REFLEXIÓN

“Un buen día de trabajo es aquel en el que he conseguido escribir una sola página”: la lección de vida (y no solo literaria) del vídeo de Paul Auster que se ha viralizado tras su muerte

El novelista de fama internacional, autor de títulos tan elogiados como ‘La trilogía de Nueva York’ o ‘El libro de las ilusiones’, argumenta a favor de la lentitud aplicada al proceso creativo en una antigua entrevista que no tiene desperdicio
Paul Auster y su elogio de la lentitud en la escritura
Retrato de archivo del escritor estadounidense Paul Auster.Getty Images

“No escribo rápido y nunca he escrito rápido”, confiesa Paul Auster –fallecido a los 77 años el pasado 30 abril a consecuencia de un cáncer de pulmón– en una entrevista grabada en vídeo en su propia casa de Brooklyn y realizada por el director de documentales Kasper Bech Dyg para Louisiana Channel a finales de 2014. Luego, el novelista neoyorquino continúa con su explicación: “Para mí, un buen día de trabajo, en una jornada de ocho horas, es aquel en el que he conseguido escribir una sola página. Una. Dos páginas, genial. Tres, un milagro que ocurre, como mucho, cuatro veces al año. Pero, si consigo terminar esa única página, me siento satisfecho. Lo que implica esto es reescribir un pasaje entre 10 a 15 veces. Revisarlo de manera incansable, arreglar las frases y tratar de escuchar el ritmo hasta que todo ello adquiere la presencia de una pieza musical. Sin esfuerzo, ligera. En eso consiste la parte dura del trabajo: en hacer que parezca fácil”.

Si bien son incontables los obituarios, tributos y gestos de cariño que se la han dedicado al autor de La trilogía de Nueva York en estos últimos diez días tanto por parte de los medios de comunicación como de su apasionado ejército de lectores, cabe preguntarse sobre las enseñanzas que contiene en este fragmento de entrevista que tanto parece haber calado en las redes sociales, donde se ha hecho viral. Más allá de una cuestión organizativa, lo que trasciende es una especie de visión filosófica: un elogio de la lentitud, la exhaustividad y la exquisitez que podría ser aplicada a cualquier tipo de oficio. Una legitimación de los ritmos propios vinculados al siempre delicado proceso creativo en un mundo frenético, obsesionado con la hiperproductividad y la deriva comercial de los resultados.

Respetar la individualidad de los tiempos: en la obra y en la vida

Desde el punto de vista técnico, la escritora Marta Pérez-Carbonell (Salamanca, 1982), que actualmente imparte clase de literatura española contemporánea en la neoyorquina Colgate University, tiene mucho que decir. Su novela debut, Nada más ilusorio (Lumen), una historia forjada a fuego lento, está a punto de ver la luz el próximo 6 de junio.

“Me siento identificada con la lentitud de la escritura que defiende Paul Auster”, introduce la académica. “El germen de un relato llega cuando llega y lo más llamativo es que, una vez llega, tiene también su pulso propio, y no hay manera de meterle prisa. Yo tuve la experiencia de que hace 10 años me llegara solo una imagen. La veía muy nítida, pero no tenía movimiento. Tuvo que pasar una década hasta que esa suerte de fotografía se empezó a convertir en un vídeo y solo entonces escuché la voz de sus personajes y pude contar su historia. Escribir tiene mucho de relatar algo que presencias en tu mente y hasta que no lo ves en movimiento, es complicado ser la mensajera de ese relato”. Y concluye con un consejo de valor para cualquier autor emergente: “Por otra parte, si una no se pone a contarla, la historia no se va desplegando ante ti. Creo que ahí está el misterio de cómo surge la ficción: hay que esperarla el tiempo que haga falta pero cuando empezamos a oír su voz, tenemos que agarrarla y empezar a contar para que la historia no levante el vuelo y se aleje para siempre”.

En ese sentido, Xacobe Pato (Ourense, 1987), exlibrero, prescriptor literario en Instagram, y autor del libro de diarios Seré feliz mañana (Espasa) se desmarca, como es habitual, con una reflexión propia que trasciende el acto de escribir. “Justo ayer vi el vídeo de Paul Auster y me despertó muchas ideas en torno al mundillo editorial. Enfocándolo también en la vida, me resonó algo que llevo un tiempo pensando. Creo que solo hay dos formas aceptables de vivir: o muy despacio o muy deprisa. Vivir en ‘1x’ [a velocidad real], digamos, no se lo deseo a nadie, al menos todo el tiempo, o toda una vida. A mí me parece que el estado ideal de las cosas es cuando la vida se acelera hasta casi coger vuelo (cuando nos ocurren cosas emocionantes o memorables, como enamorarnos o desenamorarnos) o cuando la vida se pausa, o por lo menos se desacelera, para coger aire (como cuando casi sin darnos cuenta pasamos horas mirando a un bebé, escribiendo sobre lo que hemos vivido o leyendo en la cama un domingo, entre desayuno y desayuno)”.

En busca de una mayor plenitud existencial

Sobre qué bondades se pueden extraer de las declaraciones de Auster en el campo del bienestar se pronuncia Marta Calderero, profesora de los Estudios de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “Hoy en día, la lentitud es vista como una debilidad. Sin embargo, es importante reconocer que puede ser un valor fundamental en la creación artística y también para el crecimiento personal. La creación artística no es un proceso lineal y rápido, sino que requiere de perspectiva para que las ideas germinen, se desarrollen y se transformen en obras de arte. Cada artista tiene su propio ritmo creativo y es fundamental respetarlo. Intentar acelerarlo artificialmente genera estrés, ansiedad y bloqueos creativos”, introduce la profesional y continúa: “Al respetar los ritmos del proceso creativo, el artista se libera del yugo del tiempo, el autocuidado toma las riendas y la mente se siente libre para enfocarse y esforzarse de manera sostenida hasta lograr la perfección en un determinado campo. La búsqueda de la perfección a través del esfuerzo sostenido, tanto en el arte como en la vida, debe verse como un motor que impulsa a mejorar continuamente y alcanzar finalmente un alto nivel de calidad en sus obras”.

A modo de conclusión, Calderero esgrime un argumento que bien podría ser también una guía espiritual. “Al igual que el artista moldea su producción con paciencia y dedicación, si durante nuestro crecimiento personal nos regalamos el tiempo necesario para la reflexión y la exploración de nuestros deseos vitales lograremos mayor desarrollo y plenitud existencial. Hay que recordar que cada día, cada decisión, es una pincelada que da forma a la obra maestra que es tu vida”. O, como bien sabía el genio de Auster, cada palabra cuenta.

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