Qué ver en Bérgamo

La pequeña ciudad de Lombardía vive a la sombra de Milán, pero tiene mucho que ofrecer al visitante gracias a su animada vida local y cultural.
Brgamo Italia
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La llanura que rodea Milán asombra por su vastedad horizontal, rota únicamente por los altos campanarios que funcionan como hitos entre nudos de carreteras y ferrocarriles. Es un paisaje monótono, a menudo envuelto en nieblas, y dominado por los campos cultivados con colza, trigo y alfalfa que poco sugieren a quien pretende encontrar la evocadora luz de Italia. Hasta que, a medida que nos alejamos de la capital de Lombardía y nos acercamos a los Alpes, distinguimos una ciudad que se alza sobre planicie como un nido de águila coronado por una muralla y espigados torreones. Bérgamo sobresale, aunque pocos todavía se han fijado en ella, y ha llegado el momento de descubrirla.

CIUDAD ALTA, CIUDAD BAJA

La parte más visible y conocida de Bérgamo es su Ciudad Alta, Cittá Alta en italiano, cuyas murallas construidas durante el largo periodo en el que la ciudad estuvo dominada por Venecia encierran los barrios del casco histórico.

A los pies de esta suerte de acrópolis se extiende la Ciudad Baja, donde reside el grueso de la población gracias a los ensanches planificados a finales del siglo XIX, y, sobre todo, durante la década de los años 20. Ambas se encuentran conectadas por un funicular que permite ahorrarse una buena caminata y hace la vida más sencilla a cuantos deben ascender a la Ciudad Alta para visitarla y trabajar cada día.

Funicular de Bérgamo.Germano Poli / Alamy Stock Photo

El centro cultural y turístico de Bérgamo se encuentra en las alturas, pero la Ciudad Baja también tiene mucho que ofrecernos antes de encaramarnos al techo de Lombardía. Las casas de arquitectura racionalista y vanguardista que se alzan a ambos lados de la via Roma reflejan el poderío económico de Bérgamo, y también el gusto de sus clases pudientes por aparentar una riqueza que proviene de la industria.

Los edificios de la Ciudad Baja reúnen buenos ejemplos del urbanismo monumentalista liderado por Marcello Piacentini durante los años 20, y basta buscar la sombra de la Torre dei Caduti para comprender la modernidad que los arquitectos nacionalistas italianos buscaban desprender. Grandes columnatas, anchas avenidas y edificios tan sobrios como funcionales que contrastan con los callejones adoquinados, plazuelas medievales y estrechos campanarios que encontraremos en la Ciudad Alta.

UN FUNICULAR HACIA LA EDAD MEDIA

Un vetusto funicular conecta desde 1887 la Ciudad Alta de Bérgamo con su parte baja, y gracias a este trayecto, podremos adentrarnos en una suerte de máquina del tiempo. Ciertamente, lo parece. El vagón mantiene la estética del Novecento, estrecho y envuelto en hierro, lo que añade romanticismo a una ascensión que, en días despejados, nos permitirá contemplar unas envidiables vistas de Bérgamo y la llanura padana. El traqueteo del funicular atraviesa las murallas venecianas, y cuando arribemos a la Ciudad Alta, el tráfico, los semáforos y los pasos de peatones habrán desaparecido. Hemos llegado a la Edad Media.

Porta San Giacomo, Bérgamo.

Foto de Isaac Maffeis en Unsplash

DE LA PIAZZA MERCATO DELLE SCARPE A LA PIAZZA VECCHIA

El funicular termina sobre los adoquines de la Piazza Mercato delle Scarpe, que toma su nombre de los zapateros que regentaban zapaterías y reparaban scarpe, “zapatos”, durante los siglos gremiales. Los bergamascos mantienen todavía la tradición de comprar su mejor calzado en la Ciudad Alta, y negocios como la zapatería Belingheri, en la misma plaza, demuestran que la profesión sigue presente a pesar del paso del tiempo.

Desde la Piazza Mercato delle Scarpe tomaremos un callejón que aparece bajo los soportales que rodean la plaza, y que nos conducirá hasta el lavadero que las mujeres de la Ciudad Alta han utilizado durante siglos. Su bella pérgola de hierro añade aroma moderno a unas calles presididas por palacios y torreones medievales, como la Torre Gombito. Este espolón de piedra se yergue en la intersección del viejo cardo y decumanus romanos, las actuales vías Mario Lupo y Gombito.

La vía Gombito conduce, a través de su raíz romana, hasta el corazón antiguo de Bérgamo: la Piazza Vecchia. A ella se asoman los principales edificios de Bérgamo, tanto en belleza como antigüedad, y es fácil perder la noción del tiempo mientras se admira la armónica fachada del Palazzo Nuovo, en el flanco noroeste, con sus líneas renacentistas y un interior neoclásico fruto de los años que tardó el palacio en concluirse.

Vista de Bérgamo, "la joya secreta" de italia.

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Frente al Palazzo Nuovo, desafiando su orden canónico, nos encontramos con la piedra medieval del Palazzo della Ragione, también llamado Palazzo Vecchio. Se trata de la antigua residencia del comune, el senado ciudadano que regía muchas ciudades italianas durante la Edad Media. Aún quedan vestigios de su pasado como sede de ley y justicia: bajo su logia, en el flanco este, podremos observar el banco de piedra donde los magistrados medievales comunicaban al pueblo las sentencias. En dicho banco, si prestamos atención, distinguiremos un asiento blanco: allí se sentaban los condenados que, para escarnio público, eran mostrados a los ciudadanos.

