Hotelísimos, amor por los hoteles bonitos

La nueva sección Hotelísimos, que arrancamos hoy, irá exactamente sobre eso: amor por los hoteles bonitos.
Iberostar Heritage Grand Perast
Cedida a Traveler.es

Me preguntan muchísimo sobre hoteles y desde hace un tiempo me cuesta más recomendar, es que ¿cómo decirle a alguien dónde vivir? Tengo bien claro que nada tenemos más valioso que el tiempo y, como Mark Strand, pienso que “cada momento es un lugar en el que nunca has estado” por eso hay que cuidar tanto cada minuto que será, porque en nada se estará yendo. No nos espera el reloj.

Me preguntan, insisto, muchísimo (en el ‘Consultorio sin miedo’ es uno de los grandes temas, junto con las rupturas mal encajadas —las otras no existen–) y yo intento ser eficiente y honesto; pero es imposible. Porque hace tiempo que el hotel (yo estoy precisamente ahí) dejó de ser un servicio necesario para conocer un destino para ser la razón por la que viajas. Como para no ser importante. Por eso soñamos con las piscinas de Anabel Vázquez, las flores en La Residencia o la coctelería del Savoy en la city, esos lugares donde uno se parece un pelín más a la idea que tiene de uno mismo, ¿es que no podemos soñar? Yo creo que debemos.

De corazón creo que las clásicas guías y listas son fabulosas: Relais & Châteaux, Leading Hotels Of The World o por supuesto nuestra querida Gold List de Condé Nast Traveler, yo tiro de ellas constantemente. También creo que es momento de buscar con ahínco esas otras cosas pequeñas, a mí (debo estar mayor) son cada día más las que me arrastran: los paños de algodón, las velas que recuerdan paisajes, la madera bajo el mantel, ver el mar, la discreción como norma, el silencio durante el desayuno, pescado salvaje, sábanas cálidas, objetos con historia, historia en piedra, relato hecho experiencia, noches a la fresca. Las cosas bonitas. La belleza porque sí.

Dá Licença, Estremoz (Portugal).Francisco Nogueira

Hotelísimos, esta nueva sección que arrancamos hoy, irá exactamente sobre eso: amor por los hoteles bonitos. Espacios donde el detalle es soberano, lugares donde ser. Aquí cabrán (claro) desde grandes clásicos de la hotelería internacional —donde hay que dejarse el parné— hasta pequeñas hosterías no tan en la ruta del lujo: me aburre tanto como a vosotros (y vosotras) aquella idea trasnochada del lujo. Next. Casas donde perderse y casas donde encontrarse (porque no es lo mismo). Lo urbano y lo pastoril, lo viejo y lo nuevo. Solo habrá una regla: la belleza. Bueno, dos: la belleza y el placer.

Tengo (tenemos, porque le pediré a Laura que ilustre alguna escena) la mesa llena de recortes, apuntes literarios, mapas y lienzos; también alguna nota, como esta de Bella del Señor ("la búsqueda del absoluto a través del amor" en palabras de Mario Benedetti) de Albert Cohen: “En aquel hotel de Agay, pensaban sólo en sí mismos y en conocerse por completo, en abrir sus vidas entre dos vínculos, atractivamente habituales. Noches similares, rostros fatigados, pausas seductoras, y dejaba ella correr sus dedos por el hombro desnudo del amante para expresarle su recompensa o deslumbrarle y él cerraba los ojos”. Eso es, ¿no?

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