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Mujeres con vidas normales que beben y toman pastillas para afrontar el d�a a d�a: "Mi marido no se enteraba. Yo consum�a a escondidas, en casa, para que nadie me viese"

A veces la vida se pone cuesta arriba y ellas est�n m�s cerca de los m�rgenes. En marzo, aprovechando los ecos del 8M, varias entidades han puesto el foco en un perfil de consumo de sustancias t�xicas marcado por el sexo femenino, los psicof�rmacos y el alcohol.

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Mujeres con vidas normales que beben y toman pastillas para afrontar el d�a a d�a: "Mi marido no se enteraba. Yo consum�a a escondidas, en casa, para que nadie me viese"
Fotos: Araba Press

Ni Mar�a se llama Mar�a ni acostumbra a ir de espaldas por la vida. Quiere proteger su identidad y por eso oculta su fachada. A cambio, nos abre con generosidad la puerta de su biograf�a, sin escatimar en las miserias que la han llevado, a sus 50 a�os, a ingresar en un centro de Proyecto Hombre. Su historia contiene soledad, dos duelos familiares, un matrimonio infeliz y demasiadas pastillas, alcohol y coca�na. Se agarr� a estos clavos ardiendo para tirar con la desaz�n del d�a a d�a, un asidero peligroso, pero asidero al fin y al cabo. Muchos usar�n las drogas para irse de farra cada noche, pero nunca ha sido su caso.

Mar�a responde a un perfil de consumidor que no es nuevo, pero que ya tiene la suficiente entidad como para recibir el foco de organizaciones especializadas en adicciones: hablamos de mujeres de mediana edad ajenas a la marginalidad, con vidas normales, que bien podr�an ser la vecina del 5� o su compa�era de zumba. Para afrontar cada d�a y tirar con todo, abusan del alcohol y de los psicof�rmacos, normalizando su consumo y, sobre todo, despoj�ndolo del riesgo que supone. Hasta que la madeja se va enrollando -que pasar�- y asoma el abismo.

Su padre muri� cuando era ni�a y, desde entonces, Mar�a se recuerda sola. A los 30 tuvo un ataque de ansiedad y lleg� la primera receta de pastillas, un consumo sostenido que solo interrumpi� en su embarazo. Hace seis a�os, inmersa en un matrimonio fracasado, lleg� otra muerte, la de su hermano, y se derrumb�. "Me junt� con gente t�xica y decid� probar", admite.

Culpa y tristeza

Y pas� lo de la madeja. Dej� de trabajar y delegaba en otros el cuidado de su hijo de 10 a�os, por aquel entonces. Un d�a Mar�a intent� quitarse la vida. La intenci�n era morirse, pero a la ma�ana siguiente despert�. "Creo que solo quer�a llamar la atenci�n, pero estoy viva de milagro". El verano pasado decidi� ingresar en una comunidad terap�utica femenina de Proyecto Hombre. Lleg� triste, arrastrando la culpa de dejar fuera a su hijo adolescente y a su madre anciana. Hab�a pelado la hucha del primero, la cuenta de la segunda y la suya propia. "A principio llevaba una doble vida. Mi marido no se enteraba y consum�a a escondidas, en casa, para que nadie me viese, pero el ni�o notaba que me pasaba algo", cuenta.

En marzo, aprovechando la estela del 8M, entidades como Proyecto Hombre y la UNAD (Red de Atenci�n a las Adicciones) han lanzado campa�as ('#MujeresConProyecto' y 'No te pierdas. Pon el foco', respectivamente) para denunciar el doble estigma social que sufren las mujeres adictas. Se ocultan y tardan 10 a�os m�s que ellos en pedir ayuda y acceder a los recursos. Y cuando llegan, lo hacen al borde de todo, como Mar�a. Tambi�n explican que seg�n los informes del Plan Nacional Sobre Drogas, las mujeres solo superan a los hombres en un consumo concreto: los hipnosedantes, o sea, las pastillas para la ansiedad y el insomnio, l�ase, el loracepam y compa��a. La encuesta 'Edades', del Ministerio de Sanidad, dice que el 16% de las mujeres de entre 15 y 64 a�os los consume, frente al 10,3% de los hombres.

Ana Mac�as es directora t�cnica de Programas de Prevenci�n y tratamiento en Fundaci�n Aldaba-Proyecto Hombre Valladolid: "El nido vac�o, la soledad, la infelicidad, el estr�s, los malestares emocionales, el trabajo, el cansancio f�sico y la carga mental son para las mujeres factores de riesgo de consumo de alcohol, psicof�rmacos y otras drogas como forma mal entendida de evasi�n". Es decir, no son h�bitos asociados a la fiesta, sino a los problemas.

En el centro, para Mar�a empezaron las rutinas, el orden, levantarse a las 7 de la ma�ana, las cinco comidas al d�a, las terapias, las confesiones, la convivencia. "Cuando llegu� estuve 15 d�as sin hablar con nadie. En la habitaci�n que me toc�, me asignaron la litera de arriba. Casi no pod�a subir". Ya no toma benzodiacepinas (muy recetadas como ansiol�tico, para dormir, para superar malas rachas, etc.) y aspira a dejar tambi�n su media pastilla de antidepresivo. Ahora ya vuelve a casa de su madre los fines de semana (se separ�), hace ejercicio, come verdura y se ha quitado 10 kilos de encima. "Me siento rejuvenecida. Tengo ganas de vivir", dice, y en sus palabras se desliza la inevitable ilusi�n.

Sus necesidades, siempre las �ltimas

Quiere sacarse el carn� de conducir y trabajar, aunque no en hosteler�a, como ha hecho alguna vez antes ("Demasiado peligroso"), sino en una conservera agr�cola. Ha tenido la suerte de no recaer, ese fantasma que siempre acompa�a a un adicto: "Cuando salga, no puedo mantener el contacto con otras compa�eras del centro. Es arriesgado". En sus planes de futuro est� su hijo, c�mo no: "Va a cumplir 16. Antes quer�a ser inform�tico, pero por m�, quiere hacer Psicolog�a".

Ana Mac�as explica que este perfil de adicta "tarda en pedir ayuda porque los mandatos sociales dicen que la mujer es cuidadora y sus necesidades se quedan siempre a la cola". Adem�s, "los consumos masculinos tienen que ver con las relaciones sociales y el liderazgo, pero ellas lo hacen en solitario, para paliar su malestar". El miedo a perder las custodias de los ni�os y los estigmas de g�nero, que vinculan los consumos en mujeres a la promiscuidad sexual y a los conceptos de mala madre, mala hija y mala esposa, las mantienen a�n m�s invisibles: "Por eso son necesarios recursos espec�ficos donde ellas est�n bien y podamos ofrecer un enfoque biopsicosocial adaptado a la mujer", concluye.