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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XI, núm. 246, 15 de agosto de 2007
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


LAS RA�CES DEL APARTHEID EN PALESTINA: LA JUDAIZACI�N DEL TERRITORIO DURANTE EL MANDATO BRIT�NICO

Ferran Izquierdo Brichs
Facultat de CC. Pol�tiques i Sociologia. Universitat Aut�noma de Barcelona
ferran.izquierdo@uab.es

Recibido: 9 de enero de 2007. Aceptado: 18 de junio de 2007.

Las ra�ces del apartheid en Palestina: La judaizaci�n del territorio durante el Mandato brit�nico ( Resumen)

La colonizaci�n sionista de Palestina fue desde el inicio un proyecto nacionalista de base �tnica que busc� la separaci�n de la poblaci�n palestina y su expulsi�n. La creaci�n de un Estado para el pueblo jud�o exig�a un territorio �limpio� para asentar a los inmigrantes jud�os. La tierra se consigui� con las conquistas de 1947-1948 y la expulsi�n de alrededor de 800.000 palestinos. Sin embargo, las bases del futuro Estado se establecieron antes de la fundaci�n de Israel, principalmente durante el Mandato. La din�mica de limpieza �tnica, al igual que la de apartheid, se inici� con la colonizaci�n a finales de siglo XIX, y sobre todo creci� con el Mandato brit�nico. En un art�culo anterior ya analizamos la dimensi�n de la defensa del trabajo jud�o, en �ste trataremos el proceso de judaizaci�n del territorio.

Palabras clave: sionismo, Israel, Palestina, mandato, limpieza �tnica, colonizaci�n.

The Roots of the Apartheid in Palestine: The Jewification of the Territory during the British Mandate ( Abstract)

The Zionist colonization of Palestine was, from the beginning, an ethnically-based nationalist project that sought to separate and expel the Palestinian population. The creation of a state for the Jewish people demanded a �cleansed� territory in which Jewish immigrants could settle. The land was obtained with the conquests of 1947-8 and the expulsion of 800,000 Palestinians. However, the foundations of the future state were laid before, mainly during the Mandate. The dynamics of ethnic cleansing, as with apartheid, began with the colonization at the end of the 19th century and increased under the British Mandate. In a previous article I analyzed the dimension of the defence of Jewish labour, and in this one I shall deal with the process of the Jewification of the territory.

Key words: zionism, Israel, Palestine, mandate, ethnic cleansing, colonization.

La agricultura y la propiedad de la tierra en Palestina

La Palestina otomana de fines del siglo XIX y principios del XX no era una entidad pol�tica diferenciada y tampoco ten�a fronteras precisas[1]. El vilayet (provincia) de Siria estaba dividido en sanjaks (distritos), entre ellos los tres occidentales de Acre, Nabl�s y Jerusal�n. El de Acre agrupaba el norte, desde Haifa al valle del Jord�n superior y el lago Tiberias. El de Nabl�s reun�a el valle del Jord�n al sur del lago Tiberias, con Beisan y las principales ciudades del norte de la actual Cisjordania. El de Jerusal�n controlaba el sur, desde Jeric� y Jaffa hasta Gaza. A finales del siglo XIX, el sanjak de Jerusal�n se separ� del vilayet sirio, y los de Acre y Nabl�s se colocaron bajo la tutela del vilayet de Beirut.

Tampoco por parte sionista hab�a una conciencia clara de Palestina. Muchos de los mapas iniciales sionistas no inclu�an el Neguev y reduc�an el espacio palestino. En cambio, las demandas presentadas por Weizmann tras la Primera Guerra Mundial en una carta a Lord Curzon, entonces secretario del Foreign Office, dejaban claro que las aspiraciones de los sionistas, adem�s de los tres sanjaks, se extend�an hasta los r�os Litani, al sur del actual L�bano, los Altos del Gol�n, toda la cuenca del r�o Jord�n con su afluente Yarmuk y Aqaba (figura 1)[2].

 

Figura 1. Las demandas sionistas en 1918.

 

Los distritos palestinos eran una regi�n subdesarrollada, sin gran peso dentro del imperio otomano, con una econom�a b�sicamente agraria basada todav�a en buena parte en la explotaci�n de los fellahin, los campesinos que depend�an de los grandes propietarios, de los funcionarios del imperio, de los jeques tribales y de los usureros. Sin embargo, como veremos m�s adelante, a finales del siglo XIX y principios del XX, esta estructura social de patrones y clientes ligados a ellos estaba sometida a grandes presiones. La regi�n palestina y su poblaci�n estaban sufriendo transformaciones importantes, sobre todo en el r�gimen de propiedad del suelo y en la penetraci�n capitalista en las explotaciones agr�colas.

La agricultura y la econom�a palestinas se estaban insertando en las redes globales. La creciente demanda europea llegaba a Palestina principalmente a trav�s de los c�nsules, que a su vez eran tambi�n comerciantes, terratenientes o empresarios, y de las casas comerciales europeas afincadas en los puertos, sus representantes y sus intermediarios. Jaffa, Haifa y Acre eran puertas de entrada y salida comercial cada vez m�s importantes, con exportaciones de trigo, cebada, s�samo, aceite de oliva, jab�n, naranjas, y otras frutas y vegetales. Francia, Egipto y Gran Breta�a eran los principales destinos de los barcos mercantes, as� como el norte de Siria, Asia Menor, Grecia, Italia y Malta. El contacto cada vez m�s cercano al mercado global se dejaba sentir tambi�n en las fluctuaciones econ�micas. Por ejemplo, la Guerra Civil norteamericana revivi� el cultivo del algod�n, y al aumentar la demanda algunos productores y mercaderes tuvieron que mejorar sus aperos y maquinaria. Sin embargo, al entrar en la din�mica global como una econom�a no industrializada, la relaci�n de Palestina con el exterior adquiri� las caracter�sticas de una econom�a perif�rica vulnerable y dependiente del centro desarrollado. Cuando los precios del algod�n volvieron a bajar la crisis fue inevitable. Los grandes beneficiarios de la penetraci�n del mercado global en la econom�a palestina fueron los mercaderes, intermediarios y latifundistas, y sobre todo el Tesoro p�blico que aument� la fiscalidad para recaudar nuevos y mayores impuestos con los que hacer frente a la crisis financiera y a los gastos militares, sin ofrecer a la sociedad palestina pr�cticamente nada a cambio. As�, lejos del mito de la tierra yerma y deshabitada difundido por los sionistas, Palestina era una tierra exportadora de productos agr�colas y una importante fuente financiera para el endeudado Imperio otomano.[3]

Otro cambio importante en la misma �poca fue la penetraci�n de la econom�a capitalista europea en el imperio otomano, provocando un resquebrajamiento de las bases del sistema de patr�n-cliente en las relaciones de producci�n y de propiedad del suelo[4]. Los �mbitos que sintieron primero y m�s duramente esta transformaci�n fueron la propiedad del suelo y el trabajo agrario. Siguiendo un mecanismo muy similar a otras regiones mediterr�neas, durante el siglo XIX y principios del XX, bajo los otomanos y los brit�nicos, se impuso un proceso de impulso de la agricultura capitalista, de desmembraci�n de las tierras comunales y de concentraci�n de la propiedad, al tiempo que se somet�a al campesinado a una explotaci�n cada vez m�s dura.

Uno de los principales instrumentos en este proceso fue la introducci�n de un sistema impositivo ruinoso para los fellahin, con lo que aumentaron las deudas del campesinado y la dependencia de los usureros. Las necesidades de recaudaci�n del Imperio le condujeron a introducir cambios en los impuestos. El C�digo de la Tierra de 1858 y la Ley de la Tierra de 1876 aumentaban las cantidades que se extra�an de los productores y, para ello, tambi�n atacaban las formas de propiedad y de cultivo comunales. Cada productor ten�a que ser responsable de su propia tierra, y la tierra no cultivada ten�a que pasar a manos del Estado[5]. Adem�s, la falta de capital obligaba al campesino a vender su producci�n inmediatamente despu�s de la cosecha, cuando los precios estaban m�s bajos y a comprar las semillas cuando los precios estaban m�s altos, aumentando la deuda. La deuda media de una familia campesina superaba su renta media. Las deudas se heredaban y se traspasaban con la tierra, con lo que el campesino endeudado estaba sometido al se�or desde su nacimiento, hasta que se ve�a obligado a ceder la propiedad para convertirse en aparcero o en jornalero.

El cr�dito oficial o de ayuda a los campesinos era pr�cticamente inexistente y muy dif�cil de conseguir. Tanto los otomanos como los brit�nicos hicieron muy poco por apoyar al campesinado. Bajo el imperio de la Sublime Puerta, legalmente los intereses estaban limitados al 9 por ciento, pero los prestamistas no respetaron nunca esta ley. El cr�dito oficial a trav�s del Banco Otomano de Agricultura era muy dif�cil de conseguir pues se exig�an unos t�tulos de propiedad y unos avales que pocos fellahin ten�an, y por otra parte el presupuesto del banco era limitado. De la misma forma, los brit�nicos eran muy conscientes de las necesidades de los campesinos, pues todos los informes lo recalcaban, pero esto se traduc�a en una planificaci�n que nunca se llevaba a cabo. As�, los m�s de 7 millones de libras que se ten�an que destinar al cr�dito para los campesinos, se vieron reducidos a 50.000 libras. Por estas causas, los fellahin terminaban teniendo que recurrir a los terratenientes, comerciantes de grano o notables urbanos, quienes practicaban la usurer�a con intereses que pod�an oscilar en el 30 y el 60 por ciento en pr�stamos de tres meses hasta un a�o[6]. Como es evidente, en estas condiciones el campesino s�lo se endeudaba ante situaciones de extrema necesidad, y casi nunca como inversi�n, por lo que su capacidad de adaptar sus cultivos para el mercado era muy peque�a.

Otro instrumento para la concentraci�n de la tierra fue la obligaci�n de registrar la propiedad, lo que permit�a aumentar los impuestos y acelerar el proceso de endeudamiento. Tanto bajo el Imperio otomano como bajo el Mandato, se daba el caso de que muchos campesinos no pod�an registrar sus tierras por su coste o por la dificultad de las gestiones, y las perd�an. Tambi�n ocurri� que muchos campesinos quer�an evitar el registro pues tem�an que los reclutaran en el ej�rcito y ped�an a los notables que registraran las tierras a su nombre, lo que dio m�s poder a las elites y facilit� la concentraci�n de la propiedad en el futuro. En 1858, el nuevo c�digo de la propiedad del suelo avanz� en este proceso al confiscar de forma masiva la propiedad colectiva y tribal, con especial incidencia en la de los n�madas beduinos. En la mayor�a de casos estas tierras confiscadas por el Estado terminaron en manos de los altos funcionarios y de los efendis, los grandes propietarios absentistas. La mayor presi�n se ejerci� en la llanura de la costa y en Marj Ibn Amir (valle que comunica Haifa con la ribera del r�o Jord�n), que eran las zonas m�s valiosas tanto por razones estrat�gicas como productivas (ver figura 2)[7]. Posteriormente, por las mismas razones, las compras sionistas se focalizaron en las mismas �reas, con lo que el campesinado que viv�a all� sufri� con enorme dureza los dos procesos.

 

Figura 2. Topograf�a de Palestina.

 

Muchos campesinos, para protegerse de esta presi�n, acababan donando sus tierras a fundaciones religiosas protegidas por el r�gimen de los bienes religiosos (waqf). De esta forma evitaban que las propiedades cayeran en manos del Estado o de los latifundistas y les aplicaran unas condiciones de aparcer�a todav�a m�s duras. Los aparceros no ten�an pr�cticamente ning�n derecho ante el propietario, depend�an de arrendamientos de un a�o y estaban siempre amenazados por la posibilidad de que les echaran de las tierras que cultivaban. Por otra parte, los campesinos tambi�n deb�an enfrentarse a la amenaza de las incursiones y saqueos de las tribus beduinas, que se convert�an en un factor a�adido de empobrecimiento. La mayor�a de estas din�micas siguieron durante el mandato brit�nico, con lo que la concentraci�n de la propiedad se agudiz� y el campesinado continu� tanto o m�s desprotegido que bajo el imperio de la Sublime Puerta.

As�, durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX se pod�an encontrar diferentes tipos de propiedad del suelo y de trabajo agrario. En primer lugar estaba la gran propiedad: los latifundios de los efendis, que compraban el suelo como inversi�n y explotaban el trabajo de los campesinos recogiendo las rentas que �stos generaban; las tierras del Estado, que el imperio arrebataba a los fellahin y a los beduinos; los bienes religiosos (waqf), la mayor�a de los cuales databan del siglo XVI y estaban protegidos por un r�gimen especial; y las tierras de las iglesias cristianas, principalmente de la Iglesia ortodoxa, que en muchos casos adoptaban tambi�n el r�gimen de bienes religiosos para escapar a la voracidad del Estado.

El Estado controlaba grandes extensiones de suelo que pod�a poner a disposici�n de particulares, los cuales ten�an el usufructo de estas tierras mientras las cultivaran. Las tierras del Estado (miri) se convertir�an bajo el Mandato en una importante reserva de suelo para los asentamientos sionistas.

Los campesinos viv�an principalmente de las peque�as propiedades y del uso del suelo bajo propiedad colectiva (musha�a). Hasta 1863 buena parte de la tierra cultivada en Palestina era comunal, de forma que no se pod�a vender y quienes la explotaban lo hac�an de forma temporal. El r�gimen de propiedad colectiva daba seguridad a las familias campesinas, pero era un obst�culo para la adaptaci�n a la agricultura capitalista. Las tierras bajo el sistema de musha�a dificultaban la inversi�n en mejorar los cultivos. Las rotaciones en la adjudicaci�n de la tierra a cada familia eran muy cortas, por lo que el incentivo para mejorarlas desaparec�a. En a�adidura, para equilibrar lo que recib�a cada familia se divid�an mucho las parcelas en zonas separadas de calidades distintas, lo que entorpec�a el cultivo y hac�a disminuir la productividad. Por otra parte, el sistema de musha�a tampoco fue una garant�a para impedir la p�rdida de los derechos sobre las tierras para el campesino porque en muchos casos el endeudamiento les obligaba a cederlos al usurero. As�, en 1923 m�s del 75 por ciento de los derechos sobre las tierras musha�a estaban en manos de individuos que viv�an en las ciudades, aunque los fellahin continuaran cultiv�ndolas como aparceros. El imperio otomano inici� el proceso de divisi�n de la propiedad colectiva, obligando a registrarla individualmente y los brit�nicos continuaron aplicando la misma pol�tica de una forma mucho m�s dura, hasta el punto que la propiedad musha�a pas� de un 70 por ciento en 1917 a un 25 por ciento en 1940. Para sionistas y brit�nicos la propiedad comunal era un gran obst�culo pues imped�a la privatizaci�n y venta del suelo. S�lo la propiedad privada se pod�a vender a los colonos.[8]

La propiedad comunal ten�a desventajas para el progreso de la agricultura, pero era un importante factor de cohesi�n para las comunidades campesinas. La r�pida desintegraci�n de estas instituciones colectivas, como la musha�a, a consecuencia de las presiones econ�micas y legislativas, se convirti� en un elemento a�adido de desestructuraci�n social que debilit� a�n m�s a los fellahin. Adem�s, la propiedad comunal era tambi�n una forma de retrasar la p�rdida de la tierra, por lo que la mayor�a se opon�a al registro individual de la propiedad, y cuanto m�s fuerte era la cohesi�n de la colectividad, mayor su capacidad de resistir. La pol�tica gubernamental, primero del Imperio otomano y despu�s del Imperio brit�nico, en vez de ayudar a los campesinos a afrontar los cambios, los aceler� e impidi� que las comunidades se adaptaran a ellos de forma paulatina, reduciendo as� su impacto. Es m�s, la descomposici�n social era un objetivo buscado por muchos oficiales brit�nicos y por los sionistas, pues sab�an que har�a m�s f�cil el desplazamiento de la poblaci�n palestina.[9]

La introducci�n de la econom�a capitalista y de la agricultura intensiva para el mercado, sobre todo de c�tricos y vid, tambi�n impuls� este proceso. Los campesinos necesitaban capital para invertir en los nuevos cultivos y para mejorar su explotaci�n, pero el Ottoman Agricultural Bank s�lo prestaba a propietarios individuales, lo que obligaba al registro individual y al reparto de la tierra, o a quedar en manos de los usureros. La parcelaci�n, la llegada de capital colonial europeo y la mayor rentabilidad de los cultivos provocaron una gran inflaci�n en el precio del suelo, ante la cual los campesinos no pod�an competir y se vieron arrinconados a la aparcer�a y al jornal. El proceso inflacionario, que aument� de forma exponencial con las compras sionistas, es una muestra m�s de que el mito de la Palestina yerma y deshabitada no es m�s que esto: un mito. Si la realidad hubiera sido la que difunden los propagandistas sionistas no se hubiera producido la escalada del precio del suelo.

Las zonas no cultivadas y alejadas de los pueblos (mawat) constitu�an una reserva de tierra que los campesinos ocupaban cuando se agotaban las reservas de suelo m�s productivo y cercano. Estas tierras pertenec�an al Estado, pero desde la �poca otomana pod�an ser reclamadas por aquellos que las cultivaran pagando una tasa sobre el valor de la tierra. Las autoridades brit�nicas modificaron esta norma para dificultar el acceso a las tierras mawat limitando la capacidad de crecimiento de las explotaciones agrarias.

�In order to conserve the State Domain, the "Mewat" Lands Ordinance was passed, prohibiting unauthorized encroachment, and requiring persons who had already cultivated or developed waste land to lodge within a limited time applications for titles. ("Mewat" means waste land.)�[10]

De esta forma, en muchos casos cuando una familia crec�a ya no pod�a ampliar su explotaci�n y su capacidad de sobrevivir con la agricultura disminu�a. Una vez m�s, el objetivo de la modificaci�n de la norma fue facilitar la apropiaci�n de estas tierras por parte de los colonos sionistas.

Otra forma de propiedad estatal era la tierra mahlul que, bajo el imperio otomano, tambi�n pod�a ser reclamada por el usufructuario previo pago de una tasa. Si la tierra mahlul estaba tres a�os sin ser cultivada el usufructuario perd�a sus derechos. La interpretaci�n brit�nica de la norma restringi� la capacidad de reclamaci�n de los usufructuarios y, al contrario, el Alto Comisario pod�a declarar p�blica la tierra mahlul de forma que pasaba a disposici�n del Estado para ser distribuida como creyera oportuno.

Otras tierras (matruka) que sufrieron una enorme presi�n por parte de los sionistas y de los brit�nicos fueron las zonas comunales ligadas a caminos o pastos que s�lo pod�an ser explotados por los pueblos a los que pertenec�an. Al igual que ocurri� con las tierras musha�a el Estado hizo lo posible por declararlas p�blicas, de modo que la autoridad mandataria pudiera asignarlas a los sionistas.

Los cambios normativos del Mandato aceleraron el proceso de privatizaci�n y de enajenaci�n de las tierras del campesinado. Adem�s debilitaron el acceso a las tierras comunales y marginales mawat, mahlul y matruka, que eran una de las v�as de supervivencia de los fellahin, al contar con ellas para los per�odos dif�ciles[11]. La mayor eficiencia en la administraci�n colonial mandataria, comparada con la otomana, y tambi�n su mayor uso de la fuerza, provocaron que las transformaciones en el sistema impositivo y en la propiedad fueran mucho m�s duras y que los campesinos las padecieran incluso m�s que bajo el Imperio otomano[12]. Bajo los otomanos, los fellahin fueron capaces de continuar ligados al cultivo de las tierras ancestrales como fuente primaria de subsistencia. Sin embargo, bajo los brit�nicos, muchos se vieron expulsados definitivamente de ellas.

Y en �ltimo lugar, estaban los aparceros y los jornaleros. Los propietarios se adue�aban del excedente con contratos que pod�an suponer hasta un tercio de la cosecha, y as� imped�an que el campesino pudiera prosperar. La presi�n inflacionaria provocada por las compras jud�as de suelo hizo aumentar todav�a m�s los arrendamientos, en ocasiones hasta la inviabilidad econ�mica, ante lo cual el campesino no ten�a m�s soluci�n que endeudarse.

�The pressure on the soil is so great that, as will be shown later, rents are rising to a height which threatens to preclude the tenant from producing sufficient from a holding to pay the charges thereon and at the same time to maintain a standard of life that is even tolerable. (...) Rise in rents.�Rents are rising; those who wish to rent land find it difficult to obtain it, and offer rents which frequently cannot be paid and yet leave a surplus for the maintenance of the family in a standard of reasonable comfort. Cases were reported in which fellahin who desired to obtain land offered 50 per cent, of the produce, the landlord paying the Tithe. The Committee reports that the commonest rent is 30 per cent, of the produce, the tenant paying the Tithe, or 40 per cent., the Tithe falling on the landlord. (...) One case reported has reference to land owned, but not yet settled, by Jews, of which Arab tenants in an adjoining village rent 5,600 dunams. Up to the year 1926-27 the cultivators paid 20 per cent, of the produce in kind. Since then, the lease has been put up to public auction and in 1927-28 produced �260, 1928-29 �400, and in 1929-30 �525. It is not suggested that the rent is even now excessive, but the rise of more than 100 per cent, in the past three years demonstrates the amount of competition that exists for land�. [13]

Por otra parte, la presi�n demogr�fica sobre las pocas tierras cultivables de secano o con acceso al regad�o divid�a las parcelas, disminuyendo la productividad y empobreciendo a�n m�s al fellah. Se creaban as� unas condiciones que en muchas ocasiones eran m�s beneficiosas para quien trabajaba por un jornal que en r�gimen de aparcer�a.

Lo cierto era que una mayor�a del campesinado palestino viv�a en condiciones de subsistencia o poco m�s. Las causas eran variadas: mala calidad de la tierra, sequ�as, lluvias espor�dicas y torrenciales, siroco, m�todos de cultivo poco intensivos por falta de conocimiento, de tecnolog�a, de medios para regad�o y de medios mec�nicos, pocas y malas carreteras que comunicaran los pueblos con las ciudades para transportar las cosechas, dumping del trigo egipcio y sirio en el mercado palestino[14], acuerdos temporales muy cortos de arrendamiento o sobre el suelo colectivo, inseguridad en la aparcer�a, abusos de los usureros y de los recolectores de impuestos, etc. Y todas estas dificultades se daban en unas parcelas insuficientes, que en algunos distritos eran de la mitad del tama�o necesario para la subsistencia de una familia. Como vemos, el entorno era extremadamente hostil para el fellah, que no ten�a ning�n incentivo para mejorar sus cultivos porque al final de todo el trabajo le quedaba poco m�s del 20 por ciento de la producci�n despu�s de que todos los dem�s se hubieran llevado sus partes.[15]

La pobreza campesina estaba ligada pues principalmente a la falta de capital, de tecnolog�a y de conocimientos para desarrollar una agricultura intensiva capaz de competir en el mercado. Sin embargo, con esto tampoco habr�a sido suficiente sin una reforma de la propiedad agraria al servicio del fellah y no de los latifundistas y efendi, y sin un gobierno que facilitara todo lo anterior. Y los fellahin eran conscientes de ello, pues un congreso campesino, en 1929, present� demandas como la creaci�n de un banco agr�cola, mejores comunicaciones entre pueblos y mercados, y m�s inversiones en sanidad y educaci�n. Pero los brit�nicos no hicieron ning�n esfuerzo m�s all� de lo simb�lico para ayudar al campesinado palestino.

