ANÁLISIS

Prada y su colección de otoño-invierno 2021/2022 son una oda al optimismo, las texturas y el cuerpo (y sí, todo guarda relación)

La propuesta conjunta de Miuccia Prada y Raf Simons para la casa italiana habla del equilibrio entre opuestos, pero también de cómo el futuro puede perfilarse amable
prada coleccion otoño invierno 2021 2022
Alberto Moncada / Cortesía de Prada

Prada, y su colección de otoño-invierno 2021/2022, han vuelto a hacer algo al alcance de pocas firmas: generar conversación. Podría parecer un objetivo evidente, pero no es un fin que se esconda detrás de todas las narraciones. Para el dúo de Miuccia Prada y Raf Simons, sin embargo, se antoja obligatorio: no es solo que tras la presentación hayan realizado una suerte de mesa redonda virtual en la que debatir sobre las prendas y la industria, sino que el planteamiento de la colección y la puesta en escena lleva detrás la intención de conectar con la audiencia en tiempos difíciles. Así lo ha expresado en ese coloquio Simons: “Hablamos mucho de cómo te puedes transportar y sentir [...] Queríamos que el espacio se relacionase de una manera muy estrecha con la colección, psicológica y físicamente”. En esa frase, se esconden muchos datos sobre la propuesta de Prada y su colección de otoño-invierno 2021/2022: sobre cómo se han adaptado a lo digital a pesar de haberse criado en lo analógico, sobre cómo algo que está hecho para ser llevado puede emocionar a través de una pantalla y, además, sobre cómo el futuro puede afrontarse con cierto optimismo. Y esto también está en la ropa.

Cortesía de Prada

Atendamos primero al espacio (si ha sido el arranque del discurso de Simons, es por algo). Más allá de que la marca haya anunciado que el set será posteriormente reciclado y reutilizado en una nueva alineación sobre la responsabilidad sobre los recursos (y desechos) que genera la industria de la moda, hay varias coordenadas en él que merecen un vistazo, siendo una de las más destacadas la textura. La cualidad propia de lo físico en general y de los materiales en particular es reseñable en tanto que buena parte de las paredes y del suelo estaban forradas en peluche de diversos colores. El paso de las modelos, enfundadas en botas y zapatos de plataforma, ha quedado arropado por el pelo mullido que también se adueña de algunas de las invitaciones físicas que anunciaban la presentación. Y esas dos patas que forman parte indiscutible de un desfile eran, además, una pista de la importancia que la piel y el pelo sintéticos han tenido en la colección.

Cortesía de Prada
Monica Feudi / Cortesía de Prada

El material ha servido para cortar abrigos de medidas amplias que envuelven el cuerpo, ampliándolo tanto como las formas redondeadas lo han permitido. Pero no solamente ha sido el protagonista absoluto de varias piezas exteriores, sino también se ha colado en el forro de abrigos más convencionales y (aparentemente) comedidos, y en estolas y chaquetas cortas con forros fantasía. Y no es una metáfora, es literal: la que no tiene un estampado de flores de reminiscencias retro, está cuajada de lentejuelas. Y esas paillettes también han recubierto botas y vestidos (como el verde que parece cambiar de color según incida la luz) que adquieren una nueva dimensión táctil.

Cortesía de Prada
Cortesía de Prada

La elección de las telas es curiosa: ¿cómo es posible que algo que está hecho por y para ser tocado supere la falta de tacto? A través del efectismo. Eso explicaría, por ejemplo, no solo la mezcla del mencionado pelo sintético con las lentejuelas, sino la yuxtaposición de diferentes fibras y tejidos en vestidos, guantes largos, tops y complementos. Está el ya archiconocido re-nylon, el jacquard, la lana, el algodón, la piel sintética, todo en una ecuación que da un resultado mayor que la suma de sus partes y que consigue crear un delicado pero potente equilibrio basado en la oposición. Como afirman desde Prada, “la materialidad permite la contradicción”. Y hacen un añadido no menos significativo: “Se recontextualizan las telas asociadas tradicionalmente a un género”.

Cortesía de Prada

La conversación sobre lo femenino, lo masculino y el genderfluid están sobre la mesa en el plano político y cultural, situación que la moda no puede pasar por alto: al fin y al cabo, es una de las principales manifestaciones socioculturales. Y para la firma que Miuccia (quien tiene estudios en política) capitaneó en solitario durante años, eso se traduce en que este otoño “está inspirado en la idea del cambio y la transformación, abriendo posibilidades”, cuentan. “Una fusión entre temas dispares e intenciones que reflejan la naturaleza humana: la creencia en el hecho de que hombres y mujeres tienen tanto la masculinidad como la feminidad en su interior”. Así, aunque la propuesta se enmarque dentro del llamado womenswear, la realidad es que esos límites cada vez son más difusos y, en realidad, empiezan a no importar. ¿Qué más da quien lleve ese abrigo amarillo vibrante, esa rebeca bicolor o el mono con estampado art déco? Precisamente, esta última pieza es la que condensa “la libertad de traspasar los límites de las convenciones se refleja en la libertad del cuerpo, su energía”.

Monica Feudi / Cortesía de Prada
Monica Feudi / Cortesía de Prada

Desde Prada afirman que “la libertad física refleja una ideología”. Y es una que para los directores creativos orbita alrededor del “espacio que existe entre las convenciones diametralmente opuestas: el punto entre la simplicidad y la complejidad, la elegancia y la practicidad”. Es por eso que resulta casi imposible catalogar un look dentro de un grupo estanco, ya no entre la feminidad y la masculinidad, sino entre el casual y lo formal, lo festivo y lo utilitario. Sucede con los abrigos de patrón serio atestados de lentejuelas, con las chaquetas y faldas azul marino por las que asoman tops y medias multicolor que rozan la psicodelia o con las chaquetas de espíritu deportivo que bien podrían ser reversibles. “El adorno puede volverse funcional, lo pragmático puede volverse decorativo”, argumentan. “Hay un cambio entre sus lenguajes esenciales [...]. Mutando entre fines antónimos”.

Monica Feudi / Cortesía de Prada
Cortesía de Prada

Cierta contradicción hay también entre la apuesta por categorías de prendas y los tiempos actuales: en un tiempo en el que la ropa de estar en casa y las piezas cómodas (e incluso sport) acumulan millones de búsquedas, Simons y Prada se decantan por una gran cantidad de prendas de exterior y sastrería. Si bien lo primero puede tener una explicación en los datos (las agencias de detección de tendencias han visto cómo en el pasado trimestre, las actividades al aire libre aumentaban y, por tanto, también el gusto por piezas pensadas para ello), el caso de blazers, pantalones y faldas de traje puede ser más llamativo: siguen estando asociadas a un contexto de formalidad y de interacciones sociales que ahora mismo se ha reducido al mínimo, con lo que sus ocasiones para brillar (y sus ventas) también habrían bajado. Sin embargo, esta es una colección pensada para ser llevada dentro de varios meses, temporada en la que, quizás, la situación pueda ser más halagüeña. Así, es posible leer ese juego estético y comercial de un modo optimista. Y eso en un momento en el que la incertidumbre puede llegar a abrumar, es tan reconfortante como las pisadas esponjosas de las modelos.

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