a los Estados Miembros gratuitamente. Nuestras inversiones en la lucha contra la poliomielitis no terminarán cuando se ponga fin a la enfermedad. La infraestructura y los conocimientos especializados que hemos acumulado se utilizan para ofrecer otras vacunas y servicios de salud, en particular contra la COVID-19.

También hemos logrado enormes progresos en nuestra acción contra la resistencia a los antimicrobianos. Para hacer frente a la amenaza de la resistencia a los antimicrobianos es preciso contar con un liderazgo político al más alto nivel, y por eso establecimos el Grupo de Liderazgo Mundial sobre la Resistencia a los Antimicrobiano presidido por Mia Mottley, Primera Ministra de Barbados, y Sheikh Hasina Wajed, Primera Ministra de Bangladesh.

Gracias al Sistema Mundial de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos y de su Uso se ha triplicado el número de países que recopilan e intercambian datos sobre la resistencia a estos fármacos y se ha sextuplicado el número de muestras recogidas y analizadas en todo el mundo.

También establecimos el Fondo Fiduciario Multipartito contra la Resistencia a los Antimicrobianos, que presta apoyo ya a 11 países a aplicar sus planes nacionales de acción, y en 2020 se puso en marcha el fondo de acción contra la resistencia a los antimicrobianos para superar los obstáculos a la financiación destinada al desarrollo de antibióticos. En el presente año, este fondo dedicó sus primeras inversiones a obtener dos fármacos antibacterianos.

En cuanto a las enfermedades no transmisibles, en los cinco años más recientes la OMS ha ayudado a 36 países a integrar los servicios de prevención, detección y tratamiento en sus programas de atención primaria de salud, y hemos prestado apoyo a 25 países con servicios de rehabilitación.

Se ha enrolado a más de tres millones de personas de 18 países en programas de control de la hipertensión, y la utilización de las intervenciones del conjunto de instrumentos HEARTS de la OMS es cada vez mayor. Más de 30 países han elaborado políticas o programas para mejorar el acceso de los niños a los tratamientos antineoplásicos. Hemos ayudado a más de 40 países a vacunar por primera vez contra el virus del papiloma humano, como parte de la iniciativa de eliminación del cáncer cervicouterino, y hemos prestado apoyo a 31 países más a integrar sus servicios de salud mental en la atención primaria. Otro logro importante es el aumento drástico de la supervivencia infantil en los últimos 20 años, si bien hay 54 países que no han avanzado lo suficiente para cumplir las metas correspondientes establecidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Pasaré ahora a hablar de nuestra labor frente a las pandemias. Se ha hecho evidente que el mundo no estaba preparado para hacer frente a una pandemia, y que continúa sin estarlo.

Cada mes, la OMS procesa más de nueve millones de datos y comprueba 43 000 señales, lo que se traduce en 4500 eventos examinados y una media de 30 eventos verificados. En los últimos cinco años, la OMS ha actuado en 120 emergencias causadas por ciclones, volcanes, terremotos, brotes de enfermedades y guerras, y se ha enfrentado a una pandemia. Algunas de estas emergencias duran unos cuantos meses, pero otras se prolongan durante años. En este mismo momento, el personal de la OMS está respondiendo a 50 emergencias en todo el mundo y, en muchos casos, es el primero en llegar y el último en irse.

Desde 2017, hemos enviado productos médicos a todo el mundo por un valor superior a US$ 1600 millones, trabajando con nuestros asociados para mantener en funcionamiento cadenas esenciales de suministro sanitario. El centro logístico de la OMS en Dubái ha multiplicado por 10 su capacidad.

A través del Acelerador del Acceso a las Herramientas contra la COVID-19, hemos entregado junto nuestros asociados más de 1500 millones de dosis vacunales, merced a lo cual 40 países han puesto en marcha campañas de vacunación contra la COVID-19; además, hemos suministrado tratamientos por un valor de US$ 222 millones y 159 millones de pruebas diagnósticas.

Hemos establecido una nueva División de Preparación para Emergencias que ha ayudado a varios países a organizar miles de reuniones multitudinarias, desde los Juegos Olímpicos de verano y de invierno a la COP26 y la Exposición Universal de Dubái.

Hemos introducido el examen universal de la salud y la preparación, que actualmente se está ensayando con éxito en cuatro Estados Miembros: Iraq, Portugal, República Centroafricana y Tailandia, con el respaldo de otros 21 Estados Miembros.

