Altamura (Italia), la ciudad medieval escondida en el corazón de Puglia

Está estratégicamente situada y, sin embargo, la mayoría de los tours y de las guías se olvidan de esta pequeña joya de origen medieval que conserva todo el encanto de otro tiempo.
Entrada a la Catedral de Santa Maria Assunta Altamura Italia
Stefano Valeri / Alamy Stock Photo

Es muy probable que llegues a Puglia, el tacón de la Península Itálica, a través del aeropuerto de Bari. Si es así, ya sea porque llegas pensando en quedarte en la ciudad y moverte desde allí o porque planeas una ruta por la región, Altamura es una opción que deberías tener muy en cuenta. La ciudad se encuentra a poco más de media hora en coche desde el aeropuerto, unos 75 minutos si, desde el centro de Bari, decides tomar el tren. Suficientemente cerca como para una excursión de un día, pero suficientemente interesante también como para convertirse en la primera parada de tu ruta. O, por qué no, en su destino principal.

Altamura tiene algo más de 70.000 habitantes, aproximadamente el tamaño de Palencia o de Zamora, para que te hagas una idea; una escala perfecta para recorrerla a pie y para que haya conservado el encanto de las capitales de provincia de otro tiempo, esa calma que se ha ido diluyendo en las grandes ciudades y en los principales centros turísticos.

Por las calles de Altamura.

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A medio camino entre Bari y Matera, una de las principales ciudades de la vecina región de Basilicata, Altamura fue siempre un cruce de caminos, un lugar de paso. Por eso fue amurallada (Altamura quiere decir murallas altas), para protegerse de saqueos y guardar en su interior  las riquezas de los comerciantes que, poco a poco, iban construyendo sus palacios en la ciudad.

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Su origen medieval puede verse aún claramente en el trazado de las calles, que se acomodaron a una muralla circular que todavía se conserva en muchos tramos. De puertas hacia dentro, el entramado de callejas, placitas y recovecos recuerda por momentos al norte de África y es uno de sus grandes atractivos.

EL UNIVERSO DE LOS GNOSTRES

Los Gnostre, los claustros en el dialecto local, son pequeños universos cerrados sobre sí mismos en el centro del casco histórico, pero no piensen en el claustro de un monasterio o en algo parecido. Si callejeas un poco sin rumbo, algo muy recomendable en Altamura, verás que de las calles, ya de por sí estrechas, salen pequeños callejones que no parecen llevar a ningún lado. A veces lo hacen mediante arcos y pasajes angostos que desembocan en estas pequeñas plazas sin salida.

Gnostre en Altamura.

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Los Gnostre son barrios medievales en miniatura, comunidades casi independientes dentro de una ciudad que, de esa forma, se llenaba de microcosmos con vida propia. En 1232 Federico II animó a instalarse en la ciudad a griegos, árabes, latinos y judios que, poco a poco, fueron diseñando la ciudad a su medida. Piensa en las medinas magrebíes, piensa el Ghetto de Venecia, en los pueblos enrevesados de las islas griegas… todo eso se conjuga para dar forma a este entramado único de calles, callejas y claustros.

El claustro de la Giudecca, en el corazón de la vieja judería, es el mayor y el más intrincado, con callejones sin salida, como brazos, que se abren desde la placita; el claustro Tradimento, uno de los rincones con más sabor medieval de la ciudad, repleto de arquerías, escaleras y hornacinas con vírgenes y santos; el claustro Tricario, el Fratelli Salvatori, el Antodaro…

Duomo de Altamura.

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PLAZAS A ESCALA PERFECTA

Pero no todo es ese urbanismo caótico en Altamura. La vida, de hecho, se sigue haciendo con frecuencia en las plazas. En la de San Giovanni, con la escala perfecta para seguir manteniendo ese aire de barrio, y en la de Porta Matera, en Piazza Repubblica, abierta al Corso. Pero sobre todo en la Piazza Duomo, la plaza de la catedral.

