El Reino del Revés
Desde las reuniones de consorcio hasta los debates presidenciales, de Twitter al Congreso de la Nación, de la riña conyugal hasta el panel televisivo, nuestro desprecio por la lógica es significativo. Por significativo quiero decir que es uno de los motores de la política. Y aunque sería ingenuo atribuirle a una sola causa los problemas de una comunidad, un matrimonio o un país, creo de corazón que deberíamos prestarle atención a este desprecio e intentar guiarnos más por la razón que por la chicana. Lo descubrí hace mucho. A la vuelta de la democracia, la doctora Beatriz Lavandera fundó el departamento de Lingüística en la carrera de Letras de la UBA, y de inmediato decidí que esa sería mi especialización. Amé el rigor y el vasto conocimiento de Beatriz, y tuve la fortuna de estudiar Lógica con Carlos Alchourrón. En esa época la tele estaba repleta de discursos políticos, y advertí, perplejo, que estaban plagados de falacias. Así que los grabé (en casetes) y con eso formulé un sistema lógico inverso. Es decir, la falacia se convertía en ley, y la ley, en falacia. Como era consistente, en abstracto funcionaba a la perfección. Es cierto que la lógica no es la única función del lenguaje, como me hizo notar hace 40 años Alchourrón, pero esos razonamientos falaces, aplicados a la toma de decisiones de la política real, nos llevan a vivir en lo que, no porque sí, María Elena Walsh llamó El Reino del Revés.
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