Advertisement

SKIP ADVERTISEMENT

Los aficionados ultras promueven su visión política en la Eurocopa 2024

Los mensajes nacionalistas que lanzan durante los juegos han sido sancionados por la UEFA, pero dejan entrever la creciente ola de nacionalismo en toda Europa.

A crowd at a soccer match, mostly wearing black T-shirts.
Miembros de la Brigada de los Cárpatos, un grupo ultra húngaro, en un partido entre Hungría y Suiza, durante la Euro 2024 este mes. El grupo a menudo replica la retórica del primer ministro de su país, Viktor Orbán.Credit...Olivier Matthys/EPA, vía Shutterstock

Rory Smith y

Rory Smith reportó desde Colonia, Alemania, y Christopher F. Schuetze desde Stuttgart, Alemania.

[Estamos en WhatsApp. Empieza a seguirnos ahora]

Las instrucciones eran concisas y claras.Estaba previsto que aquellos que esperaban marchar al estadio junto a los aficionados de Hungría para el primer partido de su selección de fútbol en la Eurocopa se presentaran a las 10:00 a. m. en punto, cinco horas antes del silbatazo inicial.

Se aplicaría un estricto código de vestimenta. Algunos podrían vestir de negro. Otros debían quedarse con el rojo, el blanco y el verde, los colores de la bandera del país. Bajo ninguna circunstancia debía haber ninguna ostentación. Estaban prohibidos los “colores llamativos, los sombreros de payaso y las gaitas”. Se les recordó a los posibles marchantes que “iban a un estadio de fútbol, no a un circo”.

El tono intimidante y ligeramente mojigato resultó discordante, considerando la fuente de las órdenes: la página oficial de Facebook de la Brigada de los Cárpatos, una facción virulentamente nacionalista de aficionados radicales —ultras, como se conoce a estos grupos— que le proporciona su respaldo vociferante y volátil a la selección nacional húngara.

En los últimos años, la Brigada de los Cárpatos se ha convertido quizás en el grupo ultra más infame de Europa. Sus enfrentamientos con la policía, los insultos racistas con los que colman a sus oponentes y su exhibición de pancartas homofóbicas han contribuido a forjar su reputación. En 2021, durante la anterior Eurocopa, tuvo que recordarles a sus miembros que cubrieran cualquier tatuaje relacionado con el nazismo para no contravenir la ley alemana.

Nada de eso ha detenido su crecimiento. En todo caso, lo ha acelerado. Atraídos por el voluble patriotismo húngaro de la Brigada de los Cárpatos y sus descarados valores de derecha —una ideología que replica y pregona la retórica populista de Viktor Orbán, el primer ministro del país—, el grupo puede jactarse actualmente de poder convocar hasta 15.000 miembros.

Además, no es el único. Los ultras vestidos de negro han sido un elemento fijo en la Eurocopa 2024 este mes, con destacamentos —a veces de unos pocos cientos, a veces un poco más numerosos— visibles en toda Alemania y en partidos en los que participaron Albania, Croacia, Rumania y Eslovaquia, entre otros.

Image
Seguidores albaneses exhiben banderas del Ejército de Liberación de Kosovo en un partido contra Italia durante la Eurocopa 2024 este mes.Credit...Martin Meissner/Associated Press

Aunque algunos de esos grupos se formaron como respuesta a la Brigada de los Cárpatos, en la mayoría de los casos no comparten ni sus motivaciones ni su agenda política precisa, y ninguno tiene la misma apariencia amenazante.

Su presencia en el campeonato, sin embargo, es un problema para la UEFA, el órgano rector del fútbol europeo, que ha impuesto multas a varios países durante el torneo, incluidos múltiples castigos por “transmitir mensajes provocadores que no son aptos para un evento deportivo”. Los grupos no solo proporcionan una banda sonora y un espectáculo visual para los juegos, sino que también dejan entrever la creciente ola de nacionalismo en toda Europa.

“Es contagioso”, afirmó Piara Powar, director ejecutivo de Fare, una red antidiscriminatoria que monitorea el extremismo en el fútbol. “Para muchos de ellos es teatro, más que nada. Pero hay que tener cuidado al jugar con estas cosas, porque los húngaros van en serio”.

Ciertamente, el poder de la Brigada de los Cárpatos no tiene rival. En Colonia, como había exigido el grupo, la marcha hacia el estadio este mes se desarrolló en orden. No hubo violencia, ni gaitas.

Pocos días después, cuando Hungría se enfrentó a Alemania en Stuttgart, el grupo cruzó un poco los límites. En la marcha de ese día, la multitud cantó la melodía de “L’Amour Toujours” de Gigi D’Agostino, una canción prohibida en Alemania porque a menudo transforman su letra en “Ausländer raus” (“Fuera los extranjeros”).

Estos mensajes, por supuesto, encajan con la visión de Orbán.

Desde hace mucho tiempo, Orbán, gran aficionado al fútbol, ha hecho del deporte un pilar central de su política: bajo su liderazgo, muchos de los estadios de Hungría han sido reconstruidos, se han invertido millones de dólares en clubes en zonas de países vecinos con grandes minorías étnicas húngaras, y muchos de los equipos profesionales del país han caído bajo el control de oligarcas cercanos a su partido gobernante, el Fidesz.

Con frecuencia, también ha ofrecido su aprobación, tácita o no, a las actividades de la Brigada de los Cárpatos, incluso cuando sus acciones le han valido multas y castigos.

