48 horas en Biarritz

A primera vista creerás que el tiempo se ha detenido e imaginarás aquellos días de aristocrática decadencia, pero Biarritz hoy es más que nostalgia: surf, olas, buen ambiente y una manera única de vivir el verano.
Vistas sobre La Côte des Basques Biarritz
Anik Labreigne

Dicen de Biarritz que era la “reina de las playas, la playa de los Reyes...”. Y es que esta pequeña localidad costera, que arrancara como puerto pesquero de ballenas, fue años más tarde el lugar de veraneo de nada menos que Eugenia de Montijo y su esposo Napoleón III. El matrimonio mandó levantar el mítico Hôtel Du Palais para hacer de él su residencia en los meses más cálidos y aprovechar la moda de los baños de mar y el poder curativo de las algas.

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Ellos sentaron las bases para lo que vino después, convirtiéndola en destino deseado por la realeza europea y rusa y la aristocracia. Pero no es lo único por lo que se conoce a esta perla a orillas del Cantábrico. Se considera que fue aquí, a mediados del siglo XX, donde también se introdujo el surf en Europa, de la mano de Peter Viertel, el marido de la actriz Deborah Kerr.

La Côte des Basques es el lugar del nacimiento del surf en Europa allá por 1956.

Anik Labreigne

Hoy, casi siete décadas después, sigue siendo una meca para aquellos que buscan surcar las olas en la Plage de la Côte des Basques y los 35 kilómetros de costa que van desde la frontera con España hasta las Landas. Y no es el único deporte estrella que se practica. Biarritz también es cuna del golf y presume de uno de los campos más antiguos de toda Europa.

Entre unos y otros fueron imprimiendo a Biarritz ese glamour innegable que atraviesa la ciudad, desde las coquetas casetas de rayas de la Grande Plage a sus edificios señoriales. Pero, más allá de su pasado glorioso, Biarritz vive un presente de lo más estimulante. Esto es todo lo que deberías conocer en un viaje de 48 horas... aunque te quedarás con ganas de más.

Biarritz y sus colores del verano. 

Anik Labreigne

Toda visita a Biarritz tiene que arrancar junto al mar. Desde la punta Saint-Martin, donde está su emblemático faro de 73 metros de altura, hasta la Côte des Basques, pasando por la playa Miramar, hasta la pasarela de metal de Eiffel sobre el Cantábrico, que conecta con el Rocher de la Vierge (la roca de la Virgen). 

A tu paso irás encontrándote con hitos históricos como la Chapelle Impériale o la curiosa Iglesia Ortodoxa, así como el señorial Casino o la Cité de L’Océan, un museo para descubrir el océano en todas sus facetas: deportes, biodiversidad...

La Grande Plage de Biarritz para un verano único.

Anik Labreigne

HÁBLAME DEL MAR, MARINERO

El espíritu animado de la ciudad se encuentra en sus terrazas, en sus bares y cafés, en los restaurantes con vistas al mar... Y esa será nuestra siguiente parada. Como no podía ser de otra manera, la cocina de Biarritz mira al mar y se nutre de lo mejor que brindan las costas francesa y vasca para crear una gastronomía propia. 

Uno de sus puntos neurálgicos en este sentido es el mercado de Les Halles. Abre todos los días y lo mismo puedes hacerte con pescado fresco, quesos, panes, flores y delicatessen, que degustar allí mismo frutos del mar, como los que sirven en L’Écaillerie, como una impresionante colección de tipos de ostras, erizos de mar o gambas. Alrededor del mercado hay multitud de terrazas como Le Bar du Marché, Lobita Café y Chistera & Coquillages, donde desde bien temprano, se divisa a los locales disfrutando de un vino y aperitivos.

Festín de marisco en el concurrido Chez Albert.

Facebook Chez Albert

Si buscas un clásico, ve al siempre concurrido Chez Albert, en el puerto pesquero. Lo suyo son los pescados salvajes y las enormes bandejas de marisco que verás pasar y querrás probar, con ostras, gambas, almejas, centolla, bígaros... Todo un festín en clave marinera

Un punto más gastronómico tienen L’Impertinent, el estrella Michelin de Fabian Feldman, y Epoq de Anthony Orjollet, quien, tras afianzar su otro espacio, Elements, lucha aquí contra la estandarización de la cocina y promulga el uso de productos locales. 

El lugar hace las veces de tienda de delicatessen, bar de cócteles y restaurante, donde se trabaja con excelente materia prima que cocina a la brasa, con algunas licencias a la cocina asiática, como en sus fantásticas gyozas de atún ahumado y caldo de almejas o su vistosa terrina de pulpo. 

