Cuando era niña y jugaba al tenis con mi hermana Serena en Compton (California), nuestra ciudad natal, soñaba con ganar torneos como Wimbledon. Y, cuando por fin lo logré, no daba crédito a la desigualdad que me encontré. La primera vez que gané Wimbledon en el año 2000, el vencedor de la competición masculina recibió 477.500 libras, mientras que en el torneo femenino el premio era de 430.000 libras. A partir de aquel momento, me sentí obligada a luchar por la igualdad.

La batalla contra la brecha salarial en el tenis se remonta a 1968, cuando se convirtió en un deporte abierto a todo el mundo y se profesionalizó por completo. Es la razón por la que, cinco años después, Billie Jean King creó la Asociación de Tenis Femenino (WTA), para unir a las mujeres tenistas de todo el mundo y darles un altavoz.

Creo firmemente que el deporte es un reflejo de la vida y, a la vez, la vida es un reflejo de lo que ocurre en el deporte. La desigualdad salarial y de oportunidades en el tenis es un síntoma de los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres de todo el mundo. Mientras que países nórdicos como Islandia, Noruega, Suecia y Finlandia cuentan con la brecha más baja entre hombres y mujeres, Turquía, Baréin y Nigeria son los que tienen mayor desigualdad. En Estados Unidos, las mujeres ganaron 82,3 centavos por cada dólar que ganó un hombre en 2019.

Venus WilliamsZebe Haupt

Esta sorprendente estadística me llevó a poner en marcha mi primera campaña #PrivilegeTax (Impuesto al privilegio), con la que intento compensar esta diferencia a través de mi marca de ropa deportiva y de estilo de vida, Eleven. A lo largo de este mes, con motivo del Día de la Igualdad Salarial (24 de marzo), las clientas tienen la opción de donar 19 centavos al pagar cuando compran productos de las marcas que participan, entre ellas NordstromTracy Anderson, TB12 de Tom Brady, Carbon38, Credo Beauty y mi marca de proteínas de base vegetal, Happy Viking. El cien por cien de lo recaudado se destinará a la asociación benéfica Girls Inc. of Greater Los Angeles, que apoya a cientos de chicas jóvenes a través de un programa de enriquecimiento educativo centrado en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

Pero acabar con la brecha salarial requiere medidas a nivel nacional e internacional, no solo a nivel corporativo. En 2019, un estudio del Foro Económico Mundial concluyó que harían falta 257 años para solucionar este problema y la pandemia, que ha afectado en mayor medida a las mujeres, amenaza con entorpecer aún más el progreso. Por el bien de nuestras hijas y nietas, debemos asegurarnos de que cerrar la brecha no lleve tanto tiempo.

Algunas medidas se pueden implementar más rápidamente que otras. Para empezar, aunque las mujeres tienen poca representación entre los cargos de más responsabilidad de las empresas, son mayoría en los empleos peor pagados, así que subir el salario mínimo es una prioridad. También hay una necesidad urgente de transparencia, ya que, si las mujeres no saben que se les está pagando menos que a sus compañeros, ¿cómo van a tomar medidas? También hay que alargar los periodos de baja médica y por maternidad para fomentar la igualdad de oportunidades, ya que son las mujeres quienes con más frecuencia dejan de trabajar para cuidar de sus familias.

Venus Williams, en 1990. Cortesía de Venus Williams

Nada de esto sería posible sin la colaboración de los hombres. El sexismo no es solo problema de las mujeres, igual que el racismo no es solo problema de las personas negras. Los hombres tienen que comprender que la igualdad de género implica que las mujeres tengamos las mismas oportunidades, no que los hombres tengan que renunciar al poder. Es por ello que he invitado a mi cuñado Alexis Ohanian a unirse a la mesa redonda que he organizado junto a Sunny Hostin y otras empresarias en torno a la brecha salarial, para que no haya solo mujeres en la sala. 

Si a las mujeres nos va bien, a las familias les va mejor y, por tanto, la economía va mejor. Ganamos todos. Además, los estudios demuestran que la brecha salarial afecta con más fuerza a las mujeres racializadas. Como mujer afroamericana, sé lo duro que tenemos que luchar para demostrar que somos seres humanos con corazón como el de todo el mundo; sé lo que es tener que hacer frente a todo tipo de prejuicios por tu género y tu raza, y por eso estoy tan implicada en la lucha por la igualdad en todos los ámbitos.

¿Que si creo que podemos alcanzar la igualdad? Hasta 2007, cuando gané Wimbledon por cuarta vez, no empecé a cobrar lo mismo que los tenistas masculinos de mi categoría. Fui la primera mujer en hacerlo. El camino fue largo y estuvo lleno de obstáculos: hicieron falta 39 años de lucha por la igualdad salarial de las mujeres; más de dos años de campaña con la WTA y un artículo de opinión en The Times para lograrlo. Sin embargo, ahora hemos alcanzado la igualdad salarial en las principales competiciones y en los torneos mixtos, es decir, hay una igualdad real.

Pero aún existe la creencia de que el tenis femenino no es tan importante como el masculino. Gané Wimbledon por quinta vez en 2008 y, a lo largo de mi carrera, he conseguido cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos, así que me niego a que esos prejuicios dicten mi éxito. Y tampoco podemos permitir que marquen el progreso de la sociedad.