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Tamales, sal y pan de muerto: Por qué los alimentos son fundamentales para el Día de Muertos

An offering of pan de muerto and citrus for a Day of the Dead altar
La profesora de UCLA, Martha Ramírez-Oropeza, brinda una ofrenda de pan de muerto y cítricos para un altar del Día de los Muertos en SPARC en Venice.
(Jason Armond / Los Angeles Times)
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¿Se supone que en realidad son huesos?

El pensamiento cruzó por mi mente mirando las hogazas de pan de muerto, central del Día de los Muertos. Aunque el pan toma muchas formas, un diseño omnipresente muestra una figura redonda coronada por tiras de masa que se cruzan formando una cruz.

Había leído que las tiras representan huesos; eso explica su aspecto a menudo nudoso. Pero también escuché que significan las cuatro direcciones. Otra interpretación sostiene que la cruz es, bueno, una cruz cristiana.

Entonces, ¿cuál es la correcta? Las respuestas indican mucho sobre la naturaleza y los orígenes de esta festividad tan mexicana, una práctica que mezcla la cultura prehispánica con las creencias que trajeron los españoles cuando conquistaron México hace medio milenio. También muestran cómo la comida, ya sea pan de muerto, tamales, tequila o tal vez incluso una lata de Sprite, juega un papel central en la bienvenida a los espíritus que, se piensa, regresarán a la tierra los dos primeros días de noviembre.

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Debo confesar que mi familia nunca celebró el Día de los Muertos. Aunque tres de mis abuelos nacieron en México y el español fue el primer idioma de mis padres nacidos en Estados Unidos, la festividad no se arraigó aquí como las tradiciones que rodean la Navidad o el Año Nuevo. Nuestra familia era demasiado citadina para apreciar los elementos indígenas de la festividad.

Pero desde el año pasado, después de perder a mis padres, así como a mi hermano mayor en solo 10 meses, decidí acercarme un poco más a esta tradición y comprenderla, a través de sus alimentos.

Aunque algunas celebraciones del Día de los Muertos en México tienen lugar desde mediados de octubre hasta mediados de noviembre, generalmente la festividad abarca el 1 y 2 de noviembre. Las familias presentan ofrendas, exhibiciones decoradas con flores, velas, comida y fotografías de los difuntos.

Ofrenda comúnmente se traduce al inglés como “altar”, pero eso pierde un matiz. Después de todo, “altar” en inglés es “altar” en español.

“Uso ofrenda en lugar de altar porque el altar tiene una connotación religiosa”, explicó Martha Ramírez-Oropeza, profesora del Departamento de Estudios Chicanos y Centroamericanos de UCLA.

Martha Ramirez-Oropeza in a colorful poncho.
Martha Ramírez-Oropeza, profesora de UCLA y experta en el Día de los Muertos, en el Centro de Recursos de Arte Público y Social en Venice.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

“Literalmente, ‘ofrenda’ significa ‘ofrecimiento’, que es ofrecer algo muy especial de sí mismo: su trabajo, su sacrificio, su herencia, a los demás. Y en este caso, es para los que han muerto”, señaló.

Ramírez-Oropeza, además de ser experta en el Día de los Muertos que pasó años estudiando prácticas relacionadas con la festividad en México, es también muralista, actriz, investigadora y artista residente en el Centro de Recursos de Arte Público y Social (SPARC por sus siglas en inglés) en Venice. Durante años ha dirigido la celebración anual del Día de los Muertos del centro.

Para entender el Día de Muertos, me comentó Ramírez-Oropeza, hay que apreciar dos conceptos. El primero es el sincretismo, la fusión de dos tradiciones en una nueva.

El segundo es lo que los pueblos prehispánicos llamaron ixiptlah, una palabra náhuatl que significa una imagen que actúa como sustituto de algo o alguien.

Esto encaja perfectamente con el concepto omnipresente de dualidad en el pensamiento prehispánico. Por ejemplo, se consideraba que la vida y la muerte existían cómodamente una al lado de la otra y no en oposición. Más yin y yang que antes y después. “No podemos estar vivos si no estamos muriendo. Estamos muriendo y estamos viviendo al mismo tiempo”, explicó Ramírez-Oropeza.

Esto nos lleva a cómo se combinaron las tradiciones para el Día de Muertos. Considere el momento oportuno. Uno de los dos calendarios que usaban los mesoamericanos consistía en 18 meses de 20 días; algunos meses presentaban recuerdos de los muertos, y dos de esos meses caían alrededor de octubre y noviembre. La Iglesia Católica Romana celebra el Día de Todos los Santos el 1 de noviembre.