La colonizaci�n sionista del territorio

La agricultura sionista tuvo distintas din�micas en su progreso. Al inicio, las colonias de la primera oleada de finales del siglo XIX no hubieran sobrevivido sin la ayuda del bar�n Edmond de Rothschild. La ingente inversi�n del potentado franc�s se dirigi� desde el inicio a una agricultura capitalista, intensiva. Introdujo cultivos comerciales e industrias transformadoras como el tejido de seda, la fabricaci�n de mermeladas y de perfumes, y sobre todo la plantaci�n de vi�edos y la construcci�n de una de las mayores y m�s modernas prensas de uvas del mundo. Adem�s, el bar�n contrat� a expertos franceses que experimentaron con nuevos cultivos y especies, e instruyeron a los inmigrantes sionistas.[16]

Estos primeros asentamientos de colonos fueron la simiente de la futura colonizaci�n sionista de Palestina. En 1900, Rothschild cedi� sus colonias a la Jewish Colonization Association (ICA), fundada por otro potentado, el bar�n de Hirsch para fomentar la emigraci�n jud�a. Entre 1908 y 1910 se fundaron las primeras colonias colectivistas, los moshav, que eran pueblos con sistema de cooperativa, y los kibbutz, que basaban su funcionamiento interno en principios comunistas. Sin embargo, hasta 1914 la colonizaci�n jud�a a�n era b�sicamente privada y solamente el 3,9 % del suelo de propiedad jud�a pertenec�a al Fondo Nacional Jud�o (Keren-Kayemet). As�, entre 1900 y 1914 se pod�an encontrar tres tipos b�sicos de explotaciones agrarias coloniales jud�as en Palestina: las colonias de la ICA, la colonizaci�n planificada por la Organizaci�n Sionista y las explotaciones de c�tricos de capitalistas jud�os.

La colonizaci�n posterior fomentada por el Fondo Nacional Jud�o y otras fuentes de financiaci�n sionista, se desarroll� en unidades cooperativas con varias decenas de familias, lo que permit�a canalizar mejor la inversi�n que las explotaciones individuales, e incentivaba la agricultura tecnificada e intensiva. La producci�n inicial de estas colonias se dirigi� a la subsistencia, con problemas graves para hacer frente a las exigencias del suelo, el clima y la geograf�a de Palestina. Sin embargo, la llegada de capital a fondo perdido hizo posible traer de Europa a t�cnicos, desecar pantanos, utilizar tractores y qu�mica, e introducir variedades nuevas para la siembra y razas mejores para la ganader�a. Por otra parte, la creciente demanda urbana generada por la inmigraci�n y el aumento de la demanda europea en los a�os 1930 incentivaron todav�a m�s la agricultura moderna, destinada al mercado tanto dom�stico como exterior.

Las primeras grandes compras de tierra se hicieron aprovechando la Ley de la Tierra de 1876. Con esta norma, el Imperio Otomano se apropiaba de las tierras de los notables que no pod�an pagar los impuestos o suministrar al Sult�n los servicios militares que solicitaba. Necesitado de fondos, el gobierno otomano vend�a r�pidamente estas tierras sin desde�ar el capital exterior. De esta forma, tanto el bar�n Rothschild como la Palestine Jewish Colonization Association (PICA) adquirieron grandes extensiones de tierra en la llanura de la costa. �sta era la zona m�s f�rtil de Palestina, especializada en la producci�n de c�tricos, lo que les permiti� introducir la agricultura tecnificada, capitalista y destinada al mercado exterior. Con este proceso, los campesinos, arrendatarios y aparceros, que viv�an de estas tierras se vieron expulsados de sus campos. Algunos continuaron en los mismos cultivos como jornaleros, pero la mayor�a tuvo que buscar otros medios de subsistencia[17]. Posteriormente, las campa�as de defensa del trabajo jud�o llevadas a cabo por los socialsionistas[18], completaron el proceso de expulsi�n del campesinado palestino.

Petakh-Tikva, la primera colonia sionista, es un buen ejemplo del proceso de alienaci�n del campesinado. Los terrenos originales de esta colonia cercana a la ciudad de Jaffa, pertenec�an a campesinos de los pueblos de Yahudiya y Um Labes. Cuando el imperio aument� los impuestos �stos no pudieron pagar y las tierras acabaron en manos de las autoridades otomanas, las cuales las vendieron a efendis de Jaffa, quienes a su vez las revendieron a colonos sionistas de Jerusal�n en 1878. Durante todo este proceso los campesinos continuaron cultivando las tierras, incluso cuando se estableci� la primera colonia, que fracas�. Sin embargo, en 1882 llegaron nuevos colonos con la primera gran oleada inmigratoria desde Europa del este, y cuatro a�os m�s tarde �stos expulsaron a los campesinos que cultivaban sus tierras, siguiendo ya una pol�tica incipiente de trabajo jud�o, lo que provoc� las primeras tensiones entre la poblaci�n palestina y los colonos sionistas[19].

Otra muestra de este proceso es el caso de Abu Susha, entre Jerusal�n y Jaffa. En 1872, Melville Peter Bergheim, un banquero protestante de origen alem�n asentado en Jerusal�n desde los a�os 1840, adquiri� los t�tulos de propiedad de 52 familias que no pod�an pagar las tasas atrasadas. Estos campesinos se convirtieron en arrendatarios de las que hab�an sido sus tierras. La compa��a de Bergheim se reserv� una parte de las tierras para trabajarlas directamente importando tecnolog�a moderna europea, como el primer molino a vapor, convirti�ndose as� en una de las primeras explotaciones agrarias industriales capitalistas. En 1892, la bancarrota de la Banca Bergheim dej� la explotaci�n agraria en manos de un delegado del consulado alem�n, y en 1910 las tierras fueron compradas por la Jewish Colonization Association, incluidas parte de las parcelas de los arrendatarios. Posteriormente, pasar�an a ser propiedad de la compa��a sionista brit�nica Maccabean Land Company y finalmente terminar�an en manos del Fondo Nacional Jud�o con la expulsi�n de los campesinos palestinos. En cada uno de estos pasos hubo tensiones con los campesinos, quienes trataron de retener las tierras tanto a trav�s de los tribunales como con protestas cuando �stos se pronunciaban a favor de lo propietarios. Por esta raz�n, antes de la venta a la Jewish Colonization Association, los alemanes vendieron parte de las tierras a los campesinos palestinos y la compa��a jud�a les cedi� algunas m�s para evitar conflictos[20]. Sin embargo, esta salida negociada no impidi� las expulsiones de arrendatarios y, de todas formas, al final los sionistas consiguieron todas las tierras pues el pueblo de Abu Susha fue destruido el 10 de abril de 1948 por la Hagana convirti�ndose sus tierras en bot�n de guerra, a�n antes de que �sta estallara de forma oficial.

Procesos muy similares se repitieron en otros asentamientos, siguiendo un modelo de colonizaci�n por sustituci�n de la poblaci�n y de limpieza �tnica territorial ya con el objetivo sionista de creaci�n de un Estado para la poblaci�n jud�a. Se puede concluir, pues, que la dimensi�n pol�tica del conflicto entre sionistas y palestinos tuvo unos fundamentos sociales que enraizaban con los conflictos generados por las transformaciones sociales, econ�micas y de la propiedad inherentes al paso al capitalismo de la econom�a en Palestina. De hecho, muchos de los latifundistas que vend�an sus tierras a precios inflados por la demanda sionistas, despu�s invert�an los beneficios en la expansi�n y modernizaci�n de los cultivos de c�tricos para la exportaci�n.[21]

La especulaci�n que gener� la compra sionista de tierras infl� los precios hasta el punto que los muchos campesinos palestinos se vieron expulsados del mercado. El propietario latifundista, ante la expectativa de lucro que generaba la inflaci�n, impon�a unas condiciones m�s duras a un campesinado que cada vez ten�a m�s dificultades para sobrevivir, para competir en un mercado tecnificado y para pagar los tributos a la propiedad y al gobierno. Pero, sobre todo, el gran capital, b�sicamente especulador y poco productivo se ali� con los sionistas y se benefici� de la inflaci�n de precios provocada por la entrada de capital jud�o europeo. Esto se puede ver f�cilmente en las ventas de suelo a los compradores sionistas y jud�os (ver cuadro 1).

 

Cuadro 1. Compras jud�as de suelo seg�n el tipo de propiedad (1878-1914)[22]
 

Latifundistas absentistas

Latifundistas residentes

Diversa*

Fellahin

1878-1890

---

28,0

72,0

---

1891-1900**

39,7

6,1

11,5

42,7

1901-1914

31,6

33,8

30,3

4,3

Procedencia de la propiedad hasta 1936[23]

52,6

24,6

13,4

9,4

* Diversa:� gobierno, iglesias, grandes compa��as extranjeras, especuladores.
** Durante este per�odo, de dificultades para las colonias de Rothschild, el porcentaje de ventas de los fellahin es mayor porque las compras fueron muy limitadas.

 

Adem�s del impacto de la compra de suelo y de la inflaci�n, el campesinado palestino tambi�n sinti� de forma muy dura la entrada de capital sionista. Las explotaciones sionistas se iniciaron en un contexto de incipiente transformaci�n de la econom�a de la regi�n hacia el capitalismo, con especial incidencia en la agricultura, que ya estaba desplazando a parte de los fellahin que no pod�an competir con las explotaciones m�s grandes y con mayor capital para aumentar la productividad. La llegada de los colonos europeos, en primer lugar los alemanes de la secta de los Templarios y m�s tarde los sionistas, se vio acompa�ada por una mayor capacidad de inversi�n que revolucion� la agricultura. El nuevo capital permiti� modernizar el sector agrario y conseguir una mayor productividad, sobre todo merced a las mejoras tecnol�gicas y a costa de una mayor intensidad en el uso del regad�o.

�(3) Arab agriculture is based to a considerable extent on cereal production, and tends to be subsistence farming. Only about 20 to 25 per cent of Arab agricultural production (excluding citrus) is marketed; Jewish agriculture, on the other hand, is largely intensive and cash-crop farming. About 75 per cent of Jewish agricultural production is sold on the market. It is marketed mainly through Jewish marketing organizations to Jewish retailers.�[24]

La mayor�a de campesinos palestinos se vieron obligados a intentar mejorar sus explotaciones, con el concurso inevitable del capital prestado por los usureros que, en muchos casos, eran tambi�n los efendis que terminar�an apropi�ndose de las tierras al entrar en la espiral del endeudamiento. Aquellos que no ten�an ni tan siquiera la capacidad para pedir prestado se vieron desplazados del mercado y muchos terminaron perdiendo tambi�n sus mejores tierras en manos de los efendis y de los grandes propietarios, quienes, a su vez, en ocasiones las vendieron a los sionistas aprovechando los beneficios generados por la inflaci�n de precios del suelo.

En un per�odo en el cual la agricultura de Palestina experimentaba las transformaciones m�s importantes, la autoridad mandataria no asumi� sus responsabilidades de innovaci�n, experimentaci�n y educaci�n de los campesinos. El importante progreso de la agricultura en Palestina fue en verdad una realizaci�n sionista, con la ayuda brit�nica, que dej� a los campesinos palestinos en una posici�n extremadamente indefensa para competir con la producci�n de las explotaciones jud�as. Las instituciones dedicadas a la mejora y modernizaci�n agraria eran b�sicamente sionistas, y la autoridad mandataria entend�a que no deb�a doblar esfuerzos en Palestina por lo que su inversi�n fue m�nima. El problema de fondo era el olvido de la poblaci�n palestina y que, para los intereses brit�nicos y sionistas, los progresos de la sociedad jud�a se divulgaban como si fueran progresos de toda Palestina, sin tener en cuenta que la sociedad jud�a se hab�a impuesto un r�gimen de apartheid que marginaba a los �rabes de la mayor parte de los avances[25].

El campesinado palestino tuvo que enfrentarse primero a los latifundistas y despu�s a las colonias sionistas, sin tener capacidad para hacerlo y en unas condiciones absolutamente desiguales. En el �mbito pol�tico, los grandes propietarios tuvieron durante el Imperio Otomano el apoyo de las autoridades imperiales, y los sionistas el del Mandato. En el primer caso, el Imperio Otomano favoreci� la apropiaci�n del suelo en manos de los grandes terratenientes. En el segundo caso, el Mandato favoreci� la apropiaci�n del suelo y del agua por parte de los sionistas, la creaci�n de un mercado jud�o protegido y la entrada de capital sionista en unas condiciones de competencia que arruinaron a buena parte de la econom�a palestina. La situaci�n del campesinado era tal que Sir John Hope Simpson, en su informe de 1930, llegaba a la conclusi�n de que �It is no exaggeration to state that the fellah population as a class is hopelessly bankrupt�[26].