El año pasado creamos la División de Información y Vigilancia de Emergencias Sanitarias, que estableció en Berlín el Centro de Información de la OMS sobre Pandemias y Epidemias. Esto ampliará nuestra labor actual mediante el aprovechamiento de tecnologías e innovaciones de vanguardia en lo concerniente a la gestión de datos y el fomento de un mayor intercambio de datos e información entre los países que adopten un enfoque de «inteligencia colaborativa».

La Secretaría mantiene su compromiso para apoyar a todos los Estados Miembros en cuestiones técnicas, operacionales y logísticas que les permitan seguir respondiendo a esta pandemia y prepararse para futuras emergencias sanitarias.

Todos estos logros relativos a las metas de los «tres mil millones» han contado con el respaldo de las nuevas divisiones de datos, análisis y cumplimiento en pro del impacto, que creamos en 2019.

La División Científica ha prestado apoyo al desarrollo de cientos de directrices y otros instrumentos normativos. Durante la pandemia, la OMS introdujo un enfoque de «directrices evolutivas» que permite reducir el tiempo medio de desarrollo de orientaciones, de nueve meses a cinco semanas. Además, la OMS estableció en Sudáfrica el programa de transferencia de tecnología ARNm, con miras a ayudar a los países a crear capacidad de producción local mediante el uso de tecnología avanzada.

La División de Datos y Cumplimiento en pro del Impacto ayudó a los países a mejorar sus sistemas de datos mediante el conjunto de instrumentos técnicos SCORE, de la OMS, y consolidó datos en el Centro Mundial de Datos de Salud.

El año pasado fuimos pioneros en la Academia de la OMS, en Lyon. En la actualidad, la Academia ofrece algunos cursos de capacitación que despiertan vivo interés. Por ejemplo, el programa de la Academia sobre atención de víctimas en gran escala se ejecuta actualmente con éxito en 14 países, y llega a más de 100 hospitales.

El Plan de Acción Mundial a favor de una Vida Sana y Bienestar para Todos ha contribuido al fortalecimiento de la colaboración entre 13 organismos multilaterales de más de 50 países, en cuestiones relativas a la atención primaria de salud y otras áreas.

Todos estos logros se sustentan en el proceso de transformación que llevamos adelante desde hace cinco años. Se han hecho numerosos llamamientos para que la OMS cambie. Y es innegable que se requieren más cambios. Pero esta es una Organización que ha cambiado, y aún sigue cambiando, gracias a la introducción del concepto de mejoramiento continuo.

Hemos elaborado una nueva estrategia cuyo centro de atención se desplaza desde los productos hacia los resultados; nuevos procesos para hacernos más eficaces, eficientes y ágiles; un nuevo modelo operacional que se aparta de una estructura fragmentada y adopta una más integrada, armonizada y ágil; un nuevo enfoque respecto de las alianzas, que abandona la aversión al riesgo en favor de la gestión de riesgos; un nuevo enfoque de la financiación hacia un modelo más sostenible y predecible; y una nueva cultura basada en valores compartidos de servicio, profesionalidad, integridad, colaboración y solidaridad. La pandemia ha puesto a prueba nuestra transformación. Nos ha mostrado el valor de los cambios que hemos introducido y las áreas en las que debemos seguir mejorando.

Tenemos más trabajo por delante para alcanzar los resultados, la eficiencia, la rendición de cuentas y la transparencia que ustedes, nuestros Estados Miembros, esperan (además de ser una Organización con tolerancia cero en lo relativo de la explotación, el abuso y el acoso sexuales, y tolerancia cero de la inacción a ese respecto.

Periódicamente ofrezco a los Estados Miembros información actualizada completa sobre nuestra labor sobre prevención de la explotación, el abuso y el acoso sexuales y la consiguiente respuesta, y el informe que presento a esta Asamblea incluye datos detallados sobre nuestro plan de respuesta de la Administración. Tengan la plena seguridad de mi absoluto compromiso personal en lo que atañe a este problema. Estamos introduciendo en nuestra Organización cambios de gran envergadura cuyos detalles conocerán más a fondo en el informe sobre esa cuestión que presentaré más adelante, esta semana.

Retrospectivamente, observamos los numerosos logros que hemos alcanzado juntos en los últimos cinco años. Tenemos muchos motivos para estar orgullosos. Sin embargo, aún afrontamos muchas dificultades. Por eso, debemos bajar la mirada para ver dónde nos encontramos ahora.

