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Opinión - Catalunya: una gran oportunidad. Por Joan Coscubiela

Esta gente necesita un abrazo

El presentador de 'Horizonte', Iker Jiménez.

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Te dedicas al periodismo outsider; a las historias que no tienen valor informativo, al entretenimiento. Surgen detractores, pero tienes talento de narrador, olfato para los temas y un cierto aire de prestigio tras años inmerso en tu propia cámara de eco; te conviertes en el guardián del nicho de lo paranormal, pero sigues pareciendo uno de esos periodistas de la vieja escuela que pasa las noches con un café escuchando la radio de la policía y atiendes llamadas nocturnas de avistamientos ovni. Tus colaboradores tienen aires de tarado pero, de vez en cuando, traes personajes relevantes con los que consigues mantener las apariencias. Te obsesionas con sucesos que no puedes demostrar –es lo que tiene dedicarse a lo paranormal– y, para justificar tus carencias como investigador y mantener tu imagen –y seguir exprimiendo lo de las niñas de Alcàsser, por ejemplo– comienzas a dar voz y rédito intelectual a determinadas teorías de la conspiración. Cada vez tienes más detractores y empiezas a ser consciente de que, a cada programa, das un paso más hacia el abismo; decides huir hacia adelante. Pasan los años, tu público disminuye, tu formato queda obsoleto y tu marca ha quedado en la cultura popular como referente de lo conspiranoico y tu credibilidad se polariza entre los que te veían para entretenerse y los que se informan a través de tu programa. Llega una pandemia y donde antes habías caminado, ahora vuelas pilotando tu vodevil del misterio.

El coronavirus labró la mente colectiva para que las teorías de la conspiración empezasen a tenerse en cuenta. Aparece el humor postirónico; la comedia se convierte en un constante es broma, pero si quieres no es broma; los dog whistles y los mensajes criptonazis se propagan como la peste; los podcasts y TikTok –su combinación, en realidad– viralizan ideas infundamentadas basadas en lógicas falaces y absurdas, se llena Internet de personas dando su opinión sobre temas que desconocen y el marco de lo razonable se va desplazando, poco a poco, hasta que la ventana de Overton se convierte en un gran agujero en la pared. El fin de semana pasado pudimos ver la sublimación de esto en el debate organizado por Jordi Wild en el que un doctor en física y una divulgadora se sentaron a discutir con un tipo que afirmaba que el presidente de Camerún se transforma en león por las noches. Y de pronto, la opinión de unos científicos se situa a la altura de la de un mitómano y un ufólogo.

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