En el �mbito econ�mico, la necesidad de acceso al capital para invertir en la agricultura coloc� a los fellahin en una situaci�n de dependencia total respecto a los terratenientes y los efendis. Adem�s, las condiciones de los pr�stamos en t�rminos de usurer�a, con intereses del 30 y el 50 %, hac�an inviable su rentabilidad en un sector que generaba pocos beneficios y que necesitaba tiempo, como demuestran las dificultades encontradas por las explotaciones sionistas en su inicio. El capital conseguido por los fellahin no estaba en condiciones de competir con la entrada de capital jud�o a fondo perdido y sin necesidad de generar amortizaciones a corto plazo.

�Much of the Jewish capital imported into Palestine is in the nature of a free gift, and consequently involves neither interest-nor amortization charges. To the extent that gift capital is part of the capital imports in the structure of the balance of payments, it will not require an increase of exports in the future to meet debt charges.�[27]

�Meanwhile, there are few if any, of the settlements [del Fondo Nacional Jud�o] which are truly self-supporting, and there appear to be none in which any payment has been made in respect of the outlay by the Jewish National Fund or the Keren-Hayesod. (...)

Zionist Settlements not self-supporting.�Of the agricultural settlements it may be said that none of the Zionist settlements are self-supporting in the sense that they would be able to maintain themselves without further assistance and pay back to the Keren-Hayesod a reasonable amount towards satisfaction of their debts, and to the Keren-Kayemeth an economic rent. It is indeed admitted that no such consummation is anticipated. Many Zionist settlements would cease to exist if further support were not forthcoming.�[28]

Dicho de otro modo, la rentabilidad del capital sionista no se med�a en t�rminos econ�micos sino pol�ticos, mientras que el palestino deb�a devolver unos cr�ditos que terminaron arruinando a muchos campesinos y concentrando a�n m�s la propiedad.

La agricultura sionista era deficitaria y estuvo subvencionada desde el inicio de la colonizaci�n. La supervivencia de las primeras colonias dependi� durante mucho tiempo del capital de los Rothschild, y no fueron un caso �nico, pues la enorme inversi�n que exig�an las explotaciones las hac�an poco rentables. En 1914, el 58 por ciento de las tierras de propiedad jud�a hab�an sido adquiridas por Rothschild, y sus ayudas a las colonias, a la construcci�n y a la industria sub�an a m�s de 10 millones de libras. La subvenci�n del bar�n Rothschild se dirigi� tambi�n a garantizar unos ingresos m�nimos a los colonos y a contratar a expertos agr�colas franceses.[29] La inversi�n del bar�n no se limit� a la agricultura, sino que se extend�a a los servicios comunitarios como la educaci�n y la sanidad, y a la construcci�n de edificios p�blicos e infraestructuras. La relaci�n de Edmond de Rothschild con el proyecto sionista era filantr�pica, lo que daba un especial valor a su inversi�n pues era a fondo perdido. Rothschild invirti� m�s en Palestina a finales del siglo XIX que todos dem�s jud�os juntos, e incluso cuando en 1900 cedi� sus propiedades a la Jewish Colonization Association (ICA), lo hizo con una subvenci�n adicional de 15 millones de francos.[30]

La inflaci�n del precio del suelo y la inversi�n para aumentar la productividad convert�an a las colonias en empresas dif�cilmente amortizables. Para aumentar su rentabilidad, los cultivos deb�an crecer en intensidad y en productividad, pero esto significaba incrementar tambi�n los inputs de capital y f�sicos como tierra, agua, �qu�mica y maquinaria. El sector con mayor proyecci�n exterior eran los c�tricos, pero tardaban alrededor de seis a�os de espera antes de empezar a producir, por lo que necesitaban una gran capacidad de inversi�n a largo plazo.

El desarrollo agrario jud�o en estas condiciones s�lo se explica por la gran atracci�n de un capital exterior que no ten�a s�lo una funci�n econ�mica sino colonial, pol�tica e ideol�gica.

La colonia agraria era el mejor instrumento para homogeneizar grandes espacios en los cuales se podr�a construir el naciente Estado para los jud�os. Adem�s, para los j�venes pioneros de la tercera aliya, la agricultura era el s�mbolo de la construcci�n f�sica de este proyecto nacional y formaba parte del mismo ideal nacionalista. Los principios ideol�gicos estaban unidos a la necesidad que ten�an los inmigrantes de inversi�n p�blica en la agricultura para asegurarse el trabajo. Aunque, seguramente el elemento decisivo, fue que la colonia agraria, y la ideolog�a que las sustentaba, eran unos instrumentos esenciales en el proceso de acumulaci�n de poder de las elites socialsionistas y en el proyecto de creaci�n del Estado �tnicamente limpio.

Con todo, no se debe magnificar el papel de las experiencias colectivistas. En 1944, las colonias capitalistas eran menos, s�lo el 17 %, pero pose�an el 41 % de la propiedad jud�a y el 54 % de la producci�n. La productividad de la agricultura jud�a era mucho mayor a la de las vecinas. En 1935, con Siria de referencia en un valor 100, la productividad jud�a era de 642 y la palestina de 183. El papel del capital para aumentar los inputs, mejorar las infraestructuras y conseguir las mejores tierras fue fundamental, pero sobre todo porque iba unido al apoyo pol�tico de la potencia mandataria que le permit�a el acceso a los dos factores de producci�n fundamentales en la agricultura: la tierra y el agua. El aumento de la productividad de las explotaciones jud�as estaba directamente ligada al agua: 20 dunams[31] de regad�o generaban un 171 % m�s de beneficios que 100 dunams sin riego, incluso teniendo en cuenta las diferencias salariales entre un campesino jud�o y uno palestino[32]. Y el agua depend�a sobre todo de las concesiones brit�nicas sobre los r�os y de la inversi�n tanto en tecnolog�a como en know how para la detecci�n y el aprovechamiento de las aguas subterr�neas con pozos cada vez m�s profundos[33].

La pol�tica de colonizaci�n se dirigi� hacia las mejores tierras y con m�s agua, y el capital permiti� su explotaci�n en unas condiciones y con una tecnolog�a que estaban vedadas al fellah palestino[34]. La inflaci�n y el control jud�o de buena parte de las tierras m�s adecuadas para el regad�o dificult� la transici�n de la agricultura palestina de secano a la agricultura intensiva de regad�o destinada al mercado. Los campesinos no ten�an capacidad de compra de suelo ni de tecnolog�a. Un ejemplo evidente de la importancia del capital fue la necesidad de infraestructuras y de sistemas motorizados de bombeo de agua para el regad�o intensivo y para la desecaci�n de pantanos, que estaban muy lejos de las posibilidades del campesinado. Mientras, la mayor parte del capital palestino se concentraba en las manos de los latifundistas, muchos de ellos efendis absentistas, que lo destinaban principalmente a la especulaci�n y a la usurer�a. Esto provoc� que las explotaciones sionistas fueran ocupando la agricultura de mayor rendimiento, con la ayuda de los efendi, y que s�lo en el campo de los c�tricos se mantuviera una cierta competencia entre palestinos y jud�os.

�It is a mistake to assume that the Vale of Esdraelon [Marj Ibn Amir] was a wilderness before the arrival of the Jewish settlers and that it is now a paradise. A very large amount of money has been spent by the various Jewish agencies, and great improvements have been made. The work that has been done, especially in the direction of drainage and the introduction of new and improved methods of agriculture is highly valuable. There can be little doubt that in time, the application of capital, science, and labour will result in general success. It is, however, unjust to the poverty-stricken fellah' who has been removed from these lands that the suggestion should continually be made that he was a useless cumberer of the ground and produced nothing from it. It should be quite obvious that this is not the fact.� [35]

Aunque los campesinos palestinos afectados por las colonias sionistas no fueran la mayor�a, simbolizaron la presi�n social, econ�mica y pol�tica que sent�an todos, por lo que la apropiaci�n sionista del suelo tuvo una repercusi�n mucho mayor de lo que el n�mero de fellahin expulsados har�a suponer. De hecho, en 1947 cuando la Asamblea General de Naciones Unidas decidi� la partici�n de Palestina, la propiedad jud�a del suelo tan solo se extend�a a menos del 6 % del territorio.

La competencia en la agricultura, que afectaba a la mayor�a de la poblaci�n palestina, tambi�n se vio influida por esta din�mica. A medida que se iba implantando la agricultura destinada al mercado, la capacidad de competir estaba ligada a la productividad, y �sta a la inversi�n y a la creaci�n de econom�as de escala que depend�an del tama�o de la propiedad y de la organizaci�n comunitaria. De esta forma, el campesino tradicional perd�a ante los grandes latifundistas palestinos, europeos y jud�os, y ante las organizaciones sionistas. La creaci�n de infraestructuras de transporte apoy� y aceler� la transici�n al mercado que iba dejando en la cuneta a cada vez m�s campesinos[36].

Las compras sionistas de tierra fueron seguramente el factor m�s importante de tensi�n entre los �rabes palestinos y los inmigrantes jud�os. Esta tensi�n tambi�n sirvi� de acicate al nacionalismo �rabe que estaba ganando fuerza desde mediados del siglo XIX. A principios del XX, los choques y las protestas por la colonizaci�n sionista ya eran lo bastante importantes como para que los colonos crearan el grupo Bar-Giora, una fuerza para proteger los asentamientos jud�os. Y esto suced�a cuando el trabajo jud�o en las explotaciones jud�as todav�a era de poco m�s del 10 % y la campa�a de extensi�n del boicot al trabajo �rabe estaba en sus inicios. Poco m�s tarde, la segunda aliya y la pol�tica del Fondo Nacional Jud�o de exclusividad del trabajo jud�o y de separaci�n de la comunidad �rabe agravar�a mucho m�s la tensi�n.

El Fondo Nacional Jud�o

El Fondo Nacional Jud�o fue creado en 1901 por decisi�n del quinto Congreso Sionista con el objetivo de comprar tierra en Palestina para su colonizaci�n. Su actividad fue limitada mientras las organizaciones sionistas tuvieron poca capacidad de conseguir capital. En 1920, en la Conferencia Sionista celebrada en Londres, se cre� el Keren Hayesod, un fondo para la inmigraci�n y la colonizaci�n en Palestina, que deb�a ser la instituci�n central de recaudaci�n para el movimiento sionista. La intenci�n del Keren Hayesod era establecer una tasa anual para la poblaci�n jud�a, aunque no fueran sionistas. De esta forma, los dirigentes que controlaban la Organizaci�n Sionista Mundial adquir�an un nuevo instrumento de acumulaci�n de capital en sus manos, de una enorme importancia en el futuro.

Esto ocurr�a cuando los socialsionistas se estaban convirtiendo en la fuerza principal� del sionismo y cuando el control del movimiento se estaba desplazando a Palestina, con lo que las elites de los grupos de la izquierda sionista era cada vez m�s poderosas. Adem�s, la propiedad �nacional� de la tierra proporcionaba a los dirigentes socialsionistas una importante palanca de poder, con influencia en todas las actividades econ�micas, tanto p�blicas como privadas, del Yishuv[37].

La instauraci�n del Keren Hayesod dio un gran impulso al Fondo Nacional Jud�o, pues el 20 por ciento del capital recaudado se destinaba a la compra de tierras. No obstante, todav�a m�s importante fue el cambio de la administraci�n militar brit�nica en Palestina a la administraci�n civil. Su primer jefe fue Sir Herbert Samuel, un jud�o y sionista convencido que hizo todo lo posible para facilitar la adquisici�n de suelo para el Fondo, declar�ndolo de utilidad p�blica. As�, las propiedades del Fondo pasaron de 22.363 dunams en 1920 a 278.627 en 1930, 515.950 en 1940, y 936.000 en mayo de 1948. En la fecha de la creaci�n del Estado, el Fondo pose�a el 54 por ciento del suelo de propiedad jud�a, y en sus tierras se asentaban el 85 por ciento de las colonias[38].

