Fachada de sillería de piedra frente al campo de croquet. Foto: Palacio Arriluce

Palacio Arriluce, historia viva de Bilbao

La transformación de esta emblemática villa familiar de Getxo en hotel boutique Gran Lujo es la metáfora perfecta de la reinvención de la capital vizcaína.

Germán Jiménez | 28 May 2024

Muy escasas son las ocasiones en las que encontramos sinónimos gemelares. Caprichos del léxico (y de la economía del lenguaje) cada palabra tiene sus matices, lo que dificulta encontrar una correlación simétrica. Sin embargo, en Neguri, esa loma perfecta y milla de oro vizcaína, hallamos la rara excepción que confirma la regla.

Arriluce, marquesado concedido por Alfonso XIII, y Bilbao son un binomio inseparable desde que, en 1912, se construyó este espléndido palacio de estilo neogótico medieval, propiedad de la familia Ybarra. Hoy, reconvertida en hotel de cinco estrellas GL, esta villa de alta burguesía bilbaína está llamada a ser el lugar predilecto de los viajeros bleisure que combinan en sus escapadas business (negocios) y leisure (ocio).

Como un libro abierto

Tras su rotunda fachada de piedra se ha escrito buena parte de la historia de la ciudad y sus espléndidos ventanales decó han sido testigos privilegiados de su transformación. Una de las reconversiones más sorprendentes de nuestro país en la que el Bilbo industrial, oscuro y con sabor a hierro, dio paso a una capital luminosa, abierta al mar, con una ría saneada y volcada en cuerpo y alma a la cultura. ¿Quién diría que lo que a muchos se le antojó como una descabellada idea (apostar por un millonario museo extranjero de nombre impronunciable) sería, pasados unos años, una estrategia turística y urbanística estudiada en todo el mundo?

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El bar inglés del hotel, Kupka, y las vidrieras de la antigua capilla. Foto: Palacio Arriluce

Hasta en eso Palacio Arriluce fue pionero. Allá por los años 20, la residencia fue hogar de la pintora y diseñadora Sonia Delaunay, quien aún hoy inspira buena parte de sus rincones. Pero no fue la única celebridad en pasar una temporada con la familia Ybarra. La realeza y la burguesía industrial europeas se daban cita cada verano, así como ilustres nombres de la cultura y el arte. Un entorno extraordinario que puso las bases de la hospitalidad de la que hace gala hoy todo el equipo del hotel. Un contexto del que aún reverberan ecos en algunos de sus rincones más sorprendentes, como la capilla con sus preciosas vidrieras y la espléndida librería reconvertida en el elegante cóctel bar Kupka.

Una nueva (y próspera) vida

Este hotel boutique cuenta con el privilegio de ser uno de los pocos seleccionados por el sello Leading Hotels of the World antes de su apertura. Buena muestra del excelente trabajo llevado a cabo en una casa que estuvo habitada por la familia hasta prácticamente el comienzo de los trabajos de renovación. Todo aquí fue orquestado bajo la atenta y exigente mirada de Mar Gallego y Eloy Martínez de la Pera.

¿El resultado? Una propuesta donde el lujo sereno y atemporal inunda unas estancias amplias y únicas, pero con algo en común: están pensadas para la comodidad y el sosegado disfrute de unas vistas espectaculares.

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El puerto de Getxo, desde el Pool Bar del hotel. Foto: Palacio Arriluce

La fusión de estilos genera un elegante contraste entre lo clásico y lo contemporáneo. Notas de color y mobiliario de diseño conviven con piezas originales de los momentos de esplendor del palacio. Una atmósfera que se eleva aún más, gracias a su colección privada y en la que destacan las fotografías de gran formato que reviven el largo y costoso proceso de reforma.

Por amor al arte

Sus 49 habitaciones están distribuidas entre el edificio principal y la pérgola que rodea al campo de croquet. Sí, has leído bien, el hotel cuenta con un exclusivo campo de croquet ubicado a la entrada. Un guiño a la afición local tan extendida por este deporte de élite y vanguardia del siglo XX.

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La Marina Suite cuenta con una ubicación privilegiada y un estilo glamuroso y atemporal. Foto: Palacio Arriluce

Puestos a elegir entre ese medio centenar de estancias, nuestra favorita es la Marina Suite, alojada en uno de los torreones del palacio y con una terraza que parece el mascarón de proa de un barco que surca un mar infinito. Otra de sus joyas es la Gran Suite, con una magnífica vidriera original y living privado. Y, como no podía ser de otra manera, la Suite Arriluce; la categoría más alta y que con sus más de 60 m es un petit palace en sí misma.

Si viajas con familia, las habitaciones de la pérgola son perfectas. Especialmente amplias, cuentan con un pequeño jardín privado. Pero, quizá, lo más sorprendente es que unas y otras están concebidas como una galería de arte. Artistas como Alberdi, Chillida, Vasarely y Canogar dialogan con obras de la célebre artista ucraniana… No todos los días uno duerme abrazado por Sonia Delaunay.

