Niño de Elche Pablo Hoyos
«Soy creyente del acto ritualístico del escenario, lo llevo muy a gala»

Niño de Elche- Poeta y cantante

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«Soy creyente del acto ritualístico del escenario, lo llevo muy a gala»

El poeta, cantaor y artista 'adisciplinado' protagoniza el miércoles el recital 'Mausoleo de celebración, amor y muerte' en el Teatro Casyc

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Lunes, 8 de julio 2024, 13:05

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Poeta, cantante, performer e indefinible, Niño de Elche recala el próximo miércoles en Casyc (20.00 horas), de la mano de la UIMP con el recital 'Mausoleo de celebración, amor y muerte', una propuesta tan personal como inquietante que se sumerge en los palos del flamenco.

–Hablamos un mes antes de la pandemia, cuando vino a La Vorágine a presentar 'Morbo Legítimo'. ¿Charlo ahora con una persona muy distinta de aquella?

–Creo que sí. No sé el volumen del cambio o la transformación, pero diferente seguro.

–¿Es consciente de que en ese periodo ha trazado nuevos caminos?

–Sí, nuevos atajos (ríe)

–¿Atajos para llegar antes?

–Quién sabe. Quizá también lleguemos antes a la muerte. Me gusta estudiar e investigar, dar vida a nuevas experiencias y eso va abriendo caminos, atajos, túneles subterráneos incluso. Nunca hablo de los caminos como una idea progresiva de principio- fin, sino más de desplazamientos.

–No concibe el recorrido de manera lineal.

–No. Desde que descubrí que lo recto no existe. Hay un poema maravilloso de Jesús Lizano que se llama 'Las personas curvas', que te va a encantar. A partir de ahí entiendo que la búsqueda de esa rectitud no tendría ningún sentido. Siempre he entendido que la vida en sí es bella porque es curva.

–Un mausoleo es un testigo silencioso de la muerte, pero en su caso, se llena de celebración, amor y muerte, como lo titula

–Los silencios siempre están llenos de cosas, lo importante es saber escucharlos y saber tomar conciencia de ello.

–¿Y qué conciencia ha tomado?

–Me gusta mucho investigar sobre las cuestiones de la muerte y su representación y el mausoleo era una forma arquitectónica que me servía como forma escénica. A partir de ahí fui construyendo cómo serían en un disco. Todo a partir del mausoleo que se había hecho al cantaor Antonio Mairena, desde el que construí el imaginario.

–Desde el Mausoleo de Alicarnaso, en el siglo IV a.C. hasta la actualidad, ¿entiende mejor la muerte o le genera más dudas?

–Soy una persona criada en el miedo y el miedo a la muerte entra en ese target. Me interesa hablar tanto de ello por diferentes cuestiones. Una de ellas es porque es hablar también de la vida y soy una persona anclada al vivir, a todas las experiencias que una vida te puede ofrecer. A la vez, para hablar de la vida tienes que tomar como referencia la muerte. Es un ejercicio de irse preparando, como los monjes y la vida monacal. Hay algo de eso en mi forma de entender la vida.

–¿Desde un componente religioso en su mirada?

–Digamos que espiritual, aunque me gusta mucho toda la representación y formas ritualísticas que han tenido ciertas religiones.

–De hecho, se ha tatuado una crucifixión, símbolo por antonomasia del cristianismo.

–Sí una crucifixión hecha por el pintor Francis Bacon, que tiene sus particularidades en relación a lo que puede ser este tema de la espiritualidad, Dios, la violencia… A mí me cambió la vida descubrir a Bacon.

–Se le califica como artista indisciplinado ¿porque pertenece a varias ramas o porque no tiene un método normativo?

–(Ríe) Tiene que ver más con lo segundo. Lo otro sería más bien multidisciplinar, que es una cosa que he aborrecido siempre. Ser multidisciplinar no te evita ser conservador u ortodoxo. Como dice otro amigo, más bien adisciplinar, pero fuera de lo estándar es donde intento moverme. Y cuando te mueves, eres indisciplinado. Como en el colegio.

–Hablando de elementos clásicos, al publicar 'Heterodoxia' ha seguido el modelo decimonónico de la conversación epistolar.

–Sí, sí. Es un acto ortodoxo que me gusta mucho. Soy muy seguidor de los ortodoxos auténticos, que son unos verdaderos heterodoxos, como Chesterton o Unamuno.

–¿Se mueve siempre entre antagonismos?

–Soy una persona a la que le gusta desmitificar. Me fascina encontrarme con discurso que rompen mis castillos de cristal. Esas grietas de la grandilocuencia y la pulcritud. Vivimos en una época en la que eso resulta fascinante, porque te muestra la complejidad del mundo en que vivimos, pero también porque me parece muy importante sumergirse en ellas y replantearme cuestiones de la identidad, la ideología, estéticos…

–¿Que sintió en las tablas del teatro con 'Poeta en Nueva York'?

–Ha sido muy emocionante. Soy muy creyente del rito escénico. Por eso en los ensayos no canto, ni canto en mi casa.

–¿Nunca?

–Nunca. Te lo puedo decir a boca llena, porque no encuentro el estado espiritual o anímico para hacerlo. Y en los ensayos solo matizo cosas. El acto ritualístico del escenario lo llevo muy a gala.

–El proceso que va a desembocar en 'Cante a lo gitano' en otoño, ¿que deparará?

–Muy buena pregunta. El disco ya sé lo que deparará, por lo menos lo grabado. El sentido de la escucha, no lo sé. Y al directo aún estoy dándole vueltas. Escénicamente no sé cómo abordarlo, no he encontrado la línea del concierto espectáculo.

–¿Lo plantea por separado?

–Sí, sí. Esto es otro debate que tengo; el disco tiene que ser una experiencia totalmente diferente al directo. Es nuestro gran drama. A nadie se le ocurriría comparar el teatro y el cine, pero seguimos entendiendo que el disco y el directo tienen que ser la misma cosa. No lo llego a entender. Nos hace cohibirnos y mutilar las posibilidades estéticas tanto de uno como otro.

–Dice que se dedica a esto para superar miedos. ¿Cómo va el balance?

–Algunos van progresando adecuadamente y otros a peor.

–¿Qué ve cuando se escucha a sí mismo?

–La verdad es que soy cada menos de ver y de escucharme a mí mismo en el sentido musical. Hay siempre un interrogante cuando lo hago. ¿Para qué lo hago? Es la pregunta que nos mantiene vivos.

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