Antes de que el Fondo Nacional Jud�o iniciara el proceso de compra el Agricultural Settlement Department de la Agencia Jud�a hac�a un estudio geogr�fico, topogr�fico e hidrogr�fico del territorio y del capital necesario para su explotaci�n y colonizaci�n[39], con lo que se aseguraban que las tierras que compraban eran excelentes.

La funci�n b�sica del Fondo Nacional Jud�o no era s�lo la compra de tierra, sino tambi�n su colonizaci�n por poblaci�n jud�a y asegurar que la poblaci�n �rabe no la trabajar�a. Se estableci� la etnizaci�n de los recursos adquiridos y la obligatoriedad del trabajo jud�o en estas explotaciones:

�Keren-Kayemeth draft lease: Employment of Jewish labour only. �I have been favoured with copies of the draft of the lease which it is proposed to execute in respect of all holdings granted by the Keren-Kayemeth (Jewish National Fund). The following is Article 23 of this lease :

"The lessee undertakes to execute all works connected with the cultivation of the holding only with Jewish labour. Failure to comply with this duty by the employment of non-Jewish labour shall render the lessee liable to the payment of a compensation of ten Palestinian pounds for each default. The fact of the employment of non-Jewish labour shall constitute adequate proof as to the damages and the amount thereof, and the right of the Fund to be paid the compensation referred to, and it shall not be necessary to serve on the lessee any notarial or other notice. Where the lessee has contravened the provisions of this Article three times the Fund may apply the right of restitution of the holding, without paying any compensation whatever."

The lease also provides that the holding shall never be held by any but a Jew. If the holder, being a Jew, dies, leaving as his heir a non-Jew, the Fund shall obtain the right of restitution. Prior to the enforcement of the right of restitution, the Fund must give the heir three months' notice, within which period the heir shall transfer his rights to a Jew, otherwise the Fund may enforce the right of restitution and the heir may not oppose such enforcement.

(...) In the similar agreement for the Emek colonies there is a provision as follows : � " Article 11.�The settler undertakes to work the said holding personally, or with the aid of his family, and not to hire any outside labour except Jewish labourers".� [40]

Como coment�bamos en el art�culo anterior sobre la defensa del trabajo jud�o[41] �Qu� impacto tendr�a este mismo contrato si en vez de jud�o utiliz�ramos la palabra blanco o ario? La poblaci�n jud�a europea estaba sufriendo las pol�ticas de discriminaci�n impuestas por el antisemitismo, y al mismo tiempo las organizaciones sionistas reproduc�an en Palestina algunos de los modelos de los que hu�an.

El proceso de adquisici�n de las tierras acostumbraba a ser largo, con sobornos y cooperaci�n de las autoridades y, para evitar problemas con los campesinos, los sionistas acostumbraban a exigir que la tierra se les entregara vac�a de poblaci�n. Al principio se pagaba a notables, intermediarios, autoridades y a todos aquellos que pudieran facilitar la venta. Los pagos al propietario se hac�an en distintos plazos, que se procuraba que fueran largos, para asegurar que los fellahin habr�an desocupado la tierra[42]. De esta forma, eran los propios latifundistas y notables palestinos los que se responsabilizaban de expulsar a los campesinos y de evitar su regreso. Los brit�nicos establecieron dos �rdenes para limitar la expulsi�n de los campesinos, pero una y otra se mostraron inefectivas debido a la facilidad con que se pod�an sortear y a la poca voluntad para aplicarlas.

Transfer of Land Ordinance, 1920-21: �This Ordinance in fact remained a dead letter. It was circumvented in one of two ways; either the landlord, who desired to dispose of his land, ejected his tenants as a preliminary operation, and so sold the land with vacant possession to the purchaser, or the landlord or the purchaser induced the tenant to withdraw on payment of compensation. In both of these cases there was no tenant in occupation, and the conditions of the Ordinance consequently failed to operate.�;

Protection of Cultivators Ordinance, 1929: �This Ordinance is of little value in pre-venting the displacement of tenants from the soil. There is no record of tenancies in Palestine, as there is, for instance, of agricultural tenancies in India. It would be extremely difficult for any tenant to establish a tenancy of five years on the same holding. In any case, at its best, the ordinance would only provide money compensation, while what is eminently required is, not compensation for disturbance, but a provision against disturbance.� [43]

Las instituciones sionistas compraban mucho m�s terreno del que necesitaban para la colonizaci�n inmediata. La mayor parte de las tierras se reservaban para futuros inmigrantes. As�, en 1944 hab�a un mill�n de dunams en espera y 730.000 dunams cultivados[44]. Esto a�ad�a un motivo m�s de desesperaci�n para los fellahin expulsados de sus tierras, ya que en muchos casos ve�an que aquellas parcelas permanec�an vac�as o que los compradores ten�an ya mucho terreno sin cultivar. Tambi�n ve�an como, antes de la llegada de capital para modernizar la explotaci�n de las tierras, la producci�n de los colonos jud�os era inferior al suyo.

�The results of Jewish colonisation of the Vale of Esdraelon [Marj Ibn Amir] are varied. In some villages there are clear signs of success; in others, the opposite is the case. The village of Afuleh, which the American Zionist Commonwealth boomed as the Chicago of Palestine, is a sea of thistles through which one travels for long distances. A plague of field mice, which has done extensive damage to both Jewish and Arab cultivation in the Vale during the present year was officially stated to be due to the fact that 30,000 dunams of the land held by the Jews are derelict and covered with weeds. It is also a fact that in a number of villages the tithes [diezmo pagado como impuesto] paid by the Jews are considerably below those paid by the Arabs who formerly cultivated those villages. [lo que demostrar�a que la producci�n era menor al ser el diezmo proporcional a la cosecha]�[45]

Por otra parte, las instituciones sionistas procuraban simplificar las compras abarcando el m�ximo territorio posible. Las adquisiciones ten�an repercusiones en un gran n�mero de familias y eran muy visibles, lo que aumentaba el malestar palestino. Ejemplos problem�ticos los podemos encontrar en la compra sionista de grandes extensiones de tierra de la familia Sursuk en Marj Ibn Amir (Emeq Jezrell �Valle de Israel- para los israel�es) entre 1910 y 1920, o en los 30.000 dunams adquiridos a la familia Tayan en Wadi Hawarith en 1929.

Marj Ibn Amir

Marj Ibn Amir o Emeq es una buena muestra del proceso de desposesi�n del campesinado palestino. Aprovechando las facilidades que ofrec�an las nuevas normas otomanas, la ignorancia de los campesinos sobre sus derechos y la corrupci�n generalizada, el usurero Sursuk, afincado en Beirut, compr� la regi�n norte del valle: 20 pueblos habitados por 4.000 campesinos en una extensi�n de 18.000 hect�reas. En 1872, Sursuk pag� alrededor de 18.000 libras, de las cuales s�lo 6.000 llegaron a las arcas imperiales, perdi�ndose las dem�s en el mar de corrupci�n que era la administraci�n otomana de la �poca. Con el tiempo, Sursuk lleg� a poseer 230.000 dunams, alrededor de 23.000 hect�reas, en Marj Ibn Amir. La gran mayor�a de los fellahin hab�an cultivado aquellas tierras durante generaciones, y se hab�an sentido propietarios de las mismas, ya sea de forma directa o comunal. Los cambios en las leyes para facilitar la concentraci�n de la propiedad y el cobro de impuestos a mediados del siglo XIX, dejaron a buena parte del campesinado indefenso ante la codicia de los funcionarios y de la burgues�a especuladora que, como Sursuk, aprovech� la oportunidad para hacerse con enormes latifundios. Sursuk pas� a cobrar los arrendamientos al campesinado, lo que le gener� unas rentas de entre 12.000 y 40.000 libras anuales. Sin embargo, el gran beneficio lleg� con la inflaci�n de precios provocada por las compras sionistas de tierra, hasta el punto que Sursuk fue prescindiendo de las rentas y vendi� Marj Ibn Amir a los sionistas por un precio decenas de veces superior al de la compra[46].

�Thus there have been acquired, since 1910, approximately 225,000 dunams in the Emek Jezreel and about 65,000 dunams in the Plain of Acco -- a total of 290,000 dunams, purchased at the price of �970,000.�[47]

Evidentemente, las tierras fueron entregadas libres de campesinos palestinos para que los sionistas las pudieran explotar con trabajo jud�o. Estas tierras, junto con las de la llanura de la costa, fueron grandes objetivos en la pol�tica de compras sionistas.

Contradiciendo el mito del florecimiento del desierto, los sionistas dirigieron su inter�s hacia las tierras m�s productivas, mejor situadas estrat�gicamente y m�s f�ciles de colonizar.

�In ancient times Esdraelon was the granary, and by the Arabs is still regarded as the most fertile tract of Palestine. The soreness felt owing to the sale of large areas by the absentee Sursock family to the Jews and the displacement of the Arab tenants is still acute. It was evident on every occasion of discussion with the Arabs, both effendi and fellahin.�[48]

Adem�s, las compras a los Sursuk en Marj Ibn Amir y a los Tayan en Wadi Hawarith permit�an controlar las comunicaciones con Haifa desde el sur y desde el centro y dividir Palestina en dos partes.

Con toda l�gica, al ser estas tierras las m�s ricas tambi�n hab�an despertado el inter�s de los efendis, con lo que los campesinos se enfrentaron a un doble proceso de desposesi�n en muy poco tiempo. Primero a manos de los latifundistas �rabes y otomanos, despu�s a manos del capital sionista.

�It is, of course, true that in the first few years after the world war the Zionist Organization concentrated its colonization efforts upon the Emek; for only here could it hope to acquire, in a short time, extensive stretches of land for colonization on a large scale. Transactions corresponding to those which were completed in the Emek within a few months required many years where the coastal plain was concerned. But at that time it was absolutely necessary, in the interests of the entire Zionist movement, to begin colonization immediately, and not to postpone it for years. (...)

When we look back upon the history of our acquisition of Palestinian land, we see clearly that the purchase of land in the Emek has been a deciding factor in the Jewish work in Palestine. This has been the first time that Jews have come to constitute the majority of the agricultural population of a considerable area, and that they have been able to establish themselves in the manner best adapted to their special requirements.�[49]

El valor de estas tierras y la importancia que ten�an se refleja en los mismos textos de los protagonistas de las compras:

�(...) going from Haifa to Nazareth, I had viewed the broad expanse of the Emek Jezreel, that, because of its proximity to Haifa, its excellent railroad and highway connections, and the ease with which its soil could be cultivated, this land would be preeminently suited for Jewish colonization.�

�The construction of the Port of Haifa and the growth of the city will bring out the significance of the Emek even more clearly. Next to the industrial development due to Nesher, Shemen and Grands Moulins, it is Jewish colonization in the Emek to which we must credit the increase of the Jewish population of Haifa from three thousand to fifteen thousand since the war, and the fact that the strong Jewish influence upon the city itself is evident to even the most casual observer.� [50]

Otras razones para la compra, la agricultura y el agua, las encontramos en un texto publicitario actual:

�The Jezreel Valley is home to some of the most fertile farmland in Israel and it is a place with wonderful vistas. The agricultural heartland of the country; it is an area rich in natural springs.�[51]

Wadi Hawarith

Las grandes adquisiciones no se realizaron s�lo en Marj Ibn Amir, aunque ninguna otra fuera comparable a aquella. La otra regi�n que centr� el mayor inter�s sionista fue la llanura de la costa, de la cual ya en 1929 se controlaban m�s de 250.000 dunams:

�In addition to the above purchases on the part of the Palestine Land Development Company in the coastal plain we must also mention the 60,000 or 70,000 dunams near Benjamina which were partly bought by the ICA, and partly leased by it from the government on long-term leases. A few small parcels of land in the coastal plain have also been purchased by some private individuals and companies. When we consider also about 50,000 dunams for the purchase of which negotiations were begun several years ago by the Palestine Land Development Company, acting on behalf of the Jewish National Fund, and other companies, we see that approximately 250,000 dunams of land in the coastal plain (Including the Plain of Acco) have become Jewish property -- i.e., even more than in the Emek Jezreel.� [52]

El caso de Wadi Hawarith es ejemplar en el proceso de compras sionistas de tierra y de las tensiones que creaban[53]. Esta zona, situada entre Haifa y Tel Aviv, fue la primera compra del Fondo Nacional Jud�o en la llanura de la costa. Hasta aquel momento la principal inversi�n jud�a en la costa hab�a sido de capital privado debido a la mayor rentabilidad de los cultivos de c�tricos. La compra de Wadi Hawarith pon�a en evidencia la creciente capacidad del capital �nacional� controlado por el FNJ. Estos terrenos ten�an importancia tambi�n porque daban continuidad territorial a las compras sionistas, estaban muy bien situados en el centro de la llanura de la costa y ten�an un suelo f�rtil y agua abundante.