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¿Una de las últimas novedades? Marloe. Cierto es que se encuentra un poco fuera del circuito habitual, pero merece la pena el desvío. Ubicado en el novísimo Le Connecteur, un espacio ultramoderno de coworking, el chef Anthony Ruffet cada día gana más adeptos. Y no es de extrañar, porque su cocina de temporada, elaborada con producto local, no deja a nadie indiferente. 

¿Los platos imprescindibles? Su langosta bretona al natural, servida sobre un arroz con jugo de su cabeza, y la ternera de las Landas, cocinada a baja temperatura con aceitunas y anchoas y una crema de zanahorias.

En Marloe, siempre su langosta.

Facebook Marloe

LA CIUDAD MÁS DULCE

A nadie le amarga un dulce y Biarritz puede presumir de tener lugares únicos donde disfrutarlos. Una institución de la población costera, con sedes en otras ciudades del País Vasco francés, es Maison Adam, famosa por su macarons vascos.

Y dirás, ¿hay macarons vascos? Sí, son diferentes a los que conocemos y tienen una fama mundial. Eran los favoritos de Luis XIV y los tomaba cuando pasaba por Saint-Jean-de-Luz. Se trata de una receta ligeramente crujiente por fuera y fundente en boca, elaborada con almendras Valencia, clara de huevo y azúcar, con una receta secreta que la familia lleva atesorando desde hace más de 360 años.

A nadie le amarga un dulce de Maison Adam. 

Maison Adam

La hora del té en Biarritz se celebra en Miremont. Abrió sus puertas el 17 de febrero de 1872 gracias a Etiene Singher, un joven pastelero de Saint Moritz, para más tarde, en 1880, pasar a manos de Joseph Miremont. Este salón de té es toda una institución y no solo por su encanto, su atmósfera única y su gran ventanal con vistas al mar, también por las grandes celebridades que pasaron por aquí.

Lugar de reunión de la aristocracia europea, el mismo Rostand escribió sobre ella que “a la hora del té, hay en Miremont menos pasteles que Reinas y menos babás al ron que Grandes Duques”. No quería sino expresar la flor y nata que se reunía en este espacio, frecuentado por Alfonso XIII, Eduardo VII o la Reina Amelia de Portugal, que se sentaba junto a la vidriera para tener el océano a sus pies.

Hoy siguen bordando recetas tradicionales dulces como los éclairs, el gâteau basque o sus especialidades, la tarta Saint Honoré, el brownie de haba tonka y su fabulosa tarta de fresas. ¿Un extra? Prueba su coupe Bellevue, una copa de helado de galleta y chocolate con migas de galleta, crema batida y un macaron.

La hora del té, siempre en Miremont. 

Miremont

Para los más chocolateros nada como Henriet: la familia Dolfi se estableció en Biarritz en 1946 y, desde entonces, es visita obligada de habituales y viajeros. Especialistas en bombones, tabletas y pequeños dulces de chocolate, como los mendiants, florentins o croustillants, los venden en coquetas cajas coleccionista. No es lo único que dominan. Su gâteau basque de chocolate y su tarta noiselle, a base de galleta de avellana, praliné crujiente y cremoso de chocolate con leche, levantan pasiones.

Henriet es el paraíso de los amantes del chocolate.

Facebook Henriet

EL PERFECTO SOUVENIR

Paraíso de las compras, Biarritz cuenta con boutiques de grandes firmas y una sede de Galeries Lafayette junto a una clara apuesta por el pequeño comercio, con tiendas donde hacerte con verdaderos tesoros. 

Los encontrarás en establecimientos como Ada Perlu, especializado en moda sostenible y consciente, inspirada en la cultura indonesia, y en Le Shop, un espacio que combina decoración, accesorios y papelería de firmas como Meraki, Pomax, HK Living y la escandinava Hübsch. 

¿Qué necesita uno cuando viaja a Biarritz? Si te quieres especializar en el deporte local por antonomasia, tienes que visitar Colors of Surfing. Es el sueño de Antonin y Louisa, dos viajeros incansables que decidieron unirse para crear un espacio donde promulgar su pasión común: el surf y el amor por el océano

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De la mano de expertos talladores del Sud-Ouest, crean tablas que se adaptan a las olas y a las condiciones que se dan en las costas del País Vasco Francés, además de prendas de ropa y li- bros. ¿Lo que te espera? Originalidad, una paleta de colores de lo más apetecible y un rollazo difícil de imitar. 