A la Piazza Duomo llegan las dos vías comerciales del centro. Son, de hecho, una misma: el Corso Federico II. Al norte de la catedral está el tramo más noble, cercano al ayuntamiento, la iglesia de San Nicola dei Greci y el imponente Palazzo Viti; hacia el sur el imperdible Caffè Ronchi, como recién salido de una máquina del tiempo, y un constante ir y venir de gente a cualquier hora del día.

En la plaza, terrazas aún no demasiado turísticas y el Palazzo Melodía, que mira frente a frente a la catedral, espectacular con su arquitectura románica, y a la torre del reloj, un poco más allá, al fondo. Desde aquí, una vez más, una maraña de calles.  Algunas, más anchas, llevan a las antiguas puertas de la muralla. Entre ellas, una red de callejas en las que cuesta orientarse. No importa, déjate guiar por el instinto y por el aroma a pan recién hecho.

Palazzo Melodía.

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LA CIUDAD DEL PAN

Porque Altamura es la ciudad del pan, una de las pocas que cuentan con una denominación de origen para este producto. Así que es fácil encontrar panaderías históricas aquí y allá en las que hacerse con algunos de esos panes, identificados con una etiqueta acreditativa, o explorar otros productos de horno, otro de los secretos que Altamura ha sabido guardar bien.

La más llamativa, el Forno Antico di Santa Chiara trabaja al menos desde 1432. Está en uno de los rincones con más encanto de la ciudad histórica y no falta en ninguna guía de la ciudad, así que los precios son un poco más altos y es posible que te encuentres una fila de visitantes a la entrada. Pero intenta ir temprano, a primera hora, y asómate a ese despacho que es al mismo tiempo obrador; al horno centenario y la pila de leña. Y curiosea en sus panes, en su focacciafcazz, en dialecto local–, en su focaccia rellena…

Pan tradicional de Altamura.

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Si prefieres, puedes recorrer la ciudad de horno en horno, un pretexto perfecto para salir de las murallas y explorar también los barrios nuevos. El Panificio di Gesù, en la Via Pimentel, es un buen lugar para hacerlo. Si tienes suerte, quizás el propietario te regale un poco de focaccia recién salida del horno mientras exploras sus estanterías. Y de allí al Panificio Cannito, a Gusto e Bontà, a Galetta - Voglia di Pane, a Panzero o, de vuelta al centro, al Panificio del Duomo para explorar también la variedad de taralli, esas rosquillas de pan aromatizadas con aceite de oliva e hinojo de las que es imposible tomar sólo una.

CAMPO BASE

La oferta de alojamiento en la ciudad es más limitada que en sus vecinas más ilustres, pero también es más fácil, a cambio, que el trato sea un poco más personal. Pero, sobre todo, vale la pena elegir quedarse aquí porque, por su ubicación, Altamura es el campo base perfecto para moverse por la zona.

Matera, la ciudad Patrimonio de la Humanidad de Basilicata, está apenas a 20 minutos. No dejes de visitarla, pero cuando te canses de las riadas de turistas atraídos por la belleza innegable del lugar, Altamura estará ahí para devolverte a ese ritmo provincial, mucho más humano.

Iglesia de San Nicola dei Greci.

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Bari a 40 minutos, la desconocida y también interesante Gravina in Colle, a poco más de diez. Potenza, Trani, la bellísima Martina Franca, Alberobello y su perfil urbano de postal están a menos de una hora. Foggia, Taranto, Brindisi o las playas de Metaponto a no mucho más. 

Y la seguridad de regresar cada noche a una ciudad de escala manejable, donde el ambiente sigue siendo el de siempre y en la que todo eso no supone renunciar a pasmarse a cada paso, al dar una esquina y descubrir un rincón, un claustro inesperado, otro horno más con ese aroma antiguo que te llama desde lejos ¿Hacen falta más motivos para elegir Altamura?

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