El proceso de p�rdida sigui� un camino similar a muchas otras parcelas con las nuevas leyes otomanas y brit�nicas. La obligaci�n de registrar las tierras comunales de la tribu fue el primer paso. Se hizo a nombre de los jefes tribales, a lo que sigui� la incapacidad de pagar las tasas de registro y otros impuestos. Algunas de estas tierras pasaron a manos del gobierno, que m�s tarde fueron compradas por la familia Tayan junto con el resto de Wadi Hawarith[54]. No obstante, los campesinos y beduinos no se movieron de aquellas tierras. Tan solo pasaron a pagar el arrendamiento o la aparcer�a, y en ocasiones ni tan siquiera esto. El lazo de los pobladores con la tierra se manten�a intacto y en general no eran conscientes de que no les pertenec�a.

La compra sionista se hizo a la familia Tayan, maronitas de Beirut, con la mediaci�n de Awni Abd al-Hadi, uno de los l�deres pol�ticos palestinos, jefe del partido Istiqlal. Esta compra puso de manifiesto el doble juego de algunos grandes propietarios palestinos y de algunas elites, que se aprovecharon de las compras sionistas de tierra y al mismo tiempo ten�an que criticarlas para responder a la presi�n de los fellahin y de la cada vez mayor movilizaci�n de la calle contra la inmigraci�n jud�a. La p�rdida de credibilidad de las elites palestinas por esta cuesti�n fue importante y se reflej� m�s adelante en la falta de capacidad de liderazgo.

La particularidad de Wadi Hawarith, adem�s de su extensi�n, fue la negativa de los habitantes a abandonar las tierras en las que hab�an vivido y trabajado durante generaciones. La costumbre y el tiempo hac�an que los aparceros consideraran aquellas tierras como propiedad de la tribu, por lo que rechazaron incluso su traslado a otras tierras, en Beisan, pues los lazos que les ataban a Wadi Hawarith no eran econ�micos sino org�nicos, ligados a su tradici�n tribal y a su identidad.

�The most general reason for the reluctance to accept the Government's offer was to be found in the Arab's deep attachment to his own locality. A settlement in Baisan had first been offered to the Wadi Hawareth Arabs, who had refused it as being too distant from their habitat.�[55]

�Even if some suitable place could be found for the graziers and some other available land for the cultivators, it seems likely that the tribe will lose its identity as a tribe and become a scattered community�[56]

Esto no lo comprend�an ni las autoridades brit�nicas ni los inmigrantes sionistas, que hablaban de transferencias de poblaci�n como si se tratara de objetos o animales, o incluso peor, pues como dec�a un peri�dico �rabe:

�Ordinances consider uprooting of plants and the breaking of trees a crime, but they do not consider the uprooting of the people who are connected with the land for a longer time as such�[57]

La propuesta de traslado a Beisan, cerca del valle del r�o Jord�n, fue presentada por los brit�nicos como permanencia en el territorio palestino. Sin embargo, chocaba con unos lazos que no eran a un territorio nacional sino a la tierra directamente. Las propuestas sionistas de transferencia de la poblaci�n palestina a Transjordania no comprend�an tampoco que el lazo no era ni con el territorio palestino ni con el territorio �rabe, sino con la tierra a la que pertenec�an desde generaciones.

Esta incomprensi�n es todav�a evidente hoy con el trato a los refugiados palestinos de 1948 y 1967. Las propuestas de asentamiento de algunos refugiados en un futuro Estado palestino no tienen en cuenta que casi 5 millones de personas son refugiados porque no pueden regresar a sus casas y a sus tierras, no a un territorio nacional abstracto. Una vez m�s, nos encontramos ante el sometimiento de los derechos humanos inherentes a las personas a los derechos �nacionales� sionistas. Estos derechos de la abstracci�n Naci�n jud�a, no son otra cosa que una forma de esconder que millones de palestinos han perdido el derecho a permanecer en su casa y a cultivar su tierra.

Los aparceros de Wadi Hawarith iniciaron su protesta para evitar ser expulsados de sus tierras y sus casas. Alejados de la vida pol�tica de las ciudades y de las autoridades brit�nicas, sintieron la presi�n sionista directamente con la compra de la tierra, pero su respuesta fue para mantener sus condiciones de vida. Sin embargo, los cuatro a�os de resistencia al desalojo y de protesta les hicieron tomar conciencia del problema pol�tico general. Lo que hab�a empezado como una protesta campesina se transform� en resistencia pol�tica con participaci�n en manifestaciones contra el proyecto sionista y contra el control colonial brit�nico. Y tambi�n se convirti� en un factor de tensi�n que se prolong� durante varios a�os, acrecentando el malestar que condujo a la Rebeli�n �rabe en 1936.

Otra de las din�micas puesta en evidencia por la compra de Wadi Hawarith fue la p�rdida del trabajo de los fellahin tras las compras sionistas y la desintegraci�n social que ello implicaba. Como hemos comentado, las ventas de tierra a los sionistas iban acompa�adas de la expulsi�n de los aparceros y jornaleros. Los campesinos se ve�an obligados a abandonar el trabajo en la unidad familiar y tribal para convertirse en jornaleros, en muchos casos de explotaciones jud�as privadas de la misma zona, a emigrar a otras zonas o a trabajar en obra p�blica para el gobierno brit�nico. En Wadi Hawarith, de entre 1000 y 1500 personas, s�lo permanecieron en el �rea alrededor de 300, con lo que esto supone de ruptura social[58].

La pol�tica brit�nica de gesti�n del territorio

Las compras de suelo por parte de las organizaciones sionistas desmienten el mito de la tierra yerma y del florecimiento del desierto. La importancia agr�cola, la riqueza en agua y la posici�n estrat�gica de las mismas era di�fana a los ojos de todo el mundo. La ayuda brit�nica durante el Mandato permiti� a los sionistas situarse en algunas de las mejores regiones de Palestina. Las facilidades de la potencia mandataria para la compra o el arrendamiento de tierras, y para el control del agua con las concesiones sobre los r�os Awja[59], Muqatta[60] y Yarmuk[61], y la regi�n de Hulah, permitieron a los sionistas colonizar buena parte de la llanura de la costa, la llanura entre Acre y Haifa, Marj Ibn Amir, el ghor Beisan, el valle de Hulah y parte del lago Tiberiades. Todas ellas regiones ricas en agua y con grandes posibilidades para la explotaci�n agr�cola intensiva (ver figuras 2 y 3)[62]. Todas ellas hab�an sido objeto de tensiones por su control desde mediados del siglo XIX y la introducci�n de la agricultura capitalista y destinada a la exportaci�n.

 

Figura 3. La propiedad de la tierra en Palestina y el Plan de Partici�n de Naciones Unidas, 1947.

 

La explotaci�n de la llanura de la costa y la expansi�n de los cultivos de c�tricos pon�an en evidencia este proceso de apropiaci�n de las mejores tierras (ver cuadro 2).

 

Cuadro 2. Expansi�n europea (jud�a) de las plantaciones de c�tricos en Palestina[63]

A�o

�rea total de plantaciones de c�tricos (dunums)

Propiedad europea (jud�a)

Propiedad europea (jud�a)
(% del �rea total)

1922

32.000

10.000

31.3

1926

42.000

17.000

40.1

1930

110.000

60.000

55.0

inicio 1932

150.000

95.000

63.3

final 1932

150.000

100.000

66.7

1934

181.000

145.000

80.0

1936

298.000

263.000

88.0

 

La expansi�n de los c�tricos, un sector principalmente jud�o, se debi� no s�lo a la aportaci�n de capital europeo (jud�o) sino tambi�n a las ayudas brit�nicas para la importaci�n de semillas y fertilizantes, y a la exenci�n de impuestos.

La pol�tica brit�nica durante el Mandato se dirigi� a potenciar la adquisici�n jud�a de tierra, la concentraci�n de la propiedad y las explotaciones capitalistas. No pod�a ser de otra forma, pues la tierra cultivable estaba toda ocupada y bajo enormes presiones, a las que se sum� la colonizaci�n sionista.

�6. The question of the availability of State Domain for Jewish settlement requires some explanation. It cannot be maintained that the Palestine Government has the free disposal of such lands, cultivable as well as waste, or that the Arab inhabitants have no claims in their apportionment. (...)

Most of the cultivable State lands had been in occupation and under cultivation by Arabs for generations. They had owned the lands before the Ottoman Land Code was enacted, and, although, comparatively recently the Sultan acquired the titular ownership, the original possessors were not ousted and their position became that of tenants in perpetuity. They were allowed to sell their tenancy rights, and those rights were transmitted by inheritance to their descendants. Their position vis-�-vis the Sultan and, on his deposition, vis-�-vis the Turkish Government, was in some degree analogous to that of owners of ordinary Miri land.

Waste lands belonging to Government are the coastal sand dunes, the desert area south-east of Beersheba, the arid waterless area between the Jerusalem-Hebron Road and the Dead Sea, some marshes, and forest reserves in the hills. In some of these areas, too, Arabs have grazing rights. It is, however, the intention of His Majesty's Government to institute an enquiry as soon as possible to ascertain, inter alia, what State and other lands are, or properly can be made, available for close settlement by Jews under reference to the obligation imposed by the Mandatory by Article 6 of the Mandate (see paragraph 10 of the Prime Minister's letter to Dr. Weizmann).�[64]

El proceso de colonizaci�n sionista fue extremadamente r�pido, hasta el punto de que en 1930 el gobierno brit�nico se ve�a forzado a reconocer que se hab�a llegado al l�mite, aunque las compras y expropiaciones seguir�an con un impacto cada vez mayor en el campesinado palestino:

�(1) Land. It can now be definitely stated that at the present time and with the present methods of Arab cultivation there remains no margin of land available for agricultural settlement by new immigrants, with the exception of such undeveloped land as the various Jewish agencies hold in reserve.�[65]

Adem�s de los intereses estrat�gicos en Oriente Medio y de las presiones sionistas en la pol�tica brit�nica, el gobierno ten�a un claro incentivo econ�mico en potenciar la entrada de capital sionista y la colonizaci�n, pues los impuestos que aumentaban con el desarrollo econ�mico del Yishuv eran una importante fuente de ingresos para mantener el control sobre Palestina. Adem�s, este proceso tambi�n era apoyado por las elites terratenientes palestinas que se estaban enriqueciendo con las ventas. El gobierno de Su Majestad dif�cilmente hubiera iniciado una pol�tica de ayuda a los campesinos contra los poderosos sectores sionistas y contra los notables palestinos. No har�a algo impensable incluso para beneficiar al campesinado en la misma Gran Breta�a, y mucho menos en Palestina donde los fellahin ni votaban ni ten�an capacidad de hacer o�r su voz, al menos hasta que la tensi�n estallaba en protestas como las de 1929 y sobre todo la Rebeli�n �rabe de 1936-1939 en la que el campesinado tuvo un papel muy destacado:

�(...) the gangs changed their tactics and formed into small parties of from ten to twenty man, who hid their arms during the daytime, resumed a normal life as villagers and cultivators, and met again at night at some pre-arranged point to indulge in sniping, the ambushing of police-patrols and sabotage--in fact, any form of outrage or disorder which circumstances permitted. They disappeared before daylight and, when the police and armed columns arrived on the scene, they found only a number of apparently peaceful villagers.