Por ejemplo, las autoridades húngaras han presionado persistentemente a la UEFA para que impida que Fare, la red antidiscriminatoria, supervise los partidos de la selección nacional e intentaron eliminar algunos de los símbolos predilectos de la Brigada de los Cárpatos de la guía de Fare sobre imágenes ultranacionalistas.

Image
Seguidores de Albania durante un partido de la Eurocopa 2024. Las acciones de los aficionados, políticas o de otro tipo, durante el torneo han llevado a múltiples multas contra la federación de fútbol de su paísCredit...Odd Andersen/Agence France-Presse — Getty Images

Ese respaldo político es lo que diferencia a la Brigada de los Cárpatos de sus rivales e imitadores. Los grupos ultras que se han formado en torno a Albania, Croacia, Rumania y el resto también visten camisas negras, pero solo porque los grupos ultras en toda Europa lo hacen. “Es una manera de separarse de los aficionados comunes y corrientes”, afirmó Juraj Vrdoljak, escritor croata y exultra.

Si bien Vrdoljak reconoció que la mayoría de los ultras se inclinaban hacia la derecha, políticamente —“no podemos pretender lo contrario”, aseveró—, pocos están tan dispuestos como la Brigada de los Cárpatos a expresar una mezcla tan nociva de racismo, antisemitismo y homofobia.

Vrdoljak dijo que la mayoría de los ultras rechazaban cualquier tipo de autoridad y supervisión, y veían a las autoridades futbolísticas de su país, y frecuentemente a sus gobiernos, como “el principal enemigo”. El año pasado, los grupos ultras más grandes de Croacia, que siguen a varios clubes, se reunieron y decidieron permitir que sus miembros asistieran a los partidos de la selección nacional por primera vez desde 2016. “Querían una manera de ser visibles, de lograr que su mensaje se escuchara”, dijo Vrdoljak.

Lo mismo ocurre con Rumania: durante el primer partido de la selección en la Eurocopa 2024, sus ultras desplegaron una pancarta en protesta a su propia persecución. Ultras que durante años despreciaron a la selección nacional están presentes en Alemania para “mostrarle a la gente que debemos estar contra la policía y contra la federación”, afirmó Cosmin, un ultra rumano entrevistado antes de ese partido en Múnich que solo proporcionó su nombre de pila por temor a llamar la atención de las autoridades.

Si bien las facciones de ultras rumanos han resistido los intentos del candidato presidencial de extrema derecha, George Simion, de asociarse con ellas —“Tal vez asistió a algunos juegos, pero no es un ultra”, dijo Cosmin—, tienen una vena nacionalista definida.

Este año, un partido contra Kosovo casi fue suspendido debido a los persistentes cánticos de los ultras rumanos que afirmaban que Kosovo pertenecía a Serbia y que “Besarabia” —su vecina oriental, Moldavia— pertenecía a Rumania.

En Alemania, los partidarios rumanos han exhibido la bandera de la Gran Rumania, un constructo geográfico que le niega la soberanía a la vecina Moldavia. En otros partidos, ese sentimiento de agravio por la historia o la geografía ha surgido a través de estandartes que defienden a la Gran Albania, la Gran Serbia y, por supuesto, la Gran Hungría.

Orbán, quien a menudo viaja al extranjero para animar a la selección nacional de su país, a veces viste una bufanda con un mapa de la Gran Hungría, que incluye el antiguo territorio húngaro que ahora se encuentra dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Ucrania y Rumania.

Estos temas le han causado un dolor de cabeza a la UEFA, que ha pasado gran parte de las dos primeras semanas del torneo repartiendo multas a las federaciones de fútbol participantes como castigo por las demostraciones nacionalistas de sus aficionados. (La factura impuesta a la federación de Albania, por ejemplo, pronto podría superar los 100.000 dólares después de que sus seguidores —que ya habían sido acusados de entonar cánticos nacionalistas en dos partidos anteriores— cruzaran los límites por tercer partido consecutivo el lunes).

Powar afirmó que el aumento de las expresiones desafiantes de nacionalismo probablemente no era un problema que las autoridades del fútbol pudieran resolver solo con sanciones financieras.

“La guerra de Rusia en Ucrania ha creado una sensación real de peligro” para los países de Europa central y oriental, aseveró Powar. Pero igualmente significativo, dijo, es que también ha ofrecido motivación a aquellos —como los soldados de infantería no oficiales de Orbán en la Brigada de los Cárpatos— que ven en ella una oportunidad para expresar sus propias ambiciones territoriales.

“Durante mucho tiempo, esta ‘Gran Hungría’ fue algo de lo que ni siquiera Orbán hablaba”, afirmó un portavoz de Szubjektiv, una de las pocas organizaciones en Hungría que trabajan para promover la diversidad. “Ahora es una pegatina en el parachoques que se ve quizás en uno de cada cinco autos. Está en la pared de muchas oficinas”.

“Los ultras te permiten ponerte una camiseta negra y sentirte parte de algo”, añadió el portavoz, quien pidió que su nombre no fuera publicado por temor a represalias de la Brigada de los Cárpatos. “Lo veremos cada vez más”.

Andrew Higgins y Andrew Das colaboraron con la reportería.

Rory Smith es el corresponsal principal de fútbol, con sede en el norte de Inglaterra. También escribe en el boletín “Sobre fútbol con Rory Smith”. Más de Rory Smith

Christopher F. Schuetze es un reportero para el Times con sede en Berlín, que cubre la política, sociedad y cultura de Alemania, Austria y Suiza. Más de Christopher F. Schuetze


Advertisement

SKIP ADVERTISEMENT