Súper veteranos. Deportistas +70, cuando la competencia no tiene límite... de edad: “Ser sedentario es la muerte misma”
Lejos de rutinas sedenterias, apuestan a una vejez activa y, con asesoramiento y recaudos, participan de competencias que otorgan un nuevo sentido a esta etapa de sus vidas
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Ana María Sylvestre tiene 70 años y sale a remar al menos tres veces por semana, 14 kilómetros. A veces, cuando hace travesías con sus compañeros del Buenos Aires Rowing Club, puede perderse durante todo el día entre las islas del Delta del Paraná, en Tigre. Se declara “fanática del río”: desde muy chica, dice, tiene un vínculo especial con ese lugar. Sin embargo, fue mucho tiempo después –y por casualidad– que encontró en el remo una forma de conexión con ese espacio. “Un día me invitaron a remar y nunca más me fui –recuerda–. Fue en 2013, tenía 61 años cuando empecé”.
Para Ana María, el río tiene un magnetismo: el contacto con la naturaleza, la lejanía de la ciudad. “Todo eso es hermoso, pero lo que me ató al deporte fueron las competencias. A eso llegué unos años después”, asegura.
Su primera regata –carrera náutica– fue determinante. Aunque solo dirigió el bote, desde que entró al agua entendió que la tranquilidad de sus primeras experiencias había quedado atrás. “Todos se peleaban y se pasaban por encima. ¡Parecía la calle! Aun con eso, quedé fascinada”, reconoce Ana María, que hoy es delegada de la Comisión Interclub de Remo de Travesía del Buenos Aires Rowing Club y se dedica a organizar estas carreras.
Junto con Elizabeth Mickiewicz (81) y Marité Weyland (72) compiten en regatas de más de 20 kilómetros. “Incluso, el hermano de otra compañera, que tiene 88, se une a las competencias –explica Ana María–. Es un desafío físico para nosotras, la competencia nos lleva a mejorar y a estar en forma”.
!["Nos ayudamos, nos gritamos, hacemos terapia; todo encima del agua. Sin duda te tiene que gustar competir, pero lo más importante de todo es el compañerismo"](https://cdn.statically.io/img/resizer.glanacion.com/resizer/v2/nos-ayudamos-nos-gritamos-hacemos-terapia-todo-PPBXSMIBS5E35NYM2NDFNWGFZA.jpg?auth=d9ddaaf3a355b55112f0f73af8d3450d8c89a815e572cec016977c1bf9c2f823&width=420&height=280&quality=70&smart=true)
Más allá del “hobby” o ejercicio “light”
Como ella, cada vez son más los deportistas +70 que entrenan más allá del “hobby” o del ejercicio “light” recomendado por los profesionales para esa franja etaria. Competir, para Silvia y muchos otros adultos mayores, es un estímulo que permite estar en forma con un entrenamiento exigente y, a la vez, tener siempre un objetivo en el horizonte.
El psiquiatra y escritor Pacho O’Donnell, firme defensor de la “vejez activa”, ve una clara ventaja en practicar deportes pasando los 70. “Si bien creo que con la competencia hay que ser cautelosos, por la carga que puede representar a cierta edad, me parece que hay virtudes allí, como ser consecuentes a la hora de entrenar. Todo lo que te pide cierto nivel, invita a retomar la atención en el cuerpo”, opina en conversación con LA NACION. Para él, la idea de que durante la vejez el cuerpo abandona a la persona es falsa. “Todo lo contrario, somos nosotros quienes abandonamos al cuerpo, lo dejamos estar. No solo es la sociedad la que nos lo impone. Nosotros mismos nos hacemos cargo de nuestro viejismo”, reflexiona.
Javier Furman, kinesiólogo experto en deporte, asegura que “ser sedentario es la muerte misma”, y dice que el ejercicio prolonga la vida. “Con los recaudos pertinentes, no hay forma de que hacer deporte nos haga daño aunque tengamos 80. De hecho es 100% necesario”, añade.
“A mí me parece que tanto el Club como la naturaleza son dos razones hermosas para realizar esta actividad. Pero además, en la competencia se forja una camaradería valiosísima –plantea Ana María–. Nos ayudamos, nos gritamos, hacemos terapia; todo encima del agua. Sin duda te tiene que gustar competir, pero lo más importante de todo es el compañerismo”.