Como dije ayer, la pandemia está lejos de haber terminado. Y mientras seguimos luchando contra ella afrontamos la tarea de restablecer servicios de salud esenciales en un contexto en el que el 90% de los Estados Miembros notifican alteraciones en uno o más de esos servicios.

Uno de los más comúnmente afectados es el servicio de inmunización. El número de niños que no recibían ninguna dosis de la vacuna DTP apenas había cambiado en un decenio, hasta que en 2020 aumentó más del 25%, lo que nos retrotrajo al nivel de 2005.

Los progresos en el área de salud sexual y reproductiva, en particular en relación con la mortalidad materna, siguen siendo lentos. Una de cada tres mujeres sufrirá violencia física o sexual en algún momento de su vida. La hipertensión causa una tercera parte de todas las defunciones, pero solo la mitad de los casos se diagnostican, y menos de la mitad de los casos diagnosticados reciben tratamiento. En todo el mundo, la pandemia ha provocado un aumento del 28% en los casos de depresión y el 26% en los trastornos de ansiedad.

Las defunciones relacionadas con el paludismo han ido en aumento desde 2015, y las debidas a la tuberculosis se incrementaron el año pasado por primera vez en un decenio. En 2020, el número de personas que recibían tratamiento contra una enfermedad tropical desatendida se redujo un 25% como consecuencia de las alteraciones provocadas por la pandemia en los servicios de salud.

Solo el 20% de los planes de acción nacionales contra la resistencia a los antimicrobianos están totalmente financiados, la mayoría de ellos en países de altos ingresos. Desde 2000, el número de personas de todo el mundo que afrontan penurias financieras debidas a los gastos sanitarios directos aumentó un 75%, y ascendió así a casi 2000 millones de personas.

Las necesidades de nuestro mundo siguen siendo abrumadoras y complejas. Pero ninguno de los retos es insuperable. Para cada uno de ellos, hay soluciones. Y si hay voluntad, hay un camino.

Así pues, ¿cómo encauzaremos esas soluciones para superar los retos que tenemos ante nosotros y acelerar los progresos hacia el logro de las metas de los «tres mil millones» y los Objetivos de Desarrollo Sostenible?

Hemos vuelto la vista atrás, hacia el punto del que venimos; hemos bajado la vista, hacia el punto en el que estamos. Permítanme ahora mirar hacia adelante, hacia dónde creo que debemos ir en los próximos cinco años.

En la reunión del Consejo Ejecutivo de enero —gracias a nuestro Presidente del Consejo, el Dr. Patrick Amoth— definí mis cinco prioridades para los próximos cinco años.

Desde entonces, la Secretaría ha seguido perfilando nuestra forma de colaborar con los Estados Miembros para cumplir las prioridades, que a continuación describimos:

Promover la salud – incidiendo en las causas profundas de las enfermedades y creando las condiciones para gozar de buena salud y bienestar;

Ofrecer servicios de salud – reorientando los sistemas de salud hacia la atención primaria de la salud como fundamento de la cobertura sanitaria universal;

Proteger la salud – fortaleciendo la arquitectura mundial para la preparación, respuesta y resiliencia frente a emergencias sanitarias;

Impulsando el progreso – aprovechando la ciencia, la investigación, la innovación, los datos y las tecnologías digitales;

Y cumpliendo nuestro cometido – construyendo una OMS más fuerte que ofrezca resultados y se refuerce para desempeñar su función de líder en el ámbito de la salud mundial.

En primer lugar, promover la salud. Hacer realidad nuestra aspiración del grado máximo de salud que se pueda lograr no comienza en la clínica o el hospital, sino en las escuelas, las calles, los supermercados, los hogares y los suburbios.

Gran parte del trabajo que ustedes llevan a cabo en sus ministerios de salud consiste en abordar las consecuencias de una alimentación deficiente, la contaminación del medio ambiente, carreteras y lugares de trabajo poco seguros, conocimientos insuficiente sobre salud y la comercialización agresiva de productos que perjudican la salud. Necesitamos urgentemente un cambio de paradigma, hacia la promoción de la salud y el bienestar y la prevención de las enfermedades incidiendo en sus causas profundas.

En el cómputo global, solo el 3% de los presupuestos de salud se destina a la prevención y a la promoción. Pese a ello, una mayor inversión en esos ámbitos podría reducir a la mitad la carga mundial de morbilidad y generar beneficios enormes para las personas, a las familias, las comunidades y los países. Hacemos un llamamiento a todos los gobiernos para que pongan la salud de la población en el centro de sus planes de desarrollo y crecimiento.

