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 • HISTORICO

Cuándo y dónde. Guía para ver los mejores atardeceres de Buenos Aires




Si hay alguien indicado para predecir un atardecer encantador lleno de rayos celestiales y algodones rosados seguramente ése no sea yo sino un meteorólogo pero, con un poco de "nubes" a favor y un mapa en el teléfono, podemos hacer del final del día un momento especial para disfrutar de Buenos Aires.

El ABC de un atardecer color de rosa

La luz se compone de todos los colores del arcoíris. Mientras el sol se pone en el horizonte, la luz atraviesa una capa más densa del ozono. Ello disipa la de color azul que vemos durante el día y permite que circule una más cálida entre anaranjada y roja. Es ciencia, según Google.
Cuando esta luz cálida se refleja en diferentes capas de nubes flotando por encima de la línea del horizonte, encontramos la alquimia de un ocaso espectacular. Cuantas más nubes en las capas altas del cielo, más espectacular. Sólo basta para arruinar el hechizo que las nubes estén demasiado bajas en el horizonte, cubriendo el sol durante los últimos momentos del día (conjuro "Aequaliter Nubila" o atardecer nublado para los que no fueron a Hogwarts).

Nubes una hora antes del atardecer: ¡a para disfrutar!

¿Muy ansiosos para esperar? Revisen con mayor antelación el pronóstico de atardeceres en el sitio Web de SunsetWx, un programa que analiza la información meteorológica de acuerdo a diferentes variables (incluyendo la altura de las nubes y la densidad atmosférica). También gráfica mapas con un código de colores que muestra la probabilidad diaria de atardeceres "vigorosos". La imagen es similar a la de un radar que alerta el desplazamiento de una terrible tormenta, excepto que los focos de color rojo y naranja muestran zonas de increíbles atardeceres, no de potenciales desastres. Ya sabemos cuándo.

Coordenadas caseras

Para ver un atardecer meteorológicamente verificado, no hay grandes lugares secretos que compartir sino experiencias que todos tenemos de transitar la ciudad por obligaciones cotidianas o mera diversión.
Obviamente los puntos con grandes panorámicas abiertas pueden ser los más emocionantes para ver el atardecer en la ciudad, como las costaneras sobre el río de la Plata o los diques y puentes de Puerto Madero, pero igual de emocionante puede ser verlo a través de la silueta recortada de una cúpula cualquiera de San Nicolás o de una estatua de las tantas que hay en los parques o cementerios de la ciudad.
Para ser más específico:
  • El Parque de la Memoria sobre la Costanera Norte ofrece una panorámica de 360 grados que permite ver no sólo el infinito río marrón reflejando el rosa del cielo, sino también ondulantes colinas entre las que desaparecen aviones y las múltiples fachadas de los edificios de Ciudad Universitaria reflectando los últimos rayos de sol.
  • Muy cerca de ahí, cruzando los límites de la ciudad, se encuentra el Anfiteatro Arturo Illia para ver un magnífico atardecer en primera fila.
  • Los atardeceres más urbanos están, sin dudas, en ambos lados de la Av. 9 de Julio con vistas al ícono de la ciudad.
  • Si te sorprendió en la parte norte de la avenida, el teatro Colón o la casona de la embajada de Francia ofrecen encuadres de Belle Époque

  • Si estás más al sur, el edificio del ex Ministerio de Salud y Desarrollo Social (Av. 9 de Julio 1925) seguramente despertará pasiones al caer el sol.
  • A los lectores empedernidos que saben disfrutar de las letras al ocaso, nada mejor que terminar el día en las salas de la Biblioteca Nacional (Agüero 2502) viendo caer el sol sobre libros y parques, a través de sus enormes ventanales. Si cerró antes del atardecer, su magnífica silueta sabrá compensar con algún destello de luz.
  • Muy cerca de ahí también podremos suspirar mirando la célebre Floralis Genérica (Plaza de las Naciones Unidas, en Recoleta) o fantasear, desde el puente que cruza la Av. Figueroa Alcorta, un Apocalipsis rojo sobre la Facultad de Derecho que nos evite un 2 en un final mal preparado.
  • Para quienes son menos apocalípticos (o "tragas") y más románticos, ¿qué mejor que el atardecer los sorprenda de picnic en un descampado rural saludando a los pasajeros de un tren que pasa a toda velocidad? Una de las entradas a este mundo imposible en la ciudad está en la intersección de las avenidas de los Constituyentes y de los Incas en Agronomía. Adentrándonos en el parque por el pasaje Eucaliptos, doblamos a la izquierda por el camino de las Tipas hasta llegar al camino de las Magnolias y…¡voilà! Si se pierden, van a encontrar muchas otras postales rurales con maizales y ombúes que contrastan con el rosa celestial o con las casas del barrio Rawson y sus reminiscencias encantadoras.

  • Las terrazas de San Nicolás son la llave para acceder a las joyas del barrio: las magníficas cúpulas coronadas por la puesta del sol. Los mejores aliados en la odisea de subir a su encuentro son, sin dudas, los encargados de edificio o algún turista que pierda una entrada al tour del Palacio Barolo, en Av. de Mayo 1370, (porque el acceso al mirador es realmente privativo). La mayoría de ellos comparte los puntos de vista a las bellas cúpulas del barrio que eclipsan el débil sol. La esmeralda de estas joyas, por fortuna, está a simple vista desde el llano de la Plaza de los Dos Congresos.
  • Si al atardecer abandonas la ciudad, Retiro te puede llegar a regalar una memorable despedida con destellos sobre la Torre Monumental (el Reloj de los Ingleses) o los escalonados sectores de la construcción de concreto más bella de la ciudad, el edificio Kavanagh, en Florida 1065. Desde las colinas o bancos de la Plaza San Martín, se erigirá espléndido como un monumento egipcio al ocaso.

  • Para un atardecer menos monumental y más íntimo, ocultarse detrás del Kavanagh por la callecita homónima que nos dirige a la Basílica Santísimo Sacramento para admirar, ya con luz celestial, la trinidad en cúpulas o las ventanas sobresalientes de un distinguido hotel.
  • Entre tanto seguramente perdiste el tren, pero desde el final de los andenes de la estación Mitre podes ver uno de los más bellos atardeceres a través de la estructura de hierro colgante de la estación que invita a ver los rieles que serpentean lejanos en el horizonte al caer el sol.

Para la segunda vuelta

No llego a describir los atardeceres que sorprenden a los runners frente a los lagos y mezquita de Palermo o a los hípsters en terrazas con bares y bibliotecas de los barrios homónimos un poquito más al sur, ni las puestas de sol en los murales, grúas y museos a la vera del Riachuelo, pero sí llego a decirles que mi último gran atardecer fue del extremo este del Puente de la Mujer y no importó la cantidad de turistas que estaban en la zona ni la música estridente de los bares desencantados de after office. Bastó hacerse a un lado, elevar la vista y admirar las partículas de luz atravesar la atmósfera en las condiciones adecuadas para desintegrarse en el simbolismo de los dos titanes bailando tango que el arquitecto Calatrava imaginó al darle forma.
Textos y fotos de Juan Manuel Falabella (@manufalabella).

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