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¿Qué pasó con la reforma de la educación?

El Presidente perdió la oportunidad de construir el acuerdo nacional del que tanto habla y al que tanto invita, prefiriendo cumplirle a Fecode.

David Luna
En el Senado logramos un acuerdo con la ministra de Educación, los senadores del Pacto Histórico y otros partidos. Sin embargo, ante el levantamiento de Fecode, el Gobierno desechó el acuerdo que había sido firmado y votado unánimemente en tercer debate, presentando un texto completamente distinto para el último debate.

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El Presidente perdió la oportunidad de construir el acuerdo nacional del que tanto habla y al que tanto invita, prefiriendo cumplirle a Fecode, quien financió su campaña. El Gobierno no dudó en responsabilizar a la oposición y en mentirles a los sindicatos. ¿Qué decía el acuerdo? ¿Privatizaba la educación? ¿Entonces, el Presidente avaló la privatización y luego se echó para atrás?
El acuerdo protegía el sistema mixto. Soy un convencido de la necesidad de fortalecer financieramente y modernizar la educación pública, pero esto no implica destruir la privada. El papel de los particulares es importante, ya que ofrecen educación de alta calidad al 43 por ciento de los matriculados en pregrados y al 72 por ciento en posgrados. Los jóvenes optan por estas instituciones gracias a su calidad, becas, créditos y subsidios, opciones que no podíamos negarles. La educación pública no satisface toda la demanda, y no podíamos limitar la libertad de elección de los jóvenes. La libertad nunca debe ser cercenada, y debe ser un principio que guíe los designios de cualquier ley en educación.
Segundo, el Gobierno ignoró la educación orientada al futuro. El énfasis en tecnología, formación para el trabajo e idiomas era nulo. Para 2030, el 80 por ciento de los empleos requerirán competencias en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Hoy, 2,9 millones de jóvenes colombianos no estudian ni trabajan debido a la falta de habilidades adecuadas y de programas relevantes para el trabajo. Por esto, buscábamos fortalecer la educación terciaria, técnica y tecnológica.

Soy un convencido de la necesidad de fortalecer financieramente y modernizar la educación pública, pero esto no implica destruir la privada

En la Ocde, estos programas representan el 70 por ciento de la matrícula, mientras que en Colombia solo el 28 por ciento. El acuerdo fortalecía las Instituciones Técnicas Profesionales, Tecnológicas y el Sena. Frente al Sena, nunca quisimos acabarlo. Escuchamos todas sus preocupaciones e incluso incluimos un nuevo artículo que garantizaba su autonomía y protegía su financiación.
Tercero, el texto original socavaba la autonomía universitaria con mecanismos para elegir rectores que abrían la puerta a la influencia gubernamental, como ocurrió en la Universidad Nacional. La designación de rectores interinos no debe convertirse en paisaje; cada institución debe protegerse de la interferencia gubernamental, algo que el acuerdo garantizaba.
Cuarto, asegurábamos garantías para la calidad educativa. Colombia ocupó el puesto 58 de 81 países en las Pruebas Pisa, y solo 14 por ciento de las universidades tiene acreditación de alta calidad. El acuerdo promovía una evaluación rigurosa y equitativa. Propusimos que el desempeño de los estudiantes fuera uno de los criterios para evaluar docentes, pero nunca propusimos que fuera el único. Además, estipulamos que los contextos particulares de ciertas escuelas debían evaluarse frente a sus pares.
La evaluación permitía que los maestros que cumplían con su labor tuvieran un criterio adicional para ascender. Hoy los profesores no pueden ascender rápido gracias a sus habilidades; nuestro acuerdo lo permitía. La evaluación premiaba el talento docente. ¿Será que todos los maestros piensan igual que los directivos de Fecode?
En resumen, el acuerdo buscaba esquivar peligros y promover la educación de calidad orientada al futuro, respetando la diversidad de instituciones educativas y las necesidades del país.
Fecode se opuso, pero ellos no representan a todos los maestros. Da lástima cómo sus directivas se dedicaron a negociar con el Gobierno en vez de velar por las transformaciones educativas que Colombia aguarda.
Por mi parte, seguiré trabajando para que los colombianos accedan a una educación de calidad, en donde todos quepan sin importar su ideología. En vez de devolvernos a discursos obsoletos, es hora de abrir la educación a nuevas ideas. La educación no es de un sindicato, es de los jóvenes. La educación es para el futuro, no para el pasado.
DAVID LUNA
Senador de Cambio Radical

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