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Cien años de la llegada de la 'radiomanía'

Cien años de la llegada de la 'radiomanía'

'Sinhilismo' Un término nuevo lo invadió todo en 1924: la telegrafía sin hilos, ahora, transmitía palabras y música, algo que cambiaría el mundo por completo

Domingo, 19 de mayo 2024, 00:03

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Hace cien años, los valencianos sintieron la llegada de la «radiomanía», la inclinación inevitable por disfrutar de un nuevo invento, llamado radio de válvulas o de galena. Se venía hablando de él hacía unos años y no era otra cosa que la evolución comercial de la Telegrafía Sin Hilos que ya usaban los buques y los ejércitos. Pero ahora, aunque el manejo no era sencillo, los códigos Morse se habían transformado en la magia de la palabra y la música. El mundo ya no sería igual,

El 10 de mayo de 1923, Carlos Esplá, en LAS PROVINCIAS, se adelantó al escribir de una moda que venía a toda máquina: «El cinematógrafo creó las caras fotogénicas, o sea que favorece la acción química de la luz sobre los aplausos. Del mismo modo, la telefonía sin hilos ha creado las voces radiogénicas, que ofrecen particularidades muy singulares para ser lanzadas a los cuatro vientos». Escribió su comentario en París, pero habló del alcalde, y de su agradable voz, y de la fotogenia del presidente de la Cámara de Comercio. Conocía el terreno perfectamente. Y llevó los avances de la tecnología al campo mismo de la política, para sugerir que, si el invento iba a más, ya nada sería igual en el mundo: «Es preciso, en una palabra, poseer una voz radiogénica, como la que posee el señor Ibáñez Rizo, en tanto que don Ramón de Castro pone un rostro fotogénico pues de ese modo lo entenderá mejor el lector valenciano».

Lo que le ocurrió al mundo cuando Musolini y Hitler, cuando Stalin o el Papa, cuando todos los líderes de la opinión y las ideas encontraron la radio, es algo bien conocido. Y ocurrió justamente hace un siglo. En «La Correspondencia de Valencia», el 12 de junio de 1923, ya se comentó que en Estados Unidos la política estaba cambiando gracias a la radio: el invento permitía «que sean oídos en todos los ámbitos del país los discursos pronunciados por el presidente norteamericano, mister Harding».

En octubre de 1923, LAS PROVINCIAS se ocupó por primera vez de la radio como herramienta de la culturaEl primer radiorreceptor con un anuncio en el periódico se vendió en la tienda «El Neumàtic» de Valencia por 390 pesetas

La expansión fue tan rápida como la de internet o el whatsapp: en abril de 1923, en Gran Bretaña ya había 115.000 licencias para escuchar la radio y 470 para emitir, experimentar o juguetear. No es de extrañar que, a uno y otro lado del Atlántico, en España también, hubiera cientos de técnicos estudiando para hacer avanzar el invento hacia territorios de comodidad y comercialización. En Francia había ya cinco emisoras y los técnicos holandeses y alemanes eran punteros. La primera ópera retransmitida por las ondas tiene sello de la ciudad de Buenos Aires y fecha de 1920. Pero en Estados Unidos estaba Lee DeForest, el mago de las innovaciones, el Steve Jobs de los años veinte.

En octubre de 1923, Anselmo Alarcón se ocupó por primera vez en nuestras páginas de la radio como herramienta de la cultura: «Las voces primorosas de los más afamados cantantes han recorrido kilómetros y más kilómetros sin perder su sonoridad; sermones pronunciados por eminentes oradores sagrados se han oído a increíbles distancias...» Y dibujó el estado de la cuestión: «La telefonía sin hilos, una de las mayores conquistas de la ciencia, si no la mayor, está pues, en un estado de absoluto perfeccionamiento en España, donde varias compañías se disputan el privilegio de su explotación». En la Navidad de 1923 se empezó a hablar de «la fiebre» de los jóvenes aficionados que montaban sus aparatos de galena comprando las piezas sueltas. En Madrid, según informamos en febrero de 1924, funcionó la primera tienda de componentes, en la Ribera de Curtidores. En una crónica de abril de 1924 -hace un siglo- este periódico usó por primera vez el término «fiebre de la radio». Y para prueba, un solemne botón: en el entierro de Lenin, el 27 de enero de 1924, la grandiosa ceremonia se completó con la emisión radiofónica, para todo el enorme imperio soviético, de la «Marcha fúnebre» de Chopin.

Deprisa, acuciado por lo que era un fabuloso negocio en ciernes, Marconi y los suyos se exprimían el cerebro para lograr calidad en la transmisión y alcanzar más y más distancia: en junio de 1924, enlazó Inglaterra con Australia usando unas lámparas especiales, grandes como garrafas, construidas por la holandesa Phillips y refrigeradas con agua. En la Feria de Wembley, la potente BBC, nacida en 1922, dio el golpe de efecto: una emisión radiada a todos los países de la Commonwealth, desde Canadá a Australia pasando por la India. Fue la primera emisión global, aunque no simultánea, ya que la señal avanzó por tramos a través del planeta.

El primer radiorreceptor que se anunció en un periódico valenciano lo podemos encontrar en LAS PROVINCIAS el 16 de julio de 1924. No había emisoras en Valencia, pero las había ya en el mundo, de modo que podían captarse sus emisiones. En el dibujo de la publicidad, el aparato, un Barens de tres válvulas, las vemos sobresalir de la caja que configura el cuerpo ingenio, como el mando «buscador» y la instalación de la antena. Costaba 390 pesetas. Y luego, o bien comprabas unos auriculares individuales o una bocina altavoz especial que costaba otras 359 pesetas. No era un juego barato. Pero lo interesante es que se anunciaba útil «para recibir los conciertos de Londres, Paris, Madrid, Alcoy y otros». Lo que demuestra que en Alcoy había ya una emisora pionera. Por eso mismo, el anuncio decía que el receptor estaba a la venta en la Agencia Ford de Alcoy y en la tienda «El Neumàtic», de Cirilo Amoros, 23, chaflán a la calle Félix Pizcueta.

La emisora que pasa por ser la primera de España fue Radio Ibérica, de la que el diario «La Libertad» se hizo eco el 1 de julio. Acogido al invento para aumentar sus lectores, ese diario patrocinó en Madrid el estreno del invento: el actor Miguel Muñoz dio un recital de poesía que abrió con «La vida es sueño» y el periodista Luis de Zulueta ponderó la importancia del invento. Hasta llegar a algo casi delirante: el mundo cambiará cuando el cine y la radio se encuentren, dijo.

El diario madrileño creó una sección diaria en la que publicaba las emisiones de Radio Ibérica. Y los demás diarios le imitaron enseguida. La primera vez que se publicó en nuestro periódico los programas de Radio Ibérica fue el 16 de agosto de 1924. Unos días después abrimos una «Sección Radiotelefónica» que insertaba la programación diaria de las principales emisoras europeas. Empezaba la aventura para los lectores.

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