Siempre es momento de hacerse con unas alpargatas. Para ello, pon rumbo a Chistera Espadrilles donde tienen una oferta inimaginable de modelos, tanto propios, como de firmas como Castañer, Bidari y Minorquines. 

¿En busca del souvenir perfecto? Lo tienes en Cadrimages, que trabaja con un selecto grupo de artistas gráficos locales, para crear láminas, postales e imanes con imágenes de la ciudad en clave de diseño.

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DULCES Y PALACIEGOS SUEÑOS

Biarritz puede presumir de un buen puñado de hoteles en los que soñar despierto. Pero sin duda este año hay que fijarse aún más en el siempre icónico Hôtel du Palais, que acaba de abrir sus puertas de nuevo tras una gran remodelación. 

Aquel que acogió entre sus muros a la realeza y a multitud de celebridades de nuestros tiempos, regresa con un lavado de cara que ha servido para renovar tanto sus habitaciones como los espacios comunes, desde el restaurante La Rotonde al Bar Napoleón III.

Hay otras direcciones imprescindibles, como el Regina Biarritz o Le Garage, un antiguo garaje de coches reconvertido en hotel boutique con vistas al mar. Otro epítome del carácter aristocrático de la ciudad es La Folie Boulart, cuyo origen es una historia de amor, la de Charles Boulart por su esposa Marthe. 

Nadie se queda indiferente a los pies de La Foulie Boulart.

Léo Guthertz

Corría el año 1881 y este industrial influyente quiso regalar a su mujer la casa de sus sueños, un palacio con todo lujo de detalles, al igual que los que se levantaban en la época en que Eugenia de Montijo y Napoleón III visitaban Biarritz. Encontraron el lugar perfecto en uno de los puntos más altos de la ciudad, en un terreno con vistas al mar, a los Pirineos y al bello paisaje.

Boulart no escatimó y contrató a los mejores arquitectos para levantar la delicia que hoy contemplan nuestros ojos. Con un estilo neorrenacentista en parte, neobarroco a veces, multitud de arquitectos y artesanos levantaron esta obra colosal con mármoles como los que se asientan sobre las ocho columnas del patio, mosaicos venecianos, una increíble vidriera en la escalera principal, esculturas, estucos y pinturas mitológicas.

¿El germen de su construcción? Una historia de amor.

Léo Guthertz

Terminada la obra, todos hablaban del fastuoso edificio que se había levantado en el Barrio Español. No tardaron en llegar a palacio las recepciones, las fiesta, la pompa y el boato de la nobleza... Pero los años pasaron y, tras la muerte de Charles Boulart, el castillo fue pasando de manos, llegando a ser incluso, en los años de la Primera Guerra Mundial, sede de la Cruz Roja para albergar a mujeres y niños refugiados.

Hoy, ya en manos de sus nuevos propietarios, Brigitte y Pierre Delalonde, el château ha recobrado su encanto y esplendor primigenios para volver a convertirse en un tesoro de la ciudad, ahora con ocho habitaciones dispuestas a alojar a huéspedes ávidos de revivir aquellos tiempos de la Belle Époque. Tras un profundo trabajo de restauración volvieron a lucir todos sus encantos unidos a la tecnología adaptada al viajero moderno.

Ropa de cama del mejor algodón, suntuosas bañeras, almohadas mullidas... el confort de siempre se combina con detalles como que la iluminación, la música y la televisión se controlen a través de una tablet, la domótica en la palma de la mano

Ropa de cama del mejor algodón, suntuosas bañeras, almohadas mullidas...

Léo Guthertz

En sus salones se puede tanto disfrutar de la hora del té o de una copa de champagne como jugar al billar –que perteneció a los hermanos Lumière– o asistir a una clase de yoga. La propuesta gastronómica corre a cargo del chef Jean-Marie Gautier, estrella Michelin anteriormente en el Hôtel du Palais, que prepara todo lo que el huésped necesite. 

¿Un plus? Su spa bajo el atrio acristalado con piscina, jacuzzi, hammam, sauna y gimnasio y la posibilidad de organizar tratamientos de belleza y bienestar, de la mano de expertas terapeutas de la ciudad. Y comprenderás del todo eso que decíamos al principio: “Biarritz, reina de las playas, la playa de los Reyes...”.

Este reportaje fue publicado en el número 152 de la Revista Condé Nast Traveler España. Suscríbete a la edición impresa (18,00 €, suscripción anual, llamando al 902 53 55 57 o desde nuestra web). El número de Condé Nast Traveler de julio-agosto está disponible en su versión digital para disfrutarlo en tu dispositivo preferido

Para comer, nos quedamos en manos del chef Jean-Marie Gautier.

Damien Roussel

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