Cosas que te pasan en Madrid cuando tienes 30 años (III): la Champions League, Parménides y la Feria del Libro

Junio es tiempo de oportunidades y cerezas; que son como libros, como besos, uno lleva a otro.
Champions League
Real Madrid

Esta es la historia de un sábado, de no importa qué mes. Llevo queriendo empezar así un texto semanas, y hoy es sábado, y es junio, pero no importa, lo relevante son los libros, que casi nunca importan, pero hoy se encuentran por miles, millones en las avenidas del Retiro. 600.000 se vendieron en 2023, un número extrañamente redondo.

“Es junio, estoy cansada de ser valiente”, otro comienzo que mastico hace tiempo. Y que tampoco encaja. Encaja mejor este: junio es tiempo de oportunidades y cerezas; que son como libros, como besos, uno lleva a otro. La moderación es menester, y el objetivo: no gastar más de lo que ganaré por escribir esta crónicorieta: crónicas con pocos números y datos y con muchas vaguedades e historietas. Uno se pone estupendo rodeado de libros y acuña neologismos, más marcianos que borgianos, para enmascarar su poca pericia periodística.

El parque del Retiro se convierte estos días en epicentro de las letras: cumple la función, digamos, que cumplía el ágora en Atenas. Y pese a las extravagancias de tantos escritores/as extravagantes, nadie ha venido con toga, ni ha dormido en un barril –que se sepa–, ni ha sido acusado de corromper a los jóvenes. Hasta ahora.

Feria del Libro de Madrid 2024.Feria del Libro

Empiezo diligente el camino entre casetas, una hilera larga por donde caminamos los visitantes: algunos con indiferencia, otros con misteriosa lealtad, poquitos con una solemnidad monástica, como si entraran a una iglesia. Yo camino ajeno, mientras tomo estas notas y me choco con todos y cada uno de los visitantes de la Feria que me cruzo, que no son pocos: 1,2 millones pisaron estos terruños el año pasado.

Me paro en una caseta con tomos y tochos y portadas blancas. Filosofía, dice un letrero. Agarro un libro y lo ojeo asustado: me parece evidente que no sé qué estoy haciendo, que ni siquiera entiendo el índice de “Ser y tiempo”, ni apenas el título de “Fenomenología del espíritu”. Siento la mirada fiscalizadora del editor que despacha estos ladrillos, como si adivinase que a veces cito filósofos que no he leído, como si supiera que pretendo ser quien no soy, como si descubriera honduras de mí mismo que ni yo conozco. “Aparta tus ojos de mí, príncipe del infierno”, mascullo mientras me alejo.

A tantos metros, en la caseta de unos grandes almacenes ingleses, hay una fila de jóvenes que cargan un libro de páginas generosas, una fila de bestsellers que muere frente a un firmador de bestsellers, la envidia de la feria. Más allá está Jodorowsky, al lado tres Carmen Mola, al frente Henar Álvarez y en el centro, en un pabellón acristalado, Leila Guerriero, Anatxu Zabalbeascoa y Eva Serrano hablan de entrevistar, de escribir perfiles, del oficio de escuchar. El imperativo de Martín Caparrós, “mirar donde no mira nadie”, sobrevuela la charla, y no solo significa mirar un sitio nuevo, también mirar desde un sitio nuevo. Entonces, nueva intrusión filosófica: lo más difícil es decir lo que ya sabemos todos, mirar lo que vemos todos, lo evidente. “Lo que es, es”, decía Parménides, que para haber trascendido dos mil quinientos años no debía ser ningún imbécil. Y el longseller griego, henchido de razón, prosigue: “lo que no es, no es”. Dan ganas de entender.

‘Mientras haya bares’, Juan Tallón.Círculo de Tiza

Paso por las estanterías de Capitán Swing, de Círculo de Tiza, de Gatopardo ediciones y el garbeo libresco continúa hasta que me topo con la caseta de la Policía Nacional, suficientes emociones por hoy. Me refugio en la retaguardia, en la trasera de la Feria, en el césped donde Almudena Grandes decía echarse la siesta entre firmas, y charlas y brindis. Repaso las capturas del día: Pedro Cuartango, Juan Tallón y Lawrence Osborne. Y ya que me he gastado gran parte del dinero de esta crónica en libros, los pongo a trabajar: “En el fondo la literatura tiene mucho que ver con el fuego”, dice Tallón en Mientras haya bares, “el escritor escribe porque algo en él no anda bien, porque algo arde dentro, y el lector lee porque lejos de los libros hace mucho frío”. Y a pesar de que junio viene valiente, firme, calientito, el sol cede: cierro el libro y en el Retiro empieza a moverse un aire frío muy poco literario.

Del triunfo de los libros al triunfo del Real Madrid en la Champions League. “La decimoctava”, dijo un amigo celebrando de más. Y en estos bares, que son nuestros lugares, como tus labios para mí un plato de calamares, es donde cuidan los trozos aún vivos del pasado. De los que soy desertor. Me voy a casa temprano y apuntalo el ataúd, atornillo una tabla que me libera, porque el que está fuera soy yo: “No se puede ser leal con el pasado a costa de ser desleal con el presente”, dijo alguien, al que debería agradecer.

Luzbel en el Parque del Retiro.Flickr / Felipe Gabaldón

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Otra primavera donde el Real Madrid amontona títulos. Otra primavera donde se encuentran libros buenos y no tan buenos en la Feria. Otra primavera donde “yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa”. Otra primavera, tantas estaciones, tantos cambios, que hasta parece extraño que me siga llamando igual. Lo decía José Emilio Pacheco, lo decía al revés, más dulce y doloroso: “Del niño que fui, solo queda el nombre”. Y acabo el texto como si me hubieran enchufado anestesia: al dormir y despertar dicen que piensas en lo mismo. Esta es la historia de un sábado, de no importa qué mes.

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