En los próximos cinco años, la OMS se ha comprometido a apoyar a todos los Estados Miembros a centrar su atención en las transformaciones de mayor efecto: descarbonizar el sector de la salud; aplicar las normas de calidad del aire; reducir la dependencia del automóvil y promover el transporte público; garantizar que todos los establecimientos de salud dispongan de electricidad, agua salubre y saneamiento; mejorar la alimentación, la nutrición y la inocuidad de los alimentos; y, en particular, detener el incremento de la obesidad en 24 países con alta carga de morbilidad de aquí a 2025; así como reducir el consumo de productos perjudiciales para la salud.

La segunda prioridad es ofrecer servicios de salud – reorientando los sistemas de salud hacia la atención primaria de la salud como fundamento de la cobertura sanitaria universal.

Actualmente, en la mayoría de países el gasto en salud se inclina desequilibradamente hacia la atención secundaria y terciaria, y se destinan enormes cantidades a equipos y medicamentos costosos que con frecuencia arrojan beneficios modestos para la salud. En cambio, el 90% de los servicios esenciales de salud pueden prestarse a través de la atención primaria; y calculamos que invertir en la atención primaria de la salud podría incrementar la esperanza de vida mundial hasta en 6,7 años para 2030.

Necesitamos un cambio radical para acelerar los avances hacia el logro de la cobertura sanitaria universal, con un aumento significativo de las inversiones en atención primaria de salud en todos los países (de ingreso alto, mediano y bajo). Hemos visto que, en todo el mundo, el punto débil es la atención primaria de salud.

Y, lo que es más importante, exhortamos a todos los Estados Miembros a que velen por que la búsqueda de atención médica no sea nunca un motivo de dificultades económicas. Por consiguiente, la meta propuesta por la Secretaría es prestar apoyo a 25 países para que pongan freno al aumento de las dificultades financieras causadas por los gastos directos en salud de aquí a 2025.

La tercera prioridad es proteger la salud mediante el fortalecimiento de la arquitectura mundial para la preparación, respuesta y resiliencia frente a emergencias sanitarias.

En respuesta a una solicitud del Consejo Ejecutivo y, en consulta con los Estados Miembros, la Secretaría ha preparado una propuesta relativa a una arquitectura mundial más equitativa, inclusiva y coherente. Esta propuesta sintetiza y se basa en más de 300 recomendaciones derivadas de los distintos exámenes de la respuesta mundial a la pandemia. El acuerdo internacional que están negociando actualmente los Estados Miembros proporcionará un marco jurídico general indispensable, en el que formulamos 10 recomendaciones en tres ámbitos fundamentales.

En primer lugar, necesitamos que la gobernanza sea coherente, integradora y responsable. En segundo lugar, necesitamos sistemas e instrumentos más sólidos para prevenir y detectar las emergencias sanitarias y darles rápida respuesta. Y en tercer lugar, necesitamos una financiación nacional e internacional suficiente y eficiente.

Para sustentar estas propuestas necesitamos una OMS más fuerte y financiada de manera sostenible, situada en el centro de la arquitectura mundial de seguridad. Volveré sobre este tema en un momento. La Secretaría espera con interés la retroinformación que ustedes le puedan proporcionar sobre esta arquitectura propuesta, pero, más importante aún, confía en construirla junto con ustedes.

Nuestra cuarta prioridad estratégica está impulsando los progresos mediante el aprovechamiento de la ciencia, la investigación, la innovación, los datos y las tecnologías digitales.

Los avances de la ciencia y la investigación están haciendo retroceder los límites de lo desconocido y lo imposible, ampliando nuestra comprensión y abriendo nuevas posibilidades. Las innovaciones relativas a la oferta de productos y servicios sanitarios nos dan esperanzas de poder superar desafíos que alguna vez parecieron insalvables.

Los progresos relacionados con los macrodatos y el aprendizaje automático nos ayudan a ver quién está quedando rezagado y dónde están las mayores carencias, y a seguir de cerca los avances hacia nuestras metas. Las tecnologías digitales ofrecen enormes posibilidades para prestar servicios de salud por nuevos medios a más personas, especialmente en zonas de difícil acceso.

Para acelerar el ritmo hacia la consecución de las metas de los tres mil millones y los Objetivos de Desarrollo Sostenible debemos acrecentar el ritmo y la escala de adopción y aplicación de la ciencia, la investigación, las innovaciones y las tecnologías digitales.

