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La “dictadura de género” en eldiario.es

Hola, José. No creo que el uso de lenguaje inclusivo sea en absoluto comparable con ningún delito y menos aún con un golpe de Estado, que tampoco creo que sea lo que ocurrió en Catalunya el pasado mes de octubre. Tampoco con el coeficiente de seguridad que tiene que aplicar un ingeniero; no hacerlo puede costar vidas.

Por supuesto que la RAE es una voz muy autorizada –yo la sigo y consulto a diario su diccionario– pero no es la “máxima autoridad” en el sentido legal del término. Es decir, sus decisiones son recomendaciones orientativas, no son prescripciones obligadas, sometidas a una condena en caso de que no se cumplan. No se les puede comparar con un gobierno o un juzgado, entre otras cosas porque ninguna ley les da capacidad sancionadora.

La Real Academia Española no decide la lengua y su evolución, eso lo hacen cada día los hablantes al utilizarla. Lo explica muy bien uno de sus miembros, Pedro Álvarez Miranda, en esta interesante entrevista que publicamos hace pocas semanas. “La Academia tampoco tiene tanto poder como la gente cree. Solo lo tiene en el terreno ortográfico y hay cantidad de cosas que la Academia ha recomendado y que los hablantes no han hecho ni caso, como por ejemplo güisqui. Eso no tuvo ningún éxito”, asegura Miranda.

La palabra “güisqui” no es el único ejemplo; también lo es “cederrón”, otra palabra que la academia añadió al diccionario y que nadie usa. Mientras tanto, otras palabras propuestas por los hablantes, “desobedeciendo” a la autoridad de la RAE, según tu criterio, sí se han impuesto entre los hablantes. Un ejemplo reciente: “sororidad”. Es un neologismo que popularizan los colectivos feministas y que recientemente la RAE ha añadido al diccionario.

Personalmente, soy tan poco partidario de “cederrón” como de las arrobas y las x que algunas personas proponen. No leerás en mis textos ningún todes ni todxs ni tod@s porque creo que estas grafías son poco operativas y dificultan uno de los objetivos fundamentales del lenguaje: que se entienda por el mayor número de personas y que su lectura sea ágil. Tampoco me gusta duplicar el masculino y el femenino en cada frase, todos y todas, pero creo que no hace daño a nadie –tampoco al lector– mencionar los dos géneros ocasionalmente, priorizar el femenino en algunas ocasiones o utilizar palabras como ciudadanía en vez de ciudadanas y ciudadanos –es inclusivo, es gramaticalmente correcto y además se entiende a la primera–. También creo que este es un debate interesante, pertinente en nuestra sección de opinión.

No estoy especialmente orgulloso por cómo usamos el lenguaje en eldiario.es pero por otros motivos distintos al lenguaje inclusivo: porque tenemos demasiadas erratas, un tema que me preocupa y que estamos intentando mejorar.

Y sobre si criticamos al PSOE y al Gobierno, pues claro que lo hacemos, aunque no con tus argumentos –no creo que se pueda llamar “okupa” a quien gana una moción de censura, que es un método perfectamente democrático–. Te recuerdo que una de las mayores crisis de este Gobierno, que provocó la dimisión de la ministra de Sanidad, fue consecuencia de una investigación exclusiva de eldiario.es. Nos equivocamos, sin duda, pero la intención de eldiario.es es hacer periodismo, y aplicar el mismo criterio a todos. No hacer política, a favor de un partido o el otro.

Respecto al 155 al que te refieres, sí lo hemos contado. Aquí lo tienes. Si no abrimos eldiario.es con esa noticia, y ocupó un lugar menos relevante en portada, es porque tanto PP como Ciudadanos llevan pidiendo un 155 para Catalunya desde verano.

Hola, Daniel. El artículo de Toño Fraguas al que te refieres no busca, en absoluto, provocar sometimiento, odio o rencor. Tampoco hay en él ni una sola expresión donde nuestro compañero se presente a sí mismo como agresor. En absoluto. Lo que explica es otra cosa: que aún no siéndolo –y la inmensa mayoría de los hombres no lo somos– pueden ser percibidos como tales en determinados contextos y generar a mujeres un mal rato innecesario y fácilmente evitable.

No tratamos de provocar odio sino otra cosa: empatía. Pregunta a tu entorno. Y probablemente muchas mujeres te dirán que se han sentido en algún momento en riesgo en determinados contextos: por la noche, en calles vacías, cuando se han cruzado en el mismo trayecto con un desconocido.

