gastronomía

El nuevo restaurante en el Actur de Zaragoza se llama Morrofino

La ensaladilla rusa con txangurro, el cruasán relleno de carrilleras al vino tinto o la tortilla sibarita son algunas de sus propuestas gastronómicas.

Uno de los platos que se sirven en Morrofino, en el barrio del Actur de Zaragoza.
Uno de los platos que se sirven en Morrofino, en el barrio del Actur de Zaragoza.
Morrofino

La palabra 'morrofino' responde a aquellas personas que tienen un paladar exigente y fino. También es el nombre de un nuevo restaurante del barrio del Actur de Zaragoza.

Se encuentra en la avenida de Pablo Casals, en el número 2, una de las principales vías del barrio del Actur de la capital aragonesa. Se considera un "punto de encuentro" para los amantes de la sencillez del legado gastronómico del Grupo Tándem, sin apenas variaciones, pero con ciertos 'lavados de cara'.

En su propuesta gastronómica se encuentran detalles de cada uno de los restaurantes del grupo: un poco de Marengo, un toque de La Bocca y Nómada, una pizca de Nativo y un guiño a La Milonga. Morrofino surge de la "búsqueda incansable" para encontrar "un espacio único y con alma propia" y se ha encontrado en el Actur, una zona que siempre ha estado en la mirada de Kike Júlvez y Carlos Vallejo, sus propietarios.

De Marengo presentan la 'Baturrata', que irrumpe con la frescura del tomate rosa, la cremosidad de la burrata y la intensidad de una auténtica longaniza. También los huevos rotos trufados, que se sirven como una oda a sus ingredientes, con la yema como salsa para unas patatas confitadas a baja temperatura y la potencia aromática de la trufa. Los arroces, seña e identidad de La Bocca, están en la carta de Morrofino, al igual que sus bocados mediterráneos. El toque de 'viajes' se presta de Nómada, de donde se trae su hamburguesa más vendida: carne de vaca madurada, queso cheddar, bacon y cebolla confitada. Por úlitmo, el alma de Nativo se aprecia en el secreto a la brasa marinado con precisión, lo que da lugar a una carne jugosa y llena de sabor.

Además de tomar prestados matices gastronómicos de cada uno de los establecimientos del Grupo Tándem, presenta creaciones propias que prometen conquistar los paladares más exigentes. Sobre la mesa ponen ensaladilla rusa con txangurro, que se trata de una reinterpretación del clásico con un toque marinero que la convierte en un auténtico manjar.

En la carta también está el cruasán ibérico, que sirven relleno de carrilleras al vino tinto y mayonesa de piparras, tal vez esta combinación pueda parecer sorprendente, pero aseguran que es un juego de texturas y sabores. Otra opción puede ser la tortilla sibarita, que se elabora con patatas, huevos camperos y "mucho morro". En definitiva, es "tradición con un punto canalla", lo definen.

Recetas de reputados cocineros están presentes en este nuevo restaurante, como los del aragonés Carlos Ceperuelo con su famoso plato 'Candolio' o la cabeza de cochinito, humilde interpretación del plato estrella de Javi Estévez, un chef madrileño con raíces aragonesas.

La carta de vinos de Morrofino es un espejo de las tendencias. "Democrática y accesible", la consideran. La garnacha de la provincia de Zaragoza es la 'reina' junto con las diferentes opciones de blancos.

En el horizonte tienen una misión: hacer sentir a los comensales como en casa. De hecho, este nuevo espacio gastronómico se concibe como un 'place to be' -"lugar para estar"-, con capacidad para un centenar de comensales. Morrofino es el séptimo local en Zaragoza y sexto restaurante del Grupo Tándem, lo que le lleva a consolidarse todavía más.

Una cuidada decoración

La puesta en sala de Morrofino está meditada. Su decoración es "un reflejo de su esencia". "Se ha creado un ambiente acogedor y cálido con toques industriales y sencillos", lo describen. Se encuentran materiales nobles, como la madera y los azulejos, que evocan la artesanía tradicional. Mientras que los textiles en tonos verdes, beige y marrones aportan un aire mediterráneo y natural. La iluminación juega un papel fundamental, creando diferentes ambientes dentro del local.

Existen dos zonas diferenciadas. Por un lado la barra, punto neurálgico del restaurante que se ilumina de forma vibrante invitando a la interacción. Es informal, con mesas de medida italiana (de altura media, ni altas ni bajas) y bajas que acompañan la barra, perfecta para una comida rápida o un tapeo distendido. La segunda zona es la sala trasera, con un carácter más íntimo y reservado, donde habita una luz tenue y cálida. Detalles como las cortinas metálicas del escaparate y el logo grabado aportan un toque moderno y fresco al conjunto.

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