As a result of this change in tactics, the mobile columns of police and troops could find no objective at which to strike, particularly as the Arab inhabitants of the country, either from sympathy with the gangs or fear of reprisals, refused to give information even when offered large sums of money.�[66]

La autoridad mandataria, siguiendo la pol�tica de cooperaci�n con las organizaciones sionistas, estableci� una serie de normas que atacaban a la peque�a propiedad en el mismo sentido que lo hab�an hecho las leyes otomanas desde mediados del siglo anterior. As�, la Land Transfer Ordinance y la Survey Ordinance de 1920, facilitaban las transacciones de suelo; la Mahlul Land Ordinance de 1920, prohib�a a los fellahin aumentar sus dominios seg�n la costumbre otomana; y la Mawet Land Ordinance de 1921 abrog� la legislaci�n otomana que permit�a que los fellahin se anexionaran las tierras no cultivadas[67]. La actualizaci�n del catastro se realiz� principalmente en las zonas que interesaban a los sionistas para facilitar las compras (ver figura 4)[68].

 

Figura 4. Mapa de la autoridad mandataria �Palestine. Survey. Progress to Dec. 31st 1936�.

 

El objetivo era poner al d�a los registros y la apropiaci�n por parte del gobierno de las tierras no registradas, muchas de las cuales pasaban despu�s a manos de los sionistas mediante arrendamientos. La legislaci�n estaba al servicio de la colonizaci�n y ello no era inocente pues, como se�al� uno de los altos funcionarios encargados de las tierras, el establecimiento de los derechos a la tierra era �the only way to made lands available for the Jews without political complications�[69].

La mayor�a de estas normas eran contrarias a la costumbre y a los intereses de los fellahin, que ten�an poca capacidad para la acci�n legal y para hacer valer sus derechos, y estaban demasiado endeudados para hacer frente a nuevas subidas de impuestos. La realidad era que los campesinos palestinos, a trav�s de los impuestos y la p�rdida de control sobre la tierra y el agua, estaban ayudando a financiar la construcci�n del �Hogar Nacional Jud�o� y el colonialismo brit�nico.

La costumbre desde tiempos inmemoriales era que el aparcero permanec�a en su tierra a pesar de los cambios de propiedad de la misma. En muchos casos no hab�a ni contrato y ni tan siquiera un acuerdo verbal, pues la costumbre lo hac�a innecesario. Sin embargo, las compras sionistas no pod�an respetar la costumbre ya que una de las funciones principales era la substituci�n de la poblaci�n sobre el territorio. Por esta raz�n, inevitablemente hab�an de crear tensiones con la poblaci�n aut�ctona expulsada de sus tierras despu�s de siglos de cultivarlas.

Las nuevas normas del Mandato situaron el principio de propiedad por encima del principio de uso de la tierra, y fueron una de las cu�as para anular la costumbre como fundamento legal y facilitar la expulsi�n de los aparceros de sus tierras.

La colaboraci�n entre el gobierno colonial y los sionistas dificult� tambi�n que los palestinos se pudieran asentar en las regiones de inter�s para la colonizaci�n jud�a, que eran principalmente los valles y las tierras mejores para la agricultura.

�- Lord LUGARD asked whether the Jews possessed an equitable proportion of cultivable land. Complaints had been made that they had received marshy or sterile land.

- Lt.-Colonel Sir Stewart SYMES [representante del gobierno brit�nico ante la Comisi�n Permanente sobre los Mandatos] said that this was the usual criticism against the State grants. Much of the land that the Jews bought themselves was among the best in Palestine.�[70]

De hecho, la autoridad mandataria hizo un trabajo ingente para delimitar las tierras no cultivadas y determinar la capacidad de absorci�n de inmigrantes jud�os en Palestina. El resultado fue que los asentamientos de colonos jud�os y el control brit�nico de estas tierras limit� en gran medida el crecimiento natural de la agricultura palestina y la ocupaci�n de las mejores tierras para el regad�o y la agricultura destinada al mercado.

El catastro y las normas brit�nicas fueron una intervenci�n en zonas sometidas a viejas tensiones. Campesinos, n�madas, bandidos, grandes propietarios y la administraci�n luchaban desde siempre por el control de las llanuras y los valles. Estas eran tierras hacia las que se dirig�a la expansi�n del cultivo y del pastoreo a medida que la presi�n sobre el suelo hac�a insuficientes las tierras altas. La autoridad mandataria puso barreras a este crecimiento natural con el catastro y el registro, y favoreci� que buena parte de las tierras bajas cayeran en manos de las explotaciones jud�as, impidiendo el progreso de muchos cultivos de los fellahin[71]. Por esta raz�n, se puede afirmar que la colonizaci�n sionista era una amenaza para los campesinos incluso cuando se dirigi� a tierras no cultivadas, pues �stas eran el marco natural de crecimiento de las explotaciones palestinas y eran las mejores para el tipo de cultivos adecuados a la agricultura capitalista de regad�o que se estaba imponiendo en la regi�n.

Informes de la misma potencia mandataria muestran que a principios de los 1940 las tierras palestinas estaban sometidas a un presi�n insostenible. Los cultivos �rabes, que ten�an capacidad para soportar a 342,979 personas estaban sosteniendo a 676,150, el doble de su capacidad. En contraste, las poco m�s de 85,000 personas que depend�an de las tierras de propiedad jud�a estaban perfectamente ajustadas a las capacidades de los cultivos.[72]

El objetivo sionista no era s�lo de adquisici�n de suelo de calidad para la explotaci�n agraria, sino que tambi�n buscaba la continuidad territorial entre las colonias para crear grandes espacios limpios de poblaci�n palestina. Esta pol�tica sionista y gubernamental lleg� a provocar las quejas de l�deres palestinos que denunciaron que la llanura de la costa se estaba convirtiendo en una reserva jud�a[73].

Sionismo y limpieza �tnica

La percepci�n de peligro en el campesinado palestino y la resistencia a la apropiaci�n sionista de la tierra se revel� acertada, pues la adquisici�n del territorio por parte de los colonos sionistas no ten�a solamente una funci�n econ�mica. El objetivo pol�tico de creaci�n de un Estado para la poblaci�n jud�a implicaba que la poblaci�n originaria de este territorio deb�a ser desarraigada. El territorio deb�a quedar limpio de otras comunidades. La relaci�n entre palestinos y jud�os segu�a de una forma muy clara las pautas de la colonizaci�n blanca, con una sociedad ind�gena desplazada por una sociedad de colonos mucho m�s poderosos en todos los �mbitos.

Esta din�mica gui� la colonizaci�n sionista desde principios de siglo XX y tuvo su m�xima expresi�n con la guerra fundacional de Israel. M�s de 800.000 desalojados fueron una de las expresiones m�s duras de la fundaci�n del Estado sionista[74]. Y en la actualidad, ellos y sus descendientes ya son m�s de cinco millones de palestinos que reclaman su derecho al retorno a sus casas y tierras.

La destrucci�n acompa�� al ej�rcito sionista, y nunca se permiti� que regresaran a sus casas los palestinos que hab�an sido expulsados o se hab�an refugiado de la violencia (ver figura 5)[75].

 

Figura 5. Pueblos destruidos y despoblados por Israel en 1948 y 1967.

 

Todav�a hoy contin�a el debate sobre si la poblaci�n palestina fue expulsada o huy�, y sobre si hab�a un plan prefijado por parte sionista[76]. Sin embargo este debate es falso por dos razones: en primer lugar, el retorno a sus casas y a sus tierras es un derecho inherente al refugiado, independientemente de si fue expulsado o huy�; en segundo lugar, como hemos visto en las p�ginas anteriores, la consecuci�n del proyecto sionista implicaba la limpieza �tnica de forma inevitable, por lo que el plan exist�a desde el mismo momento en que se empez� a llevar a cabo la colonizaci�n sionista de Palestina.

Las conquistas y la limpieza �tnica de 1947 y 1948 dieron una oportunidad todav�a mayor para la expulsi�n de la poblaci�n palestina y la apropiaci�n de sus bienes. Por ejemplo, la tierra qued� en manos de una Development Authority que ten�a poder incluso para venderla, pero s�lo al Estado, al Fondo Nacional Jud�o, a los municipios o a una �instituci�n para el asentamiento de los �rabes sin tierra� que nunca lleg� a crearse. El Fondo compr� 2.373.676 dunams, a los que se aplicaban las condiciones del Fondo y de esta forma se garantizaba que estas tierras jam�s podr�an ser recuperadas por los palestinos. M�s tarde, en 1961, el Fondo Nacional Jud�o y el Estado firmaron un acuerdo por el cual las condiciones del Fondo se extend�an tambi�n a las tierras estatales, que juntas son el 90 por ciento de la tierra de Israel. Esto significa que este suelo, por ley, estar� siempre limpio de poblaci�n no jud�a[77].

Un inventario modesto de los bienes conquistados en 1947-1948 menciona, por ejemplo, m�s de 45.000 viviendas, 7.000 locales comerciales con sus existencias, 500 talleres y f�bricas industriales con todos sus medios de producci�n y m�s de 1.500 almacenes. Tambi�n en el campo hab�a que contar los utensilios y maquinaria como tractores y bombas de agua, las cosechas de todo tipo como aceitunas, tabaco, c�tricos y frutos en m�s de 320.000 hect�reas, adem�s de los animales de granja como ovejas, gallinas, etc. Hab�a que a�adir al bot�n los dep�sitos bancarios y, evidentemente, la tierra y el agua. Para legalizar y facilitar la apropiaci�n del bot�n se aprob� la ley del �ausente�, que perd�a sus derechos de propiedad por el hecho de haber escapado a la violencia de la guerra o de la Hagana y las milicias sionistas. En ocasiones, el �ausente� se hab�a refugiado en lo que ya era Israel,� y estaba tan presente que intentaba incluso volver a comprar o arrendar lo perdido.[78] Y, evidentemente, las reclamaciones de los refugiados en el exterior del nuevo Estado se evitaron neg�ndoles su derecho al retorno, hasta la actualidad.

El pillaje generalizado descrito por el historiador israel� Tom Segev[79] es completamente l�gico si lo encuadramos en el proyecto colonial de limpieza �tnica en el que se basaba el sionismo. Las consignas del trabajo jud�o y de la limpieza territorial tuvieron su culminaci�n en la expulsi�n de la poblaci�n, la captura del territorio y la expoliaci�n del bot�n en 1948. Se hab�a conquistado un pa�s, y su contenido. La creaci�n del Estado sionista implic� la expulsi�n de la pr�ctica totalidad de la poblaci�n palestina de sus tierras, su urbanizaci�n en campos de refugiados y su conversi�n en un subproletariado que sobreviv�a gracias a la ayuda internacional y, a partir de 1967, tambi�n de malvender su trabajo a empresarios israel�es.

 

Notas

[1] Aunque se puede leer con independencia, este art�culo es complementario del art�culo del mismo autor: IZQUIERDO BRICHS, F. Sionismo y separaci�n �tnica en Palestina durante el Mandato brit�nico: la defensa del trabajo jud�o. Scripta Nova. Revista electr�nica de geograf�a y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de diciembre de 2006, vol. X, n�m. 227 < http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-227.htm > [ISSN: 1138-9788].

[2] La Conferencia de Paz de Par�s rechaz� las demandas sionistas por la oposici�n de Francia, potencia ocupante de Siria y L�bano, ya que el acuerdo Sykes-Picot (1916) dejaba el r�o Banias y la orilla este del lago Tiberias en el territorio sirio y los r�os Hasbani y Litani en L�bano. Ver figura 1: "Las demandas sionistas en 1918" (Fuente: Documento de NNUU, �The Origins and Evolution of the Palestine Problem: 1917-1988�, en la p�gina de UNISPAL < http://domino.un.org/unispal.nsf/cf02d057b04d356385256ddb006dc02f/aeac80e740c782e4852561150071fdb0!OpenDocument > [8 de enero de 2007].

