análisis

Bailarinas y mary-janes para hombre: ¿acabamos de cruzar la última frontera del calzado masculino?

Gucci o Fendi consolidan en sus respectivas colecciones masculinas de primavera-verano 2025 estilos tradicionalmente asociados al zapatero femenino
bailarinas masculinas una tendencia que arrasar en 2025
Edward Berthelot/Getty Images

No hay ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo solo los trajes siguen siendo de varones o mujeres”, escribió Virignia Woolf en Orlando. La autora británica se adelantó casi cien años a la fluidez de género que hoy se empeñan en censurar. Sin embargo, la realidad es que actualmente la catalogación de vestimenta que menciona se desdibuja con la misma facilidad con la que su protagonista transita de hombre a mujer.

Fendi primavera-verano 2025.
Gucci primavera-verano 2025.
Charles Jeoffrey Loverboy primavera-verano 2025.
Wales Bonner primavera-verano 2025.

Hace muchos años que la ropa pasó a describirse como ‘unisex’ o ‘a-agender’ para hacer referencia a patrones que no distinguen entre el armario tradicionalmente masculino o femenino. El calzado sigue el mismo (y empedrado) camino: la tónica en pasarela pasa por ofrecer al hombre estilos que tradicionalmente se han catalogado dentro del vestuario de mujer. Curiosamente, tenemos su consolidación en las colecciones masculinas de primavera-verano 2025. Tres son tendencia, y tres son los desfiles donde hemos visto a este calzado colarse entre los looks de las firmas. Gucci ha sido una de las últimas en proponer bailarinas para hombre con tejidos tipo neopreno y suela track, en colores que van del lila al verde oliva. Fendi también las propone como una revisión del look de oficina: los trajes de chaqueta, o incluso la bermudas con camisa, corbata y cárdigan se conjugan con un calzado escotado que juega con texturas como la napa o el borrego. Además, también las declina en versión destalonada y en algunos casos, con estampados. En otra línea, Charles Jeffrey Loverboy ha incluido algún mary-jane peludo, en colores ácidos y a contraste con el resto del estilismo.

Photographed by Acielle / Style Du Monde
Photographed by Acielle / Style Du Monde

La tendencia, desde luego, no es nueva. Ya hemos tenido ahí a Grace Wales Bonner y Emily Bode, dos diseñadoras proponiendo moda masculina acompañada precisamente por este tipo de calzado. Al frente de sus respectivas firmas, ambas creadoras llevan varias temporadas incluyendo bailarinas y merceditas. Este otoño 2023 no fue diferente: la primera actualizó el look de dandy a través de una sastrería deconstruida con mary-janes deportivos. A la segunda igual le valen para reinventar la estética de inspiración navaja o los looks veraniegos más desenfadados. En manos de Bode, los calcetines con bailarinas son una combinación naïf igual de válida para el hombre de cara a la primavera 2024, una temporada en la que también Loewe apuesta por este calzado plano, sumado a vaqueros anchos y prendas de punto.

Bode otoño 2023.
Wales Bonner otoño invierno 2023.
Mary janes con tacón en Charles Jeffrey Loverboy otoño invierno 2023.
Bailarinas en Loewe primavera 2024
Bailarinas en Bode primavera 2024

El debate comenzó a surgir a comienzos de 2022. Hace unos meses en esta cabecera analizábamos también el fenómeno: la actualización de los mary-janes definitiva pasaba por proponerlas para hombre. Fue una idea que encontramos en la colección de otoño 2022 de Jonathan Anderson, con suela a contraste y conjuntadas con calcetines, como en Wales Bonner. Fendi también apostó por ellos, a través de un calzado oscuro conjuntado con calcetines de ejecutivo en tonos como el burdeos. La diseñadora Silvia Venturini daba una curiosa vuelta de tuerca a la estética colegial con unas merceditas masculinas cuya correa incluía un inesperado reloj: “Todo el mundo utiliza su móvil para ver la hora, así que el reloj se ha convertido cada vez más en una pieza decorativa”, explicó entre bambalinas por aquel entonces.

Fendi otoño 2022.
Jonathan Anderson otoño 2022.
Erdem otoño 2022.

