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Reseña: Hotel Ur Bare, a solas con la playa de Zarautz

Con apenas un año de vida, el nuevo hotel de Zarautz ya cuelga el cartel de ‘completo’ casi todos los días. Quizás las vistas al mar, la alta gastronomía, y su acogedor equipo tengan algo que ver.
  • Vistas al hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)
  • Hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)
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  • Hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)
  • Restaurante Aiten Etxe / Hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)

Photos

Vistas al hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)Hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)Hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)Hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)Hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)Hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)Restaurante Aiten Etxe / Hotel Ur Bare, Zarautz (Guipúzcoa)

Amenities

bar
Playa
Gimnasio
Piscina
wifi

Habitaciones

13

Cuando paseas por la playa de Zarautz, los ojos no pueden resistirse al pequeño edificio que parece esconderse al fondo entre la vegetación. El hotel Ur Bare no podría pasar desapercibido ni aunque quisiese. La estampa es de postal y las vistas solo se mejoran desde dentro, el día en el que las olas del mar hacen de alarma para despertarte.

Ur Bare’ significa ‘aguas tranquilas’ y desde el hotel, han convertido ese mantra en una personalidad propia. El mar en calma parece alojarse también en una de sus 13 habitaciones, en las que reina el minimalismo, el diseño, los colores tierra y una paz que va a juego con el Cantábrico.

El antiguo edificio renace con una nueva identidad: bienvenidos a Ur Bare.

Esta antigua villa original de 1944 acogió anteriormente al exitoso restaurante Aiten Etxe. Fue tras su cierre cuando los actuales propietarios, Laura Azpiroz y Juan Ramón Goicoechea, junto a su hijo Sergio, decidieron regalar a locales y visitantes de Zarautz un nuevo hotel boutique que a su vez fuese un homenaje a la arquitectura local, la cultura gastronómica y la esencia del País Vasco.

Ahora, tan solo un año y un mes tras su apertura, el regalo se lo hacen cada día sus huéspedes con un éxito absoluto en el que el cartel de ‘completo’ cada vez se cuelga más a menudo. Motivos para conseguirlo no le faltan, y es que aunque las vistas ya le daban un larga ventaja, no solo se bastan de ellas para conseguir la excelencia.

Todo en este hotel transmite calma.

Todos los detalles están cuidados en Ur Bare.

Cuando hotel, habitaciones y equipo están en sintonía

En el hotel Ur Bare no dan puntada sin hilo, no descuidan ni un solo detalle y cada rincón parece estar aprovechado para llevar la estancia al siguiente nivel. En la entrada, por ejemplo, no te espera la recepción, sino una sala de estar cuyos ventanales vuelven a sacar provecho de las privilegiadas vistas y que está preparada con diferentes juegos y sofás para que te olvides del reloj.

La recepción está un paso más allá, junto a las escaleras que te llevan a todos los recovecos. El flechazo –uno de tantos– llega en sus habitaciones, dispuestas a lo largo de la primera y segunda planta. En ellas, no es que te asomes al mar, es que casi puedes tirarte de cabeza, se puede notar hasta el salitre en la piel, y aunque todas son “iguales”, cada una posee un rasgo distintivo que las hace únicas.

¿Hay mejores ‘buenos días’ que estos?

En la segunda planta demuestran que su condición de hotel boutique no es incompatible con sus servicios. Aparte de las habitaciones, allí se encuentra un pequeño gimnasio al que no le falta de nada y una de las joyas del hotel: una piscina climatizada al aire libre que también mira al mar para que puedas sentirlo igual de cerca incluso en esos días en los que bañarse en agua fría no está entre tus planes.

A medida que avanzas por el hotel, es fácil darse cuenta de que el hilo conductor lo lleva claramente el interiorismo y la dirección artística, a cargo de Trenchs Studio, Anna Torndelacreu y Crūde. Ya adelantábamos que la sobriedad reina en todo el edificio, por eso los ocres, beiges y marrones colorean cada uno de los espacios. El diseño está enfocado minuciosamente a la serenidad, a que nada ni nadie altere la tranquilidad del huésped.

Por eso, uno de los principales empeños, insisten, es que los visitantes se sientan “como en casa” y, aunque el hotel cumple con la labor de manera impecable, quienes encarnan literalmente la expresión son los integrantes del equipo. Ellos, desde el director, Jokin Mena, las recepcionistas, el equipo de sala, de limpieza, camareros y camareras…, son los que se encargan de que los huéspedes pasen de invitados a familia. No necesitan mucho tiempo para que su amabilidad y recomendaciones te hagan evocar el típico ‘hogar, dulce hogar’.

Una piscina climatizada con vistas al mar, para contemplarlo en calor.

Gastronomía de altura

Jokin contaba a Condé Nast Traveler que primero se abrió el bar, luego el restaurante y, por último, el hotel. Eso ya es una clara demostración de que la gastronomía en Ur Bare no es segundo plato. El picoteo, las tapas –no te olvides de pedir la gilda–, el txacoli… se disfrutan de manera más informal en la terraza del bar, pero en Aiten Etxe, nombre con el que homenajean al anterior restaurante, la cosa se ha puesto tan seria que hasta gozan –¿ya?– de un Sol Repsol.

Aquí, el chef Javier Sierra es quien se encarga de experimentar con el mar, la montaña y la huerta, teniendo la parrilla por bandera. Lo mejor del Cantábrico y las tierras vascas se unen en platos como el lingote de cochinillo deshuesado o el bacalao a las tres salsas, pero si lo que buscas es una recomendación clara y directa, no hay dudas: lánzate al menú degustación.

Por dentro y por fuera, Ur Bare es un cuento.

La parte gastronómica no es menos importante en el hotel.

No se trata de desvelar todo el pastel, pero sí de saber que la croqueta de txangurro será difícil de olvidar, que la sorpresa vendrá con la gilda 2.0 –las ‘aceitunas’ esta vez vienen en forma de macarons semi dulce de aceituna verde–, que el lomo de lubina salvaje será uno de los favoritos, que el tournedo de rabo de ternera estofado al vino tinto se deshace en la boca o que será imposible esperar a echar la foto al tiramisú cremoso de mascarpone y café parís. Esos son solo algunos de los platos que conforman ese delicioso desfile de producto local.

Bar y restaurante están abiertos a todo el público, por lo que no hay excusa para no dejarse caer por una de sus mesas.

Más que una sugerencia, es casi una obligación comer en Aiten Etxe.

Los últimos detalles

En cuanto a accesibilidad, Ur Bare cuenta con total acceso a la planta principal y con una habitación especialmente adaptada a personas con movilidad reducida.

En el semisótano, disponen de una bodega y una sauna y, teniendo en cuenta que estamos en Zarautz, uno de los principales puntos de encuentro de surfistas, el hotel dispone de un servicio de alquiler de tablas de surf.

Ur Bare es la viva definición de ‘pequeño, pero matón’, del ‘menos es más’ o de que ‘los mejores perfumes se guardan en frascos pequeños’ y este, desde luego, tiene el mejor aroma: el mar.

La sobriedad reina en el edificio.

Dormirás como nunca, acompañado de las olas.

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