Carlos Reybaud, de 74 años, lleva al menos 10 años amenazando con dejar la bicicleta… sin éxito. Todavía recuerda cuando tenía 12. Se escapaba de la casa con sus amigos y se juntaban a ver las carreras en su barrio. “Así se formaban los competidores antes, y así empecé yo”, explica desde su hogar en Villa Ballester, en el partido de San Martín, que parece casi un depósito de medallas.
Carlos no recuerda cuántas competencias de ciclismo de pista corrió, aunque destaca el momento en el que fue a los juegos Olímpicos de 1972, además de 2 juegos Panamericanos y 3 Mundiales. “Tuve primeros y segundos lugares, terceros no tantos, pero casi siempre me subí al podio”, añade.
Dos de esos títulos los obtuvo después de los 60 años, y hoy sigue compitiendo en la categoría Máster E (75+). “Entreno día por medio y hago entre 60 y 70 kilómetros –describe–. Me subo a la bicicleta y me siento como de 20 años: se forma un pelotón de jóvenes y me pego a ellos. Uno se acuerda de su edad al día siguiente. Antes hacía un entrenamiento de 200 kilómetros y capaz al día siguiente salía de vuelta. Hoy hago eso y tengo que internarme una semana en terapia intensiva”, bromea. En este sentido, Carlos dice que es fundamental escuchar al cuerpo. Si antes salía todo el tiempo porque “no le importaba nada”, este año las olas de calor le impusieron un límite claro: “No me animé, tampoco quiero arriesgarme”, dice.
A la hora de las recomendaciones, sostiene que la alimentación es un punto clave y que él no aconsejaría que alguien que nunca tuvo una vida deportiva comience a realizar una actividad fuerte pasados los 60.
¿Si tiene pensado dejar de entrenar en algún momento? “Lo respondo con una anécdota –comenta Carlos–. Una noche me desperté en mi cama y escuché una voz que me hablaba. Me dio a elegir tres formas de morir: ACV, infarto o bicicleta. Y elegí la bicicleta. Yo me siento mucho mejor entrenando”.
“Necesitaba una motivación”
A diferencia de Carlos, Miguel Giudicatti, de 81 años, empezó a correr a los 62. Antes de esa edad, se dedicaba únicamente a trabajar y se cuidaba muy poco. “En un pico de presión, el médico me dijo que estaba con problemas cardíacos y me puso un stent. Fue una advertencia para mí”, repasa. “Empecé a correr, pero necesitaba una motivación porque corría, pero sin mucha rigurosidad. Un día vi un anuncio de una maratón. Ahí dije: “¿Por qué no arrancó con eso?” No tenía ropa adecuada: un pantaloncito de fútbol y unas zapatillas de lona. No conocía nada de lo que era una maratón. Más que correr, creo que la primera carrera estorbé. Fue en la Costanera de la ciudad de Santa Fe y eran 5 kilómetros, pero llegué muerto, no sabía regular mi respiración. A partir de aquel momento, no paré”. Es cierto: al día de hoy, Miguel ha competido en más de 250 carreras, entre las cuales hubo distancias de 10 kilómetros, de 42, de 100, el Cruce de los Andes, la Maratón de Nueva York, la de Río de Janeiro... La última fue en marzo de este año, cuando corrió en Japón.
![“Especialmente cuando sos mayor, al hacer ejercicio te comienza a doler todo. Y duele mucho. Hay que tener voluntad para hacer esto”](https://cdn.statically.io/img/resizer.glanacion.com/resizer/v2/especialmente-cuando-sos-mayor-al-hacer-ejercicio-CZ5QSCVLJJFTJK4N26ODQJODDE.jpeg?auth=df86acb95ff2584c86b15619b7f66c2e9f67a56811e4c1456d2ecfcd5063fb4c&width=420&height=747&quality=70&smart=true)
Miguel entrena todos los días sin falta, aunque sea poco. Para él, la barrera más grande es la mental. “Especialmente cuando sos mayor, al hacer ejercicio te comienza a doler todo. Y duele mucho. Hay que tener voluntad para hacer esto”, sugiere.
Ese impulso, sin dudas, provocó que Miguel llegue cada vez más lejos. Aun así, su edad le impone límites que no pretende evadir. Aunque corre, no busca llegar al primer lugar. “Lo que quiero es llegar bien a la meta. No quiero quedarme 15 minutos con la lengua afuera. Si no, dejo de disfrutar y eso no tendría sentido”, afirma.