El enfoque que plantea el artículo intenta explicar esto, de lo que muchos hombres no son conscientes, y dar algunos consejos sobre cómo actuar en esas situaciones para no provocar miedo a las mujeres. No son recomendaciones difíciles, ni exigen un gran esfuerzo de nosotros, más allá de lo complicado que resulta siempre ponerse en el lugar del otro, de la desconocida que siente miedo. Y el miedo de las mujeres, lamentablemente, no es un temor infundado, aunque seamos un país estadísticamente mucho más seguro que la media. Cada día, en España, se cometen cuatro violaciones. En todas ellas el agresor es un hombre. Y dos de cada tres mujeres se han sentido acosadas al menos una vez en su vida.

Lamentablemente, no vamos a evitar las agresiones a mujeres cambiándonos de acera cuando nos cruzamos con una mujer en una calle mal iluminada. Pero creo que hacer este tipo de cosas al menos evita hacer pasar un mal rato a alguien con un pequeño gesto que no cuesta nada, y que en absoluto limita nuestra libertad individual.

Creo que una importante parte del problema se arreglará cuando todos los hombres seamos conscientes de que la solución pasa también por nosotros, cuando todos admitamos que esto ocurre y nos atañe directamente, y que no basta simplemente con repudiar a violadores o maltratadores. También por comprender que, sin ser un violador o un maltratador, hay multitud de actitudes machistas en nuestro día a día, consecuencia de la cultura donde nos hemos educado, que deberíamos evitar.

En cuanto a los datos sobre violencia LGTBI, no sé cuál es tu fuente pero sospecho que es errónea. Lo que sí es cierto es que la mayor parte de asesinatos entre parejas homosexuales también se dan entre hombres, no entre parejas de mujeres.

Respecto a tu teoría sobre la natalidad y “la dictadura de género”, sinceramente me parece un disparate. Buscando en internet, he visto que es un bulo que circula entre determinados pseudomedios, que relacionan los últimos datos del INE con la ley integral de Violencia de Género. Es falso. Si miras la curva de la natalidad en España, verás que cae en España de forma constante y rotunda desde los años 70, con un repunte entre 1999 y 2008, provocado por el aumento de población que supuso la inmigración en esos años.

A partir de 2009 vuelve a caer, pero la causa no es la ley contra la violencia de género –que es previa, de 2004–, sino algo mucho más evidente: la crisis económica, el paro y la precariedad, especialmente entre los jóvenes. Algo que aún sigue sin resolverse, a pesar de la recuperación económica. De hecho, las razones por las que las españolas tienen menos hijos de los que desearían, según el INE, son laborales, económicas y también por la dificultad para conciliar; precisamente algunos de los temas que el feminismo pone sobre la mesa.

Es cierto que algunos de los principales logros históricos del feminismo –la incorporación de la mujer al trabajo remunerado y el acceso libre a los métodos anticonceptivos– han tenido mucha influencia en la curva demográfica. Pero no creo que la solución para aumentar la natalidad pase por prohibir los condones y obligar a las mujeres a que se dediquen a los cuidados domésticos. Eso sí sería una dictadura de género: de género masculino, que es la que realmente ha existido durante milenios.

Hola, Judith. Entiendo tu punto de vista. El día antes de publicar ese artículo, en la reunión del consejo de redacción –donde debatimos los enfoques y noticias del día– este tema fue el que más comentamos. Sin duda nuestra intención no es ahondar en el sufrimiento de los padres, que tengo clarísimo que nunca han buscado la muerte de su hijo y que no me cabe duda de que estarán pasando por un dolor inmenso. Sin embargo, sí pensamos que era importante explicar bien los riesgos de dar a luz en casa, más aún cuando cuando se trata de un parto que ya se sabía complicado, como era este caso, y que no contó con atención médica. En la información también contamos que en otros países, ante situaciones similares, el sistema sanitario no se desentiende, y no permite que una mujer dé a luz sin atención alguna.

Nuestra información de poco sirve para estos padres destrozados, pero tal vez ayude a que otra embarazada no pase por un parto así en su casa.

Hola, Raquel. Te copio la respuesta que publiqué el año pasado a un lector que me hizo la misma pregunta.

Estoy de acuerdo contigo en que lo correcto en español sería escribir Cataluña y no Catalunya. La razón por la que en muchas ocasiones usamos la denominación oficial en catalán, Catalunya, es la misma por la que solemos escribir Euskadi además de País Vasco: un pequeño gesto simbólico desde un medio español, como es eldiario.es, por la plurinacionalidad de España y sus lenguas cooficiales. Por este mismo motivo también publicamos regularmente artículos en euskera o catalán, tenemos una edición bilingüe en la Comunidad Valenciana o estamos asociados en Galicia con un diario, Praza Pública, que se publica exclusivamente en galego.