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Neguri Spa, un espacio pensado para la relajación y el bienestar. Foto: Palacio Arriluce

El agua que todo lo domina

Las imponentes vistas del puerto y del bravucón Cantábrico conectan, desde la entrada, el palacio con el mar. También el color de las paredes, bañadas en profundo y vibrante azul Bilbao, hablan de un entorno a merced de las mareas. Incluso su espléndido jardín escalonado desemboca en una de las pocas piscinas que había originalmente en las residencias privadas de la zona. Su Pool Bar será, a buen seguro, uno de los hot spots del verano en Getxo.

Y hasta los cimientos de Arriluce están bañados. Esta vez por aguas más mansas y cálidas… Allí es donde encontramos Neguri Spa, un remanso de paz que se puede reservar en exclusiva para disfrutarlo con la calma que se merece. Su piscina dinámica y climatizada es uno de los espacios más deseados junto a las salas de tratamiento, donde podrás disfrutar de una amplia gama de terapias. De casta le viene al galgo, pues Getxo fue el lugar elegido para abrir allá por 1827 el primer balneario del norte de España. No te pierdas su masaje de tejido profundo o los faciales con la firma Murga.

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El restaurante del hotel, Delunay, comandado por el chef Beñat Ormaetxea. Foto: Palacio Arriluce

A su vez, este amor por los elementos se traduce en una aproximación al máximo nivel en sus políticas de sostenibilidad, lo que le convierten en un referente a nivel nacional en cuanto a la minimización de su impacto en el entorno.

Un destino para foodies

La gastronomía local se revisa y reinventa en el restaurante inspirado por la omnipresente Sonia, cuyo apellido le da nombre. Concebido como un destino gastro, también para los locales, el chef Beñat Ormaetxea está al frente de los fogones del palacio; una casa que en su día ya contaba con una cocina excelente.

Siguiendo esa estela, Beñat se centra en el producto local de la máxima calidad y actualiza el recetario tradicional sin un exceso de sofisticación. La carta, como mandan los nuevos cánones de la cocina de proximidad, cambia al color de las estaciones reduciendo así, al máximo, su huella de carbono. No te pierdas la ensalada de bogavante con tartar de manzana, el arroz socarrado de pescado y mariscos o el ciervo en civet con ciruelas y orejones macerados en brandy.

Experiencias extramuros

Y como no podía ser de otra manera en un hotel que busca convertirse en un referente para el viajero high end, el equipo de concierge ofrece un rico abanico de posibilidades para personalizar la estancia al máximo. ¿El objetivo? Conectar al huésped con la esencia de Bilbao, bien con travesías en barco por la costa y la ría en un velero privado capitaneado por los patrones de Marmitako Sailing. O bien, con visitas privadas y guiadas al Museo Guggenheim o la ópera de la ciudad. Cada una de ellas, sinónimo de la exclusividad que aquí se quiere dar y que hace homenaje a la piedra con luz que se aloja en el ilustre apellido que da nombre al palacio.

TURIUM TIPS

Museo de Bellas artes y Alhondiga. Lo mejor de ayer y hoy. Desde el arte románico hasta las primeras vanguardias y sus derivaciones contemporáneas, es lo que encontrarás en el Museo de Bellas Artes (Museo Plaza, 2 ) Y, en Alhondiga, bajo el sello Stark (Arriqíbar Plaza, 4), te espera el centro de cultura contemporánea y ocio de la ciudad. Su programación es una ventana única a los creadores más actuales.

De pintxos por el Casco Viejo. En tu ruta gastro por los bares del Bilbao histórico no puedes dejar pasar la tortilla de Baster (Posta Kalea, 22), las premiadas rabas de Charly (Plaza Nueva, 8) o los txanpis a la plancha de Motrikes (Goienkale, 41). Eso sí, no llegues muy tarde porque pasadas las 3 no queda nada en la barra y echan el cierre. ¿De postre? Un helado artesano en Alaska (Portuko Markesaren Kalea, 10), la mejor heladería de la ciudad.

Puente de Vizcaya. La visita a esta joya de hierro colgante es obligada. Un puente transbordador que se construyó por iniciativa privada entre 1887 y 1893. Un logro tecnológico en la época y que permitió unir las dos márgenes de la ría. Ofrece un punto de vista único para tus fotos de IG.

Escapadas culturales cercanas. Y más allá de Bilbao, a no más de una hora, hay un despliegue cultural inaudito (también gastronómico). No te pierdas Chillida Leku o Museo Balenciaga, dos hitos hermosamente atípicos en honor de dos de los mayores creadores de la región: el gran artesano del hierro y el maestro de puntada invisible.