[3] SCHOLCH, 1981; BUHEIRY, 1981.

[4] Sobre estas transformaciones ver: WEINSTOCK, 1969, pp. 66-74; KIMMERLING, Baruch y MIGDAL, Joel S., 1994; SWEDENBURG, 2002.

[5] La pol�tica brit�nica sigui� las mismas pautas de la otomana. As�, para establecer el diezmo, en 1928 se hizo un c�lculo de la productividad del suelo seg�n los resultados de los 4 a�os anteriores a precios de mercado. Sin embargo, en los a�os siguientes los precios bajaron pero el diezmo continu� siendo el mismo, con lo que los campesinos llegaron a necesitar incluso el 20 % de la cosecha para pagar el diezmo, el doble de lo te�ricamente establecido. Otro de los cambios brit�nicos fue que los impuestos se calcularan sobre la productividad neta, con lo que las explotaciones capitalistas pod�an descontar los costes laborales, mientras que los peque�os campesinos proporcionalmente pagaban m�s impuestos y ten�an m�s dificultades para competir.

[6] STEIN, 1987.

[7] Figura 2: �Topography of Palestine� (Fuente: Palestine Remembered <� http://www.palestineremembered.com/Acre/Maps/Story584.html �> [8 de enero de 2007].

[8] STEIN, 1991; PATAI, 1949.

[9] ATRAN, 1989, pp. 725, 737.

[10] LEAGUE OF NATIONS, 1930.

[11] Ver LeVINE, 1998, p.37-38.

[12] ZU'BI, 1984, p. 108 (nota 18).

[13] SIR JOHN HOPE SIMPSON,� 1930.

[14] La productividad de una hect�rea de trigo en Egipto era del triple de una hect�rea en Palestina (STEIN, 1987).

[15] STEIN, 1991.

[16] AARONSOHN, 1993, p. 145.

[17] ZU'BI, 1984, p. 94.

[18] Tendencia del nacionalismo sionista mayoritaria, ligada a los grupos de la izquierda, que centraba sus esfuerzos en la colonizaci�n de Palestina y en la separaci�n de la sociedad �rabe palestina. Se le opon�an los revisionistas, quienes defend�an la consecuci�n del Estado sionista como prioridad, antes que la colonizaci�n y la limpieza �tnica.

[19] MORRIS, 2001, p. 54.

[20] Sobre los cambios de propiedad de Abu Susha ver: KARK, 1984, pp. 368-373.

[21] Los cultivos de c�tricos �rabes pasaron de 22.000 dunums en 1922 a 144.000 dunums en 1937 (WEINSTOCK, 1973, p. 57).

[22] WEINSTOCK, 1969, p. 92.

[23] Seg�n datos del Statistical Department de la Agencia Jud�a citados por LEHN, 1974, pp. 94-95.

[24] UNSCOP Report on the question of Palestine. UNITED NATIONS General Assembly (A/364 31 August 1947).

[25] La realidad fue que la pol�tica colonial brit�nica procur� evitar en todo momento que Palestina se convirtiera en una carga y, como el control colonial ten�a una funci�n geoestrat�gica m�s que econ�mica, Gran Breta�a se limit� a impulsar la colonizaci�n sionista y a controlar la poblaci�n �rabe sin incentivar en los m�s m�nimo el desarrollo econ�mico de �sta. As�, no s�lo se carg� a la regi�n del Mandato con parte de la deuda otomana por decisi�n del Tratado de S�vres, sino que adem�s los informes anuales a la Sociedad de Naciones acostumbran a se�alar como un �xito un remarcable super�vit en las cuentas.

[26] SIR JOHN HOPE SIMPSON,� 1930.

[27] UNSCOP. Report on the question of Palestine. UNITED NATIONS General Assembly (A/364 31 August 1947) (nota 51).

[28] SIR JOHN HOPE SIMPSON, 1930.

[29] AHARONI, 1991, p. 57.

[30] AARONSOHN, 1993, pp. 145, 150.

[31] Un dunam equivale aproximadamente a 1000 metros cuadrados.

[32] WEINSTOCK, 1969, pp. 151, 167.

[33] Un ejemplo de esta inversi�n tecnol�gica y cient�fica en las aguas subterr�neas se puede encontrar en el an�lisis de Jean Gottman sobre las perspectivas coloniales en Palestina en los a�os 1930. El art�culo de Gottmann es una muestra muy gr�fica de la mentalidad colonial de la �poca y de la propaganda sionista (GOTTMANN, 1937, pp. 562-564).

[34] �The fellah as a cultivator.�The fellah is neither lazy nor unintelligent. He is a competent and capable agriculturist, and there is little doubt that were he to be given the chance of learning better methods, and the capital, which is a necessary preliminary to their employment, he would rapidly improve his position. Meanwhile, however, the income which he can procure from his inadequate farm is insufficient to maintain him in a decent standard of comfort and leaves no margin whatever for improvements� (SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) �PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement� and Development. 1930� Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.)

[35] SIR JOHN HOPE SIMPSON,� 1930. Seg�n c�lculos de Wulf Klohn y Bo Appelgren la productividad se puede multiplicar incluso por mil entre la agricultura menos tecnificada y la agricultura m�s moderna (KLOHN y APPELGREN, 1999).

[36] Por ejemplo, en los a�os 1930 las colonias jud�as del Valle del Jord�n mandaban leche diariamente a Haifa por tren, lo que les permit�a dar salida a una producci�n que aumentaba gracias a las mezclas y mejoras en las razas vacunas (GOTTMANN, 1937, �p.558).

[37] Comunidad jud�a en Palestina anterior a la creaci�n de Israel.

[38] LEHN, 1974, pp. 75, 83-85.

[39] STEIN, 1984.

[40] SIR JOHN HOPE SIMPSON,� 1930.

[41] IZQUIERDO BRICHS, 2006.

[42] STEIN, 1984.

[43] SIR JOHN HOPE SIMPSON,� 1930.

[44] WEINSTOCK, 1969, p. 150.

[45] SIR JOHN HOPE SIMPSON,� 1930.

[46] Granott, Abraham (1952) The Land System in Palestine, Londres, seg�n cita de WEINSTOCK, 1969, pp. 69-71,

[47] Dr. Arthur Ruppin, �Buying the Emek�, The New Palestine, New York, May 1929.

[48] SIR JOHN HOPE SIMPSON,� 1930.

[49] Dr. Arthur Ruppin, 1929.

[50] Dr. Arthur Ruppin, 1929.

[51] Art�culo �The Jezreel Valley� en Gems in Israel (March 23, 2000) < http://www.gemsinisrael.com/e_article000002629.htm > [8 de enero de 2007].

[52] Dr. Arthur Ruppin, 1929.

[53] Sobre Wadi Hawarith ver: ADLER, 1988; y ATRAN, 1989 , pp. 732-734.

[54] KARK, 1984, p. 374.

[55] LEAGUE OF NATIONS, 1934.

[56] �Palestine Commission on the Disturbances of August, 1929. London, HMSO (citado en ATRAN, 1989, p. 733).

[57] Al-Jami�a al-Islamiyya, June 13, 1933 (citado en ADLER, 1988, p. 210.

[58] Para entender el impacto que ten�an las expulsiones de los fellahin de sus tierras de cultivo, es f�cil hacer la comparaci�n con la repercusi�n que tienen los despidos masivos a consecuencia de las deslocalizaciones de industrias en la actualidad. Si una econom�a moderna y desarrollada como la espa�ola siente de una forma extremadamente traum�tica los procesos de p�rdida del trabajo de unos pocos centenares de obreros �c�mo se ten�a que recibir en Palestina, con una poblaci�n mucho m�s peque�a e infinitamente m�s pobre, la p�rdida de trabajo, vivienda y tierras cultivadas durante generaciones?

[59] El r�o Awja alimenta la regi�n de la llanura de la costa en la zona m�s poblada, cerca de Jaffa y Tel Aviv.

[60] El r�o Muqatta riega Marj Ibn Amir y la llanura de Acre y Haifa.

[61] El r�o Yarmuk es afluente del Jord�n entre Siria y Jordania, y la principal fuente de agua de la cuenca inferior del r�o Jord�n.

[62] Ver figura 2 �Topography of Palestine� y figura 3 �Landownership in Palestine and the UN Partition Plan 1947� (Fuente: PASSIA < http://www.passia.org/palestine_facts/MAPS/Landownership.html > [8 de enero de 2007].

[63] ZU'BI, 1984, p. 100 (Fuentes de la tabla: International Labour Review, Vol. XXX, n� 6, pp. 808-809; y Survey on Palestine, Vol. I (1945-6), p. 379).

[64] LEAGUE OF NATIONS, 1930.

[65] PALESTINE Statement of Policy by His Majesty's Government in the United Kingdom. Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty,
October 1930
.

[66] LEAGUE OF NATIONS, 1938.������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������

[67] WEINSTOCK, 1969, pp. 122-123. SIR JOHN HOPE SIMPSON, C.I.E. (30 October 1930) �PALESTINE. Report on Immigration, Land Settlement� and Development. 1930� Presented by the Secretary of State for the Colonies to Parliament by Command of His Majesty.

[68] La figura 4, con el mapa de la autoridad mandataria �Palestine. Survey. Progress to Dec. 31st 1936�, permite ver que la acci�n del catastro se centr� en la llanura de la costa, Marj Ibn Amir en el valle entre Haifa, Acre y el ghor Beisan, el Tiberiades y Hulah.

[69] Citado en ATRAN, 1989, p. 725.

[70] LEAGUE OF NATIONS, 1927.

[71] SWEDENBURG, 2002, p. 132. KIMMERLING y MIGDAL, 1994, p.16.

[72] KHALAF, 1997, p. 98.

[73] STEIN, 1984.

[74] Cifras seg�n el estudio de Salm�n Husain Abu-Sitta (ABU-SITTA, 1998). Accesible en < http://www.nodo50.org/csca/palestina/al-nakba/al-nakba.html > [mayo de 2007].

[75] La amplitud de la destrucci�n de los pueblos palestinos no permite dudar sobre la intencionalidad de la limpieza �tnica que acompa�� a las conquistas israel�es. Ver figura 5 �Pueblos destruidos y despoblados por Israel en 1948 y 1967� (Fuente: PASSIA < http://www.passia.org/palestine_facts/MAPS/Landownership.html > [8 de enero de 2007].

[76] Ver IZQUIERDO BRICHS, 2003.� Como escribi� el diplom�tico espa�ol enviado por Naciones Unidas en misi�n a Palestina durante la guerra de 1948, �Y lo que es de desear, en inter�s de los mismos refugiados, es que cuanto antes se ponga t�rmino a esta est�ril y desmoralizadora controversia. Las dos partes deber�an dejar de buscar una cabeza de turco y reunir sus esfuerzos para liquidar este problema de los refugiados �rabes de Palestina que, no s�lo constituye un peligro internacional, sino que perjudica la reputaci�n de todos los pueblos del Pr�ximo Oriente, tanto en el orden de la eficacia como en el de la humanidad.� (AZC�RATE, 1968, pp. 194-195). Pablo de Azc�rate escribi� estas l�neas poco antes de la guerra de junio de 1967, tras la cual el proceso de desalojo de poblaci�n palestina no s�lo continu�, sino que se traslad� a Cisjordania y Jerusal�n Este perdurando hasta la actualidad.

[77] LEHN, 1974, pp. 85-88.

[78] SEGEV, 1998, pp. 93, 97-98, 105.

[79] Ver todo el cap�tulo �Le partage du butin�, en SEGEV, 1998, pp. 92-116.

 

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© Copyright Ferran Izquierdo Brichs, 2007.
© Copyright Scripta Nova, 2007.

Ficha bibliográfica:
IZQUIERDO, F. Las raíces del apartheid en Palestina: La judaización del territorio durante el Mandato británico. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de agosto de 2007, vol. XI, núm. 246 <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-246.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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