Creo que leer Catalunya en vez de Cataluña no provoca confusión alguna a ningún lector castellanohablante, igual que cuando leen Parlament, Govern, Estatut, Generalitat, Xunta o Lehendakari. También pienso que, si todos los españoles viviésemos con más normalidad la realidad de nuestras diversas lenguas, el encaje territorial de España sería mucho más sencillo.

Hola, Eva. Le he trasladado tu pregunta a José Precedo, el redactor jefe de Política. Copio y pego sus explicaciones.

El uso del verbo “exigir” trata de hacer hincapié en la insistencia del Partido Popular y los ultimátum que da al Gobierno a propósito de la situación en Cataluña y también guarda relación con la forma en que ese día tramitó esa petición a través de una iniciativa en el Senado donde el PP tiene mayoría absoluta y por tanto capacidad para aprobar resoluciones. En todo caso, efectivamente esa mayoría le da derecho a sacar adelante mociones pero no a imponer una decisión de tanta repercusión como la intervención de un cuerpo policial. Así que tiene razón la lectora: seguramente deberíamos haber elegido otro verbo.

Hola, Javier. Tanto para escribir comentarios, como para leer eldiario.es sin publicidad cuando eres socio, tienes que estar identificado, con tu usuario y contraseña. Lo puedes hacer desde esta dirección, usando los datos que nos dejaste cuando te diste de alta: https://usuarios.eldiario.es No hace falta que la memorices. Está enlazada en la esquina superior derecha de la web, en versión escritorio, y en el menú de la versión móvil.

Solo se puede comentar desde la versión de escritorio, no desde el móvil. Pero en los próximos meses solucionaremos ese problema, permitiendo que también se puedan escribir comentarios desde allí.

Hola, Jairo. He trasladado tu pregunta a Vanesa Rodríguez, redactora jefe de Cultura de eldiario.es. Esta es su respuesta.

Buenas, Jairo. Sentimos mucho la decepción causada por el enfoque del artículo de Francesc Miró. Sin embargo, el suyo no pretendía ser un artículo en defensa de las salas, ni tampoco en defensa de Netflix. Ese no era el enfoque: era un reportaje sobre una industria cambiante en la que el estreno limitadísimo de 'Roma' en cinco de las más de tres mil salas de cine que habitan el panorama español, significaba algo. 'Roma' es un título que define el signo de los tiempos en los que plataformas de VOD, OTT y salas de cine se enfrentan con nuevas formas de consumir cultura audiovisual.

De ahí que se apunte a que el estreno de una película en esta plataforma limite su posibilidad de verla en cines, cosa que es cierta. Como también se afirme que no hemos podido ver en cines otras películas producidas por la plataforma como 'La balada de Buster Scruggs', cosa que lamentamos. Además, también se describe el hecho de que las salas hacen frente a costes fijos que les dificultan mucho su labor, o que Netflix no gestionó el cambio de fecha de 'Roma' para que se pudiese ver en cines. Por eso el reportaje se hace eco de la postura de Cinesa y la de la plataforma. También por eso recogemos declaraciones de dos profesores de universidad que debaten que el panorama es muy complejo y cambiante. De hecho, uno de ellos afirma que “en las luchas entre grandes, siempre pierde el pequeño. En este caso, el espectador”.

¿Por qué recogíamos esta opinión? Porque la defensa de la cultura que realiza eldiario.es –que no publica publirreportajes de Netflix–, aboga por una convivencia entre exhibidores y plataformas para que no pierda el más pequeño: el espectador. Es decir, que una de las películas más celebradas del año pueda verse en cines para los espectadores que deseen verla en pantalla grande, y también pueda verse online para aquellos que prefieran verla en sus casas. Pero que la vean. O tengan la posibilidad. Porque en otros países, como en Francia que usted ponía como ejemplo, no existe esa posibilidad: 'Roma' no puede verse en cines. Y ahí ya ha perdido el más pequeño.

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Hola, José. No creo que el uso de lenguaje inclusivo sea en absoluto comparable con ningún delito y menos aún con un golpe de Estado, que tampoco creo que sea lo que ocurrió en Catalunya el pasado mes de octubre. Tampoco con el coeficiente de seguridad que tiene que aplicar un ingeniero; no hacerlo puede costar vidas.