El Palazzo Nuovo y el Palazzo della Ragione, así como cualquiera que camine por la Piazza Vecchia, se encuentran bajo la vigilancia de la Torre Civica, llamada por los bergamascos Il Campanone. Se trata de una torre medieval construida entre los siglos XI y XII que alojaba a los rectores y magistrados del común y funcionaba como prisión. A las diez de la noche, su gran campana, il Campanone, tañe como homenaje a los tiempos en que su sonido indicaba la clausura de las puertas de la ciudad, y sigue indicando a muchos el momento de guardarse en casa para descansar.

LA RIQUEZA DE BÉRGAMO

Aunque la Piazza Vecchia supone el centro de la vida social bergamasca, la bonanza comercial que hizo de Bérgamo uno de las ciudades más pujantes de la Edad Media italiana puede palparse mejor ante los muros románicos de la basílica de Santa María Maggiore. Dicho templo, cuyos orígenes se remontan al siglo VIII, posee dos interesantes portadas medievales custodiadas por leones de piedra que de cerca, parecen morder al visitante. Las esculturas que adornan las puertas de los leones, llamados “blancos” y “rosas” por el color de su piedra, suponen una ópera prima del románico y el gótico lombardo, y el mejor ejemplo quizás sean los telamones románicos que sostienen las columnas de la “puerta de los Leones Blancos”. Su plasticidad y el esfuerzo que irradia su gesto son adelantados a un tiempo en el que predominaba la rigidez, y que demuestra la influencia del cercano arte romano para los escultores medievales.

Palazzo Terzi, Bérgamo.Foto de Mattia Bericchia en Unsplash

La riqueza de Bérgamo se manifiesta también en una de las capillas anexas a la basílica de Santa María Maggiore, tan grande, que podría pasar por una iglesia independiente. Hablamos de la Capilla Colleoni, el enorme mausoleo que el afamado condottiero Bartolomeo Colleoni se hizo erigir en el rincón más venerado de su ciudad natal. La Capilla Colleoni fue construida a finales del siglo XV, y su fachada supone uno de los primeros ejemplos del Renacimiento en el norte de Italia. Los mármoles policromados son el único vestigio medieval de un edificio que compite en belleza con la propia Santa María Maggiore y el Palazzo della Ragione, y que marca el camino hacia un nuevo tiempo. Sólo hace falta apreciar el clasicismo de las esculturas, frontones y medallones que adornan la Capilla Colleoni para adivinar su aroma renacentista con un incipiente horror vacui que llena la fachada de detalles laberínticos.

La clase dominante de Bérgamo, a la que pertenecían los Colleoni que construyeron su preciado mausoleo, habitaba en palacios en torno a Santa María Maggiore, la Piazza Vecchia y la catedral. Si dejamos atrás los mármoles y arcadas románicas, podemos encontrar algunas residencias nobiliarias cuyo aroma aún prevalece en la Ciudad Alta. El mejor ejemplo, quizás, sea el Palacio Terzi, a espaldas de Santa María Maggiore, cuyos salones conservan la sofisticada decoración que tanto deleitaba a las élites del siglo XVIII. Sin embargo, la mayor obra de arte que guarda el Palacio Terzi es su terraza, un belvedere que se asoma desde lo alto de la Ciudad Alta hacia la llanura padana y sobre los tejados de la Ciudad Baja, y que nos regala unas vistas envidiables escondidas de las cámaras de los instagramers.

Bérgamo, Italia.

Photo by Vladimir Ivanov on Unsplash

CAMINOS Y CASTILLOS: LOS ORÍGENES DE BÉRGAMO

Para sentirnos un auténtico bergamasco que respira el aire puro de los Alpes, debemos armarnos con un helado para comenzar la ascensión hasta el castillo de San Vigilio. Las vistas desde la fortaleza permiten contemplar la Ciudad Alta, y aumentan la sensación de que Bérgamo sobrevuela las verdes llanuras de Lombardía. Por suerte, el camino hacia lo alto de San Vigilio pasa ante la puerta de la pastelería La Marianna, el lugar donde fue creado uno de los sabores más populares del mundo: la stracciatella. Cuentan sus trabajadores que en el mismo local ya existía un horno en el que, desde el Renacimiento, se elaboraban pasteles para la guarnición del castillo de San Vigilio, el final de nuestro camino.

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Un segundo funicular ubicado a escasos pasos de la pastelería La Marianna conecta San Vigilio con la Ciudad Alta, y resulta una opción recomendable si queremos ahorrarnos una buena ascensión hasta el castillo. Esta colina de Bérgamo acoge villas y palacios edificados por la burguesía a mediados del siglo XX, los mismos que buscaban aire puro encaramados a las pendientes de las montañas, lejos y a la vez cerca de su bulliciosa ciudad. La ascensión al castillo de San Vigilio permite comprobar que Bérgamo se asienta en un dedo de los Alpes, y que, tras sus casas, crecen las cumbres inalcanzables.

Su riqueza comenzó, y aún continúa siendo así, por una razón vinculada a los montes: por Bérgamo circulaba el camino que unía los ricos valles alpinos con las llanuras del Po: la Via Mercatorum. Es la misma calzada que vigila el castillo de San Vigilio, y la arteria que conectaba Lombardía con Alemania desde tiempos de los romanos. La importancia de su control y la riqueza de los mercaderes que por ella transitaban hicieron de Bérgamo un enclave que dominar, proteger, y embellecer. Por suerte, la fama de su hermana mayor, Milán, la ha mantenido alejada de los focos del turismo de masas, y a pesar de la popularidad de su aeropuerto, todavía guarda sus secretos para quien se preste a buscarlos a la sombra de los Alpes.

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