El uso de alimentos para honrar y dar la bienvenida a los muertos tiene raíces que se remontan a uno de los mitos de la creación de los aztecas, detalló Ramírez-Oropeza. Ella contó la historia de cómo el dios Quetzalcóatl y su gemelo, Xólotl, viajan a Mictlán, la tierra de los muertos, para recuperar huesos que se usaron para crear seres humanos.

Una diosa ayuda en la creación de los humanos y lo hace con un utensilio de cocina. Una imagen de un códice de la era azteca que me mostró Ramírez-Oropeza muestra a la diosa Quilaztli o Cihuacoatl pulverizando los huesos en un metate, una herramienta de de piedra utilizada para moler que se encuentra en México hasta el día de hoy y que generalmente se usa para romper el maíz.

“Entonces, cuando estamos cocinando, calentando una tortilla o lo que sea, lo hacemos de manera simbólica. Nos estamos recreando a nosotros mismos”, detalló Ramírez-Oropeza.

Las tiras del pan de muerto en verdad representan huesos, me comentó Ramírez-Oropeza. Es más, un poco de masa redonda que a menudo se incluye donde las tiras se cruzan representa una calavera.

¿Y las cuatro direcciones, así como la cruz cristiana? Las tiras también pueden representarlas. De hecho, algunas personas podrían ver las tiras como huesos, direcciones y la cruz al mismo tiempo de manera cómoda, una interpretación multicultural que los sacerdotes españoles colonizadores habrían declarado pagana.

“Recuerde, todo está mezclado”, explicó.

Mientras que las formas redondas de pan de muerto son simbólicas, otros diseños son más literales. A veces, el pan toma forma de cuerpo, con piernas rectas y brazos cruzados. En Ocotepec, una aldea del estado de Guerrero donde Ramírez-Oropeza pasó años investigando, el pan es más simbólico, con cuerpos ovalados y solo indicios de piernas y brazos en el pecho.

El pan que se usa en algunas partes de Oaxaca es a veces más elaborado, con glaseado que crea diseños intrincados o rostros de santos.

Algunos están decorados con azúcar rosa, un esquema de colores con raíces antiguas. Los prehispánicos elaboraban un pan ceremonial con amaranto, que produce flores en un rico granate oscuro. Los españoles prohibieron la planta por un tiempo por supuestos vínculos con el sacrificio humano.

El rosa aparece en varias formas de pan de muerto. En el estado de Guanajuato, aparece como una pizca de color en panes con forma de cuerpo cubiertos de glaseado blanco. Luego está el pan Mizquic, el nombre proviene de Mictlán, la tierra de los muertos. Estos panes no son hogazas, sino círculos de masa (imagine pequeños volantes) y de color rosa brillante.

No importa la forma o el color, el pan de muerto sirve como ofrenda y como un buen refrigerio. (Encontrará este alimento en panaderías o supermercados latinos). Ramírez-Oropeza me mostró fotos de lo que ella calificó como los usos “más raros y contemporáneos” del pan, sirviendo como pan para sándwich con relleno de chilaquiles o cerdo asado, o incluso queso crema.

En la ofrenda, el pan y otros alimentos (mole, tamales, frutas, nueces, lo que sea) representan la tierra. Entre los nahuas de Puebla, los tamales juegan un papel vital, sirviendo como anfitrión para los espíritus visitantes. La masa es el cuerpo; el relleno, los líquidos corporales; y la envoltura de cáscara de maíz, u hoja, el ataúd.

Junto con la tierra, los otros tres elementos de agua, fuego y aire están representados en la ofrenda. Se coloca agua, pero eres libre de incluir otras bebidas que disfrutó el difunto: tequila, chocolate o Sprite. (Lamento informar que cualquier ofrenda que me preparen probablemente incluirá té inglés para el desayuno o Coca-Cola Light). El fuego está representado por velas y el aire por el colorido papel picado, que se mueve con el viento.

Otro elemento clave para cualquier ofrenda es la sal. Le da fuerza a los espíritus, indicó Ramírez-Oropeza, para viajar a la tierra de los vivos.

Durante mucho tiempo había pensado en el Día de los Muertos como una fiesta íntima centrada en la familia, y lo es. Pero Ramírez-Oropeza reveló un lado encantador de la festividad que nunca conocí: En una tradición, se hacen tamales, pero no los colocan en su ofrenda. Se los da a otra persona para su ofrenda, y alguien regala tamales para los suyos.

De esta manera, individualmente pero también como comunidad, con la comida, recordamos a los que nos han precedido.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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