El gesto le vale, como a todas las firmas aquí mencionadas, para desencorsetar el rígido protocolo que tiene un hombre a la hora de vestir. Los referentes de diferentes disciplinas como la música a ello contribuyen: si David Bowie o Marc Bolan enarbolaron en los años 70 unas rotundas plataformas con tacón, hoy tenemos a Harry Styles dinamitando toda la heteronormatividad que puede destilar un guardarropa masculino. Le hemos visto llevando unos mary-janes de Gucci, un diseño de carácter infantil que se limita a los primeros años de un niño. En la portada de su tercer disco, Harry’s House, apostó por un total look femenino de Molly Goddard, acompañado por unas bailarinas. Del mismo modo, el diseñador Marc Jacobs ha pasado de lucir tacones a enfundarse en bailarinas masculinas de Balenciaga y de Yves Saint Laurent, que combina con todos sus estilismos. Si hay algo que Styles y Jacobs dejan claro es que se sienten muy, muy cómodos en esa fluidez de códigos que aspira a normalizarse. “Vivimos en un momento en el que las siluetas en general no son tan estrictas en lo que respecta a género”, comentan desde Hereu. Esta firma española se ha especializado en calzado que parte de siluetas clásicas para reinterpretarlas, sin tener en cuenta el sesgo de género al que desde siempre se ha asociado. Así, por ejemplo, proponen también bailarinas para hombre y mocasines que evocan la silueta de una mercedita. “Están teniendo buena acogida, ya que es algo propio de nuestra marca”, apuntan cuando les preguntamos por la respuesta de sus clientes ante este tipo de estilos. “Nuestro consumidor, o al menos al que aspiramos, tiene una visión más abierta y tolerante hacia las propuestas sin género”.

A pesar de que en algunos sectores sea cada vez más común, la ruptura de esos códigos parece, si no una tarea utópica, una labor ardua. “Existen prejuicios, ámbitos de poder que no se quieren perder, esquemas morales que no conciben esa disolución de los límites. Hay miedo, dudas e ignorancia…” sopesa Juan Gutiérrez, experto del Museo del Traje de Madrid, ante la reticencia que nos seguimos encontrando hoy a diluir esas fronteras de género. “Creo que cuando un cambio social es necesario, se produce de manera paulatina, y quizá en este momento lo que sucede es que ciertas posiciones se han afianzado, han adquirido una fuerza mediática muy grande. Por lo tanto, la resistencia a ese cambio se ha vuelto más enconada”, explica. En tiempos de incertidumbre la moda, como el resto de la sociedad, se suele agarrar a los valores tradicionales. Es lo que le aporta esa sensación de seguridad que en otro lado no encuentra.

Dicho de otro modo, a pesar de la intención, actualmente no corren buenos tiempos para este tipo de desencorsetamientos. Lo paradójico de la situación es que quien busque deslegitimar esta fluidez no tiene argumentos válidos para ello: la historia demuestra que algo tan femenino como un tacón fue primero de uso común entre hombres, o casi al mismo tiempo que entre las mujeres. Ahí tenemos al monarca francés Luis XIV retratado por Regaud como epítome del absolutismo, enfundado en unos tacones rojos. Gutiérrez explica que los más altos los lucían precisamente los hombres, presumiendo de pantorrillas voluptuosas y de hebillas en los zapatos, la joya más importante del atuendo masculino. Los profesionales del ballet llevan siglos enfundados en unas zapatillas planas igual que sus compañeras de profesión. A una disciplina tan masculinizada como el toreo le debemos el origen de las “manoletinas”, el nombre con el que aquí conocemos a las bailarinas gracias a las que usaba el torero Manolete. En realidad, la diferenciación que existe hoy entre la idea clásica de ‘zapato femenino’ y ‘zapato masculino’ es relativamente reciente. Según cuenta Juan Gutiérrez, se produjo en el s. XIX, : “Con la decadencia de la aristocracia y el auge del ideal burgués del hombre-empresario, los calzones se sustituyen por pantalones, la seda por el paño y los tacones por zapatos planos más confortables”, puntualiza.

Un asistente a la semana de la moda de Milán con las famosas bailarinas de Alaïa.Edward Berthelot/Getty Images

En la Gran Renuncia decimonónica, el hombre no solo renunció a limitar su vestuario a unos pocos colores y ornamentos. También dejó de llevar esa variedad de estilos de zapatos que vistió en el pasado. Se trata de una prueba más de que el concepto de ‘feminidad’ y ‘masculinidad’ no es más que un constructo social que varía entre los siglos con la misma facilidad que el propio Orlando de Virginia Woolf. “Todo nuestro sistema de organización es fruto del contrato social, de pactos que dan lugar a convenciones que, en cuestión de décadas, se naturalizan y empiezan a ser cosas ‘de toda la vida’, como se decía antes”, sostiene Juan Gutiérrez. “El género del calzado es una construcción que ha cambiado demasiado en tres siglos como para no percibirlo. La evolución de este constructo va a venir marcada en cualquier caso por la tecnología, y esta, insisto, lleva al uso de calzado confortable”, defiende al hablar de la facilidad que han tenido, por ejemplo, las zapatillas para homogeneizarse sus diseños entre hombres y mujeres. “El tiempo dirá si la disolución de las fronteras de género llega a convertirse en un hecho o si es solo un rasgo de época”.