Pop andino
Si algo tiene el arte callejero –street art– es su generosidad: salvo excepciones, los grafiteros hacen culto de cierto anonimato y ofrendan sus obras en el sentido más amplio de la palabra: las regalan a la vista de todos, al circuito urbano, a los elementos que las irán deteriorando e, incluso, a algún que otro ser humano que quizás las vandalice. Pero no importa, allí están: radiantes y conscientes de que forman parte del lado efímero de las cosas. Su otra gran cualidad tiene que ver con lo universal: una estética que, si bien se afinca en el duro asfalto, es reconocible sea cuál sea el lugar del mundo donde se despliegue. Elementos del pop, a veces del animé, del muralismo o del costado visual de la música urbana: una mixtura que asoma aquí, en el distrito de Barranco, en Lima, de la mano de unas guardas que recuerdan la cultura originaria y unos trazos que se hacen globales y contemporáneos.
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