La equidad es clave: la ciencia y las innovaciones óptimas son las que en mayor medida mejoran la situación de las personas más rezagadas. Esto no se puede dejar librado al azar, la buena voluntad o las fuerzas del mercado. La propuesta de la Secretaría para los próximos cinco años consiste a apoyar la ampliación de al menos cinco innovaciones, cada una de las cuales debería llegar, como mínimo, a cinco millones de personas.

La quinta prioridad concierne al desempeño, mediante la construcción de una OMS más fuerte que obtenga resultados y se vea fortalecida para cumplir su función principal en el ámbito de la salud mundial.

La pandemia ha demostrado por qué el mundo necesita a la OMS, pero, también, por qué el mundo necesita una OMS más fuerte, con capacidad de decisión y financiación sostenible. Muchos de ustedes lo han dicho con mayor elocuencia. Muchas gracias.

Aplaudo la recomendación del Grupo de Trabajo sobre la Financiación Sostenible de aumentar las contribuciones señaladas hasta el 50% del presupuesto básico durante el próximo decenio. Quisiera aprovechar la oportunidad para dar las gracias a Björn Kümmel por su extraordinario liderazgo, a todos los miembros de la Mesa del Grupo de Trabajo y a todos los Estados Miembros por su apoyo.

También aplaudo la recomendación de examinar un modelo de reposición, con objeto de ampliar nuestra base de financiación y ofrecer fondos más flexibles para el presupuesto por programas.

Estas recomendaciones podrían transformar por completo esta Organización. Desde hace muchos meses vengo diciendo que el momento de arreglar la financiación de la OMS era ahora o nunca. Si esta Asamblea de la Salud aprueba la propuesta, como espero que lo haga, habrán dado ustedes su respuesta. Ustedes ya han elegido.

Doy las gracias a todos los Estados Miembros por su compromiso durante el último año y por su participación en las negociaciones. Ha sido difícil, pero ustedes lo han conseguido. Reconocemos y convenimos en que a mayor confianza, mayor responsabilidad.

La Secretaría agradece la recomendación del Grupo de Trabajo de seguir reforzando la gobernanza, la transparencia, la rendición de cuentas, la eficiencia y el cumplimiento, y aguardamos con interés trabajar con el equipo de tareas de los Estados Miembros para impulsar esta labor hacia adelante. Trabajaremos día y noche para cumplir nuestro cometido sobre el particular.

Una prioridad crucial para los próximos cinco años es seguir reforzando nuestra labor en las oficinas en los países. Les aseguro que todos los caminos conducirán a los países, con arreglo a las prioridades de cada uno de ellos.

Sr. Presidente, excelencias, queridos colegas y amigos,

Hemos vuelto la vista atrás, hacia el punto del que venimos. Hemos bajado la vista, hacia el punto en el que estamos. Y hemos mirado hacia adelante, hacia donde debemos dirigirnos.

Ahora, los invito a dirigir la mirada hacia arriba. ¿Cómo superaremos los muchos desafíos a los que nos enfrentamos y alcanzaremos los objetivos que nos hemos marcado? Se necesitan datos de buena calidad; se necesita una buena planificación; se necesitan buenos conocimientos científicos; se necesita un firme compromiso político. Pero más que nada, se necesita esperanza: la creencia de que las cosas pueden mejorar.

Como dijo ayer el Presidente de Croacia, Sr. Milanović, el Dr. Andrija Štampar, Presidente de la primera Asamblea Mundial de la Salud, celebrada en 1948, era croata. El Dr. Štampar fue un visionario y uno de los artífices de la Constitución de la OMS, en particular de su preámbulo imperecedero. En su discurso ante esa primera Asamblea de la Salud, hace 74 años, el Dr. Štampar dijo lo siguiente:

Es evidente que no podemos solucionar los problemas de salud del mismo modo en todos los países. Cada país tiene sus peculiaridades y lo que puede ser bueno para uno puede que no lo sea tanto para otro. Pero una verdad básica se aplica a todos ellos, y es que cada persona tiene un derecho fundamental a la salud.

Es ese derecho a la salud por lo que esta Organización ha luchado durante tres cuartos de siglo. Y es ese derecho a la salud por lo que seguiremos luchando; por lo que seguiré luchando personalmente, porque la salud es un derecho humano fundamental. Es un fin en sí misma y un medio para el desarrollo.

Muchas gracias y estoy deseando trabajar con ustedes. Gracias de nuevo por su confianza y por su apoyo.