Para Federico Barboza, de 74 años, el tenis es tradición familiar. “Mis padres juegan desde siempre. Mi padre fue presidente del Buenos Aires Lawn Tennis Club y mi madre fue la quinta mejor jugadora del país por 15 años. Aprendí a gatear sobre polvo de ladrillo”, describe. Su familia es particularmente longeva: su padre compitió hasta los 95, e incluso ganó el Mundial de Tenis +85. Federico mantiene esa tradición.
Empezó a competir seriamente después de los 28. Había terminado la facultad e iniciaba su carrera como físico. Tenía poco tiempo, pero el deporte era su vía de escape ante un mundo que le resultaba demasiado complejo y abstracto. “Comencé a jugar con mis amigos, pero no me interesaba hacer lo mismo que mi viejo”, cuenta Barboza. Prefirió, en cambio, competir en los interclubes y hasta hoy sigue en ese camino. “Desde que retomé, juego y entreno por lo menos entre 4 y 5 veces por semana”, asegura.
Con el paso de los años, claro, el desempeño cambia. Federico asegura que fue perdiendo potencia, pique y agilidad. La contracara, dice, es que “el tenis te regala años de vida, te mantiene en buenas condiciones”. ¿Qué actividades sugiere para mantener el rendimiento? “Creo que se debería hacer bicicleta o un ejercicio aeróbico. Yo no hago mucho más, supongo que también son los genes. Pero lo esencial es mantener la condición y hacer ejercicios de flexibilidad; los estiramientos son fundamentales”.
Tanto Federico como el resto de los competidores carecen de problemas físicos, incluso con los desgastes inevitables como la fragilidad de los huesos y los músculos. Tienen una mente despierta y activa. Y sin lugar a dudas, no está en sus planes dejar el ejercicio.
“El ejercicio ralentiza el envejecimiento”
Por Pacho O’Donnell para LANACION
A lo largo del tiempo, se han formulado diversas teorías sobre el proceso del envejecimiento. La más aceptada en la actualidad es la “teoría de los telómeros”. Durante muchos años, se creyó que las células humanas en cultivo eran inmortales y podían dividirse infinitamente. Pero el doctor Leonard Hayflick, del Wistar Institute de Filadelfia, concluyó que las células se dividían un número determinado de veces (alrededor de 50) y después morían. Hayflick sospechó entonces que cada célula tiene una especie de contador de divisiones, un reloj interno que le dice cuándo morir.
Así fue como se estableció que el “límite de Hayflick” está determinado por los telómeros, una secuencia de ADN especial situada en los extremos de los cromosomas, cuya función es proteger la integridad del ADN celular. Los tejidos del cuerpo se renuevan incesante y gradualmente; las células específicas mueren y son sustituidas por otras similares.
![“Si bien creo que con la competencia hay que ser cautelosos, por la carga que puede representar a cierta edad, me parece que hay virtudes allí, como ser consecuentes a la hora de entrenar. Todo lo que te pide cierto nivel, invita a retomar la atención en el cuerpo”](https://cdn.statically.io/img/resizer.glanacion.com/resizer/v2/si-bien-creo-que-con-la-competencia-hay-que-ser-QI32564WXJBM7IV52Z2LOAHM2I.jpg?auth=675f1dfbc0fada901a7c6c77f6bb7142e9d316ad3c520f0f97827938dc1dbc36&width=420&height=236&quality=70&smart=true)
Esto, claro, tiene un precio que incide en el proceso de envejecimiento humano: en cada división, los cromosomas pierden algo de ADN en sus extremos. Es decir, se acortan los telómeros. Así, cuando su longitud se reduce por debajo de cierto umbral, no pueden replicarse más y la célula muere deteriorando el correcto funcionamiento del órgano al que pertenece. Tal es el proceso de volvernos ancianos... y la consecuente muerte.
Si bien este es un proceso inevitable, lo fascinante que abre esta línea de investigación científica es el dato de que la longitud de los telómeros puede regularse a través de una enzima denominada “telomerasa” que permitiría divisiones celulares adicionales. De hecho, algunos científicos aseguran, a partir de esta información, que no estaríamos tan lejos de la inmortalidad inducida por los avances de la ciencia...
Por ahora, lo único concreto que sabemos es que la gimnasia y el deporte impactan directamente en la longitud de los famosos telómeros. El ejercicio físico ralentiza el envejecimiento a través de múltiples mecanismos, siendo la activación de la telomerasa uno de ellos. Así, esto explicaría por qué la actividad física está ligada a telómeros más largos y por ende, a mayor longevidad.